Mientras Reino Unido combatía contra Napoleón sobre suelo europeo, en 1812 se declaró una guerra contra sus antiguas colonias estadounidenses, donde bajo la Union Jack combatieron sus colonos británicos en lo que hoy es Canadá y numerosas tribus nativas con la promesa de obtener un territorio para una confederación indígena bajo protección real. Si le quitaban suficiente territorio a los estadounidenses, por cierto.
Eso no ocurrió, pues al cabo de dos años de combate se firmó el Tratado de Gante, que restituyó las fronteras a la situación prebélica. Pese a su brevedad y a ser poco conocida, esta guerra fue importante porque tuvo como resultado que Canadá y Estados Unidos sean dos países y no uno. Ni uno ni otro ganaron ni perdieron tanto, salvo los indígenas quienes vieron esfumarse la proyectada confederación y su eventual territorio. En ese contexto y en ese conflicto nos sitúa Tabú.
El aventurero James Delaney (Tom Hardy) llega a Londres a resolver ciertos asuntos pendientes de su padre recientemente fallecido. Y el guion hace posible que el encuentro de Delaney con la capital londinense nos impresione tanto por el individuo como por la ciudad.
La metrópoli del imperio más grande del mundo es retratado como un lugar violento y sórdido, cuyo olor a excremento y barro se puede imaginar a este lado de la pantall
La metrópoli del imperio más grande del mundo es retratado como un lugar violento y sórdido, cuyo olor a excremento y barro se puede imaginar a este lado de la pantalla. Los burgueses se visten de manera relativamente uniforme, mientras que las clases populares –y lo que décadas después Marx y Engels llamaron lumpen– exhiben desde la precariedad absoluta hasta cierta extravagancia, esperable antes del advenimiento de la sociedad de masas.
Delaney, por su parte, impresiona por su atractivo, su actitud taciturna y por la distancia sideral que siente respecto de ese mundo que debería ser su mundo. Pero no lo es. Sus primeros diálogos con abogados, criados y otra fauna nos enteran de que la también fallecida madre del recién llegado pertenecía a una tribu indígena de la costa pacífica de Canadá, y que el propio Delaney pasó largo años en África, viviendo con los nativos y haciendo lo mismo que ellos. Lo innombrable.
En suma, por su mestizaje genético y por su hibridaje cultural y experiencial, Delaney se ve más contemporáneo que los personajes de Dickens que orbitan en torno suyo.
El primer capítulo de la serie ha sido criticado por 'lento' en circunstancias de que es el más interesante, por el tiempo que dedica a mostrar los detalles cotidianos de la vida en esa época, con sus supersticiones, su alimentación y algunas costumbres peculiares. Por ejemplo, era aceptado y normal que las prostitutas ingresaran –muy festivamente– al funeral de un hombre mayor por si saltaba la liebre con un ávido amigo del occiso.
Lamentablemente, esa mirada acuciosa de aquel tiempo y lugar se diluye de a poco, pero afortunadamente, es desplazada por una trama principal también tiene su gracia. Todo gira en torno al estrecho de Nootka en la Columbia Británica (cerca de Vancouver), y un terreno de valor estratégico en el conflicto angloamericano, que a Delaney le corresponde como herencia de su padre muerto. A partir de ese hecho, la trama se abre como un abanico hacia los tres poderes que quieren quedarse con el estrecho, en cuyo centro se haya Delaney, como un titiritero aparentemente distraído.
Por una parte está la “honorable” Compañía de las Indias Orientales, retratada como una caterva de burócratas-delincuentes liderada por Stuart Grange, interpretado a su vez por Jonathan Pryce, gran actor, pero que a ratos más parece el CEO de una multinacional actual –o un villano de Bond– que un mercader decimonónico.
También están los estadounidenses, nacidos con garras y dientes bien formados; con sus espías, su pragmatismo y su ubicuidad.
Si se puede comparar con algo, esta rareza comparte con El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (Andrew Dominik, 2007) el perfil sobrehumano del protagonista (el Jesse James construido por Brad Pitt), pero tiene también la pasión por la aventura con mirada etnográfica de los comics de Corto Maltés.
Y finalmente está la Corona. Este poder supuestamente superior a la Compañía, pero en la práctica un rival de esta (como el rey de Francia y los Templarios), es manejado por un secretario llamado Solomon Coop (Jason Watkins), quien piensa y actúa en nombre de un regente esperpéntico, quien a su vez hace como que gobierna en nombre de un rey loco. La interpretación de Watkins es el gran hallazgo de la serie, transitando desde la contención de un mega-mayordomo, pasando por la desatada crueldad hasta ciertos toques de comedia al final de la serie.
Ciertamente que la actuación de Hardy también es remarcable, en su opacidad y en los destellos de claridad que se filtran de su coraza. Pero eso es entendible, pues la serie es suya. La historia original fue coescrita por él con su padre –el guionista y novelista “Chips” Hardy– y con el guionista Steven Knight, y su propósito parece ser el desplegar las capacidades de Hardy, que en la época de los superhéroes prefiere interpretar a un superhombre.
Porque Delaney es eso. Intelectualmente superior, con una lectura profunda de lo humano y con una intuición favorecida por su conexión tanto innata como adquirida con lo sobrenatural. Con una moral propia e incomprensible para los demás, e imbatible en la lucha física, para colmo. Ante un personaje así, la única forma de que la historia tenga interés es a través de sus debilidades, y estas son básicamente dos: la relación con su hermana Zilpha (Oona Chaplin) y que da el título a la serie; y el hecho de que la Corona, la Compañía y los Estados Unidos quieran aniquilarlo.
Sobre esta premisa, Tabú deviene en un original menjunje de drama, aventuras, thriller, comedia y algo de terror (lo más débil), con Delaney como un malabarista inmóvil y como un sol negro que atrae aliados de diversos talantes y diversas raleas, conformando de a poco la tripulación de la nave de los locos. Y esto es casi literal. Y para mayor honra de esta serie, el elenco creciente de secuaces del protagonista está interpretado por una pléyade de excelentes actores secundarios, lo que vuelve al producto aún más completo y con más registros.
Si se puede comparar con algo, esta rareza comparte con El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (Andrew Dominik, 2007) el perfil sobrehumano del protagonista (el Jesse James construido por Brad Pitt), pero tiene también la pasión por la aventura con mirada etnográfica de los comics de Corto Maltés. Y así como las aventuras del Maltés se difundieron por volúmenes, se espera que el segundo volumen/temporada de Tabú empiece a filmarse en 2023.
Con Delaney deambulando quién sabe dónde, acompañado de quién sabe quién y peleando quién sabe contra qué.
Acerca de...
Título original: Taboo
País: Reino Unido
Exhibición: Una temporada de ocho episodios (2017)
Creada por: Steven Knight, Tom Hardy y “Chips” Hardy
Se puede ver en: Netflix
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La soberbia ambientación del
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