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Domingo, 27 de Julio de 2025
[Columna]

Crisis en Mega: Máxima velocidad ¿Máxima eficiencia?

Julio Osses

“El gran problema es que sin la asesoría adecuada y la sensibilidad necesaria para leer el estado de ánimo de la opinión pública, esta obsesión por la velocidad puede convertirse en imprudencia, y este parece haber sido el caso. La falta de una planificación estratégica sólida, la ausencia de una evaluación exhaustiva de los riesgos y la escasa consulta con las partes interesadas convirtió la agilidad ejecutiva en un arma de doble filo, que no sólo generó confusión y críticas entre la audiencia, sino que también precipitó la salida de su director ejecutivo y un clima de mea culpa extendido”.

La reciente turbulencia en Megamedia, marcada por el abrupto despido de su director ejecutivo, Javier Villanueva, y la inminente auditoría al equipo responsable del Festival de Viña del Mar, no es simplemente una tormenta pasajera en un canal de televisión chileno. Es, más bien, un síntoma revelador de una transformación profunda y acelerada que está redefiniendo los cimientos mismos de la industria televisiva global y exigiendo nuevos paradigmas de gestión, probidad y eficiencia.

En un mundo donde la inmediatez es la norma y la capacidad de adaptación se ha convertido en la principal divisa, la industria de la televisión se enfrenta a un desafío sin precedentes: navegar en un mar de cambios constantes, impulsados por la tecnología, la competencia feroz y las demandas de una audiencia cada vez más exigente y fragmentada, un ecosistema vertiginoso que promete tornarse más brutal y cambiante cuando, en pocas semanas más, la empresa Kantar Ibope Media implemente por primera vez la medición multiplataforma del rating en TV, y esta se extienda, también de manera inédita, a todo Chile.

Al igual que sus contrapartes en todo el mundo, la industria televisiva chilena se encuentra inmersa en una carrera sin cuartel por la atención de la audiencia y la captación de ingresos publicitarios. En este entorno altamente competitivo, la velocidad se ha convertido en un factor crítico de éxito. Los ejecutivos se ven presionados a tomar decisiones rápidas, a menudo basadas en datos en tiempo real y análisis predictivos, para adaptarse a los cambios en los gustos de la audiencia, las tendencias del mercado y las innovaciones tecnológicas. 

El gran problema es que sin la asesoría adecuada y la sensibilidad necesaria para leer el estado de ánimo de la opinión pública, esta obsesión por la velocidad puede convertirse en imprudencia, y este parece haber sido el caso. La falta de una planificación estratégica sólida, la ausencia de una evaluación exhaustiva de los riesgos y la escasa consulta con las partes interesadas convirtió la agilidad ejecutiva en un arma de doble filo, que no sólo generó confusión y críticas entre la audiencia, sino que también precipitó la salida de su director ejecutivo y un clima de mea culpa extendido.

La decisión de revertir los cambios de programación, apenas unas semanas después de haberlos anunciado, evidenció una falta de rigor en la metodología interna y una desconexión entre la plana ejecutiva y el directorio del canal. Esta situación socavó la credibilidad de la dirección, y generó una explosión de incertidumbre y desazón cuyas esquirlas afectaron a varios rostros y a equipos completos del canal.

En simultáneo, y como efecto colateral, la rumoreada auditoría interna al equipo responsable de la concesión que Mega obtuvo el año pasado para producir y transmitir el Festival de Viña del Mar es una señal clara de que los estándares de eficiencia y transparencia están siendo sometidos a un escrutinio cada vez mayor. Si el directorio de Megamedia ha expresado en la interna su descontento con el desempeño del canal en el certamen, significa que se están cuestionando todas las decisiones de los últimos meses, tanto la gestión económica del evento como la calidad de su programación.

Sin embargo, las dudas sobre la gestión monopólica y absorbente de la productora Bizarro en el Festival de Viña no son nuevas. Es más, provienen de los tiempos en que ejecutivos de Canal 13 y TVN generaron esa fórmula de trabajo. Y jamás la cuestionaron. Al menos no en público. Lo cuál tiende a dirigirnos más hacia una gran interrogante que a una solución inminente: ¿Por qué es la empresa privada, en este caso Megamedia, la que se preocupa del escrutinio de los estándares de realización del Festival de Viña del Mar y no la Municipalidad de Viña del Mar, que es la encargada de velar por la integridad del evento artístico más importante del año en Chile?

Esto recién comienza. Ojalá. 

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