El presidente Salvador Allende hizo público, el jueves 5 de julio, la composición del nuevo gabinete chileno. El equipo propuesto en la séptima remodelación desde la llegada al poder de Allende no difiere sensiblemente de la anterior, a pesar de la entrada de siete nuevos ministros.
El presidente chileno no ha conseguido que entraran a formar parte del Gobierno, como era su intención, generales cuya presencia le parecía deseable después del fracaso del golpe militar del 29 de junio. La oposición, con mayoría en el Senado, ha votado el mismo día de la constitución del Gobierno la destitución del ministro de Economía del gabinete saliente.
Se esperaba desde hace semanas una remodelación ministerial de tinte autoritario y con una fuerte participación militar, pero fue un gabinete completamente civil y bastante moderado el que Allende presentó finalmente la noche del jueves 5 de julio, después de dos días de intensas consultas.
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Dos días antes se había producido lo que se considera en Santiago como un acontecimiento político grave: el rechazo de los militares a aportar con su presencia en el Gobierno el aval que solicitaba el presidente. Es difícil precisar en qué punto fracasaron las conversaciones, pero, después del frustrado golpe de Estado del 29 de junio, en el que el grueso del Ejército dio pruebas de su lealtad al régimen, las exigencias militares fueron en aumento, por muy paradójico que parezca. Estas exigencias incluirían, en nombre de la defensa de la seguridad nacional, el control del aparato económico (incluido el de la poderosa agencia nacional de desarrollo, la CORFO), una represión contra la extrema izquierda y la extrema derecha, restricciones a los excesos de la libertad de prensa, etcétera.
A pesar del deseo de contemporizar, Allende se negó sin duda a hacer concesiones que desnaturalizarían el carácter del camino hacia el socialismo que había emprendido. Este enfriamiento de los militares hace pesar una amenaza sobre el futuro de la experiencia chilena, y una campaña de rumores prevé “ruido de sables" en los próximos días.
“Este gabinete no tendrá una tarea fácil”, declaró Allende. Es lo menos que se puede decir. Para intentar atajar la crisis económica se presentó un "plan de urgencia- que comprende una serie de disposiciones para aumentar la producción, controlar la distribución, luchar contra el mercado negro, prohibir los sueldos que superen veinte veces el salario mínimo, imponer una política de austeridad, aumentar el sector nacionalizado de la economía, reforzar la autoridad administrativa y eliminar todo sectarismo.
En resumen, lo que se da por sentado es todavía mejor cuando se dice. Y es quizás tanto por tener en cuenta las inquietudes de los generales como por ganar tiempo, que el nuevo gabinete posee una imagen tranquilizadora y un aire tan familiar como el anterior.
“Este gabinete no tendrá una tarea fácil”, declaró Allende. Es lo menos que se puede decir. Para intentar atajar la crisis económica se presentó un "plan de urgencia- que comprende una serie de disposiciones para aumentar la producción, controlar la distribución, luchar contra el mercado negro, prohibir los sueldos que superen veinte veces el salario mínimo, imponer una política de austeridad, aumentar el sector nacionalizado de la economía, reforzar la autoridad administrativa y eliminar todo sectarismo. Las dificultades inmediatas van a ser de orden político, ya que la cuestión de la aprobación completa o parcial de la reforma constitucional sobre los tres sectores de la economía no está todavía zanjada.
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El nuevo gabinete
La composición del nuevo Consejo de Ministros constituido el 5 de julio fue la siguiente:
Interior: Carlos Briones (Partido Socialista).
Asuntos Exteriores: Orlando Letelier (Partido Socialista)
Economía: José Cademártori (Partido Comunista).
Hacienda: Fernando Flores (MAPU: Movimiento de Acción Popular Unida)
Desarrollo Rural: Roberto Cuéllar (API: Acción Popular Independiente).
Defensa: Clodomiro Almeyda (Partido Socialista).
Educación: Edgardo Enríquez (Radical).
Obras Públicas: Humberto Martones (Radical).
Agricultura: Eduardo Torrealba (Partido Socialista).
Justicia: Sergio Insunza (Partido Comunista).
Vivienda: Luis Matte Valdés (Independiente).
Sanidad: Arturo Jirón (MAPU).
Minas: D. Pedro Felipe Ramírez (Izquierda Cristiana).
Trabajo: Jorge Godoy (Partido Comunista).
Secretario General del Gobierno: Aníbal Palma (Radical).
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Para evitar la devolución de las empresas nacionalizadas desde octubre de 1971, como ordena la reforma, Allende va a utilizar sin dudarlo el decreto de insistencia, comprometiendo la responsabilidad colectiva del gabinete, corriendo el riesgo de provocar una censura constitucional de las Cámaras contra la totalidad del Gobierno. De ahí que se prepare una nueva crisis y posiblemente un plebiscito, a menos que de aquí a entonces ambos bandos decidan desactivarla.
Unos y otros se preparan para el enfrentamiento; el grupo de extrema derecha Patria y Libertad se encuentra en este momento sin cabeza visible debido a su colaboración con los golpistas, ya que su estado mayor ha conseguido asilo político en Ecuador. Pero a pesar de esto, las fuerzas conservadoras siguen todavía intactas y en las filas de la Unidad Popular sucede lo mismo. Ambos bandos procuran armarse más o menos discretamente.
En las fábricas de los suburbios, que todavía siguen ocupadas y que los obreros se niegan a devolver a sus dueños, se construyen todo tipo de objetos con los cuales defenderse, haciendo suyo el grito de combate en los primeros momentos del golpe:
-Si hace falta que el pueblo tenga armas, las tendrá.
De todos modos, la clase obrera nunca ha estado tan organizada ni tan movilizada ni tan resuelta a todo como lo está hoy. El recién estrenado gabinete moderado de Allende no refleja la escalada prerrevolucionaria de la actual situación.
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