A un año del asalto fallido al Capitolio por parte de los seguidores de Donald Trump -que clamaban un fraude electoral, sin prueba alguna, instigados por el entonces presidente de Estados Unidos- la balanza política parece inclinarse más hacia Trump que hacia Joe Biden, el presidente actual de Estados Unidos, a quien estuvieron cerca de derrocar antes de asumir mediante un intento de autogolpe y un acto de violencia sin parangón en la historia de ese país,
Biden logró jurar en su cargo, las instituciones republicanas reconocieron la legitimidad de su rango y la justicia estadounidense ha avanzado, al menos condenando a algunos de los asaltantes, pero hasta ahora a Trump no lo han tocado, pues zafó del impeachment en su contra, y tampoco se ha podido establecer que fue el instigador de la turba que se tomó el Capitolio el 6 de enero de 2021. Y lo que es peor, durante todo el año pasado el ex presidente de Estados Unidos ha asentado las bases de un liderazgo indiscutido en el Partido Republicano, difundiendo la idea falsa de que le robaron la elección -junto con otra pléyade de fake news- e intentando torcer la institucionalidad electoral de los estados clave para una próxima elección.
Es en este contexto en que la sociedad estadounidense está interpretando los sucesos del 6 de enero de 2021, y la pregunta que subyace es cuán severo es el riesgo para su democracia.
David Remnick, de The New Yorker, en ¿Se avecina una guerra civil? afirma que al menos las reglas del juego cambiaron, con un sistema bipartidista donde uno de los partidos -el Republicano- comienza a no reconocer los elementos en común de la disputa democrática del poder, reemplazando su foco por alimentar valores más 'tribales' y 'tradicionales', enclavados en la identidad de su base de apoyo, la que salió en masa a defender a Trump.
La respuesta a la pregunta del título del artículo es que Estados Unidos vive una 'anocracia'; una especie de limbo entre autoritarismo y democracia, donde las cosas pueden girar para cualquier lado. El artículo basa sus ideas en el el libro Cómo empiezan las guerras civiles de Barbara F. Walter, una cientista política de la Universidad de California de San Diego, quien fue asesora de la CIA en la unidad de inestabilidad política de dicha agencia, experiencia desde la cual extrae los elementos en común de crisis en varios otros países, como Sri Lanka o Yugoslavia, notando que la violencia y la inestabilidad políticas son elementos crecientes en el escenario.
Por su parte, David Smith, de The Guardian, en En el aniversario de los disturbios del Capitolio Washington y Estados Unidos están tan divididos como siempre, plantea que los gravísimos sucesos del 6 de enero de 2021 no tuvieron el impacto de otros hechos históricos que afectaron la vida en común del país, como los ataques de Pearl Harbour o a las Torres Gemelas, por lo que están entrando a la memoria colectiva como un asunto controvertido que divide Estados Unidos en dos; quienes aceptan la evidencia de que el asalto al Capitolio fue un intento por torcer la voluntad popular, y quienes creen -sin prueba alguna- que el hecho es una consecuencia natural y tal vez indeseada por el robo a Trump de la elección de 2020.
Buena parte de la explicación de la división de la sociedad estadounidense frente al 6 de enero se debe al devenir político de 2021, el cual estuvo marcado por la capacidad de Trump de ganar posiciones en el Partido Republicano. Un paso fundamental para volver a intentar una nueva candidatura por la Presidencia y -si es que no gana por las buenas, lo que no se descarta, dadas las dificultades de Biden- de alinear a todos sus cuadros para que esta vez sí funcione la estrategia de impugnar un resultado desfavorable. Lo anterior, considerando que fueron varios republicanos, partiendo por el vicepresidente Mike Pence, quienes no se prestaron para el fraude hace un año atrás.
Al respecto, recomiendo la lectura de dos artículos de The Washington Post.
El primero es Cómo los republicanos se convirtieron en el partido de la mentira de la elección de Trump después del 6 de enero, donde Ashley Parker, Amy Gardner y Josh Dawsey exponen cómo el ex presidente se ha impuesto en su partido, al lograr controlar sin mayor contrapeso sus estructuras políticas, electorales y de financiamiento, haciendo que incluso aquellos republicanos que en su momento fueron contra sus intereses y en favor de la limpieza de la elección, terminaran sumándose a las falacias trumpistas,
El segundo es de Tyler Pager y Annie Linskey, y se titiula Biden rompe su silencio: dentro de su decisión de denunciar enérgicamente a Trump. Se trata de una crónica política en la que los periodistas se adentran en el momento que llevó a que Biden decidiera que iría con todo contra Trump -aunque sin mencionarlo- en la conmemoración del 6 de enero. Tal vez más interesante que eso, es las razones que llevaron a la administración demócrata a no mencionarlo para nada durante todo el 2021. De esa forma -estimaban- lo relegaban a un espacio secundario y le impedían ir a la par de Biden, pero claramente Trump logró instalarse como la figura más prominente de los republicanos y desafiar al actual presidente desde ahí, instalando sus mentiras sin un contrapeso proveniente de la Casa Blanca.
Tal vez el artículo más ilustrativo del riesgo en que está la democracia estadounidense sea El día más cercano a la muerte de Estados Unidos, de David French, en The Atlantic, donde el articulista hace el ejercicio contrafactual de proyectar lo que habría pasado en el caso de que el vicepresidente Pence haya cedido a las presiones de Trump. De partida, no habría habido asalto al Capitolio, pero las cosas habrían ido probablemente muy para peor, con una crisis constitucional en las manos de una Corte Suprema sin capacidad efectiva de imponerse frente al Ejecutivo (Trump, entonces), dos candidatos que se proclaman presidentes electos, y estados demócratas probablemente en llamas por una ola de protestas.
Se trata de fuertes imágenes sobre las cuales está la tentación de cubrir con un manto de alivio porque no sucedieron finalmente, pero, la gracia de esta historia contrafactual es que avisa lo que podría suceder en 2024, cuando Trump 'corrija' sus errores y afile mejor al Partido Republicano como arma.
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