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Viernes, 18 de Julio de 2025
[La columna de Yasna Lewin]

En busca de una derecha democrática

Yasna Lewin

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Hugo Zepeda Barrios
Hugo Zepeda Barrios

La historia de la derecha está plagada de momentos vergonzantes, pero ha tenido expresiones democráticas enterradas en el olvido, como los parlamentarios Hugo Zepeda, Armando Jaramillo y Aníbal Scarella, tempranamente críticos a los horrores de la dictadura, y Julio Subercaseaux, quien incluso integró el Grupo de los 24 para cambiar la Constitución del 80. Ya en democracia hubo intentos fallidos y hoy toman la posta los constituyentes de la derecha dialogante y el solitario detractor de José Antonio Kast, Ignacio Briones, luego que Mario Desbordes dilapidara su capital al integrarse dócilmente a la candidatura de Kast. 

La fallida apuesta presidencial de José Antonio Kast revivió el germen autoritario de la derecha chilena, cuyas credenciales democráticas apenas lograban borrar la mancha de su conspiración para el golpe de estado contra el presidente Allende. En todo caso, había antecedentes de mayor data para dudar del carácter democrático de ese sector, partiendo por el origen terrateniente y aristocrático de los líderes conservadores del siglo 19, que se oponían a la ampliación del voto más allá de sus pares; o la venia de sus partidos a la cruenta explotación de la clase trabajadora en el campo y en las minas; además del respaldo a la sangrienta represión al movimiento obrero durante las primeras décadas del Siglo 20. 

La historia política de la derecha chilena está plagada de momentos vergonzantes, pero, para ser justos, desde la dictadura a la fecha siempre han existido algunas voces disidentes que, sin abandonar su identidad política, han realizado fuertes autocríticas a su pasado e intentado refundarse para construir un referente político moderno. Uno con mayor compromiso con la democracia, con más principios ideológicos y menos captura por grupos económicos ansiosos de acumular capital, que se saltan las reglas e impiden el desarrollo de mercados competitivos y transparentes, vulnerando los principios básicos de una sana economía de mercado.

Hay antiguos líderes olvidados en la historia de la derecha, como Hugo Zepeda Barrios y Armando Jaramillo Lyon, ambos senadores liberales en la década de los 60; o Aníbal Scarella Calderoni, quien fuera diputado del Partido Nacional hasta el golpe de 73; todos ellos tempranamente críticos a los horrores de la dictadura militar y parte de la Alianza Democrática, una de las coaliciones opositoras a la dictadura formada a comienzos de los ‘80.

La historia política de la derecha chilena está plagada de momentos vergonzantes, pero, para ser justos, desde la dictadura a la fecha siempre han existido algunas voces disidentes que, sin abandonar su identidad política, han realizado fuertes autocríticas a su pasado e intentado refundarse para construir un referente político moderno.

En tiempos en que los Chicago Boys reinaban en la economía y que el gremialismo de Jaime Guzmán construía las bases del nuevo orden jurídico, es decir, cuando la derecha ejercía el poder total, hubo unas pocas voces dignas que se atrevieron a exigir el retorno a la Democracia, a defender los derechos humanos y no aceptaron ser cómplices activos ni pasivos de la dictadura. Naturalmente para no avergonzar sus conciencias, la inmensa mayoría de la derecha prefirió obviarlos y, a poco andar, olvidarlos, ya que su sola existencia mostraba la inferioridad moral de quienes habían sido entusiastas defensores Pinochet, conociendo o no pudiendo ignorar la envergadura de sus crímenes.

En una escala menos heroica, algo similar puede ocurrirle al excandidato presidencial Ignacio Briones, quien prefirió omitirse y resistir las presiones, antes que apoyar al candidato ultraderechista José Antonio Kast. La opción política adoptada por Briones también lo ha llevado a quedar en los márgenes de su coalición política. Fue criticado desde su propio Partido, Evopoli, que prefirió la “involución política” y abrazó sin remilgos los principios autoritarios del Nacional Populismo, transformando a Luciano CruzCoke en un nuevo Andrés Allamand, que repite la historia del antaño miembro de la patrulla juvenil, con su tránsito rápido desde la centroderecha liberal a la derecha cavernaria.

Luego de la elección, Briones ha dejado claro que su imaginario de derecha democrática poco tiene que ver con la nostalgia autoritaria de Marcela Cubillos o Jaqueline Van Ryselvergue, versiones más instruidas pero con idénticos principios que Teresa Marinovic o Johannes Kaiser. 

Lamentablemente para el futuro del exministro de hacienda, la derecha política y la elite empresarial que la dirige ha dado abundantes pruebas de no aceptar la disidencia ni la objeción de conciencia. Recordemos el caso de la ex diputada de RN Lily Peres y su fallido intento político de levantar un nuevo referente, Amplitud, para aliarse con Ciudadanos, un grupo liberal fundado por el ex ministro de Hacienda Andrés Velasco, hoy en exilio académico.

Podemos decir que tanto Evopoli, Amplitud y Ciudadanos son intentos fallidos de construir otra derecha. La cual por errores propios y debido a la pobreza ideológica de la derecha tradicional es vista mucho más como amenaza que como oportunidad en el sistema político. Porque es indiscutible que hay allí un espacio electoral que no está cubierto. El mismo que en las democracias europeas ha hecho prosperar a las derechas sociales, dividiendo aguas con el Nacional Populismo, la xenofobia y el neofacismo.

En contraposición con la convicción sostenida por Ignacio Briones, el otro ex precandidato “disidente”, Mario Desbordes, parece haber dilapidado casi la totalidad de su capital político al entregarse dócilmente al servicio de la campaña de Kast. Una lástima si consideramos que el ex Diputado fue uno de los artífices del acuerdo del 15 de noviembre y también un firme partidario de la opción apruebo, en el pasado plebiscito constituyente. Quizá para un dirigente de derecha, de origen popular, el temor al destierro social y económico es más fuerte.

Finalmente, en la Convención Constitucional también hay un intento de separar aguas entre la derecha obstruccionista y una democrática y dialogante. Los primeros, liderados por la UDI, ya decidieron que la mejor opción es el rechazo de salida, sin siquiera esperar a ver el primer borrador de la nueva Constitución. Los segundos, por el contrario, entienden que, pese a su escasa representación, pueden ser parte de debate y contribuir con propuestas a un texto constitucional amplio.

Quizá para estos constituyentes que sí creen posible una derecha democrática, vale la pena recordar la existencia de otro héroe anónimo, el abogado conservador Julio Subercaseaux Barros, quien integró el Grupo de los 24, primer Centro de Estudios que en plena dictadura, no solo cuestionó la legitimidad de la Constitución del 80, sino que formuló propuestas para una nueva carta fundamental. Paradojalmente hoy, cuando la Convención Constitucional propone para Chile un Consejo Nacional de la Magistratura, vale la pena recordar que hace 40 años hubo 24 abogados que propusieron lo mismo, entre ellos, al menos uno se atrevió a sumar su voz desde la derecha democrática… esa que en Chile todavía no ha nacido.

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La derecha en Chile nunca ha crecido en la democracia, desde sus inicios tienen las manos manchadas las manos con sangre del pueblo chileno, una vergüenza y lo peor apoyada por la iglesia católica y ahora por muchos movimientos evangélicos, otra vergüenza nacional, impresentable,

Interesante medio. Saludos desde Dinamarca.

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