“Si me permite, señor, creo que esta misión es un absoluto desperdicio de talento”, le dice el soldado Jackson al capitán John H. Miller. Ambos tienen por misión, junto a otros cinco compañeros, encontrar y rescatar a un soldado cualquiera que ha quedado tras las líneas enemigas después del desembarco en Normandía.
El motivo no es estratégico ni militar, sino sentimental. Al soldado en cuestión ya le mataron tres hermanos y la implacable máquina bélica estadounidense, imbuida de caridad cristiana, quiere ahorrarle a la pobre madre el dolor de perder a toda su progenie. Aunque sea sacrificando a otros cinco pobres diablos en el intento.
Los rescates financieros suelen ser operaciones mucho menos emotivas y más técnicas. Los dicta la necesidad de evitar catástrofes mayores y resguardar los intereses de depositantes y afiliados de empresas financieras.
Hubo una época en que se hacían con rapidez y provocaban un mínimo de escándalo. Así fue en los años 80 con las agencias de ahorro y crédito inmobiliario en Estados Unidos y con la banca chilena durante la dictadura. Ambas fueron víctimas de un mismo depredador, las brutales alzas de tasas de interés del período 1979-1983, y debieron ser rescatadas por el fisco con recursos de los contribuyentes.
Ya no corren esos tiempos. Usar recursos públicos para salvar negocios privados no es una medida popular, por lo que los dueños de las Isapre no tienen mucho capital reputacional y político como para esperarlo del gobierno.
Han sido un negocio bastante lucrativo. Entre 2010 y 2020 obtuvieron utilidades por más de 700 mil millones de pesos, pero a partir de 2021 el panorama cambió. No estaban preparadas para el incremento de licencias médicas y de costos de los prestadores de servicios, las clínicas y laboratorios. Frente a ello idearon una estrategia inusualmente rústica e ineficaz como el alza unilateral de los planes, cuya judicialización se les volvió en contra.
Los rescates financieros suelen ser operaciones mucho menos emotivas y más técnicas. Los dicta la necesidad de evitar catástrofes mayores y resguardar los intereses de depositantes y afiliados de empresas financieras.
Primero fue la judicialización individual de estas decisiones comerciales y al final terminaron perdiendo en la corte suprema, que estableció la ilegalidad de los cobros y su devolución a los afectados.
El negocio de las Isapre, hay que decirlo, es de una escala mucho más modesta que el de las AFP. La dictadura tuvo más pudor que en el caso de las AFP, de manera que las personas pueden elegir entre el prestador estatal y los privados. Además, en el caso de las AFP los afiliados solo recuperan sus aportes en el momento de jubilar, a menos que antes sufran un accidente que provoque invalidez laboral. En cambio, el afiliado a una Isapre recurre al servicio en cualquier momento de su vida, en función de una probabilidad individual de enfermarse o sufrir accidentes.
La Corte Suprema estableció la ilegalidad de los cobros y, ahora, las condiciones de su devolución. Pero como el de las Isapre es un negocio financiero, el equilibrio entre sus activos y pasivos es vulnerable a un golpe de esta magnitud, al punto que las aseguradoras vislumbran la insolvencia si no se les conceden plazos generosos para devolver el dinero del que se apropiaron ilegalmente.
El problema es que no pueden extraer el monto fijado (1,12 billones de pesos) de su flujo operacional, parte del cual está invertido en activos financieros cuya venta apresurada les generará pérdidas, especialmente en el caso de instrumentos de renta fija. Solo se podría hacer con una facilidad crediticia temporal, otorgada por el Banco Central contra activos financieros en garantía, tal como se hizo con las AFP en los tres retiros.
Ese es el problema financiero, pero el problema social y estructural es otro y se relaciona con una convivencia nunca bien resuelta entre el lucro privado y el interés social, que los adalides de la subsidiariedad resuelven con un manotazo de ahogado: el sector público es peor.
Los especialistas han insistido muchas veces en que el sistema requiere una reforma importante, especialmente en la manera como se definen los costos globales y esperados de cada enfermedad, los copagos de los afiliados y otros aspectos financieros. En condiciones normales el gobierno podría aprovechar la crisis para introducirlas al sistema, pero no son tiempos normales y el sorpasso político de la ultraderecha le permite a las Isapre presentarse como la Madre Teresa de Calcuta, víctimas incomprendidas, un soldado Ryan que clama por ser rescatado de las garras del estatismo.
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La ultraderecha ganó porque
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