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Jueves, 7 de Agosto de 2025
[Voces lectoras]

El presidente que no necesitó cumplir su promesa para dejar un legado

Amanda Durán

"Nuestro futuro está en las mismas manos, las de expertos, esos que no tienen miedo al negociar con la vida o con la muerte, y por eso mismo se manejan muchísimo mejor que cualquiera de nosotros en el mercado de nuestra vejez, para qué decir sobre nuestras jubilaciones".

Hay clásicos que nunca mueren: la elegancia de las máquinas de escribir Olivetti, las curvas sexys y tiernas de una Vespa, y otros inevitables como el reguetón, los memes de Los Simpsons y, por supuesto, las AFP. Estas han conseguido algo similar a lo que logra una marca como Porsche o la cafetera Moka Express: ser percibidas como "clásicos" que, aunque criticados, mantienen su prestigio. En el caso de las pensiones, este "lujo" no es precisamente una opción deseada por los consumidores, sino una imposición regulada por el Estado. Sin embargo, el discurso institucional ha sabido transformar esa obligación en una narrativa de confianza.

Según estudios sobre personalidad de marca, las AFP en Chile proyectan rasgos como competencia y ambición, aunque también se les percibe con características menos halagadoras: manipuladoras y elitistas. Aun así, han logrado capitalizar su imagen como expertas en inversiones, apelando a la idea de que nadie más sabe manejar los ahorros de los chilenos.

Un elemento clave en su narrativa ha sido el miedo. ¿Qué pasaría si el sistema colapsa? ¿Cómo garantizarían los trabajadores su jubilación sin la gestión de expertos? Este discurso ha sido reforzado en momentos críticos, como durante los retiros de fondos previsionales que, según las AFP, desestabilizaron el mercado de capitales y generaron inflación (porque lo hicieron para las grandes empresas, salvando las vidas o alimentación de pequeñas estadísticas). Pero no todo es miedo. Las AFP también han apostado por la sofisticación: comerciales cuidadosamente producidos, lenguaje financiero complejo y la promesa constante de rentabilidades futuras. Esta estrategia busca posicionarlas como la opción "lógica" para quienes desean asegurar su futuro.

El golpe maestro de las AFP ha sido venderse no solo como una opción, sino como una inevitabilidad. En una suerte de monopolio disfrazado de competencia, las administradoras han consolidado su posición como actores indispensables del mercado financiero chileno. Con inversiones en infraestructura, carreteras y grandes proyectos, han tejido una red que trasciende lo meramente previsional, garantizando que su influencia sea difícil de erradicar.

Este marketing de la inevitabilidad ha sido reforzado por el respaldo político y económico. Las reformas que supuestamente iban a terminar con el sistema de AFP han terminado fortaleciéndolo, ampliando su alcance y legitimidad. No es casualidad que tras la reciente reforma el porcentaje de cotización obligatoria haya aumentado al 16%, con un 6% adicional a cargo de los empleadores. Este incremento, además de prometer un leve aumento en las pensiones, apuntala directamente el mercado de capitales, permitiendo financiar proyectos de inversión de gran escala.

Como los productos de lujo, verse bien y cobrar caro parece ser más relevante que ser eficientes o funcionales. Cabe entonces preguntarse: ¿Es realmente necesario seguir pagando por un sistema que no garantiza lo prometido? Tal vez, el Sanhattan que estas inversiones buscan sostener continúa siendo un espejismo para quienes esperan una jubilación digna.

Ya nada es igual, dicen. Hace días se firmó una reforma, hace meses nos aseguraron que las AFP desaparecerían, y hace años esperamos la ley que nos permita envejecer sin miedo.

Si hubo errores, no culpemos a este gobierno; todos lo prometieron. Nuestro escuadrón actual quizás de verdad quería cumplir esta promesa, pero a nuestros jóvenes gobernantes en práctica todavía les pasa que el corazón los traiciona y sí: lo hicieron otra vez. Aunque firmemente advirtieron:

“Esta vez sí que se portan bien.”

Las AFP, con total gratitud, respondieron:

“Faltaba más, su excelencia, ¿cuándo le hemos fallado?”.

Y hoy todo Chile celebra la histórica gesta patria, una en la que ya sabemos quién ganó… y que no fueron los jubilados.

Pero este cuento lo podemos resumir con dos vasos: el ansiado medio lleno y el que alguien con mucha sed dejó más que medio vacío.

- Vaso medio lleno: Se suben las pensiones, se crea un fondo solidario, se introduce un tímido (pero existente) mecanismo de reparto.

- Vaso medio vacío: Las AFP siguen administrando el negocio y ahora reciben un 16% de cotización obligatoria, un aumento que incluye un 6% a cargo de los empleadores, aportando de lleno a la expansión del mercado financiero. Este ajuste permite reforzar proyectos de inversión que abarcan desde infraestructura hasta iniciativas de largo plazo, mientras el Estado espera que la competencia y la gestión privada continúen sosteniendo el modelo previsional chileno.

La mejor noticia es para el mercado de capitales, porque ellos no pagan cuentas de luz (al menos no lo hacen con su plata). No van al supermercado. No se jubilan y, por supuesto, si lo hicieran, no lo harían en AFP.

Ganaron ellos, no tú, querido (querida), no las Pymes, no los emprendedores, menos nuestros abuelos. Y es que el patrocinador de los galardonados tuvo una actuación brillante: una “izquierda” que se mostró implacable, segura, convencida, emocionada por escribir al fin la palabra “solidaridad” y “justicia social” en Twitter.

Por otro lado, una derecha que solo esperó, no hizo ruido, no tuvo que pedir nada. Una que anuncia a viva voz el desastre de un documento que también firmaron y eso se celebra, porque Chile al fin entendió el consenso, dialogó y logró un histórico acuerdo: hacer -juntos- inmortales a las AFP.

El festejo no se hizo esperar. Hubo desayunos, abrazos y ovaciones en La Moneda, con el icónico gesto entre los ministros Marcel y Jara, quienes compartieron el triunfo junto a un grupo de pensionados. El presidente Boric aseguró emocionado que “este es un triunfo de los chilenos y chilenas”, destacando que “logramos lo más difícil: ponernos de acuerdo”. La reforma contempla un incremento de cotización previsional al 16%, con un 6% a cargo de los empleadores, y promete mejorar las pensiones mediante un fondo solidario. En tanto, la ministra Jara, quien ahora suena como posible candidata presidencial, se mostró entusiasmada pero aseguró que su plan inmediato era tomarse unas vacaciones.

Entre tanto aplauso, quizá pocos recordaron que este gobierno había prometido acabar con las AFP, no celebrarlas.

El gran legado de Boric: Las AFP son ideología. Una ideología a la que estamos tan acostumbrados que hasta el presidente que las odiaba nos explicó que no sabríamos vivir sin ellas.

Sabemos qué esperar, y podemos esperar dos cosas:

1. Que, en el mejor de los escenarios, las jubilaciones suban alrededor de un 46% para quienes ganan el equivalente a USD$425 mensuales, alcanzando una cifra aproximada de USD$415 para hombres y un 52% más para mujeres, aunque sin garantizar aún una vida digna tras el retiro.

2. Que en unos años estemos de vuelta en la misma discusión, preguntándonos por qué el modelo sigue vivo y aferrándonos a él porque nos aterran los cambios.

Si la esperanza se mantiene, se mantiene por biología, con nuevas generaciones, cromosomas renovados y gente a la que le guste la idea de vivir por muchos años, porque solo gente así de rara haría modificaciones tan osadas para el populacho.

Nosotros somos vieja escuela, nos gusta dormir tranquilos, despertar y poder decir que todo está en su sitio, que es un lindo día “sin novedad”. Claro que seguimos cotizando, pero no estamos solos, ahora también cotizan ellas (las AFP). Nuestro futuro está en las mismas manos, las de expertos, esos que no tienen miedo al negociar con la vida o con la muerte, y por eso mismo se manejan muchísimo mejor que cualquiera de nosotros en el mercado de nuestra vejez, para qué decir sobre nuestras jubilaciones.

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Qué vergüenza ver a la ministra Jara celebrando el acuerdo que no solo mantiene en funcionamiento a las AFPs, si no que las empodera y entrega más dinero que hoy. Da vergüenza porque dice ser comunista y aparece celebrando tal como unos años atrás celebraron la reforma de la LOCE y el que el estallido no hubiera existido. Como tan poco escurrida para no darse cuenta que el sistema de AFPs no tiene arreglo y hay que eliminarlo y cambiarlo por uno que sí entregue pensiones justas, que alcancen para llegar a fin de mes y si tiene la mala suerte de enfermarse, no tenga que empobrecer más aún a su familia y terminen haciendo rifas y bingos pa' costear los tratamientos.

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