El próximo Día de la Victoria, que cae este lunes 9 de mayo, será un momento de balances y de mucha -pero mucha- propaganda, por parte tanto de Rusia como de Occidente.
La efeméride recuerda el día en que la Alemania nazi firmó su rendición ante los soviéticos que ocuparon Berlín, en 1945, poniendo fin a la Segunda Guerra Mundial en Europa. Como es natural, en Rusia, el país que fue eje de la Unión Soviética, la fecha es de una gran importancia, pues prácticamente no hay ruso que no tenga algún familiar perdido en la Gran Guerra Patria, como le llaman a la Segunda Guerra Mundial en esas latitudes. Esto, dado que 24 millones de ciudadanos soviéticos perdieron la vida en la conflagración, siendo por lejos la Unión Soviética el país con mayor cantidad de muertos.
Y, como es natural también, la celebración de este año es particularmente importante, dada la guerra en Ucrania, la que ha sido emprendida en parte -en palabras del presidente ruso Vladimir Putin- como una campaña de desnazificación de Ucrania, para lo cual se ha montado un enorme aparato de propaganda que amplifica la evidencia real de una presencia importante de grupos nazi que operan en las fuerzas ucranianas. En especial, respecto del Batallón Azov, el cual está apunto de ser diezmado por los rusos en la planta acerera de Azovstal, en Mariupol.
Al respecto, recomiendo este artículo de Shaun Waker en The Guardian: Cómo el Día de la Victoria se convirtió para Putin en algo central para la idea de una identidad rusa.
Pero no solo la iconografía nazi juega en el campo simbólico del lado ruso. También lo hace la hoz y el martillo, y otros iconos soviéticos, los cuales para estas fechas reviven con fuerza como símbolos de la victoria rusa, aunque la mayoría de los rusos no sientan nostalgia por los tiempos de Lenin, Stalin y sus seguidores. En particular me ha llamado la atención la figura contemporánea de la llamada Babushka Z; una abuela ucraniana de habla rusa en el Donbás, que confrontó a las tropas ucranianas con la bandera soviética, la cual le fue arrebatada y pisoteada. Después del hecho, viralizado como video por redes sociales, apareció por toda Rusia iconografía ad-hoc, que sirve para intentar mostrar a Rusia como una fuerza liberadora de los hablantes del ruso en Ucrania. Otro elemento curioso de la propaganda rusa ligada al rescate del pasado soviético ha sido la profusa difusión de noticias relacionadas al derribe de monumentos de héroes soviéticos en Ucrania, lo que se muestra como un acto filo-nazi hostil.
Por el lado occidental, el 9 de mayo ha sido fuente de especulación respecto de la próxima jugada política que hará Putin. Algunos hablan de que declarará la guerra y una movilización general para incrementar la presencia militar rusa en Ucrania (hasta el momento, formalmente no ha declarado la guerra, sino una 'operación militar especial' por los incumplidos acuerdos de Minsk, por parte de Ucrania, en relación al conflicto armado del Donbás que data desde 2014).
Por el lado occidental, el 9 de mayo ha sido fuente de especulación respecto de la próxima jugada política que hará Putin. Algunos hablan de que declarará la guerra y una movilización general para incrementar la presencia militar rusa en Ucrania (hasta el momento, formalmente no ha declarado la guerra, sino una 'operación militar especial' por los incumplidos acuerdos de Minsk, por parte de Ucrania, en relación al conflicto armado del Donbás que data desde 2014). Otros piensan que -por el contrario- Putin declarará la paz unilateralmente, con la idea de forzar a Volodímir Zelenski, el presidente ucraniano, a sentarse a negociar y obtener así la independencia de las repúblicas populares del Donbás; Lugansk y Donestsk, el reconocimiento de la anexión rusa de Crimea (algo ocurrido en 2014), y un estatuto especial para Ucrania, de modo que no pueda entrar a la OTAN. Finalmente, algunos creen que el 9 de mayo no pasará de ser un simple aparato de propaganda; con un desfile militar en Moscú lo más deslumbrante posible, y la celebración apenas de la captura ('liberación', en jerga rusa) de Mariupol y la consecuente derrota del Batallón Azov.
En cuanto a todo esto, hay un momento más o menos anecdótico, pero que me parece que muestra bien el clima simbólico en esa parte del mundo. Sergei Lavrov, el canciller ruso, en un intento por explicar por qué Ucrania sería un régimen pro-nazi, si es que Zelenski es judío, comparó la situación con Adolf Hitler, de quien una leyenda dice que tenía un abuelo judío. Las palabras de Lavrov -quien dijo además que "los mayores antisemitas suelen ser judíos" y quien venía criticando que mercenarios israelíes combatieran codo a codo con el Batallón Azov- molestaron a Israel por considerar estas palabras, justamente, antisemitas. Como resultado, Putin terminó pidiendo disculpas en privado al primer ministro israelí, Naftali Bennet.
En todo caso, el episodio se compara con la presentación que hizo el propio Zelenski ante el Parlamento israelí en marzo, cuando criticó a Israel por no sumarse a las condenas a Rusia del momento, y comparó el sufrimiento ucraniano con el Holocausto, lo que generó molestia en Israel, dada la desproporción de la comparación; ya que 6 millones de judíos perdieron la vida en manos de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial (40% de ellos eran además ciudadanos soviéticos), habiendo una proporción importantes de ellos asesinados con la colaboración de fuerzas ucranianas que servían en campos de concentración o que colaboraron en matanzas como la de Babi Yar, cerca de Kíev.
Respecto de este último punto recomiendo leer este artículo en Interferencia de Víctor Herrero, de antes de la guerra, donde se explica -en parte- la relación de Ucrania con su pasado durante la ocupacion nazi: A 80 años de la masacre de Babi Yar, aún no existe un museo dedicado al holocausto ocurrido en Ucrania.
Esto, aunque la relativa neutralidad de Israel probablemente se explique mucho más por los equilibrios de fuerzas que hay en Siria, país vecino a Israel, donde Rusia juega un papel importante, y por el apoyo histórico de Putin al país.
Con todo, es interesante el lugar de Israel en el conflicto, pues -pese a ser un férreo aliado de Estados Unidos- esta vez no se alineó política ni menos militarmente, siendo el país uno de los que no condenó la invasión rusa, sino que se abstuvo, buscando ahora un rol mediador, como por ejemplo pasa ahora con la evacuación de los civiles de Azovstal. Como dato, vale la pena constatar que en Israel -un país de 9 millones de habitantes- viven un millón de judíos de origen ruso o soviético, razón por la cual el ruso es la tercera lengua más hablada en Israel -después del hebreo y el árabe-, y por la cual se celebra el Día de la Victoria. Esto, aunque la relativa neutralidad de Israel probablemente se explique mucho más por los equilibrios de fuerzas que hay en Siria, país vecino a Israel, donde Rusia juega un papel importante, y por el apoyo histórico de Putin al país.
En todo caso, la presencia de nazis en Ucrania es un tema tabú para la prensa occidental, pero, poco a poco es algo de lo que Occidente comienza a hablar, cuidando -eso sí- evitar signar al régimen de Zelenski como pro-nazi. Al respecto, me cuelgo de la curatoría del periodista John Müller, quien ofrece semanalmente un registro de artículos de su interés vía Whatsapp al que estoy suscrito, donde él destacó esta nota del periodista italiano Daniele Nalbone en MicroMega; Seis preguntas "incómodas" (y seis respuestas) sobre la guerra en Ucrania. En el artículo, Nalbone pregunta a la experta historiadora Elia Rosati: "¿Es Ucrania un país nazi? ¿El batallón Azov juega un papel central? ¿Hay un "batallón Azov" incluso entre las filas rusas? ¿La extrema derecha está del lado de Ucrania o Rusia? ¿Apoyar a la resistencia ucraniana significa estar "a la derecha"? ¿Es el independentismo de Donbás comparable al kurdo?".
Como sea, el Día de la Victoria será un hito y un momento para el balance, el cual también va a ser expresado cuidadosamente con perspectiva de propaganda, y por lo tanto, con elementos de desinformación y tergiversaciones, por lado y lado.
Paradojalmente, al iniciar la guerra, todo parecía indicar que Rusia tendría un desempeño militar arrollador, y que su talón de Aquiles estaría en el frente económico, al enfrentar sanciones económicas que iban a ser masivas, duras e inéditas. Pero, 72 días después, las cosas parecen -y digo 'parecen' y no que lo sean- ser al revés.
Occidente se ha empeñado en mostrar que la invasión rusa es deficiente, que enfrenta graves problemas logísticos y de moral de la tropa, y que no ha podido cumplir con los objetivos militares principales, habiendo logrado solo algunos, con un cronograma retrasado y con un insufrible costo en bajas. En consecuencia, siguiendo esa lógica, Ucrania podría ganar la guerra si es que Occidente arma a Zelenski hasta los dientes y soporta estoicamente los efectos económicos de la guerra y de las sanciones económicas implementadas y por implementar, las que están destinadas a dañar a Rusia, pero que también se devuelven como un búmeran.
Respecto de la supuesta debilidad rusa en el campo de batalla, abundan artículos. Me quedo con este, para que juzgue el lector: Ucrania puede ganar, no dejemos que Putin nos amedrente, en el cual Max Boot, columnista de The Washington Post, aborda el temor principal de hasta los más optimistas pro-ucranianos; qué pasa si Putin escala la guerra con el uso masivo de su ejército y todo su armamento, incluido el nuclear, con tal de no perder, como parece estar perdiendo. En palabras de Boot, Estados Unidos no debiese temer el uso ruso de armas de destrucción masiva fuera de Ucrania, por lo que debería prepararse incluso, para entrar en guerra con su aviación.
Por el contrario, los rusos contradicen las versiones acerca de su supuesto decepcionante desempeño militar, y -aunque es cierto que no han hecho grandes avances territoriales, el último; la pequeña, pero clave ciudad de Popasnaya- argumentan que las distintas operaciones militares tienen devastada la infraestructura militar y logística de Ucrania, y al país sumido en el caos y la carestía. Algo que se demostraría, por ejemplo, en los recientes ataques con misiles de precisión a la infraestructura ucraniana de trenes por todo su territorio, lo que retrasaría la llegada del arsenal occidental al frente de batalla. Además, los rusos dicen estar infligiendo un daño demoledor en las tropas ucranianas, contando un rango en los últimos días de entre 400 y 700 las bajas diarias -muertos, heridos y prisioneros- de las fuerzas militares enemigas.
En el plano económico, Rusia sorprendió a Occidente al pagar en dólares y justo a tiempo los intereses de dos bonos de deuda por $650 millones de dólares, con lo que evitó entrar en default, logrando sortear el cerco financiero con el que Estados Unidos había rodeado los activos rusos en dólares. Además, en la semana que pasó el rublo se recuperó casi en los niveles previos a la invasión.
Un artículo pro-ruso al respecto, por parte del analista estadounidense John Ritter, expone en el medio estatal ruso RT que: Ucrania está ganando la guerra en Twitter, pero no en el mundo real donde Kíev está perdiendo la pelea en el Donbás. Ahí se argumentan varias de las ideas del párrafo anterior, con un sofisticado nivel de detalles, como el que indica que las armas occidentales no están listas para llegar y ser usadas por militares ucranianos, que no se han capacitado en ellas. Cabe mencionar que Ritter -ex marine y experto en seguridad- es un personaje controvertido en Estados Unidos, a quien se acusa de difundir propaganda rusa.
En el plano económico, Rusia sorprendió a Occidente al pagar en dólares y justo a tiempo los intereses de dos bonos de deuda por $650 millones de dólares, con lo que evitó entrar en default, logrando sortear el cerco financiero con el que Estados Unidos había rodeado los activos rusos en dólares. Además, en la semana que pasó el rublo se recuperó casi en los niveles previos a la invasión.
Si bien no era novedad que Rusia estaba resistendo las sanciones mejor de lo esperado -fundamentalmente gracias a que es un proveedor insustituible de gas, petróleo y carbón, y a que se viene preparando en este frente desde la anexión de Crimea-, la noticia no fue bien recibida en Occidente, que tenía la esperanza de que la fecha en que los rusos entraran en mora de pagos fuera un hito en esta guerra, al declarar el default. Algo que -además- habría servido para justificar las sanciones ante los ciudadanos occidentales, las que poco a poco comienzan a golpear en su calidad de vida, en particular dada la inflación y un probable racionamiento energético.
En contrapartida, Occidente respondió al logro ruso pidiendo que la Unión Europea (UE) corte completamente las importaciones de petróleo ruso -lo que puede tener efectos perturbadores a nivel de precios e incluso carestía del combustible- pues, de lo contrario, las sanciones financieras dejan de tener sentido, si es que el flujo del dinero occidental no para de irse a Rusia a cambio de hidrocarburos.
Esto se da en un clima político europeo proclive a cortar toda dependencia energética de Rusia. Respecto a ello, recomiendo este artículo de Project Syndicate; Europa es su propio enemigo en Ucrania, de Simon Johnson.
En cuanto a la posibilidad práctica de realizar el embargo, recomiendo este artículo de la agencia Reuters, escrito por Francesco Guarascio y John Chalmers: Hasta ahora las sanciones más duras de la UE se han visto disminuidas por la preocupación en torno a la prohibición del petróleo, donde se aborda la postura europea sobre los costos de la medida, y cómo podría esto ser soportado si es que se entiende su importancia.
Respecto del gas, que es más difícil de reemplazar en el corto plazo, en Europa también abundan las ideas para cortar esta dependencia y en especial para manifestar la urgencia de hacerlo pronto. Un ejemplo es el artículo de la Deutshe Welle que plantea; Si Europa corta con la energía rusa ¿dónde Moscú podrá vender su petróleo y gas? en el cual se expresa que las dificultades europeas de un colapso en el flujo energético desde Rusia serían menores en comparación con los problemas rusos derivados.
Pero, comienzan a verse también las primeras grietas en la unidad occidental. El momento económico ha permitido que Hungría -y en menor medida Eslovaquia- se desmarquen del plan de cortar el petróleo ruso, pues sería -en palabras del líder autoritario húngaro, Viktor Orbán, y cercano a Putin antes de la Guerra- una "bomba atómica" contra la economía de su país.
Respecto de las implicancias en la política europea de la postura de Orbán, recomiendo este artículo de Der Spiegel: Europa se enfrenta a un autócrata impredecible, de Markus Becker, Jan Puhl, Matthias Gebauer y Fidelius Schmid.
De todos modos, la desafección húngara de los lineamientos de la UE puede leerse como una excepción en el marco de una comunión férrea de intereses de los países que la componen, pero, no son pocos a los que les preocupa que pronto cambie el clima político respecto de la guerra cuando ésta termine por deteriorar la calidad de vida de los cómodos ciudadanos europeos.
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