“Acusando de ‘mentirosos’ a los adversarios, se elude la discusión y se cuestiona la legitimidad de las decisiones democráticas”. En lo que marca un ángulo inédito, el editorial dominical de El Mercurio fustigó a quienes denuncian la enorme cantidad de falsedades que se han vertido durante el proceso constituyente. El diario de los Edwards borraba así con el codo lo escrito tan solo dos días antes, cuando detalló lo que llamó “Un año de desinformación en la CC”.
En dicho artículo, El Mercurio detallaba algunas de las falsedades que habían sido detectadas por al menos media docena de fact-checkers criollos a lo largo del último año. ¿Ejemplos? Que Elisa Loncon se había adjudicado una beca Pinochet, que la misma expresidenta de la Convención recibiría una pensión vitalicia, que los constituyentes se habían subido el sueldo o que Nicolás Maduro había saludado a la Convención tras la entrega del borrador.
Pero algo ocurrió que tan solo 48 horas más tarde el editorial en cuestión criticó justamente a quienes denunciaban las mentiras, pareciendo dar chipe libre a todos quienes quisieran desinformar respecto de la propuesta de Constitución que la Convención presentaría al día siguiente.
¿Qué podemos esperar para los dos meses que vienen? ¿Se agudizarán las interpretaciones mañosas o derechamente las mentiras respecto de lo que dice la propuesta de Constitución? ¿Serán los medios los guardianes de la verdad o tendrán más bien un rol cómplice callando ante las falsedades? Dicho de otro modo, ¿habrá un “fin de semana perdido” –periodo en el que se da rienda suelta a las más bajas pasiones y excesos– de aquí al plebiscito de septiembre?
Las mismas falsedades que denunciaba Daniel Matamala (“Del otro lado [el Rechazo] las fake news abundan”), Óscar Contardo (“El fulgor de las mentiras queda, los chequeos que vienen tras ellas, pasan”) y Paula Escobar (“Un debate bastante rudo y destemplado, con polarización, fake news, descalificaciones y vaticinios apocalípticos varios”) eran minimizadas por un diario que históricamente se ha adjudicado el rol de adalid de la verdad. A dos meses de un plebiscito trascendental para el futuro del país, El Mercurio daba a entender que quienes denuncian las “mentiras” (sí, entre comillas) que se propagan respecto del texto constitucional serán desestimadas puesto que su actitud tan solo denotaría su desesperación ante “un texto insatisfactorio”.
¿Qué podemos esperar para los dos meses que vienen? ¿Se agudizarán las interpretaciones mañosas o derechamente las mentiras respecto de lo que dice la propuesta de Constitución? ¿Serán los medios los guardianes de la verdad o tendrán más bien un rol cómplice callando ante las falsedades? Dicho de otro modo, ¿habrá un “fin de semana perdido” –periodo en el que se da rienda suelta a las más bajas pasiones y excesos– de aquí al plebiscito de septiembre?
Por el momento, es posible constatar al menos cuatro tendencias que tienden únicamente a beneficiar a la opción del Rechazo. A saber:
1) Medias verdades
A veces no es necesario mentir sino tan solo publicar medias verdades. Hace pocos días La Tercera se refirió a “figuras de centroizquierda” que “rompen filas y se definen por el Rechazo”. Entre ellas se incluyó, por ejemplo, a la exjefa de campaña de Ignacio Briones, Javiera Parada, y la exsubsecretaria de Ciencia de Sebastián Piñera, Carolina Torrealba. ¿Califican realmente ambas como “figuras de centroizquierda”?
Por esos mismos días El Mercurio consignó la existencia de una antojadiza gráfica que circuló por internet y que equiparaba la nueva Constitución chilena con la boliviana. Omitió, sin embargo, el hecho de que uno de sus principales promotores fue nada menos que Mario Waissbluth, uno de los líderes de Amarillos por Chile y regalón de la casa en cuyo perfil de Twitter asegura: “Mi propósito es proponer ideas que permitan mejorar la propuesta constitucional, que hoy adolece de severos defectos”.
2) Destacar polémicas:
En su recomendable columna dominical en La Tercera Óscar Contardo se refirió al rol de los medios de comunicación en el debate constituyente. En ella aludió a “una época dominada por el ruido” y a la existencia de “un álbum esperpéntico de frivolidades”.
La descripción coincide con la cobertura que LUN hizo de la histórica entrega de la propuesta definitiva de Constitución en un acto sobrio, marcado por la formalidad de los convencionales, discursos cargados de emoción y un apego al protocolo pocas veces visto en la Convención. Aun así, el texto central del tabloide tituló: “El misterio de la pileta de La Moneda manchada de rojo durante la clausura de la Convención”. En vez de ilustrar la nota con una imagen de la directiva de la Convención Constitucional, el texto vino acompañado por una gran foto de la pileta, la que poco y nada tenía que ver con la solemnidad de lo ocurrido a pocas cuadras en la antigua sede del Congreso.
Dicha cobertura podría pasar como anecdótica si no fuera porque esta ha sido la tónica durante el último año. Y ha sido precisamente este “goteo constante de noticias sobre las ideas más extrañas” del que habló Jon Lee Anderson el que ha moldeado la impresión que un buen número de chilenos tiene del trabajo de la Convención.
3) Esconder el Apruebo:
En días en que figuras de todo el espectro político han revelado su apoyo al Apruebo o al Rechazo, se ha convertido una constante leer titulares en los que el voto solo se explicita cuando la personalidad se opone a la nueva Constitución. En los casos opuestos, cuando se apoya el Apruebo, la noticia ha quedado relegada a espacios con menor visibilidad.
Ocurrió, por ejemplo, en Ex-Ante, donde se entrevistó al exSecom Juan Carvajal con el título “Es una verdadera tómbola este plebiscito”. Su apoyo al Apruebo solo apareció en la bajada del texto. Muy por el contrario, la columna del exdirector del Museo de la Memoria Ricardo Brodsky se tituló “Por qué rechazaré para reformar”. Lo mismo ocurrió en LUN, donde una entrevista al exconvencional Agustín Squella se tituló “La llamada unidad de un país democrático y libre es una fantasía”, relegando su apoyo al Apruebo al epígrafe.
Pero probablemente el mejor ejemplo es la entrevista que Javier Couso dio a El Mercurio a mediados de mayo y donde el abogado constitucionalista entregó una detallada lista de razones por las cuales apoyaba el Apruebo. El mezquino titular de la nota, sin embargo, fue: “A mí nunca me convenció esto de la casa de todos”.
4) Falta de perspectiva histórica:
A la hora de defender la actual Constitución y ofrecer motivos para rechazar la nueva propuesta redactada por la Convención, los principales diarios del país han omitido cualquier alusión a que la actual Carta Magna que nos rige fue escrita en dictadura y aprobada en un turbio plebiscito. Los editoriales han olvidado mencionar también cómo la derecha se ha opuesto históricamente a su modificación.
Entregarse a los excesos de un “fin de semana perdido”, uno en que cualquier asomo de decoro queda en el olvido para apoyar con armas de dudosa legitimidad una opción por sobre la otra, es una tentación a la que nuestra prensa no puede sucumbir. Las mentiras deben ser denunciadas y no pueden tener cabida en un debate de esta trascendencia. Llamarlas por su nombre no significa “eludir la discusión”, como asegura el comité editorial de El Mercurio, sino todo lo contrario: elevarla a los estándares que el país necesita.
En su editorial del 5 de junio, por ejemplo, El Mercurio aseguró que el proyecto de Constitución 2022 es “un esfuerzo maximalista e inclinado a la concentración del poder”, con transitorias agresivas y con “sabor autoritario”. Sin ninguna alusión a la Constitución de Pinochet y Guzmán, agregaron que “es impropio, jurídica, política e históricamente pautear la agenda legislativa futura de Presidente y Congreso”. Más allá de lo cuestionable de las aseveraciones, resulta un atropello a la buena fe no recordar que este mismo diario fue uno de los principales promotores de una Constitución que no hizo más que concentrar el poder en las manos de una sanguinaria dictadura.
Un día más tarde fue La Tercera la que celebró en su editorial el hecho de que se propusiera bajar el quórum para modificar la actual constitución a 4/7. “Es una positiva señal que se envía desde el mundo político”, señaló el diario de Copesa, obviando el hecho de que la modificación tardó más de 32 años, periodo en el cual los sectores más conservadores se han opuesto a cualquier tipo de cambio. Por un momento, el habitual estilo inquisidor del comité editorial se convirtió en una voluntarista narrativa que confía ciegamente en el espíritu reformista de partidos como RN, la UDI o Republicanos.
Entregarse a los excesos de un “fin de semana perdido”, uno en que cualquier asomo de decoro queda en el olvido para apoyar con armas de dudosa legitimidad una opción por sobre la otra, es una tentación a la que nuestra prensa no puede sucumbir. Las mentiras deben ser denunciadas y no pueden tener cabida en un debate de esta trascendencia. Llamarlas por su nombre no significa “eludir la discusión”, como asegura el comité editorial de El Mercurio, sino todo lo contrario: elevarla a los estándares que el país necesita.
Comentarios
Mario Waissbluth: "Adolece de
Uno quiere discusiones, con
Será un verdadero show de
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