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Miércoles, 6 de Agosto de 2025
Hace 50 años

Los altos mandos de la Armada inician los aprontes finales para el golpe cívico-militar en Valparaíso

Manuel Salazar Salvo

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Merino, Allende, Tohá, Del Canto y Montero.
Merino, Allende, Tohá, Del Canto y Montero.

A comienzos de julio, poco después del “tanquetazo” en Santiago, comenzó a aplicarse la Ley de Control de Armas promovida por la oposición y las Fuerzas Armadas iniciaron los allanamientos a industrias, locales sindicales, sedes políticas, recintos universitarios, liceos, casas particulares y fundos de la Corporación de la Reforma Agraria, CORA.

El lunes 9 de julio los infantes de marina allanaron la Distribuidora Nacional, Dinac. Al día siguiente El Mercurio de Valparaíso, con una inusual tipografía de gran tamaño, tituló: “Más de cien armas han requisado en Valparaíso”.

El viernes 15 se conoció la detención de numerosas personas por su participación en atentados explosivos. Los arrestados eran militantes o simpatizantes de Patria y Libertad: Carlos Santiago Jiménez Díaz, 23 años, estudiante de Inglés de la UCV; Jorge Luis Young Montecinos, 33 años, copropietario con Jiménez de la panquequería Gipsy, en San Martín esquina 8 Norte en Viña; Gonzalo Fernando de la Torre Carmona, 22 años, estudiante secundario; Óscar Patricio Campos Fardella, estudiante de Bibliotecología en la U. de Chile; Fernando Márquez Espinoza, 22 años, estudiante de Pesquería en la UCV, Antonio Juan Soto León, estudiante vespertino en Quilpué; Wladimir Huber Delgado, 21 años, estudiante universitario; Luis Arturo Pinochet Campos, 23 años, universitario; Héctor Sergio Torres Saldes, 40 años, empleado; Jaime Francisco Codina Díaz, 23 años, estudiante Ingeniería UCV.

Tres días después los marinos allanaron el gasómetro de cerro Barón y la planta de Enadi; los militares, en tanto, ocuparon la CCU de Limache. El viernes 20 El Mercurio, otra vez con grandes titulares, informó: “Descubren arsenal en gasómetro Barón”.

El general de Aviación Nicanor Díaz Estrata reveló en 1990 que otro grupo de conspiradores se reunían los lunes en casa de Hugo León Puelma, presidente de la Cámara Chilena de la Construcción.

El historiador Jorge Magasich cuenta que en el mismo mes de julio tuvo lugar la primera sesión de estudios de los mandos medios de la Armada, una asociación ilegal y golpista de capitanes de corbeta y de fragata, en abierta transgresión a la disciplina, pero tolerada por el mando. El almirante Merino redactó las conclusiones del encuentro las que plasmó en un documento naval. En él se pide “una pronta definición del Mando que satisfaga nuestros ideales en base a oponerse a la dictadura marxista en todos los frentes”.

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El centro financiero de Valparaíso.
El centro financiero de Valparaíso.

El general de Aviación Nicanor Díaz Estrata reveló en 1990 que otro grupo de conspiradores se reunían los lunes en casa de Hugo León Puelma, presidente de la Cámara Chilena de la Construcción. Lo integraban Julio Bazán, presidente de la Confederación de Colegios Profesionales; Alfonso Márquez de la Plata, presidente de la Sociedad Nacional de Agricultura; Orlando Sáenz, presidente de la Sofofa; y, Manuel Valdés, presidente de la Confederación Nacional de Empleadores Agrícolas. “Yo sé -afirmó Nicanor Díaz- que hubo contacto con los marinos, con los capitanes de navío que estaban metidos en el baile”. 

También operaba otro comité coordinador golpista que se juntaba una vez a la semana en las oficinas de Hernán Cubillos en la editorial Lord Cochrane y que se preocupaba de las campañas de prensa. Lo formaban Roberto Kelly; René Silva Espejo y Arturo Fontaine, director y subdirector de El Mercurio de Santiago, respectivamente; Orlando Sáenz, Hugo León, Jaime Guzmán, Carlos Urenda, Jorge Ross y Edmundo Eluchans, entre otros. El 9 de agosto el presidente Allende denunció la arremetida fascista que sacudía a Chile: 215 atentados y cuatro muertos: 21 contra camiones; 77 contra buses; 16 contra bencineras; 37 a vías férreas; diez contra puentes importantes; seis contra oleoductos; uno contra un túnel; y otros tantos contra servicios públicos, luz, agua, casas particulares, canales de TV y otros objetivos diversos. Un mes después, el 9 de septiembre, se contabilizaban 1.500 atentados entre el 23 de julio y el 5 de septiembre, 24 al día, con un balance de diez muertos, 117 heridos y enormes pérdidas económicas.

El martes 21 de agosto, un día después de una asamblea de oficiales de la FACh en Santiago y al mismo tiempo que se manifestaban contra Prats las esposas de los altos oficiales de Ejército, los almirantes se reunieron en Valparaíso, presididos por Ismael Huerta, para insistir en su rechazo a que oficiales de la Armada asumieran cargos en el gabinete de Allende. En la noche una delegación de ellos viajó a Santiago y se entrevistó con los almirantes Montero, Merino y Hugo Cabezas en el Ministerio de Defensa para notificarles la conclusión del día: el comandante en jefe ya no era factor de cohesión.

Meses antes, el almirante Sergio Huidobro había pedido con insistencia al ministro de Defensa los dólares necesarios para comprar en Estados Unidos nuevas armas para la infantería de marina. El ministro Tohá le pidió que le informara sobre las condiciones en Europa y en la URSS, pero Huidobro insistió en que sólo le servían las norteamericanas.

En tanto, la escuadra de la US Navy encargada de la Operación Unitas XIV había permanecido fondeada en Panamá mientras la operación era postergada por los mandos de la Armada chilena que tardaba en conseguir la adhesión del Ejército al golpe. Después de la renuncia de los generales Prats, Sepúlveda y Pickering el 23 de agosto, los navíos estadounidenses pusieron proa hacia Chile. La flotilla estaba compuesta por los destructores Richmond K., Turner, Vesole y Tattnall, y por el submarino Glamagore, al mando del contralmirante Robert R. Monroe, comandante de las fuerzas del Atlántico sur. 

Meses antes, el almirante Sergio Huidobro había pedido con insistencia al ministro de Defensa los dólares necesarios para comprar en Estados Unidos nuevas armas para la infantería de marina. El ministro Tohá le pidió que le informara sobre las condiciones en Europa y en la URSS, pero Huidobro insistió en que sólo le servían las norteamericanas. El ministro le dijo que no disponía de los 300 mil dólares para el primer pago de un total de dos millones. Huidobro consiguió dólares de reserva en varias reparticiones de la Armada: la Infantería de Marina puso 25 mil, la Comandancia en Jefe unos 30 mil y 36 mil la Dirección de Armamentos que comandaba Troncoso Daroch. Los proveedores se mostraron comprensivos. En julio Huidobro despegó hacia EE.UU. junto a Patrick Ryan, el jefe de la misión naval estadounidense, y de inmediato concretaron la compra. El 20 de agosto aterrizaron en el aeropuerto de Cerrillos dos aviones Hércules de la FACh, procedentes de EE.UU. y cargados con armas. El suboficial José González, de la FACh, vio como de inmediato se distribuyeron los fusiles M-16. Uno de los destacamentos equipados con las nuevas armas partió inmediatamente a Concepción, con la misión de proteger los aviones Hawker Hunter recién trasladados hasta allí.

El 24 de agosto el almirante Montero presentó su renuncia al presidente, pero Allende se la rechazó. Esa tarde el jefe naval se reunió con los almirantes y volvió a escuchar a Ismael Huerta, que le planteó la necesidad imperiosa de su retiro. En la noche citó al almirante José Toribio Merino, que llegó con el contralmirante Sergio Huidobro, jefe de la Infantería de Marina. Merino le reiteró que debía renunciar. Montero llamó a Allende y le dijo que el Consejo Naval exigía su renuncia. Allende los convocó de inmediato y tuvo su primer enfrentamiento verbal con Merino. No permitiría la renuncia de Montero en esos términos.

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Allende toma el juramento como ministro al Almirante Montero.
Allende toma el juramento como ministro al Almirante Montero.

Una semana después, el jueves 31, el Consejo Naval y la oficialidad se reunieron en la Escuela Naval con Montero. El almirante Horacio Justiniano insistió en la petición de renuncia. Montero fue a la casa de Allende esa noche y le recomendó que nombrara en su lugar a Merino para apaciguar a los mandos. Allende no estuvo dispuesto a ceder.

El miércoles 5 de septiembre, a las 15:00 horas, los generales Augusto Pinochet y Gustavo Leigh llegaron en helicóptero hasta la Escuela Naval donde se reunieron con el almirante Merino para precisar algunos detalles del golpe.

El 1° de septiembre el recién instalado nuevo ministro de Defensa, Orlando Letelier, citó a los almirantes y les pidió explicaciones por las presiones a Montero. Carvajal y Huerta argumentaron sus razones, pero Letelier las rechazó. El lunes 3, Letelier anunció a los almirantes que Montero se mantendría en su cargo y que tampoco serían cursados los retiros solicitados por los almirantes Arellano y Cabezas. No les dijo que esa mañana se había cursado el retiro del contralmirante Huerta. Arellano era el ministro de Hacienda y Cabezas era el jefe del Estado Mayor de la Armada, asesor directo de la Comandancia en Jefe. Además de ellos dos, que tenían cercanía con Montero, sólo el contralmirante Francisco Poblete, administrativo destinado en el Estado Mayor, habían respaldado al comandante en jefe. Tras la reunión con Letelier, Montero se desmayó allí mismo. Letelier terminó sugiriendo que los almirantes Montero, Merino, Huidobro y Erich Pablo Weber se reunieran con Allende. En esa cita el presidente les prometió que el viernes 7 Montero pasaría a retiro y en su reemplazo nombraría a Merino.

El miércoles 5 de septiembre, a las 15:00 horas, los generales Augusto Pinochet y Gustavo Leigh llegaron en helicóptero hasta la Escuela Naval donde se reunieron con el almirante Merino para precisar algunos detalles del golpe. El almirante Montero estaba en el Ministerio de Defensa, en Santiago. Al día siguiente, el jueves 6, la misión naval norteamericana ordenó sus barcos de la Unitas que se distribuyeran en las costas de Chile para dar apoyo estratégico al levantamiento militar. Los destructores Tunner y Tatonall se situaron frente a Valparaíso; el destructor Vesole y el submarino Clamagore, frente a Talcahuano. También, para solucionar el agudo problema de transmitir radialmente órdenes militares a través de un litoral de casi cinco mil kilómetros, la misión naval norteamericana en Valparaíso logró que el Southern Command, desde Panamá, ordenara a la base aérea estadounidense de Mendoza, Argentina, que pusiera a disposición del comando golpista como central de informaciones radiales, al avión tipo WB 57 S, pilotado por el comandante mayor V. Dueñas, de la fuerza aérea norteamericana. Este avión sobrevoló Chile desde La Serena a Puerto Montt entre el 7 y el 14 de septiembre, según informaron diarios argentinos. El almirante Merino designó como su enlace con los estadounidenses al contralmirante Sergio Huidobro, director general de la infantería de marina.

El viernes 7 Merino volvió a La Moneda y encontró a Allende furioso. Tenía en sus manos el diario Tribuna que titulaba “Hoy vence plazo de la Armada a Allende”. El presidente dijo que en esa situación no anunciaría el cambio de mando. Había cuatro GAP en el comedor donde se hizo la reunión. Merino sacó su pistola y la puso en la mesa. Al día siguiente, el sábado 8, Merino se reunió con su alto mando y tomó la decisión de iniciar el levantamiento contra el Gobierno. Temía que Allende descabezara a la Armada. El almirante Carvajal llegó retrasado desde Santiago. Dijo que la FACh se sumaría, pero que no tenía seguridad de Pinochet.

Llegaron a la casa de Pinochet en la tarde, mientras se celebraba el décimo quinto cumpleaños de Jacqueline, la hija menor. Ya estaba Leigh que acudía a lo mismo. Pinochet vaciló, pero finalmente firmó. El golpe estaba en marcha.

Ese mismo sábado Merino envió a Roberto Kelly en una misión secreta a Brasil. Necesitaba confirmar que, en caso de un golpe de Estado, Perú no se iba a aprovechar de la situación para declarar la guerra. Kelly se entrevistó con el comandante de la guarnición militar de Río de Janeiro, quien lo envió a Brasilia y se alojara en un hotel. Allí sería contactado por la inteligencia brasileña. El lunes 10 Kelly retorno a Santiago con la respuesta: los peruanos no intervendrían.

El domingo 9 Merino envió un mensaje a Pinochet con el contralmirante Huidobro y su jefe de estado mayor, el capitán de navío Ariel González. Redactada a mano, la nota informaba que al Armada se alzaría a las seis del martes 11 y requería el apoyo explícito de Leigh y Pinochet. Huidobro le pidió a Carvajal que lo acompañara. Llegaron a la casa de Pinochet en la tarde, mientras se celebraba el décimo quinto cumpleaños de Jacqueline, la hija menor. Ya estaba Leigh que acudía a lo mismo. Pinochet vaciló, pero finalmente firmó. El golpe estaba en marcha.

A la 1.00 de la madrugada del 11 de septiembre Merino estaba con su estado mayor en la Academia de Guerra Naval. En la puerta de su habitación vigilaba su ayudante de órdenes, el capitán Víctor Díaz Torres. Se levantó a las 5:00, rezó y tomó desayuno. A la misma hora sonó la diana en los buques de la Armada. Los marinos descubrieron que estaban volviendo a la zona central. Habían zarpado en la noche rumbo a Coquimbo para unirse a la Unitas.

Frente a Quinteros fondearon los destructores Blanco Encalada y Orella; su misión era ocupar las instalaciones de la Enami y de Enap. En la rada de Valparaíso se ubicaron el crucero Prats y el destructor Aldea, con los cañones apuntando a la Universidad Federico Santa María y a la avenida Argentina. Más al sur, frente a Laguna Verde, se instaló el submarino Simpson para proteger la subestación eléctrica que abastecía a Valparaíso. Al puerto de San Antonio ingresó el destructor Cochrane. Al mismo tiempo, tropas de tierra salieron de sus bases en Viña del Mar y ocuparon los muelles Prat y Barón, el astillero Las Habas, la Aduana y las estaciones ferroviarias. Los trenes fueron detenidos y devueltos con sus pasajeros a los lugares de origen. En Santiago, aún dormía en su casa de Sánchez Fontecilla el almirante Montero. Sus teléfonos habían sido cortados, sus vehículos saboteados y las rejas de su jardín estaban con candados puestos por desconocidos.

El almirante Merino abandonó la Academia de Guerra Naval a las 16:45 y abordó un helicóptero para trasladarse a Santiago. Lo acompañaron el contralmirante Sergio Huidobro y el abogado contralmirante Rodolfo Vio, auditor general de la Armada. En un segundo helicóptero viajaron el médico contralmirante Miguel Vergara, director de Sanidad, y los infantes de Marina que actuaron como escoltas. El piloto de Merino era parte de la tripulación del crucero Prat y su comandante, Maurice Poisson, le había ordenado despegar de la nave muy temprano para apoyar las operaciones en tierra en Valparaíso. Al llegar a Santiago, Merino ordenó pasar por sobre La Moneda lo más bajo que se pudiera. Quería ver el palacio presidencial bombardeado.



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El presidente Allende pudo haber vetado la Ley del Controlde Armas El Presidente Allende pudo haber vetado la Ley del Control de Armas., supongo que evaluo el momento politico que se vivia

A primera vista, todos los movimientos y reuniones de los conspiradores apuntaban a un objetivo superior, cual es un golpe de Estado, pero también resulta paradojal la ingenuidad de los personeros de la extinta unidad Popular, en especial del ex-presidente Allende, de que existía grupos de diversa naturaleza que estaban complotando para derrocarlo.

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