Con la gran ausencia de Estados Unidos se desarrolló el pasado 8 y 9 de agosto la Cumbre de la Amazonía en Belém, Brasil, que reunió a los presidentes y representantes de los países que comparten parte de la selva del Amazonas: Bolivia, Brasil, Colombia, Guyana, Perú, Venezuela, Ecuador y Surinam. El objetivo del encuentro era crear una declaración conjunta por la preservación de la selva y políticas públicas en común para lograr preservar este importante pulmón mundial.
Estados Unidos no recibió invitación del país organizador, Brasil, pues se dió preferencia a los ocho países que organizan el encuentro y que limitan directamente con la selva amazónica.
Además de los países organizadores, fueron invitados Alemania, Francia y Noruega, sin embargo, Estados Unidos quedó afuera de la lista. Tal como destacan medios como Jp News, la ausencia de Estados Unidos se generó a pesar de que en abril anunciara una donación multimillonaria de $500 millones de dólares al Fondo Amazonía.
Estados Unidos no recibió invitación del país organizador, Brasil, pues se dió preferencia a los ocho países que organizan el encuentro y que limitan directamente con la selva amazónica. En los casos de Alemania y Noruega, fueron invitados debido a los esfuerzos y recursos que han dedicado para estudiar y preservar el Amazonas, mientras que Francia fue invitado por Guyana.
"La idea básica es que salgamos de aquí preparados para que, de manera unificada, todos los países que tienen bosques tengan una posición común en los Emiratos Árabes Unidos durante la COP28 y cambien la discusión", expresó Lula Da Silva, presidente de Brasil, al inicio de la cumbre.
En medio de la crisis climática por efecto del calentamiento global, una de las zonas que más se ha puesto en riesgo es la selva amazónica, según han alertado científicos de distintas partes del mundo. La Amazonía posee las mayores reservas de agua dulce del planeta, es hogar de 10% del conjunto de especies de animales y plantas de la Tierra y es hogar de 400 pueblos originarios. Las principales amenazas a este gran bosque son los incendios y la ganadería, que avanza deforestando para tener tierras para el ganado, además del contrabando, el narcotráfico y la minería ilegal, que han amenazado a la población y a representantes del Estado a lo largo de la selva.
Como resultado de la Cumbre, se publicó la Declaración de Belém, que marca un hito al ser una hoja de ruta para los países de la región en políticas públicas para proteger la selva y a sus habitantes. La declaración aborda temas como el fortalecimiento institucional de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), la creación de un parlamento amazónico, mayor monitoreo y cooperación en la gestión de los recursos hídricos, protección de los bosques y cooperación policial, judicial y de inteligencia en la lucha contra las actividades ilícitas, entre otros. A esto se suma el diálogo que por primera vez se dio en este encuentro con representantes de pueblos originarios del Amazonas y de la sociedad civil, quienes están incluídos en la declaración y que muchas veces ponen en riesgo sus vidas por la protección del medio ambiente.
La principal crítica está en que la cumbre no firmó acuerdos comunes ante la amenaza de la deforestación, uno de los principales problemas que existen en el Amazonas, y sólo pudo incentivar avances por cada país en este tema.
Sin embargo, también recibió críticas: “La declaración se queda corta frente a demandas como la conservación y protección del 80% de la Amazonia para el año 2025, una de las principales solicitudes de los pueblos indígenas y otras organizaciones de la sociedad civil, concertadas días antes de la Cumbre, con el fin de evitar el punto de no retorno”, señaló Paula Caballero de la ONG The Nature Conservancy, en una columna para El País de España.
La principal crítica está en que la cumbre no firmó acuerdos comunes ante la amenaza de la deforestación, uno de los principales problemas que existen en el Amazonas, y sólo pudo incentivar avances por cada país en este tema. La idea de los ambientalistas era comprometer a los países de la cumbre a una deforestación “tasa cero” para el año 2030, lo que no ocurrió. Entre los países que se habrían resistido a esta medida, según la BBC Mundo, estaría Bolivia.
Sobre los límites de la extracción petrolera en el Amazonas, el acuerdo también recibió críticas, ya que el presidente Gustavo Petro de Colombia intentó, sin éxito, impulsar una política de no entregar nuevas licencias de extracción de petróleo en la zona, lo que fue resistido incluso por Brasil.
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