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Jueves, 17 de Julio de 2025
[Republicación]

La ocupación militar asfixia la quebradiza economía palestina

Pedro Castillo

Comercio callejero en Palestina.

Comercio callejero en Palestina.
Comercio callejero en Palestina.

Este artículo fue publicado por Interferencia en junio de 2021. Su autor, periodista ya fallecido, visitó Israel y Palestina a comienzos del siglo XXI.

Palestina es un país sin territorio, sin estado y... sin plata. Israel ejerce un férreo control sobre su incipiente economía. La Autoridad Nacional Palestina (ANP) -algo más que un municipio, pero no un Gobierno efectivo- en teoría administra un territorio de 26.323 km2 -algo así como la cuarta parte de la isla de Cuba o el 3,5 % del territorio chileno, excluida la Antártida.

Allí viven (en 2002) 2,9 millones de personas (50,8 % hombres, 49,2 % mujeres), distribuidas entre la Franja de Gaza (1 millón) y Cisjordania, al oeste del Jordán (1,9 millones).

Mano de obra inmovilizada

Tras la guerra de 1948, unos 800 000 árabes emigraron como refugiados desde los territorios que pasaron a ser israelíes. Sólo 100 000 se quedaron viviendo como minoría en el Estado judío. Con la guerra de 1967 hubo un segundo éxodo desde Cisjordania y Golán, estimado en 350 000 personas por la ONU. Hoy sus descendientes suman 700 000.

La pobreza crónica se agudiza con el desempleo - 50 % en Gaza, 34,8 % en Cisjordania y 61 % en las aldeas. El crecimiento económico de Palestina fue recesivo desde 1993 a 1997. Mejoró en 1998, pero hoy la fuerza de trabajo no puede desplazarse libremente.

Más de un tercio de la población Palestina vive todavía como refugiada en territorios bajo control israelí. Los desplazamientos de la mano de obra para concurrir al trabajo son complicados. Cuando Israel cierra fronteras, los palestinos, simplemente, no pueden ir a trabajar.

En Gaza hoy existen 825 000 refugiados registrados por la ONU -78 % de la población- en precarias condiciones de pobreza crónica. El 44 % de los habitantes de Gaza y Cisjordania vive con menos de 2 dólares diarios. Según el Banco Mundial (BM), 28 % de la población total palestina vive por debajo del límite de pobreza. El ingreso per cápita anual de un palestino es de US$ 1.440 (US$ 3,9 por día). El de un israelí es de US$ 18.000 (US$ 49,3 diarios).

"Comeremos pasto"

La pobreza crónica se agudiza con el desempleo -50 % en Gaza, 34,8 % en Cisjordania y 61 % en las aldeas. El crecimiento económico de Palestina fue recesivo desde 1993 a 1997. Mejoró en 1998, pero hoy la fuerza de trabajo no puede desplazarse libremente.

En consecuencia, las empresas cierran. El 33 % de la mano de obra palestina - 143 000 personas- está empleada en la economía israelí.

Los palestinos que trabajan en Israel residen en territorios autónomos u ocupados, entretejidos por una maraña de barricadas y cierres establecida por el control israelí. Otros 250 000 trabajadores están paralizados por efecto de la guerra: no se puede transportar la producción exportable a Israel, países árabes y Europa. Quienes no pueden acudir a su trabajo pierden US$ 3,4 millones diarios. La economía palestina, US$ 900 millones, según Izzat Abdul Hadi, dirigente de una ONG de Ramallah.

El turismo también fue reventado por el cierre de fronteras. El desplazamiento de funcionarios de la ANP y de cualquier organización social, está severamente limitado. Para ir a tomar un avión al extranjero en territorio israelí el viajero debe atravesar múltiples barreras en los caminos de acceso. Necesita una visa, que suelen negarla 2 y 3 veces. Si tiene suerte, el salvoconducto vence a las 4 horas. El espeso tejido de asentamientos israelíes en territorios palestinos constituyen enclaves vigilados por la fuerza militar, un sistema de apartheid que segrega las aldeas y pueblos palestinos y mata por hambre.

Si Chile fuera la Palestina, todo camionero que cruce por Santiago necesitaría una visa de 4 horas. En los feriados largos sería un lío visitar a los familiares.

En las aldeas desperdigadas viven miles de jóvenes que perdieron el acceso físico a las 5 universidades palestinas de Gaza y Cisjordania. La desilusión e impaciencia de esa masa juvenil rinde sus frutos al radicalismo. "Estamos dispuestos a comer pasto", dijo en Roma Izzat Abdul Hadi, un palestino moderado. "No nos importa morir en una acción porque ya estamos muertos”, dicen los militantes radicales.

La economìa no crece desde la firma de Oslo.

La economìa no crece desde la firma de Oslo.
La economìa no crece desde la firma de Oslo.

Escasez de fondos públicos

Israel congeló la devolución de fondos a la ANP por impuestos indirectos a la mano de obra palestina, aranceles de importación, IVA y otras gabelas. De este modo, la ANP de Yasser Arafat perdió el 70 % de sus ingresos.

La corrupción denunciada en un sector de la cúpula palestina también hizo lo suyo. Las pérdidas acumuladas se estiman en US$ 3,8 mil millones, una amenaza de terremoto para las embrionarias estructuras nacionales palestinas edificadas en la década de 1990.

Los 35 años de ocupación israelí hicieron absolutamente dependiente a la economía palestina, primer mercado externo de Israel. El 90 % de las importaciones palestinas provienen del Estado ocupante. A la inversa, el 95 % de las exportaciones palestinas están destinadas a Israel o transitan hacia los puertos de Haifa y Ashdod y un puerto palestino propio en Gaza todavía es proyecto.

El desplazamiento está severamente limitado. Para ir a tomar un avión al extranjero en territorio israelí, el viajero debe atravesar múltiples barreras en los caminos de acceso. Necesita una visa, que suelen negarla 2 y 3 veces. Si tiene suerte, el salvoconducto vence a las 4 horas.

Las compañías israelíes, que controlan 80 % de las reservas acuíferas de Cisjordania, exportan... ¡agua! a los territorios autónomos de la propia Cisjordania. También, harina, arroz, azúcar y demás alimentos básicos.

Los productos israelíes copan la demanda palestina. Negocios son negocios, por mucho que el estado de guerra creado por Ariel Sharon después del 11 de septiembre de 2001 agrava el cuadro y enardece a los radicales, en tanto los soldados israelíes se deleitan en la destrucción de olivos y árboles frutales. Las opciones radicales fortalecen la política de Sharon. A la vez, el piso de Arafat se hace endeble. Los mejores aliados de Israel son también los radicales palestinos.

Desestabilización política y desestabilización económica son dos caras de la misma medalla. Sharon no baja la presión.

¿Cómo edificar la economía?

El ministerio de Industria de la ANP se propone diversificar el origen de las importaciones de materias primas, con la idea de alcanzar autonomía económica, pero no es fácil. Israel obtiene US$ 5 millones al día en sus transacciones con Palestina. El mundo occidental tampoco ve con simpatía el eventual desplazamiento del poderío económico de Israel y muestra poco interés en el financiamiento del puerto de Gaza, que independizaría el comercio exterior palestino.

Pese a todo, la ANP ha suscrito acuerdos de libre comercio con Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea, Jordania, Egipto y Túnez.

Los políticos europeos que visitan Palestina suelen apoyar la supervivencia de los palestinos como la única manera de preservar la paz en un Oriente Medio azotado a diario por la guerra. El estrangulamiento económico reduce la capacidad negociadora del más débil. La guerra también se da en el plano económico.

Se destruyen las condiciones para el regreso de los emigrantes, técnicos, profesionales, profesores, mano de obra calificada y poderosos capitalistas palestinos de otros países, incluido Chile, que podrían contribuir al despegue económico. Entretanto, los grupos radicales capitalizan el fracaso. La administración militarizada de Israel -Sharon- se fortalece. Y el jueguito perverso trae consigo más guerra, menos territorio y más sufrimiento.

Los acuerdos de autonomía para Gaza y Jericó trajeron grandes esperanzas económicas y conquistaron el apoyo del 65 % de los habitantes palestinos que vislumbraron mejores condiciones de vida, pese a que veían con reservas la política de Arafat. Inyección de dólares, inversiones, mejoras en infraestructura, menos desempleo, desarrollo agrícola e industrial fluirían tras firmarse los acuerdos.

La Liga Árabe promueve la integración económica de sus miembros con un discurso tan poco efectivo como el de los signatarios del Mercosur. Bonitas palabras, pocos hechos concretos.

Hubo una línea de crédito por US$ 1.200 millones otorgada por varios países y administrada por el BM para reconstruir los territorios ocupados, potenciar su desarrollo y garantizar el proceso de paz.

La Unión Europea contribuyó con US$ 1.000 millones; EE.UU., con 500; Japón, con 200; y el BM con 50. Los rubros más favorecidos serían el agua potable, con US$ 110 millones; electricidad, US$ 108 millones; educación, US$ 80 millones; acondicionamiento de los campos de refugiados, US$ 30 millones; y viviendas económicas, US$ 80 millones.

La nueva burocracia gubernamental palestina dispondría de US$ 225 millones en Gaza y Jericó; US$ 300 millones apoyarían iniciativas privadas; y US$ 75 millones cubrirían asistencia técnica.

Los ricos países no exhibieron mayor entusiasmo por la economía palestina. Los capitalistas de Arabia Saudita invierten en otras latitudes, principalmente en Estados Unidos. Los menos ricos están ensimismados en sus propios conflictos internos. La Liga Árabe promueve la integración económica de sus miembros con un discurso tan poco efectivo como el de los signatarios del Mercosur. Bonitas palabras, pocos hechos concretos.

Los aspectos económicos del Acuerdo Gaza-Jericó definieron tasas aduaneras más favorables para las importaciones palestinas de Israel, libre movimiento de mercancías manufacturadas en las áreas autónomas y libre acceso al mercado de Israel para los productos palestinos, excepto tomates, pepinos, papas, huevos y pollos, sujetos a cuotas. Los turistas podrían moverse libremente. También se acordó que Israel cedería a la ANP 75 % del impuesto de renta que grava a los palestinos que trabajan en Israel, garantizándose el movimiento de la fuerza de trabajo en todas direcciones.

Territorio, economía, política, guerra…

La economía de un país se asienta en los recursos de su territorio. En los acuerdos de Oslo, Yasser Arafat aceptó para la ANP el 22 % del territorio total originalmente propuesto por la ONU en la partición de Palestina de 1947, es decir, el territorio resultante de la guerra de 1967. En 10 años Israel está reduciendo la oferta a menos de la mitad, 10% y sin Jerusalén. Quizás mañana ofrecerá cero por ciento, temen los palestinos.

Hoy todos los caminos físicos -carreteras- tienen un nudo vial, y gordiano, en Jerusalén, reivindicada por Israel como capital y como territorio. Para transitar esas vías, los palestinos requieren visa. Si Chile fuera la Palestina, todo camionero que cruce por Santiago necesitaría una visa de 4 horas. En los feriados largos sería un lío visitar a los familiares.

Los 35 años de ocupación israelí hicieron absolutamente dependiente a la economía palestina, primer mercado externo de Israel. El 90 % de las importaciones palestinas provienen del Estado ocupante.

La estrategia del ex general Sharon favorece la economía de guerra de Israel, pero no beneficia a la precaria economía palestina de supervivencia. Tampoco conduce a la paz ni a la seguridad de Israel, sino a la anexión total y a una eventual explosión social en la región, en el análisis de los palestinos y de una minoría judía, entre otros, el periodista argentino Juan Gelman y el rabino estadounidense Michaerl Lemer, de California. Por expresarse "a favor del cese de la ocupación israelí de la Ribera Occidental" ambos han recibido insultos y amenazas de muerte, tanto en Estados Unidos como en Argentina.

A Lemer lo llaman "uno de los tres principales judíos de EE.UU. que se odian a sí mismos" (los otros son Noam Chomsky y Woody Allen).

A Gelman, "judío part time" de "mente no capacitada para comprender". Las críticas a Gelman provienen también de argentino-israelitas izquierdistas.

La política guerrerista de Israel, estimulada por el radicalismo religioso de derecha de ambos bandos, deja poco espacio a la construcción económica de dos naciones, una palestina y otra israelí. El Estado hebreo sobrevive porque recibe cada año un donativo de US$ 3.000 millones de Estados Unidos.

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