Este artículo es parte del newsletter exclusivo La Semana del pasado viernes 04 de marzo, y ahora se comparte para todos los lectores.
En ocasiones los momentos históricos tardan en ser nombrados, o son llamados de distintas formas, dependiendo desde el lado en que se recuerden o la perspectiva desde la que se piensen. Pasó con la 'Guerra del Pacífico', así conocida en América, donde se puso el acento en lo geoestratégico, pero que para la historiografía británica se conoció como la 'Guerra del Salitre', dado que esa materia prima fue la causa económica de la disputa, y lo que interesó a los ingleses allá por 1879 y 1884.
¿Cuál es la guerra que se está librando en Ucrania?
Es difícil signarlo a un poco más de una semana de iniciada, porque su resultado es todavía incierto y puede haber giros insospechados. De hecho, recientemente se habla de altos al fuego en que rusos y ucranianos negociaron corredores humanitarios, aunque no se ponen de acuerdo en los parámetros de una paz aceptable para ambos, y una planta nuclear fue tomada y atacada por fuego ruso, aunque el Ejército ruso acusa a los ucranianos de esa última acción en particular.
La hipótesis de que la cosa va mal para Putin es plausible, y es la que Occidente quiere escuchar, pues implica que Europa se hace "geopolítica"; Joe Biden afianza su liderazgo en Estados Unidos; la OTAN gana una guerra sin mandar un soldado; Ucrania logra un pasaporte a la UE y un camino llano hacia la OTAN; mientras que China le da un vistazo a cómo sería la reacción mundial en su contra si decide invadir Taiwán.
Esta incertidumbre es real, por mucho que Occidente insista en que las cosas no van bien para los rusos en lo militar; con avances bajo calendario en los planes de invasión; ni en lo político, donde Vladimir Putin tiene que contar con una Europa fuertemente unida en su contra -incluidos los tradicionalmente reticentes a meterse en conflictos; Alemania, Suecia y Suiza-, y con sanciones económicas por sobre las calculadas, las que pueden complicar el frente interno del autócrata ruso, lo que incluye la pérdida de respaldo de varios oligarcas, espantados porque sus intereses han sido tocados fuera de las fronteras de Rusia.
Respecto de cada uno de estos puntos hay una serie de artículos que documentan muy bien cada punto, y que en conjunto permiten conjeturar que Putin se equivocó (o está loco) al invadir Ucrania, por lo que su derrota -cuando no su derrocamiento- es inminente, siendo él el gran responsable de esta guerra, 'su' guerra. Varios de estos artículos están referidos al final de este texto.
Es una hipótesis plausible, y la que Occidente quiere escuchar, pues implica -entre otras cosas- que Europa se hace "geopolítica", como dijo el secretario general de la Unión Europea (UE), Josep Borrell; Joe Biden afianza su liderazgo en Estados Unidos; la OTAN gana una guerra sin mandar un soldado (aunque sus países miembros deban recibir un millón de refugiados ucranianos); Ucrania logra un pasaporte a la UE y un camino llano hacia la OTAN; mientras que China le da un vistazo a cómo sería la reacción mundial en su contra si decide invadir Taiwán.
Pero no es la única hipótesis. Al respecto es interesante este artículo de James Landale de la BBC, Ucrania: ¿Cómo puede terminar la guerra? Cinco escenarios, en el que se plantea que puede haber una guerra corta, una larga, una europea, una solución diplomática y -finalmente- un derrocamiento de Putin.
Respecto de una derrota de Putin, hay una interpretación que me es sugerente a partir de lo que escribió Naomi Klein -Nostalgia tóxica, de Putin a Trump y los convoyes de camioneros canadienses- en The Intercept, donde la pensadora plantea que esta guerra proviene de un mundo previo a la crisis climática, ya que en el intento de Putin de reconfigurarlo con su guerra, también estaría buscando mantener la importancia del petróleo y el gas en la industria de la energía, ya que es la principal riqueza de Rusia. Algo que lo hermana con Donald Trump y los camioneros canadienses que protestaron en Ottawa contra las medidas restrictivas de movilidad por el Covid, el alza de los precios de los hidrocarburos y los migrantes. Así -se deduce- una derrota de Putin es también una derrota de la "nostalgia tóxica" de estas fuerzas anti-climáticas.
Más allá de la vara con que se mida la brutalidad de la guerra y la verosimilitud de esta estrategia de Putin de minimizar bajas, nada de eso tiene que ver pulsiones humanitarias de Putin, quien ha demostrado ser un autócrata sin escrúpulos por los derechos humanos. Pero, es racional pensar que sí le sirve para evitar la propaganda en contra.
De todos modos, como contrapunto a este análisis de Klein, me parece interesante también el de Rachael Bade y Ryan Lizza, en Politico; Cómo los precios del gas podrían aplastar a Biden y los demócratas, donde ambos se preguntan por los límites políticos en Estados Unidos -y de Biden- respecto de las sanciones a los rusos, en particular respecto al petróleo y el gas, dado su impacto en la inflación. Esto, al reparar los autores en que las sanciones no impiden que Rusia siga vendiendo gas y crudo.
Pero, más allá del triunfalismo occidental y liberal -moderado o agudo-, las tropas rusas pueden seguir avanzando sin pausa por el territorio ucraniano, y poco a poco terminar circundando y asediando las grandes ciudades ucranianas. Ya cayó Jersón en el sur de Ucrania -zona donde el avance ruso fue mucho más veloz que frente a Kíev o Jartóv-, con lo que Putin está solo a otras dos ciudades (Mykoláiv y Odessa) de cerrar el Mar Negro a las fuerzas ucranianas, las que combaten tan heroica como solitariamente contra un Ejército ruso que sigue siendo incontrastablemente superior.
En Occidente se formó la idea de que Putin se había planteado una guerra relámpago y que esperaba en tres días estar en Kíev, habiendo entonces derrocado al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski. Pero, quienes afirman ese objetivo son fuentes de inteligencia cercanas a la OTAN, que estudian -por ejemplo- las expectativas de los soldados rusos de volver pronto a casa, quienes evidentemente manejan menos detalles que los generales. En otras palabras, no se sabe a ciencia cierta si es que este ritmo de invasión está dentro del cronograma del Ejército ruso, el cual eligió el fin del invierno boreal para su operación, lo que podría implicar que puede estar calculando un horizonte de un año de operaciones, hasta el inicio del siguiente invierno.
Al respecto, también es posible conjeturar que la velocidad de avance de los rusos está mediada por la idea de hacer el menor daño posible a la población civil, dada la estrategia elegida de asedio de estas urbes, la que tarda más que si entrase con todos los tanques tras bombardeos masivos. Esto puede sonar a un disparate si es que se han visto muchas de las imágenes de destrucción que ha causado el Ejército ruso por su paso por Ucrania, pero las cifras de muertos civiles -entre 249 y 2.000, según el último reporte de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU y el gobierno ucraniano, respectivamente- no corresponden a conflagraciones particularmente mortíferas, al menos en comparación con las del siglo 20.
Como punto de comparación sirve la invasión a Irak por parte de Estados Unidos en marzo de 2003, cuando los muertos civiles iraquíes llegaron a 4.000 en el primer mes de combate, alcanzando los 106.000 en siete años. Esto, conforme a la fuente Body Count, según consigna BBC en ¿Cuántos civiles murieron en Irak? de Owen Bennett-Jones, aunque otras fuentes presentes en el mismo artículo hablan de más de un millón de muertos civiles en dicha guerra.
Más allá de la vara con que se mida la brutalidad de la guerra y la verosimilitud de esta estrategia de Putin de minimizar bajas, nada de eso tiene que ver -desde luego- con pulsiones humanitarias de Putin, quien ha demostrado ser un autócrata sin escrúpulos por los derechos humanos. Pero, es racional pensar que sí le sirve para evitar la propaganda en contra. Pero no la occidental, sino la que pueda surgir en el propio territorio ruso, donde ha tratado a los ucranianos de "hermanos" y con quienes los rusos tienen una histórica cercanía y vínculos familiares y de amistad.
Si bien en Occidente se da por ganada la batalla comunicacional, por los efectos políticos ocurridos en esa esfera de influencia, lo cierto es que se sabe muy poco de lo que pasa con la opinión pública en Rusia.
Se sabe de manifestaciones contra la guerra en varias ciudades, del llamado del principal opositor Alexey Navalny a manifestarse contra Putin (ver en cuenta de Twitter en inglés), del cierre de varios medios críticos, como Eco de Moscú (ver sitio web en inglés), y de cierto malestar generalizado por las sanciones, el que se incrementa en la medida de que se trata de sectores de la sociedad rusa más conectados con Occidente, como lo son científicos y periodistas, quienes en un número de 7.400 [dato actualizado] firmaron esta carta contra la guerra y del "estado canalla" ruso resultante de la agresión. También se conoce un movimiento de oligarcas que se han expresado en tal sentido.
Para los rusos que no gozan de la cercanía con Europa ni Estados Unidos, esta no es ni una 'guerra', ni una 'invasión', ni un intento de 'anexión', sino una incursión militar para evitar que la OTAN ponga misiles en Ucrania apuntando a Moscú, y para derrocar un gobierno filo-nazi en Ucrania que ha castigado durante años la zona pro-rusa de Donbáss.
Todo esto ayuda a pintar el cuadro donde Putin es un líder paranoico y encerrado en sí mismo, con su pueblo en contra.
Pero, hay razones para pensar que el común de los rusos no está expuesto, ni de cerca, a las comunicaciones occidentales, por lo que -asumiendo que la propaganda rusa funciona dentro de sus fronteras, en un régimen que ha operado por 20 años- para los rusos que no gozan de la cercanía con Europa ni Estados Unidos, esta no es ni una 'guerra', ni una 'invasión', ni un intento de 'anexión', sino una incursión militar para evitar que la OTAN ponga misiles en Ucrania apuntando a Moscú, y para derrocar un gobierno filo-nazi en Ucrania que ha castigado durante años la zona pro-rusa de Donbáss.
Previo a la invasión, la encuestadora británica Savanta ComRes señaló que la mitad de los rusos apoyaba la guerra y solo un 25% se oponía derechamente a ella, aunque puede haber cambiado las cifras posteriormente, más con las sanciones a la economía y al deporte rusos, y el oprobio de Occidente.
Respecto de después de la invasión, es interesante este artículo; Las imagenes viscerales del ataque ruso a Ucrania no están en la TV rusa, y el Kremlin está tratando de convencer al público que el caos que se ve en las redes sociales ha sido escenificado, de Robert Mackey, en The Intercept, donde se da cuenta de una intensa batalla en internet de comunicación, intoxicación informativa y censura. La pregunta que cabe es; ¿funciona esta propaganda en Rusia y -si es así-en qué medida?
No me quiero meter en las reverberancias del nazismo en la retórica rusa -ni en la occidental, que compara a Putin con Adolf Hitler-, pues siempre hay más imprecisiones que símiles, y porque es un argumento que se usa para descalificar y no para comprender. Pero, sirve para cerrar la idea acerca de cómo va a signarse esta guerra, tanto en Occidente como en Rusia.
Eso, porque lo que en este lado del planeta se conoce como 'Segunda Guerra Mundial' en los países de la ex Unión Soviética se conoce como 'Gran Guerra Patriótica', en la que los soviéticos salieron victoriosos después de cuatro años de combate, y 27 millones de personas que perdieron la vida, la mayoría luchando contra los nazis o siendo víctimas de ellos. Hablo de rusos y ucranianos.
Algunos artículos que considero interesantes al respecto:
- ¿Dictador angustiado o actor racional? Con Putin y Ucrania, la evidencia es escalofriante, artículo de opinión de David Ignatius en The Washington Post.
- ¿Qué tiene en la cabeza Putin?, de Nina L. Khrushcheva en Project Syndicate.
- Putin convierte a la Unión Europea en una potencia en política exterior, de Dave Lawler, en Axios.
- En una semana de guerra, la invasión rusa de Ucrania puede haber cambiado la historia en una nueva dirección, de Marc Fisher en The Washington Post.
- Los calamitosos errores de Alemania en su política hacia Rusia, por parte de un staff de 13 autores en Der Spiegel (en inglés).
- Los oligarcas rusos empiezan a alzar la voz contra la invasión de Ucrania, de Javier G. Cuesta, en El País y como contrapunto Dónde los oligarcas rusos tienen escondida su riqueza, de Quartz, donde Courtney Vinopal explica que no es tan simple echarle el guante a estos personajes, que se han vuelto centrales en la trama rusa de la guerra.
- La economía rusa en crisis por las sanciones, de la Deutshe Welle.
- ¿Cuán fuerte golperarán las sanciones a Rusia?, por Simon Jack en la BBC.
- Por qué Putin ya perdió la guerra, del pensador israelí Yuval Noah Harari, en The Guardian, cuyo título puede sonar apresurado incluso para occidentales optimistas, pero que en su análisis contempla la posibilidad de una derrota militar de Ucrania, solo que sería muy difícil sostenerla, dado que la resistencia ucraniana logró instalarse como una poderosa narrativa propia de estos nuevos tiempos.
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