Este es el newsletter de análisis informativo exclusivo para suscriptores correspondiente al martes 22 de octubre de 2024.
Cuando la Segunda Guerra Mundial todavía estaba en curso, pero ya era claro que los Aliados tenían suficiente ventaja sobre el Eje, como para ganarla, se organizó la Conferencia de Bretton Woods, New Hampshire, Estados Unidos, donde en 1944, 730 delegados de 44 países aliados coronaron al dólar estadounidense como la moneda franca del comercio internacional, convinieron los mecanismos de convertibilidad y crearon las primeras instituciones del nuevo sistema, como el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Como era de esperar, los Aliados ganaron la guerra, y a los países vencidos no les quedó otra que aceptar el nuevo orden monetario, reconociendo todos -incluidos los soviéticos- el liderazgo industrial de Estados Unidos, en cuya confianza se basaría la estabilidad de la nueva divisa universal.
Con más altos que bajos, el dólar ha imperado durante 80 años, lo que significa la creación de una masa monetaria enorme que día a día circula por todo el globo, y que se resguarda en todos los bancos centrales.
Según datos del FMI, hacia 2022 el 54% de las reservas mundiales de divisa son en dólares estadounidenses, y apenas 19% en euros, que es la moneda que le sigue. En cuanto al comercio, cada día de 2018 se operó en el comercio mundial en promedio US $2,9 billones de esa moneda, mientras que en euros la cifra fue de US $1,1 billones y apenas US $142.000 millones en yuanes. Es así como el 90% del comercio mundial es en la divisa estadounidense.
En el primer round, rusos y chinos llevan una -tal vez- impensada ventaja. El aislamiento diplomático de Rusia fue solo parcial -por la dependencia energética europea de los hidrocarburos rusos y porque solo se sumó Occidente y sus más estrechos aliados-, con lo que rusos, chinos e indios, principalmente, trabajaron de manera mancomunada para evitar el colapso económico de Rusia, la inestabilidad regional asiática y atraer hacia China e India precios preferenciales de hidrocarburos a los cuales todas las economías mundiales son adictas.
Esto -qué duda cabe- ha dado a Estados Unidos una herramienta de poder que no ha tenido otro país en el mundo -incluidos los grandes imperios coloniales europeos-, pues su política monetaria es la política monetaria dominante del planeta. Con esto, lo que decide la FED respecto de tasas de interés y emisión de circulante, se convierte en el mar de fondo de las finanzas mundiales, lo que suele beneficiar las políticas propias de Estados Unidos, de cuya salud económica depende la salud económica mundial. Algo particularmente cierto para países como Ecuador, El Salvador o Panamá, que renunciaron a su moneda nacional para dolarizarse.
Así, Estados Unidos sigue siendo el país más confiable para invertir -al menos de acuerdo al FDI Confident Index 2024 de Kearney que lo sitúa en el top del ranking por 12° año seguido-, razón por la cual China invirtió US $ cerca de 5.000 millones en 2021 en Estados Unidos. Aunque, dicha cifra decayó a cerca de la mitad en 2023, en medio de conflictos agudos y guerras comerciales.
Sin embargo, este estatus hoy comienza a ser discutido por primera vez con fuerza por parte de China, país que en breves décadas ha logrado rivalizar con el poder económico estadounidense, y de Rusia, en gran parte el país obligado a hacerlo dadas las inéditas y masivas sanciones económicas que la impuso Estados Unidos por la invasión a Ucrania, en la cual el dólar ha sido una herramienta pivotal de todo el entramado que buscaba hacer crujir la economía rusa para así hacerla perder la guerra, por la vía de aislarla del comercio mundial.
En el primer round, rusos y chinos llevan una -tal vez- impensada ventaja. El aislamiento diplomático de Rusia fue solo parcial -por la dependencia energética europea de los hidrocarburos rusos y porque solo se sumó Occidente y sus más estrechos aliados-, con lo que rusos, chinos e indios, principalmente, trabajaron de manera mancomunada para evitar el colapso económico de Rusia, la inestabilidad regional asiática y atraer hacia China e India precios preferenciales de hidrocarburos a los cuales todas las economías mundiales son adictas.
Así, el petróleo, el gas y el carbón que no fluyó hacia Europa, empezó a fluir hacia Asia, lo que incluye un masivo programa de inversiones en ductos y rutas, que activa otros polos de las economías de estos tres países.
Si la cumbre de 2023 de Johannesburgo estuvo marcada por esta ampliación de países, la de Kazán, Rusia, de 2024, será recordada por los avances que estos países alcancen respecto del objetivo de mediano plazo de desdolarizar el comercio mundial, lo que para los más optimistas se dará entre cinco y diez años más. Plazo que para cumplirse debería contar con un un punto de partida en Kazán al menos respecto de una arquitectura mínima que permita la convertibilidad entre sus monedas e instituciones que lo regulen.
Para hacerlo -adivinará el lector- tuvieron que acordar alternativas al dólar como elemento de comercio bilateral, al menos con Rusia, dado que el sistema de pagos SWIFT es controlado por Estados Unidos y las compras de hidrocarburos en rublos, convertidos desde dólares por los bancos rusos, tienen limitaciones dado el alcance del sistema de sanciones.
Así, el yuan, que apenas representaba casi el 3% de las reservas de divisas en 2022, tuvo un inesperado boom cuando Rusia incrementó su cartera de divisas en la moneda china en un 60%, habiendo un comercio entre yuanes y rublos que se multiplicó por 80, lo que hizo que por primera vez el comercio transfronterizo chino fuera mayoritariamente en yuanes. Algo similar, pero a menor escala, sucede con la rupia india.
Si bien el crecimiento de este comercio en otra divisa distinta al dólar estadounidense (y al euro) es explosivo, todavía está lejos de ser masivo, y no representa un desafío actual al sistema de Bretton Woods.
¿Puede eso cambiar?
A partir de hoy martes 22 de octubre lo comenzaremos a saber, cuando empieza la Cumbre los países BRICS+, que agrupa a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, más los países recientemente sumados; Etiopía, Egipto, Irán y Emiratos Árabes (Arabia Saudí todavía no lo oficializa y la Argentina de Javier Milei declinó incorporarse).
Si la cumbre de 2023 de Johannesburgo estuvo marcada por esta ampliación de países, la de Kazán, Rusia, de 2024, será recordada por los avances que estos países alcancen respecto del objetivo de mediano plazo de desdolarizar el comercio mundial, lo que para los más optimistas se dará entre cinco y diez años más. Plazo que para cumplirse debería contar con un un punto de partida en Kazán al menos respecto de una arquitectura mínima que permita la convertibilidad entre sus monedas e instituciones que lo regulen.
Para eso, los BRICS+ deberán empezar a ponerse de acuerdo en un sistema que cuide que esta vez -a diferencia de Bretton Woods- no se corone la moneda del más fuerte; en este caso el yuan chino, sino que se componga un sistema de canasta monetaria que permita al rublo, al real, al rand y en especial a la rupia, tener un peso propio que otorgue influencia regional en los bancos centrales de los países vecinos.
¿Lograrán ponerse de acuerdo?
Los entusiastas de un nuevo orden monetario ya toman nota de que los BRICS+ ya son más grandes que los G-7, que agrupan a Estados Unidos, Alemania, Japón, Reino Unido, Francia, Canadá e Italia.
Al menos está confirmada la asistencia a esta ciudad tártara, a 800 kilómetros hacia el oriente de Moscú, de Xi Jinping y Narendra Modi, de cuya conversación bilateral depende mucho de todo esto. Si resuelven los equilibrios entre ambos gigantes asiáticos, habrá vía libre para resolver la desdolarización, la cual es una política en la que todos están medianamente de acuerdo, en particular dado el uso como herramienta política que le ha dado Estados Unidos a su moneda.
¿Puede reaccionar Estados Unidos?
Claro que puede. Mientras el posible nuevo sistema se implemente y entre en régimen, pasará al menos un lustro donde pueden surgir muchos problemas, y donde Estados Unidos puede activamente crearlos, dado el peso de su economía, la cual sigue siendo la primera en atraer inversionistas internacionales que se aferrarán al dólar con uñas, garras y dientes.
Además, el país podría madurar hacia entender su responsabilidad como algo global y no de mero orden interno, creando condiciones legales y políticas que den garantías a otros gobiernos de que el dólar no es solo patrimonio estadounidense ni un arma arrojadiza suya.
Pero, como sea, la guerra en Ucrania abrió una brecha que hace muy difícil que el dólar sea la única gran moneda del comercio mundial, más si en algún momento la economía china sobrepasa a la estadounidense.
Eso no ha pasado todavía, pero los entusiastas de un nuevo orden monetario ya toman nota de que los BRICS+ ya son más grandes que los G-7, que agrupan a Estados Unidos, Alemania, Japón, Reino Unido, Francia, Canadá e Italia.
Lo que queda por ver es si son capaces de convertir ese peso en fuerza.
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- El predominio del dólar en el sistema de reservas internacionales: una actualización, de Serkan Arslanalp, Barry Eichengreen y Chima Simpson-Bell del FMI.
- Desdolarización global: ¿Realmente avanza el mundo hacia una multipolaridad monetaria? de Luis Alberto Peralta en Cinco Días.
- Rusia y China: ¿Cuánto se han compenetrado realmente sus economías tras dos años de guerra? de Luis Alberto Peralta en Cinco Días
- La batalla por los BRICS. Por qué el futuro del bloque determinará el orden global de Alexander Gabuev y Oliver Stuenkel en Foreign Affairs.
- China contra Estados Unidos: el frente oriental de la guerra. Primera parte: el comercio, de Ding Ke en Le Grand Continent.
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