Pieza Uno
En 1987 con nuestra familia nos habíamos cambiado de casa desde nuestra natal Vecinal en Providencia a Carmen Sylva en Las Condes, al lado del canal San Carlos. En esos días solamente había cuatro canales de televisión: el canal siete, el canal trece, el canal once, y el canal cinco o cuatro, no me acuerdo bien. No había más señales de televisión.
Una noche o un día, de forma especial apareció un nuevo canal, el canal nueve. El canal nueve era la señal dos de TVN o de Televisión Nacional como se llamaba en esos momentos. Y ese canal empezó a pasar películas que eran películas alternativas de alguna manera. Se estaba probando lo que iba a ser después el futuro de los canales abiertos que comenzaron con Megavisión, que ocupó la misma señal del nueve.
Un día o una noche se pasó por ese canal la película ‘Al Este Del Paraíso’, que había sido la cinta más significativa para la generación de mis padres, una película en que actuaba James Dean. Nos dejó a mí y a mi hermano absolutamente impactados.
Otra noche pasaron una película que era en blanco y negro, una cosa curiosísima para una película que había sido estrenada solo recientemente, hace menos de diez años antes de ese 1987. Se llamaba ‘El Hombre Elefante’ y era dirigida por David Lynch. Era extraordinaria. Era un film oscuro, una película gótica, una obra que tenía una referencia, lo descubrimos esto muchos años más tarde, a ‘Freaks’ de Tod Browning.
La trama trataba la historia de un señor que se llamaba Joseph Merrick y actuaba John Hurt, que después fue uno de nuestros actores preferidos de aquellos días. Era dirigida por un joven David Lynch y éste lo hacía a cargo de Mel Brooks, que había sido el productor, con la actuación de Anthony Hopkins y de Anne Bancroft en los papeles principales, junto con John Hurt.
La película fue muy significativa en la vida de toda una generación que tuvo acceso a ver una película de cine arte desde las pantallas de televisión.
Pieza Dos
En 1987, a fines de aquel año, yo no pude ir a la fiesta de graduación porque no tenía con quién ir. Mis papás estuvieron tan enojados conmigo que me castigaron durante todo el verano. En esos meses invitaron a una hija de unos amigos que se llamaba Marilú a la casa donde teníamos vacaciones en Viña del Mar. Yo estaba muy a regañadientes aceptando que esa niña la hubieran llevado a mi casa para que, de alguna forma, acompañara aquellos días de castigo, como una oportunidad forzada no sé con qué intenciones de mis padres.
Una noche, finalmente la invité a salir para pasear por las calles de Viña del Mar, y fuimos al lado del Casino. Nos pusimos a conversar y resulta que a los dos nos gustaba la música del Café del Cerro, a los dos nos gustaba el Canto Nuevo, a los dos nos gustaba Silvio Rodríguez, a los dos nos gustaba Violeta Parra, y a los dos nos gustaba mucho el cine.
En esa conversación sobre películas, ella me confesó que su director favorito era Peter Weir, el director de ‘Testigo en Peligro’ y algunas otras cintas. Yo le confesé que mi director favorito era David Lynch, aunque solamente había visto la película El Hombre Elefante un par de meses antes de aquel encuentro.
Pieza Tres
A fines de 1989, había una revista que había salido a lo largo de la década de los ochenta, y que era la gran revista sobre cine. Se trataba de una especie de libro que compilaba recomendaciones de películas de los grandes críticos de cine nacionales, entre los cuales se encontraban Alberto Fuguet o Mariano Silva.
En esa edición de fines de los ochenta, que era el número monográfico para cerrar la década, se hablaba, por ejemplo, de la relación entre el videoclip y Tarkovski, y se hacía un listado de cuáles resultaron las películas más significativas de ese decenio por la votación de críticos de cine de aquellos años.
La película que apareció en primer lugar era ‘Terciopelo Azul’ de David Lynch, que yo no había visto, a pesar de que Lynch era mi director favorito. Solamente encontrando el VHS muchos años más tarde, o en esos mismos años —la memoria es frágil— me di cuenta que la cinta era realmente una obra maestra, una película que tenía todo para poder conmover a una juventud que estaba empezando a extasiarse con la música independiente, con el cine independiente, con algo que ya no era cine arte, sino que otra cosa que pateaba la pelota para otro córner. Esa película se convirtió también en una de mis películas favoritas, pero también en la película favorita de toda una generación que la pudo ver por VHS.
Pieza Cuatro
Debe haber sido en 1992 o 1993. Creo que era el 93, porque ese año yo había entrado a estudiar Letras en la Universidad de Chile. En una oscura sala de ese oscuro lugar, que era la Facultad de Filosofía y Humanidades, ubicada en Los Presidentes con Grecia, vimos en una proyección independiente, en una proyección universitaria, en una proyección de college cinema, la película que realmente me hizo llenar el rompecabezas: ‘Eraserhead’.
El rompecabezas se aglutinó con esa pieza faltante porque, de alguna manera, tal como otras cosas que pasaban en la década de los ochenta para este país en el poto del mundo que éramos Chile, significó que nos encontramos con distintos fragmentos que nos permitían construir la historia de los cineastas, no de manera continua, como hoy día se hace, por ejemplo, revisando la Wikipedia, donde uno puede ver toda la trayectoria en una proyección que es totalmente pulcra y limpia, sino que de manera, sino que por mosaicos, por piezas que se van juntando de forma aleatoria y de forma que no podemos comprender.
Esa película también fue muy significativa para nuestra generación, que fue una generación fuertemente marcada por David Lynch.
Como dice Patton Oswalt en un artículo para Wired, en aquellos años nosotros simplemente teníamos retazos de lo que era el arte, retazos de lo que eran las obras de los autores, retazos de lo que era la cultura pop, retazos de lo que era la historia del cine, retazos de lo que era, finalmente, la sabiduría. Y David Lynch se fue armando así: una primera pieza, había sido ‘El Hombre Elefante’, una segunda pieza había sido ‘Enfoque’ y ‘Terciopelo Azul’, una tercera pieza había sido ‘Eraserhead’. Y ya se había añadido una pieza anterior, la cuarta, a principios de los noventa, no recuerdo bien la fecha —la memoria sigue siendo frágil— con la proyección de ‘Twin Peaks’.
‘Twin Peaks’ había sido un éxito en Chile porque había sido transmitido por Canal 13, en el horario prime. Después, cuando se dieron cuenta los que pasaban las películas y las seriales en Canal 13 y en la televisión chilena de que era una serie muy oscura y totalmente tirada a las mechas, pasó a un horario más tardío.
Pero muchos seguimos siendo muy fanáticos de ella. Y esta serie quedó como una de esas tramas que de alguna forma marcaron a fuego una cierta intensidad, una cierta forma de ver las cosas, una cierta forma de vivir, una cierta forma de encontrarse con uno mismo, y con el colectivo, y con las personas que tenían los mismos intereses, o las mismas ambiciones, o las mismas esperanzas que uno.
Pieza Cinco
Fue por esos mismos años en los cuales pasó ‘Twin Peaks’ por el Canal 13, que vinieron a Chile los B-52’s que habían sufrido la pérdida de Cindy Wilson, y trajeron a Julee Cruise.
Julee Cruise era muy importante en Chile por nuestra relación eterna, permanente, profunda, simbólica, sintomática, significativa, con David Lynch, porque era la cantante que hacía la interpretación de la música principal de ‘Twin Peaks’, la más importante, que era el tema que había hecho Angelo Badalamenti, que era el compositor musical de Lynch. Lo que ocurrió fue que —mi memoria vuelve a fallar— Cruise la interpretó con ellos, con los B-52’s en esa venida a Chile.
Pieza Final
Luego, por supuesto, vendría ‘Corazón Salvaje’, vendría ‘Mulholland Drive’, vendrían todas las películas posteriores que hizo Lynch, vendría la tercera temporada de ‘Twin Peaks’ que se hizo muchos años más tarde. Pero finalmente, lo que quiero transmitir con esto es que no es que David Lynch sólo esté metido en mi historia personal, en la historia de mi conocimiento, mi reconocimiento, mi nostalgia de la adolescencia, de la infancia, sino que también en la historia de una audiencia, de unos telespectadores chilenos, de unos cinéfilos locales que de alguna forma le siguieron la pista, como les digo, construyendo un rompecabezas que de alguna forma exótica y disléxica, se parece al rompecabezas que fue su propia obra, que nunca pudimos entender del todo, tal como no entendíamos del todo la cultura extranjera, de fuera de nuestro poto del mundo, porque de alguna manera nos encontrábamos con estos objetos de la cultura popular de manera fragmentaria, pero finalmente de manera tan robusta, y sobre todo, emocional.
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