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Martes, 16 de Abril de 2024
Especial elecciones de 1970

Líder de Patria y Libertad analiza los “errores” de Frei Montalva y el PDC

Pablo Rodríguez Grez*

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Pablo Rodríguez Grez
Pablo Rodríguez Grez

El abogado, fundador y líder de Patria y Libertad, y destacado profesor de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, cuestiona en este artículo al Partido Demócrata Cristiano y al presidente Eduardo Frei Montalva por –en su opinión- “pavimentar” el camino del comunismo en Chile con la llegada de Salvador Allende y la Unidad Popular al poder.

Admision UDEC

El Gobierno de Jorge Alessandri fue un régimen de administración. No se innovó sustancialmente en nada, ni el sistema que entonces regía lo habría permitido.  Fueron vanos los intentos del mandatario por convencer a sus partidarios y a la oposición de la necesidad de renovar los hábitos políticos.  Invariablemente se estrelló contra la resistencia que oponía un mundo políticamente profesionalizado.

Al terminar el año 1963 y aproximarse la elección presidencial, era evidente que el país compartía una genuina aspiración revolucionaria. Esa era la tónica del momento y los políticos no tardaron en advertido.

Las candidaturas con mayores posibilidades de éxito eran, sin duda, la de Salvador Allende y la de Julio Durán. El primero acaudillando a la izquierda y el segundo a la centro - derecha. La candidatura de Freí, al igual que en 1958, difícilmente podía remontarse por sobre e1 20,5% que había conseguido ese año. Pero los imponderables de la vida política determinaron otra cosa. A principios de 1964 debió elegirse un diputado por Curicó en reemplazo del socialista Oscar Naranjo. Esta elección complementaria, circunscrita a un limitado radio territorial, dio lugar a un enfrentamiento previo entre las candidaturas presidenciales. El triunfo de Oscar Naranjo y la derrota de Rodolfo Ramírez, candidato del Frente Democrático -seguidores de Julio Durán- y de Mario Fuenzalida -democratacristiano- llevaron al señor Durán al convencimiento de que existía una posibilidad real de que Allende se alzara con el triunfo.

Conviene precisar nuevamente que el porcentaje conseguido por cada candidato a diputado era el siguiente: Frente de Acción Popular, 39,2%; Frente Democrático, 32,5%; y Democracia Cristiana, 27,7%.

En este cuadro era evidente que el mejor derecho lo tenía Durán, si los partidos democráticos se esforzaban por frenar el advenimiento del marxismo al poder. Pero era también evidente que Frei no estaba dispuesto a retirar su postulación, aún a riesgo de que en la elección presidencial triunfara Allende.

Julio Durán dio el paso. Retiró su candidatura y desarmó el Frente Democrático. De esta manera, liberales y conservadores quedaban en libertad de acción para sumarse al candidato democratacristiano. Para evitar, además, que el Partido Radical o una parte del mismo, adhiriera a la candidatura de Salvador Allende, Durán mantuvo su postulación como saludo a la bandera -término muy apropiado en este caso.

El señor Frei ni siquiera se rebajó a solicitar el concurso de liberales y conservadores. Estos, para derrotar al marxismo, debieron aceptar el trago amargo de un apoyo incondicional, que más parecía un "jaque mate" en el tablero político. De esta forma, con el respaldo de liberales, conservadores, democratacristianos e independientes, triunfó Frei, en una elección que se caracterizó por la pugna entre dos opciones revolucionarias: la de la izquierda y la del centro reformista. Como es lógico en este cuadro, los votos debían concentrarse en ambas opciones. Durán sólo alcanzó un 4,9%, mientras Allende elevaba su porcentaje a un 38,6% (en la elección de 1958 consiguió un 28,5%) y Frei un 55,6% (en la elección anterior consiguió un 20,5%).

El programa de Frei contemplaba varios puntos. De ellos, los más importantes son los siguientes: "chilenización del cobre", "reforma agraria", "promoción popular" e innovaciones institucionales. Nos referiremos a cada una de ellas por separado.

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El presidente Frei Montalva tuvo severos problemas con su propio partido, el PDC.
El presidente Frei Montalva tuvo severos problemas con su propio partido, el PDC.

1. El Error Político

El primer gran error de esta administración fue el sentido exclusivista, sectario y mesiánico del partido de Gobierno. Un movimiento que representaba menos de un tercio de la voluntad política nacional, súbitamente, por obra de las circunstancias, se transformó en mayoritario. La reacción inmediatamente posterior se produjo en las elecciones parlamentarias de 1965, en la cual consiguió mayoría, remontándose al 42,3% de los votos. Cualquier analista desprejuiciado habría concluido que esta votación era una consecuencia transitoria de la elección presidencial y del entusiasmo que aquélla había despertado.

Más temprano que tarde las cosas volverían a su cauce natural. Así sucedió. En las elecciones parlamentarias de 1969, la democracia cristiana alcanza un 29,8% de los votos y en la elección presidencial de 1970, un 27,8 %. Pero esta realidad no fue visualizada por aquel partido en 1964. Reticentes a entenderse con el Partido Radical, liquidaron en su origen la posibilidad de un gran bloque de centro y aislaron a la derecha tradicional. Esta estrategia estaba destinada a incrementar su apoyo ciudadano y alzarse como única opción permanente frente al marxismo. Por cierto, no lo consiguieron.

Ni la reforma agraria ni la promoción popular ni el aislamiento de los demás sectores políticos, rindieron los frutos que se esperaban. Por el contrario, el agrietamiento de su unidad, como consecuencia del creciente influjo que ejercían en su seno los terceristas -que luego formarían el Movimiento de Acción Popular Unitario y la Izquierda Cristiana-, permitieron que este partido fuera cada vez más permeable a las consignas marxistas. De este modo, la democracia cristiana se fue desdibujando frente al comunismo hasta desaparecer como alternativa viable.

Pocos partidos han sido tan sectarios en el ejercicio del poder. Este defecto lo reconocen hasta el día de hoy sus principales personeros. Las palabras de Frei sobre el partidismo, fueron borradas como por encanto. El Partido practicó el sectarismo y se hundió con él. Todos los funcionarios, todos los enfoques y planteamientos que no tuvieran el sello del grupo gobernante, estaban condenados anticipadamente al fracaso. Estos procedimientos, en el juego democrático liberal, son fatales. Los anticuerpos se formaron y multiplicaron con extremada facilidad. Antes de 1970 se sabía, a ciencia cierta, que quienes habían llegado al poder anunciando una revolución en libertad, estaban condenados a abandonarlo repudiados por la inmensa masa ciudadana.

Este error político tiene contornos más graves que los que pueden observarse a primera vista. Desde luego, hizo que se acentuara una triple división de las fuerzas políticas y que éstas se presentaran más o menos equilibradas. En este contexto, era perfectamente posible el triunfo del marxismo, aun cuando fuera minoritario. Por otra parte, determinó un distanciamiento insalvable con el Partido Radical y con la derecha tradicional. De esta forma se cancelaba, anticipadamente,  toda alianza necesaria para atajar el triunfo comunista. Finalmente, una ostensible evolución interna, que se manifestó preferentemente en su organización juvenil, dio al país la sensación -muy bien explotada- de que el planteamiento marxista en Chile no revestía el peligro que denunciaban analistas con más visión y sagacidad política. Difícilmente podía un movimiento servir con mayor efectividad la causa del comunismo internacional. Por desgracia, el partido gobernante no vio el peligro que se cernía sobre este país, al intensificarse la lucha de clases, al profundizarse las diferencias que separaban a las fuerzas democráticas y al alentar, directa o indirectamente, la destrucción de los más recios pilares de la nacionalidad. ¿Qué podía suceder en este ambiente? La profecía de Frei, en cuanto a que no existía entre nosotros el peligro comunista, estuvo muy lejos de ser real. En ese momento todo parecía estar coordinándose en favor del internacionalismo proletario, a vista y paciencia de quienes creían ser los adalides de una nueva revolución.

Como si lo anterior no fuera suficiente, la experiencia demócrata cristiana comprometió a una parte importante de la Iglesia Católica. Las consecuencias que de este compromiso se siguieron, no están aún agotadas, pero nada bueno puede esperarse de ello. Desde luego, en la elección de 1964, intervino descaradamente la Iglesia. Arturo Olavarría Bravo, en su libro "Chile bajo la Democracia Cristiana", escribe, refiriéndose al ambiente preelectoral en las poblaciones marginales: "Las poblaciones 'callampas' o marginales de las grandes ciudades fueron acariciadas por un torrente de dádivas en especies suministradas por la organización internacional' 'Caritas" a través del clero católico, cuya gran mayoría integraba las filas de la Democracia Cristiana o, por lo menos, simpatizaba con ella. Esta "generosidad' en gran escala, no empleada hasta entonces, surtió sus previsibles efectos en las urnas al dirimirse la contienda presidencial. Gracias a este novedoso sistema de comprar conciencias, abandonando ya el muy desprestigiado de usar billetes, pudo obtenerse que en aquellas comunas en que tradicionalmente triunfaban los candidatos de Izquierda, el electorado se volcara en su mayoría a favor del postulante democratacristiano, asegurando su victoria".

El programa de la Democracia Cristiana tiene una indiscutible base "sociológica - teológica". Ella proviene, esencialmente, de la influencia que ejerce el Centro Belarmino de los sacerdotes jesuitas, encabezado por el cura Rogers Beckemans, el cual, junto con su "Centro para el Desarrollo Económico y Social de América Latina" (DESAL), se transformó en el poder detrás del trono durante el Gobierno de Eduardo Frei. De esta organización provinieron ministros de estado, asesores e influyentes funcionarios de dicha administración. Son éstos los inspiradores de la "promoción popular" y los que mejor enlazan los principios de la Alianza para el Progreso (inspirada e instaurada por John Kennedy) y el nuevo gobernante chileno.

La inspiración programática, la ayuda externa y el sentido mesiánico del movimiento, son demostraciones patentes de un compromiso con la Iglesia o, al menos, con un sector de la misma. Decir lo contrario es negar la génesis del programa y la forma en que éste se planteó y se difundió en el país.

Hay publicaciones que acusan hasta un nuevo lenguaje en esta corriente. Asi, por ejemplo, la Revista Reportaje Desal emplea en el N° 1 de su primer año, las expresiones "sociedad global", "globalidad", "participación pasiva y receptiva", "participación activa y contributiva", "radicalidad de la marginalidad". "enfoque multidisciplinario y supersectual". "integración interna del mundo marginal", etc. Es obvio que se trata de un lenguaje al cual sólo acceden los escogidos. Esta característica es propia de una nueva ciencia social y revela hasta qué extremo DESAL incorpora una base sociológica al programa fundado en los principios católicos que sustentan los demócrata cristianos. Finalmente, debemos agregar que el programa de la Democracia Cristiana se proyecta sobre la base de ser una ecuación intermedia entre el marxismo y el capitalismo, entre el comunismo y la democracia.

En el mes de abril de 1961, el Partido Demócrata Cristiano formula la "Declaración de Millahue". la cual comienza con las siguientes palabras: "El capitalismo y el marxismo no son soluciones eficaces para los problemas concretos de la nación chilena en la actual realidad histórica. Los cambios sociales indispensables sólo podrán tener lugar por el concepto nuevo que la democracia cristiana significa en la organización del Estado y en los fines y estructuras del régimen económico-social del país. Frente a los que se organizan para defender el orden existente, la Democracia Cristiana reitera sin vacilaciones que su suprema justificación histórica es la sustitución y reemplazo del régimen establecido en Chile. Incorporados al gran proceso revolucionario que define esta época en el plano mundial y americano, aspiramos a ser la fuerza integradora de todos los que luchan por la creación de un orden nuevo en nuestra patria, en oposición a las estructuras capitalistas de la economía y de la sociedad en la vida interna e internacional".

Por su parte, en 1968, George W. Grayson Jr., en una tesis publicada bajo el título "El Partido Demócrata Cristiano Chileno", escribió sobre esta materia:

"El talento del Partido Demócrata Cristiano chileno reside en su plataforma que enlaza los pedidos del marxismo -rápido progreso económico, reemplazo de las escleróticas estructuras sociales por una sociedad que reconozca la importancia del trabajador y un reajuste de la posición del país ante los puntos cruciales de la inversión extranjera- con los preceptos del cristianismo. La promesa del P.D.C. está resumida en el slogan de su campaña: "Revolución en Libertad". La dislocación estructural en la economía chilena y un fervor mesiánico han llevado a los demócrata cristianos chilenos a creer firmemente que han sido' elegidos' para salvar a Chile, y en consecuencia no son muy afectos a comprometer o aceptar críticas a su programa”. Debemos insistir en el hecho de que esta tesis universitaria encierra un indisimulado esfuerzo propagandístico en favor de esta posición, perdiendo, por lo mismo, mucho de su valor científico.

Eduardo Freí, en la "Historia de los Partidos Políticos", describe, en 1949, el pensamiento de la Falange Nacional, en los siguientes términos:

"(La Falange Nacional) ha orientado su acción en la conquista de una nueva ordenación social, cuyos fundamentos los define en lo político, manifestando que: frente a los materialismos individualistas o colectivistas que plantean dilemas falsos y destructores de la unidad nacional postula su superación con una política de contenido espiritual, fundada en los valores permanentes de la persona humana”.

Más adelante, agrega: "En lo económico, rechaza el régimen capitalista caracterizado por la acumulación de los medios de producción en una minoría que subordina el trabajo humano a fines de lucro y ejerce el total predominio en el proceso económico, manteniendo a los trabajadores en una servidumbre moral y económica. Rechaza también las soluciones de fundamentación marxista que se proponen reemplazar aun a pretexto de hacerlo temporalmente, la dictadura del capital por la dictadura del Estado concentrando en éste los medios de producción, sin liberar a los trabajadores ni alterar en lo substancial el espíritu del régimen existente, en lo que respecta al desarrollo integral de la persona humana”.

El propósito queda perfectamente claro. Se trata de colocar a la Falange, entonces, y a la Democracia Cristiana, después, como la posición equidistante y equilibrada entre ambos extremos y convertirse, por lo mismo, en la fuerza capaz de derrotar, en su propio terreno, a la emergente corriente comunista.

En un folleto preparado por la Dirección Nacional de Capacitación Doctrinaria de la Democracia Cristiana, bajo la responsabilidad  de Gustavo Lagos, se lee la siguiente definición de lo que debe entenderse por democracia cristiana: "...es un movimiento revolucionario que nace como respuesta de los cristianos, frente a la explotación del hombre por el hombre, a la injusticia social y a la deshumanización progresiva, propias del sistema capitalista y del régimen marxista leninista”.

Precisamente por eso, Eduardo Frei, en su libro "La verdad tiene su Hora", escrito en 1955, dice textualmente:

"Por eso para los objetivos de estas reflexiones no interesa discutir el problema del comunismo desde el plano filosófico. En el presente no existe como alternativa política. Puede que haya hombres que se convierten al comunismo y pongan en él su fe. Ese es un hecho que comprobamos cada día. Que puedan aspirar a implantarlo en Chile o en alguna nación de América Latina no es una posibilidad política próxima. Está fuera de las soluciones por escoger".

Bastaron cuatro años para que este optimista pronóstico quedara destruido. En 1959 se instalaba en Cuba el primer régimen marxista leninista del continente. El vaticinio de Frei revela que nuestros políticos jamás han conseguido visualizar el peligro comunista. Ellos, casi por instinto natural, tienden a minimizado, con lo cual hacen el más calificado servicio a los partidarios del totalitarismo.

En resumen, la democracia cristiana emerge como partido mayoritario gracias a un factor puramente circunstancial: este fenómeno induce a sus seguidores y dirigentes a transformarse en una opción cerrada, descartando intransigentemente toda alianza; su programa compromete activamente a una parte significativa de !a Iglesia Católica, encabezada por el Arzobispo Raúl Silva Henríquez, y que se expresa a través del DESAL y el Centro Belarmino; se erige como alternativa frente al marxismo y compite con el mismo en la conquista de la base social; finalmente, sus planteamientos tienden a arrebatarle las banderas al comunismo, proclamando una revolución en libertad, contrapuesta a la revolución socialista.

2. El Error Social

Entre los postulados más machacosamente reiterados por la democracia cristiana, se encuentra la llamada promoción popular. Esta idea surgió de los sociólogos dirigidos por el cura Veckemans y tuvo en Sergio Ossa Pretot, originalmente ministro sin cartera, su mejor exponente.

La "promoción popular" tiene en la democracia cristiana raíces muy profundas. Ellas se hunden en los albores .de su fundación, cuando Manuel Antonio Garretón, positivamente impresionado por los planteamientos de José Antonio Primo de Rivera en España, adoptó muchas de sus ideas, entre ellas el nombre de la Falange.

Prueba irrefutable de lo que se afirma, es el manifiesto con que la Juventud Conservadora comienza a organizar lo que terminara siendo la división del viejo tronco partidario. La denominada Circular del 26 de julio de 1935, contiene un acápite complejo, bajo el título de "Organización Corporativa", que dice lo siguiente:

"Frente a la concepción liberal y la concepción socialista, defendemos la concepción orgánica de una sociedad organizada corporativamente, que agrupe a los hombres según la función social que desempeñan. Una de las tendencias fundamentales de la política contemporánea ha de ser el robustecimiento y desarrollo de los grupos intermediarios entre el individuo y el Estado: familia, municipio, región, corporación."

Esta circular lleva la firma, entre otros, de Bernardo Leighton, como presidente; y de Clemente Pérez Zañartu, Radomiro Tomic Romero, Rafael Agustín Gumucio Vives, etc.

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Radomiro Tomic y Eduardo Frei
Radomiro Tomic y Eduardo Frei

A mayor abundamiento, en un documento llamado "Los Veinticuatro Puntos Fundamentales de la Falange Nacional" se lee lo siguiente:

"VIII. Sindicalismo, corporativismo.

"Defendemos la organización de los trabajadores sobre bases sindicales. Los sindicatos deben tener fines culturales, morales, sociales y económicos. La intervención de la política partidista destruye la misión de los sindicatos. Los sindicatos del trabajo y del capital integran las corporaciones. En su seno son posibles las soluciones de justicia en los conflictos sociales”.

Finalmente, en la "Declaración de Principios del Partido Demócrata Cristiano", punto 2), bajo el título de "Un Orden Orgánico", se lee:

"El Partido Demócrata Cristiano propugna un sistema social basado en la fraternidad y dotado de instituciones que aseguren y encarnen con vigencia real los derechos de la persona. En estas instituciones, los derechos serán ejercidos solidariamente, sin que los valores comunes resulten en la práctica sacrificados a intereses particulares o aplastados por grupos que se apoderan del Estado para oprimir, so pretexto de realizar el bien colectivo, al resto de los ciudadanos.

"Una sociedad orgánica y solidaria pone el acento en el hecho de que el hombre fue creado para vivir en sociedad. Por consecuencia, ella se funda en la unidad social y posee una tarea común a todos los miembros.

"Ella, asimismo, establece un orden jurídico que hace de las asociaciones familiares, profesionales, de trabajo y culturales, el centro mismo de la vida social. El Estado no es ni la concentración del poder de una clase, como en el individualismo y el totalitarismo, sino la expresión jurídica del conjunto de esas comunidades”.

La idea de la "promoción popular", utilizada en el programa presidencial de 1964, esconde esta concepción orgánica, la cual espanta a los demócrata cristianos, ante la perspectiva de que se enfoque en su contra la gigantesca campaña de contra propaganda que deriva de la Segunda Guerra Mundial.

Un folleto del partido define la "promoción popular" en los siguientes términos: "Es un proceso por el cual el pueblo CAPACITADO Y ORGANIZADO se va integrando en el desarrollo general del país, al participar efectivamente en la solución de sus propios problemas. En otras palabras: es lo contrario del paternalismo”. Como puede observarse, se trata de capacitar a la persona y de organizar al pueblo en sociedades intermedias para integrar, como gustaba decir entonces, a los marginados. La capacitación se planteaba desde una perspectiva tridimensional: "como persona", "como miembro de la familia" y "como miembro de la comunidad". A su vez, la formación de los líderes se da en otra perspectiva tridimensional: "formación personal" (del hombre como dirigente), "formación general" (del hombre como miembro de la comunidad y ciudadano del país) y "formación especial" (del hombre como miembro de determinada organización).

Los organismos intermedios que se intenta generar son preferentemente los siguientes: juntas de vecinos, centros de madre, centros juveniles, clubes deportivos, centros culturales y artísticos, centros de padres y apoderados, etc. En el orden laboral, sindicatos, federaciones y confederaciones. En el orden nacional, para encarar problemas específicos, el Comando Nacional contra la inflación (CONCI). En el orden local, con el mismo fin, las cooperativas de autoconstrucción, etc.

George Grayson, en su obra "El Partido Demócrata Cristiano Chileno", dice sobre la "promoción popular":

"Dirigida hacia el desarrollo de la comunidad ya la integración de las clases bajas (el setenta por ciento de los ocho millones de habitantes dé Chile) en la sociedad nacional, el programa, según Frei, proveería de un fundamento al avance económico y social de áreas estancadas del país.

"El programa trataría de rejuvenecer, o en muchos casos, fundar, organizaciones de 'base' subrayando este énfasis es la afirmación de que: "la familia, el vecindario, la municipalidad, el sindicato, la región y la empresa son valores que deben tener plena expresión; deben asumir responsabilidades y participar de una manera adecuada en cada fase del proceso económico, social, cultural y político”.

Más adelante, el mismo autor agrega:

"Freí afirmaba que uniendo a un grupo del vecindario, un sindicato, un club de madres o de cooperativas, por ejemplo, los individuos se ven involucrados en las actividades de la comunidad. A tal punto que aquellos cuerpos podrían unirse en federaciones regionales y nacionales, constituyendo un fórum, en que se articularan los intereses de sus miembros y agruparían a los ciudadanos en torno a un Gobierno actualmente remoto. En este punto, las masas se convertirían en un fuerte grupo de presión, capaz de influenciar el futuro de la nación”.

Especificando, todavía más, el rol de la "promoción popular", Grayson señala:

"En adición al tema de la integración social, Promoción Popular también acentuaba el desarrollo económico. Chile sufría el mismo problema que aqueja a muchos países en desarrollo -una sumamente desequilibrada distribución de la tierra y de la riqueza, inestabilidad monetaria, mono- producción, educación inadecuada, falta de higiene y de viviendas. Bajo la Promoción Popular, cada comunidad tendría la oportunidad de plantear y resolver los problemas locales por medio de organizaciones cívicas (juntas de vecinos). Como punto de partida, Frei proponía una legislación que otorgaría a las juntas de vecinos personalidad jurídica, permitiéndoles entrar en contacto y tener acceso a los tribunales. El programa también abarcaría préstamos y asistencia técnica para una comunidad embarcada en su proyecto de "urbanización' ', Una vez que un plan bien concebido había sido aprobado, un grupo de ciudadanos podría obtener una ayuda estatal para comenzar una cooperativa, como colocar cloacas o erigir una escuela. En conexión con el programa, Frei planteó fundar juntas regionales para ayudar a los intendentes -administradores zonales nombrados por el Presidente. Estos cuerpos se agregarían a los intereses de los grupos locales en su área.

Hasta aquí la concepción teórica de la "promoción popular".

(*) Extracto del libro El Mito de la Democracia en Chile Tomo I, de Pablo Rodríguez Grez; Edición de EVES S.A; 1985, Santiago de Chile.

Continúa mañana.



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Me parece un un muy buen medio por el tratamiento de temas que no tratan los medios bajo monopolio. Muchas felicitaciones

MUY INTEREZANTE Y VALIENTE DIARIO

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