La incertidumbre es la ausencia de información sobre el futuro. Dependiendo de la disciplina que lo aborde, el concepto puede implicar miedo o conductas de adaptación. Como fuere, es obvio que Chile vive un escenario incierto en materia institucional, económica y sanitaria, que altera las conductas habituales. La pregunta es ¿cuál es la habitualidad? La de antes del estallido y la pandemia o la que ha tenido lugar durante ambos procesos? La primera alternativa supone una restauración del viejo orden y un aumento del voto de derecha; la segunda, implica que se mantengan las tendencias transformadoras y se consoliden las “conductas adaptativas” de las 6 elecciones que se han vivido en el último año.
Si buscamos respuestas en las encuestas, los indicios son contradictorios. Por una parte se observa una regresión hacia el viejo concepto del orden político y económico, expresada en el abrupto ascenso del republicano José Antonio Kast. Aunque también se manifiesta una consolidación del candidato de izquierda, Gabriel Boric, a pesar del natural desgaste de quien lidera la carrera desde hace muchos meses.
Pero sabemos que las encuestas en Chile no predicen resultados electorales, porque son incapaces de enfocarse en el votante efectivo; es decir, con suerte miden la opinión pasiva del conjunto de ciudadanos y ciudadanas habilitadas para votar, pero son ciegas a lo que harán en las urnas los 7 millones que materializan su opinión en votos.
Con esa duda razonable en las encuestas, nos queda el camino de mirar los 6 resultados electorales del último año. En el Plebiscito del 25 de octubre un 79 por ciento se manifestó por el cambio. Luego, el 15 y 16 de mayo, la suma de la izquierda, la centroizquierda y los independientes obtuvo 80% en convencionales, 57% en concejales y 67% en alcaldes. Finalmente, en la elección de gobernadores, la misma suma de izquierda, centroizquierda e independientes ganó 15 de las 16 regiones. Es decir, este año la derecha ha MENGUADO, oscilando entre un cuarto y un tercio del electorado.
La pregunta es ¿cuál es la habitualidad? La de antes del estallido y la pandemia o la que ha tenido lugar durante ambos procesos? La primera alternativa supone una restauración del viejo orden y un aumento del voto de derecha; la segunda, implica que se mantengan las tendencias transformadoras.
Sin embargo, entre los votantes de este último año hubo cerca de un millón y medio de jóvenes que nunca había concurrido a las urnas antes del plebiscito del apruebo. A la inversa, se abstuvieron más de un millón 300 mil mayores de 60 años que solían participar en elecciones.
La última vez que se produjo una “ola migratoria” tan fuerte de votantes fue en la segunda vuelta de 2017, cuando Sebastián Piñera se impuso holgadamente con el 57% de los votos. El resultado fue obra de una campaña que usó astutamente el miedo a la izquierda, con el concepto de “Chilezuela”, y logró movilizar a más de 1,3 millones de nuevos electores que no habían estado en elecciones anteriores.
A poco más de dos semanas de la elección, la irrupción del liderazgo de Kast es irrefutable, aunque cabe la pregunta de si esa corriente de opinión se traducirá en votos. Algunos psicólogos dicen que el miedo paraliza, pero muchos politólogos retrucan que esa emoción moviliza y así lo refrenda la experiencia de 2017.
¿Tienen miedo los chilenos y las chilenas de cara a la elección presidencial? ¿Cuál o cuáles de los acontecimientos registrados desde el inicio del proceso constituyente pudo haber modificado tanto la participación o abstención electoral desde junio recién pasado? Es larga la lista: se desató la inflación, se desplegaron rebrotes del coronavirus, aumentó la violencia en la Araucanía, creció la crisis humanitaria por la migración, creció el crimen organizado y se descontroló el orden público en el aniversario del 18 de octubre. En lo estrictamente electoral, se desplomó el candidato de la derecha tradicional, Sebastián Sichel, con la consiguiente estampida de figuras de su sector.
Todos estos factores apuntalan a Kast y nutren su receta nacional populista copiada de Trump, Bolsonaro y otros tantos ultraderechistas europeos. Las olas migratorias no solo han generado crisis humanitarias sino además una fuerte migración de votos hacia la derecha.
Comentarios
Me faltó en la columna que la
Solo espero un milagro, sería
Sorprende realmente la
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