El Programa de Evaluación Internacional de Alumnos, conocido por sus siglas en inglés, Pisa, es una encuesta trianual aplicada por la OCDE a estudiantes de 15 años que evalúa en qué medida han adquirido los conocimientos y habilidades esenciales para una participación plena en la sociedad.
La evaluación se centra en las competencias de los estudiantes en lectura, matemáticas, ciencias y, adicionalmente, en un dominio innovador que varía según cada edición (el último fue "competitividad global"). En su última versión, realizada durante 2018, participaron cerca de 600 mil estudiantes provenientes de los 79 países participantes.
En el informe de resultados de esta última prueba, dos países que hasta hace poco no se contaban entre los mejores posicionados se encumbraron con fuerza a los primeros lugares. Medidos en cuanto lectura (el proxy más usado), Polonia pasó del 25° al 10° entre 2000 y 2018, mientras que Estonia pasó del 12° al 5°, entre el 2006 y 2018. Cabe señalar que Chile pasó del 36° al 43°, entre 2000 y 2018.
Además, estos países europeos superaron el promedio de la OCDE (488 puntos) en lectura, matemáticas y ciencias: Polonia obtuvo en promedio 513 puntos, y Estonia, 525. Chile obtuvo un puntaje promedio de 438.
El caso polaco
En su globalidad, las políticas polacas también han permitido generar expectativas mucho mayores por parte de sus estudiantes. Según el informe Pisa de 2018, entre los estudiantes de alto rendimiento en matemáticas o ciencias, uno de cada siete niños polacos espera trabajar como ingeniero o profesional de las ciencias a la edad de 30 años, mientras que una de cada ocho niñas espera hacerlo (la diferencia no es estadísticamente significativa).
El éxito de las políticas educacionales polacas es llamativo para la prensa europea, por cuanto se trata de un país que figuraba con resultados bastante escasos hace algunas décadas, y que además ha estado marcado por episodios de hiperinflación y baja escolaridad durante el período post socialista. Sin embargo, el país comenzó a experimentar paulatinamente un crecimiento económico sostenido, lo cual allanó el camino para introducir reformas políticas que le permitieran insertarse con plenitud al mundo desarrollado.
Una de estas reformas fue, precisamente, la educacional instaurada en 1999. Este hecho significó, de acuerdo a un artículo publicado por la BBC, que se implementara un currículum flexible, en el cual las escuelas tuvieran más autonomía para escoger sus contenidos y bibliografías.
Adicionalmente, dice la BBC, el gobierno realizó una importante inversión en el profesorado, ya sea en capacitaciones, remuneraciones o bonificaciones, de manera que la pedagogía dejase de ser considerada como una profesión de nivel inferior. A modo de ejemplo, el año de implementación de la reforma se exigió que el 25% de los profesores debía perfeccionar su formación profesional, financiando estatalmente dicha exigencia.
Según consigna el informe de Pisa, hoy en Polonia el 99% de los profesores en las escuelas de mayores recursos y el 97% de los profesores de las escuelas polacas de menores recursos están "totalmente certificados". De la misma forma, las proporciones de docentes con al menos un título de maestría son similares en las escuelas de mayores y menores recursos.
La reforma -que data de 1999- también postergó en un año la división de los estudiantes en las categorías "técnica" y "académica", con lo cual permanecieron por un año más en el sistema escolar. Lo anterior implicó también otra inversión relevante por parte del Estado, ya que se debieron construir 4.000 nuevos establecimientos.
El caso estonio
En el caso de Estonia, hay dos cualidades fundamentales del sistema que determinan su éxito, según un artículo de El Confidencial: la libertad del profesorado para crear un temario que se adapte a las necesidades y objetivos de cada grupo de estudiantes, y la gratuidad total de la enseñanza. Así, de acuerdo a una entrevista recogida por el artículo de El Confidencial al ministro de Educación estonio, Mailips Reps, “la educación se considera como un sector más de la economía y, como tal, debe ser potenciado”.
De esta manera, la gratuidad del sistema escolar estonio aplica también a los textos e insumos escolares, el transporte y la alimentación. Adicionalmente, se ha invertido fuertemente en la remuneración de los profesores y, dada la evolución de los salarios durante las últimas décadas y la fuerte profesionalización de su ejercicio, la pedagogía se ha convertido en uno de los campos más codiciados en el mercado laboral.
Las consecuencias de lo anterior son patentes en el informe de Pisa para Estonia, donde se explica que el 91% de los docentes de las escuelas con mayores recursos y el 89% de los docentes de las escuelas con menos recursos están "totalmente certificados". Asimismo, las proporciones de profesores con al menos un título de maestría son similares en las escuelas de mayores y menores recursos.
A su vez, en términos de las mejoras experimentadas por los estudiantes estonios, el informe señala que “el rendimiento medio en lectura y matemáticas en Estonia mejoró de manera constante desde que el país participó por primera vez en Pisa en 2006".
Respecto a las expectativas de los estudiantes, uno de cada seis niños estonios espera trabajar como ingeniero o profesional de ciencias a la edad de 30 años, mientras que aproximadamente una de cada siete niñas espera hacerlo (la diferencia no es estadísticamente significativa).
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