Elicura Chihuilaf, primer mapuche que recibió el Premio Nacional de Literatura, escribió que los hijos del Wallmapu son “guerreros de la ternura porque nos levantamos defendiendo la madre tierra”. Y es efectiva la motivación que destaca el poeta, pero no hay manera de dulcificar las balas disparadas a la comitiva de la ministra Izkia Siches el martes recién pasado.
En consonancia con el proceso constituyente y su voluntad de diálogo con los pueblos originarios, la retórica del nuevo Gobierno dominó el lenguaje de la emoción y el concepto de la ternura como forma de hacer política. Junto con respaldar los acuerdos de plurinacionalidad que ha alcanzado la Convención Constitucional, la administración de Gabriel Boric ha querido invocar esa subjetividad mediante símbolos, gestos, pero también decisiones de política pública.
En el primer ámbito -el simbólico-, la ministra Siches quiso reunirse con la familia Catrillanca en su hogar de Temucuicui; mientras en el terreno de lo concreto, se ocupó de “desescalar” la militarización de la zona, con miras al 26 de marzo, cuando expira el estado de excepción constitucional.
Si las autoridades de Gobierno querían reconocer la ternura de la que habla Chihuilaf, debieron partir su promesa de diálogo con ofertas más que con símbolos. Los atributos de Siches son tan marcados en el plano simbólico que no es necesario reforzarlos con gestos sino con propuestas.
En paralelo se señala que ampliarán el diálogo que acompaña al proceso constituyente y apoyarán el trabajo de las universidades de la Araucanía con el Centro Nansen, para establecer confianzas, restituir las tierras del pueblo mapuche y sanar las heridas centenarias del despojo, la represión y la discriminación.
Si las autoridades de Gobierno querían reconocer la ternura de la que habla Chihuilaf, debieron partir su promesa de diálogo con ofertas más que con símbolos. Los atributos de Siches son tan marcados en el plano simbólico que no es necesario reforzarlos con gestos sino con propuestas. El carisma y sello ciudadano la transformaron en una prolífica fuente de votos durante la campaña de Boric, y le granjearon un peso político que hoy le exige trascender al encanto de las “habilidades blandas”.
Siches ya no es una dirigente gremial ni una jefa de campaña, sino una mujer que representa al Estado. A donde quiera que vaya, carga la mochila histórica de la represión, el crimen, los montajes policiales, la ley antiterrorista y otras tantas laceraciones que han sembrado el escepticismo y la desconfianza en el pueblo mapuche.
Aun así, atesora un capital de credibilidad que estuvo a punto de abrirle la puerta del hogar de los Catrillanca para hacerles una visita personal y familiar. El encuentro nunca pretendió sustituir otro propósito como el diálogo y la negociación política. En cualquier latitud y cual fuere la cultura, no es lo mismo hacer una visita familiar y tomarse algunas fotos, que concurrir a una mesa de negociaciones.
Hablar de improvisación como causa de una balacera para repeler la visita de una autoridad política que invoca el diálogo y el fin de la militarización constituye una una conclusión accesoria, casi ramplona. Efectivamente la ministra Siches pecó de prisa, pero no inventó la urgencia.
En su intento de ingresar a Temucuicui, la ministra tampoco ignoró la acostumbrada venia del lonko, porque el jefe de la comunidad tradicional es Juan Catrillanca, el abuelo del asesinado comunero, quien habría oficiado como interlocutor de la avanzada que precedió a la ministra Siches.
Lo que explica una parte del problema es que en esas tierras conviven la comunidad tradicional, encabezada por Juan Catrillanca, y la comunidad autónoma, cuyo lonko es Víctor Queipul. Este último líder interpretó la visita familiar como la pretensión unilateral de diálogo político y las emprendió contra la comitiva, con las consecuencias que ya conocemos: una acción armada que impidió violentamente el paso de la ministra.
Lo que le sucedió a Siches en Temucuicui y lo que ocurre en otras comunidades del Wallmapu es el síntoma de la desconfianza frente a cualquier representante de un Estado opresor, pero también es la división entre los que albergan esperanza frente a una Constitución Plurinacional y quienes consideran que los esfuerzos de los convencionales de los pueblos originarios son “un acto de sumisión”, como lo califica la CAM.
Hablar de improvisación como causa de una balacera para repeler la visita de una autoridad política que invoca el diálogo y el fin de la militarización constituye una una conclusión accesoria, casi ramplona. Efectivamente la ministra Siches pecó de prisa, pero no inventó la urgencia. Otra de las críticas ha sido la de ignorar las recomendaciones de seguridad de Carabineros; una institución cuyo último ingreso a la zona terminó en el asesinato de un joven y el encubrimiento de su crimen. Tomar en cuenta las consideraciones de la institución policial en esta materia sería peor que improvisar.
El error, o mejor dicho la omisión del gobierno en su primera incursión al Wallmapu, parece haber sido la pretensión de iniciar el proceso con un hito simbólico y comunicacional, como el encuentro con los Catrillanca, en lugar de hacerlo con una oferta específica de restitución gradual de tierras.
El error, o mejor dicho la omisión del gobierno en su primera incursión al Wallmapu, parece haber sido la pretensión de iniciar el proceso con un hito simbólico y comunicacional, como el encuentro con los Catrillanca, en lugar de hacerlo con una oferta específica de restitución gradual de tierras.
En el pueblo mapuche existe una heterogénea gama de visiones sobre la forma de enfrentar la demanda de tierras, autonomía y libertad para los comuneros condenados por la justicia. Los más reticentes al diálogo - Coordinadora Arauco, Malleco (CAM), Resistencia Mapuche Lavkenche (RML), Weichan Auka Mapu (WAM) y la Resistencia Mapuche Malleco (RMM)- abrazan la descolonización violenta, con acciones armadas, que han escalado hasta arrebatarle la vida a policías y trabajadores. Entre ellos también hay antagonismos, contiendas de poder y rivalidades de protagonismo.
Pero, además existen antecedentes sobre la acción paramilitar propiciada por las forestales. Basta recordar la emboscada sufrida en 2021 por un equipo de TVN que se desplazaba entre Cañete y Tirúa para entrevistar al líder de la CAM, Hector Llaitul, quien culpó del ataque a trabajadores que “se están armando y haciendo acciones en contra de su propia gente para defender los intereses de las forestales”.
En cualquier caso, las únicas experiencias exitosas para alcanzar la paz entre los pueblos han sido las del diálogo abierto, sin condiciones ni exclusiones.
El poeta Chihuilaf distingue entre el “Chile superficial y enajenado” y “el Chile profundo” que se expresó en las movilizaciones desde 2019 y levantó la bandera mapuche en la Plaza de la Dignidad. El nuevo Gobierno está más cerca de ese Chile profundo, pero debe demostrarlo.
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Recuerdo que Izkia quería ir
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