La gamificación académica es uno de los fenómenos más extendidos en el ámbito universitario en estos primeros lustros del siglo XXI. Dice relación con la idea de que avanzar en las trayectorias al interior de las unidades de educación superior e investigación consiste en ganar puntos y en progresar en logros tal como si se tratara de un videojuego de smartphone -como Candy Crush- o un juego de rol -como Dungeons & Dragons-.
En todas partes del mundo miles de académicos y académicas en ciernes pugnan por conseguir estos plot coupons, que les permitirán ir obteniendo ascensos en las jerarquías de profesorado, mayores ingresos económicos y la posibilidad de acceso a prerrogativas propias de las comunidades discursivas en las que participan, desde poder obtener fondos de investigación, hasta tener mayores opciones de éxito en sus envíos de papers a revistas científicas Q1.
Algunas de estas académicas (y acá el uso del femenino no es arbitrario) portan currículos extensísimos en cuanto al número de cursos que han dictado en las úes, el volumen de participaciones en proyectos I+D, las nutridas publicaciones en journals de corriente principal, así como sus sostenidas y persistentes acciones de vinculación con el medio: resultando en constituirse como candidatas estelares cuando deben acceder al siguiente nivel -o mundo- de su trayectoria gamificada en la academia, el posgrado, a menudo un doctorado.
En todas partes del mundo miles de académicos y académicas en ciernes pugnan por conseguir estos plot coupons, que les permitirán ir obteniendo ascensos en las jerarquías de profesorado, mayores ingresos económicos y la posibilidad de acceso a prerrogativas propias de las comunidades discursivas en las que participan.
Ocurre, sin embargo, no pocas veces, que esta académica estelar postula a aquel doctorado de ensueño con todo dicho cúmulo de trabajo de años y recibe una carta del programa, en que el Comité de Admisión, a menudo por medio de una redacción hasta aséptica, informa que ella no ha sido seleccionada en esta ocasión.
¿Por qué?
Las dificultades de ser muy buena(o)
Una columna publicada en Science por Julie Posselt, académica de la USC Rossier School of Education explica con detalle los pormenores que en la trastienda de los procesos de selección de candidaturas a aquellos programas de posgrado habita un currículum oculto que plantea enormes desafíos para las/os postulantes estrella.
El primero de estos pormenores, y quizá el más relevante, es que los profesores tienen sesgos. Posselt sostiene que, “[l]os resultados de las admisiones de posgrado pueden ser especialmente impredecibles para estudiantes de grupos marginados. Por ejemplo, el sesgo de género sin duda contribuyó al rechazo de una mujer cuya entrevista observé hace más de diez años; su personalidad amistosa no concordaba con la idea del panel de “seriedad”. El sesgo es un problema importante y multifacético, razón por la cual los profesores deben reflexionar y discutir sus prioridades de admisión, aprender lo que dice la investigación actual sobre la selección y el sesgo, y desarrollar estándares compartidos”.
Este fenómeno del sesgo ha sido ampliamente documentado, particularmente respecto del género, por investigaciones sobre la inequidad en la academia en la misma línea de estudio de la profesora Posselt. Por ejemplo, un estudio publicado por PNAS hace una década (2012) a cargo de Corinne A. Moss-Racusin y equipo de la Universidad de Princeton (“Science faculty’s subtle gender biases favor male students”) sostenía en su abstract que, “[a] pesar de los esfuerzos por reclutar y retener más mujeres, persiste una marcada disparidad de género al interior de la ciencia académica. Muchas investigaciones han demostrado el sesgo de género en muchos grupos demográficos, pero no se ha investigado experimentalmente si las facultades de ciencias muestran un sesgo contra las estudiantes que podrían contribuir a la disparidad de género en la ciencia académica.
En un estudio aleatorizado doble ciego (n = 127), facultades de ciencias de intensa labor investigativa calificaron materiales de solicitud de un estudiante al que fue asignado al azar ser hombre o ser mujer, por su nombre, para un puesto de jefe de laboratorio. Participantes de la facultad clasificaron al solicitante masculino como significativamente más competente y contratable que la solicitante (idéntica) mujer. Estos participantes también seleccionaron un salario inicial más alto y ofrecieron más orientación a la carrera de los varones solicitantes. El sexo de los participantes de la facultad no afectó las respuestas, de modo que miembros femeninos y masculinos de las facultades eran igualmente propensos a exhibir un sesgo en contra de la estudiante femenina. Un análisis de mediación indica que la estudiante tenía menos probabilidades de ser contratada porque era vista como menos competente”.
Una columna publicada en Science por Julie Posselt, académica de la USC Rossier School of Education explica con detalle los pormenores que en la trastienda de los procesos de selección de candidaturas a aquellos programas de posgrado habita un currículum oculto que plantea enormes desafíos para las/os postulantes estrella.
El segundo pormenor corresponde a la ausencia de ajuste entre la/el candidata(o) y el programa. Posselt sostiene que no basta con que el CV de la persona postulante sea hasta intimidante, sino que muchas veces la Comisión toma en cuenta cuánto de aquella profusión de logros y hechos en aquel CV dialoga con las características específicas del posgrado. Acá la recomendación más evidente es que tanto el currículo que se presente, como el foco que se haga por parte de la postulación en la temida entrevista, releven fundamentalmente lo que se tiene en común con la oferta del doctorado (o magister). La profesora señala que, “[l]os solicitantes pueden mejorar sus posibilidades articulando claramente cómo sus intereses y experiencias coinciden con los de los posibles asesores”.
El tercer pormenor es el de locus más externo y el más difícil de enfrentar, se trata de la composición de la cohorte. Tal como ocurre en el ámbito empresarial y/o de emprendimiento, un grupo de estudiantes de posgrado constituyen una suerte de equipo. Y para quienes dirigen estos programas no se debe atender solamente a las características individuales de las postulaciones, sino que al conjunto. En este sentido, Posselt indica que aquellas direcciones suelen perseguir algún tipo de balance. Esto es, que la cohorte del año “n” sea lo suficientemente diversa y sinérgica, de manera que el grupo como un todo funcione de la mejor manera posible. Así, si un CV destaca en demasía, se puede producir un desequilibrio de fuerzas y aptitudes que atente -eso es lo que piensa la Comisión- contra el global. Lamentablemente la candidata es ciega ante esta situación y resulta casi imposible ajustarse a la dinámica del proceso, porque no se sabe nunca bien quiénes más han postulado. Quizá acá hay que realizar una acción complicada y que retarda el avance en la gamificación académica; como decía el lema de los palitos de helado con posibles premios en los ochenta: seguir participando, porque es posible que en algún momento del futuro la candidata sí ajuste en el cuadro.
El cuarto pormenor corresponde a la aversión al riesgo. Posselt comenta que, “[u]na vez observé que un comité de admisiones rechazó a un solicitante de una universidad de primer nivel que tenía siete publicaciones de primer autor en su haber. La facultad estaba tan convencida de que sería admitido en un programa de mayor rango que no querían correr el riesgo de darle una oferta. En cambio, aceptaron a los solicitantes que pensaron que tenían más probabilidades de finalmente inscribirse”.
Finalmente, el quinto pormenor es que quienes componen la Comisión no quieren pelear. Ello dice relación con que una postulante estrella podría motivar que distintos profesores o profesoras del programa entren en conflicto, por ejemplo, sobre quién la asesora, hace de tutor o termina guiando su tesis. Para evitar esto, la sobrecalificación de la postulante se considera en ocasiones más como un problema que como una virtud.
Todo lo presentado en este newsletter obviamente se puede proyectar, en el mismo ámbito de la gamificación académica, sobre otras situaciones más allá de los accesos a posgrados, como puede ser, por ejemplo, la postulación a fondos de investigación, la búsqueda de un ascenso en la jerarquía académica o, quizá más que todo esto, la candidatura a una plaza de profesorado en una universidad con la que no se ha tenido contacto anteriormente. En ese caso, y como enseña final, si se encuentra usted con estos problemas, no hay mucho más que tratar de hacer los ajustes que se han recomendado y seguir lamentablemente el lema de seguir participando.
ALGUNOS TEXTOS DE INTERFERENCIA SOBRE ESTOS TEMAS
- https://interferencia.cl/articulos/las-trampas-para-inflar-el-rendimiento-de-los-academicos
- https://interferencia.cl/articulos/la-oscura-y-secreta-relacion-entre-ciencia-y-esclavismo
- https://interferencia.cl/articulos/lo-que-necesitamos-en-educacion-es-democracia-no-meritocracia
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El post grado y las becas y
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