Si la semana pasada terminó en medio de rumores y la caótica sensación que produjo la salida a la calle -viernes 15 de junio- de grupos armados de partidarios de la UP, ésta empezó marcada por el signo de especulaciones aún más fantásticas: no han terminado los rumores de una reorganización de gabinete masivamente integrado por militares -en representación de sus respectivas ramas de las FF. AA.- como única forma de encarar las dificultades económicas y la galopante inflación. Y, al mismo tiempo, muchos chilenos se preguntan acerca del real significado del poco cordial intercambio de notas entre el presidente Allende y los comités centrales del PS y el PC.
El domingo 17 la situación derivó en un insólito contrapunto en TV: mientras en Canal 13 el presidente del Senado, Eduardo Frei, analizaba "la catástrofe" que estamos viviendo (aunque puntualizaba su convicción de que, a fin de cuentas, Chile saldría fortalecido de la crisis), el doctor Allende, en Canal Nacional, monologaba largamente sobre los problemas, reiterando afirmaciones suyas hechas a la CUT, en el sentido de que la oposición intentaba destituirlo o provocar un golpe de Estado, "desesperada por la irreversibilidad de los cambios sociales y económicos realizados por el Gobierno".
Aparentemente, había en esto una estratégica retirada -que aumentó la intensidad de las especulaciones- tras la dura reconvención a los socialistas y comunistas.
Críticas y respuestas
El entredicho empezó en la noche del viernes cuando, como culminación de un día violento -en que el centro de Santiago quedó entregado a la descontrolada acción de algunos centenares de militantes UP y de la ultraizquierda, sin visible intervención policial- el PS y el PC emitieron una declaración conjunta. En ella, tras breve enumeración de antecedentes, se sostenía que eran "absolutamente inconvenientes las conversaciones realizadas en el día de hoy en La Moneda con el grupo de elementos (los mineros en huelga de El Teniente) carentes de representatividad".
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Aunque en dichas conversaciones participaron los ministros del Trabajo y de Minería y el vicepresidente de Codelco, los dardos estaban inequívocamente dirigidos contra el propio doctor Allende. Y así lo entendió éste: pocas horas después, el sábado 16, el jefe del Estado dio a publicidad -e hizo leer por radio y TV - dos cartas y una declaración pública. En ellas puntualizó:
--En carta a la CUT, su "reconocimiento" por la "actitud revolucionaria" asumida por los trabajadores de Santiago, el viernes, cuando salieron a rechazar a los grupos, principalmente estudiantiles, que manifestaban su apoyo a los mineros en huelga de El Teniente, que habían llegado a la capital tras increíble odisea.
--Simultáneamente, sin embargo, el presidente Allende manifestó (en la misma carta) que "nuestro combate por el socialismo tiene al imperialismo y a la burguesía como sus principales adversarios". En consecuencia, ello significa que "debemos esforzamos por unir a los trabajadores, derrotando a quienes no buscan sino su división". Esta fue la razón por la cual, "en el diálogo" sostenido con los dirigentes en huelga -"sector minoritario", según él- se empeñó "en explicar cuál ha sido y continúa siendo la posición del gobierno frente al conflicto".
--Ampliando este concepto, en carta a los trabajadores de El Teniente que no están en huelga -y con los cuales reveló haberse reunido el domingo anterior-, el mandatario agradeció un mensaje de adhesión que le habían hecho llegar y, al mismo tiempo, reiteró su disposición a no cerrarse al diálogo con ningún trabajador. “Los revolucionarios -dijo- debemos encontrar la manera de no hacer el juego a las tácticas de la reacción. Sobre la base de mantener las proposiciones realistas del gobierno, respaldadas por la mayoría de los trabajadores, entiendo que es mi obligación no desistir de intentar, conversar mediante el diálogo, a aquellos trabajadores que asumen un postura errada y contraria a los intereses de la clase (obrera)…”.
--Por todas las anteriores razones, en su tercer documento sabatino (una declaración pública a raíz de la declaración PS-PC), Allende manifestó sentirse “desagradablemente sorprendido” por la actitud de los dos principales partidos de la UP. “Nunca he renunciado ni renunciaré a las prerrogativas que la autoridad y la responsabilidad del cargo (presidencial) me imponen ante el pueblo y el país entero".
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La posición presidencial se resume en una sola frase: "Guerra al fascismo; discusión y diálogo con los trabajadores de la oposición". Es decir, sin "confundir los niveles", el mandatario notifica a socialistas y comunistas -e implícitamente a la ultraizquierda- de que hace una clara distinción entre "fascistas" y "oposición democrática" y también entre los propios trabajadores, a los cuales les reconoce el derecho a discrepar, negándose a utilizar contra ellos la represión, sino insistiendo en que nunca les cerrará las puertas.
Interrogantes
El argumento está construido sobre una convincente lógica. Pero inevitablemente suscita varias interrogantes, que son las que esta semana abrieron las compuertas de la imaginación.
La primera pregunta es, obviamente, si se reconoce en los huelguistas de El Teniente a hermanos de clase con los cuales es necesario dialogar, ¿por qué entonces se les detuvo brutalmente en su avance hacia Santiago el día jueves? O, ¿por qué, si el viernes se les autorizó a desfilar hacia la sede del PDC, más tarde se permitió que la CUT llamara a "barrer" toda manifestación opositora, empleando incluso armas de fuego para ello? ¿Por qué, por último, si se había iniciado el diálogo, el sábado después del mediodía se les dispersó frente al PDC usando nuevamente la violencia policial?
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Este último hecho se agrava por la inconsecuencia de que, al mismo tiempo, se permitía que los socialistas bloquearan la calle San Martín -abierta hasta esa hora- frente a su sede central, limitándose Carabineros a desviar el tránsito.
La única alternativa para esta serie de preguntas es que, simplemente, el intendente de Santiago, el ex radical y ahora socialista Julio Stuardo, actuó por su cuenta o por órdenes de su partido, y no por instrucciones de sus superiores. En caso contrario, es imposible conciliar las declaraciones del presidente Allende con los hechos que se sucedieron el jueves (represión en el río Maipo), continuaron el viernes (actuación sin trabas de las fuerzas gobiernistas), y culminaron el sábado con el virtual asedio de la sede DC.
En cuanto a la cuota de responsabilidad de los militantes PC, esta resalta menos, pero también existe. La principal recae, naturalmente, sobre el inmediato superior del intendente Stuardo, el subsecretario Daniel Vergara, quien en ningún momento intentó siquiera frenar su actuación. Y existe, también, por supuesto, una responsabilidad de este mismo funcionario -o su superior, el ministro Gerardo Espinoza- en la absoluta impunidad con que se dejó actuar en Santiago a milicianos armados, que desafiaron las rigurosas disposiciones de la ley de control de armas, como hay abundante testimonio gráfico, empezando por una dramática fotografía captada por El Mercurio.
Teorías
Mientras estas interrogantes no tengan respuesta, parece legítimo aventurar algunas suposiciones.
Una de ellas fue planteada por la comentarista Carmen Puelma en su columna de Las Ultimas Noticias, el mismo sábado. Se resume en el planteamiento inicial:
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-Los hechos de violencia que presenciamos ayer no son casualidad. Ellos han sido buscados por el gobierno de la Unidad Popular, quizás con el propósito de forzar el ingreso de las Fuerzas Armadas en el gabinete, acudiendo a su sentido patriótico. .
Otra teoría -después del áspero intercambio de notas entre el presidente y los partidos Socialista y Comunista- es que, simplemente, se ha producido una lucha de poderes en el seno de la UP, en vísperas del Congreso Nacional del Partido Federado, cuya etapa santiaguina se realizó justamente en el wikén.
En ella a la gran mayoría de los chilenos no les queda sino el papel de pasivos espectadores. Como dijo el expresidente Eduardo Frei en TV, "la última palabra la tiene, naturalmente, quien posee la suma del poder en sus manos: el jefe del Estado".
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