Poco antes del Día D, del desembarco aliado en Normandía, muchos de los soldados que participaron de la acción militar escucharon en la radio la dulce voz de Axis Sally que les señalaba de manera brutal los horrores que esperaban a británicos y estadounidenses si se atrevían a pisar suelo alemán. Axis Sally en realidad se llamaba Mildred Gillars y era una locutora estadounidense, afín al Tercer Reich, que llevó a cabo por las ondas radiales toda una campaña propagandística de guerra psicológica contra las tropas anglófonas desde 1940 y hasta el 6 de mayo de 1945, tan solo dos días antes del fin de la guerra en Europa.
De este tipo de temas escribió largamente Paul Watzlawick, una especie de psicólogo superstar de la Escuela de Palo Alto, en las décadas de los setenta y ochenta. Los libros de Watzlawick eran editados en el mundo hispano por Herder y solían venderse como pan caliente en las librerías chilenas, en particular por la extraordinaria habilidad del teórico de origen austriaco para combinar los últimos hallazgos de las ciencias de la mente, el comportamiento y la pragmática social, con anécdotas históricas y culturales, en especial aquellas de la Segunda Guerra Mundial.
La idea principal de Watzlawick era que la interpretación que las personas hacen de la realidad depende de puntos de vista, las “puntuaciones” (a qué se le pone énfasis, o cómo se entiende algo) y los marcos culturales de determinación del significado. Esto es, indagar cómo es posible que ante un mismo fenómeno, una persona entienda “a” y otra entienda “b”.
Extensos capítulos de los volúmenes watzlawickianos, como por ejemplo los de ¿Es real la realidad?, que lleva por subtítulo, “confusión, desinformación, comunicación”, abordan la manera como las distintas ideologías políticas del siglo XX hasta la propia década de los ochenta abordaban y “puntuaban” asuntos como los conceptos de ”libertad” o “democracia”; a menudo con muchas ilustraciones de situaciones ocurridas durante la Segunda Guerra Mundial y en el contexto sobre todo del espionaje, el contraespionaje y sobre todo la guerra psicológica, como es el caso de los mensajes radiofónicos de Mildred Gillars.
Hoy, en el contexto de la invasión Rusa a Ucrania este tipo de acciones de inteligencia militar e ideológica vuelven a tematizarse, solo que entrada la tercera década del siglo XXI se usa de manera más precisa que el término de guerra psicológica, el de Guerra Cognitiva.
La Guerra Psicológica en las RRSS
Hace ya más de un año la OTAN publicó en su web NATO REVIEW, un texto llamado, “Contrarrestando la guerra cognitiva: conciencia y resiliencia” y firmado por académicas y académicos de la Johns Hopkins University y del Imperial College de Londres, donde las personas firmantes se detenían en esta nueva encarnación de la guerra psicológica, ahora expandida desde y hacia las redes sociales (RRSS).
Las ideas centrales del texto y reporte consideraban que, “en el siglo pasado, la integración innovadora de infantería móvil, vehículos blindados y aire dio como resultado un tipo de guerra de maniobras nuevo e inicialmente irresistible. Hoy en día, la Guerra Cognitiva integra capacidades de ingeniería cibernética, informática, psicológica y social para lograr sus fines. Aprovecha Internet y las redes sociales para dirigirse a personas influyentes, grupos específicos y un gran número de ciudadanos de forma selectiva y en serie en una sociedad”.
Algo similar a lo que ocurrió con la radio en la primera mitad del siglo XX, y, retrocediendo en el tiempo, otros tipos de mensajería, como los telegramas, los mensajes en Código Morse e incluso las cartas, como en el célebre caso -no militar, sino que económico- del Fraude contra la Bolsa de Comercio de Londres de 1814, donde , en la madrugada del lunes 21 de febrero de 1814, un hombre uniformado que sostenía que era el coronel du Bourg arribó al Ship Inn de Dover en Inglaterra, anunciando que Napoleón I de Francia había sido asesinado y que los Borbones finalmente se habían alzado con la victoria, lo que causó un fuerte impacto en la misma Bolsa de Valores de Londres. Todo esto había sido un fraude deliberado y en la pasada varias de las mentes involucradas en el hoax acuñaron fortunas. Incluso Lord Cochrane resultó involucrado y acusado de la estafa.
El informe de la OTAN no entra, por cierto en estos detalles históricos de desinformación y de desmoralización, pero avanza en detalles de cómo estas mismas estrategias se han actualizado hoy, por ejemplo, en Twitter, WhatsApp o Tik-Tok, para “sembrar dudas, introducir narrativas contradictorias, polarizar opiniones, radicalizar grupos y motivarlos a realizar actos que pueden perturbar o fragmentar una sociedad cohesionada”.
El informe de la OTAN no entra, por cierto en estos detalles históricos de desinformación y de desmoralización, pero avanza en detalles de cómo estas mismas estrategias se han actualizado hoy, por ejemplo, en Twitter, WhatsApp o Tik-Tok, para “sembrar dudas, introducir narrativas contradictorias, polarizar opiniones, radicalizar grupos y motivarlos a realizar actos que pueden perturbar o fragmentar una sociedad cohesionada”.
Uno de los mecanismos más importantes, por cierto, como apuntan las académicas y académicos de la Johns Hopkins University y del Imperial College de Londres son, evidentemente las fake news. Sin embargo, el desglose resulta incluso más fino:
“Es útil señalar que la información falsa o las noticias falsas no son necesarias para lograr los objetivos de la Guerra Cognitiva. Un documento vergonzoso del gobierno, pirateado de la cuenta de correo electrónico de un funcionario público, filtrado de forma anónima en un sitio de intercambio de medios sociales o filtrado selectivamente a grupos de oposición en una red social, es suficiente para causar disensión. Una campaña de mensajería social que inflama las pasiones de los influencers en línea puede hacer que las controversias se vuelvan virales. Los grupos de redes sociales pueden estar motivados para organizar manifestaciones y salir a la calle. Las negaciones oficiales o las respuestas públicas ambiguas en estas circunstancias pueden aumentar la confusión y la duda o afianzar narrativas conflictivas entre segmentos de la población”.
Un segundo aspecto de la Guerra Cognitiva [contemporánea] sumamente interesante que revela el documento es el que dice relación con el monitoreo específico de las acciones y “pensamientos” de las miríadas de personas que utilizan dispositivos móviles:
“Una copia en papel de su periódico favorito no sabe qué noticias prefiere leer. Pero su computadora de tableta sí. El anuncio que viste en el periódico no sabe que fuiste a la tienda a comprar lo anunciado; tu teléfono inteligente sí lo hace. El editorial que lees no sabe que lo compartiste con entusiasmo con algunos de tus amigos más cercanos. Su sistema de red social sí lo hace. Nuestras aplicaciones de redes sociales rastrean lo que nos gusta y creemos; nuestros teléfonos inteligentes rastrean a dónde vamos y con quién pasamos el tiempo; nuestras redes sociales rastrean con quién nos asociamos y a quién excluimos. Y nuestras plataformas de búsqueda y comercio electrónico utilizan estos datos de seguimiento para convertir nuestras preferencias y creencias en acción, al ofrecer estímulos para animarnos a comprar cosas que de otro modo no habríamos comprado”.
Solo como detalle que ilustra esto, Thomas Friedman en una columna para The New York Times, ha anotado respecto de la invasión de Rusia a Ucrania que “el primer día de la guerra, vimos cómo los tanques rusos invasores quedaban expuestos de forma inesperada por Google Maps, porque Google quiso alertar a los usuarios conductores que los vehículos blindados rusos estaban provocando atascos de tráfico”.
Finalmente, como tercera pata de la mesa de la Guerra Cognitiva, las y los especialistas que elaboran el informe, abordan el tema quizá más relevante, la manera como ella va debilitando las mentes:
“Las fuentes de noticias y los motores de búsqueda que ofrecen resultados que se alinean con nuestras preferencias aumentan el sesgo de confirmación, mediante el cual interpretamos nueva información para confirmar nuestras creencias preconcebidas. Las aplicaciones de mensajería social actualizan rápidamente a los usuarios con nueva información, lo que induce un sesgo de actualidad, por lo que sobrevaloramos la importancia de los eventos recientes sobre los del pasado. Los sitios de redes sociales inducen a la prueba social, en la que imitamos y afirmamos las acciones y creencias de los demás para encajar en nuestros grupos sociales, que se convierten en cámaras de eco del conformismo y el pensamiento grupal”.
Cómo hacer frente a este frente
El informe de la OTAN sostiene que dos son los antídotos que, tanto a nivel colectivo, como individual, se deben usar para enfrentar adecuadamente la Guerra Cognitiva: la conciencia y la resiliencia:
Respecto de la conciencia, el documento explica que:
“Una defensa adecuada requiere, como mínimo, la conciencia de que está en marcha una campaña de guerra cognitiva. Requiere la habilidad de observar y orientar antes de que los tomadores de decisiones puedan decidir actuar. Las soluciones tecnológicas pueden proporcionar los medios para responder algunas preguntas clave: ¿Se está realizando una campaña? ¿Dónde se originó? ¿Quién lo está librando? ¿Cuáles podrían ser sus objetivos? Nuestra investigación indica que existen patrones de este tipo de campañas que se repiten y pueden clasificarse. Incluso pueden proporcionar “firmas” únicas para actores específicos que pueden ayudar a identificarlos”.
Este es justamente el caso de lo que se ha abordado en un newsletter anterior de The Peer Review, en que se entrevistaba a Pedro Alfaro sobre el monitoreo de la campaña en Twitter contra la Convención Constitucional en Chile.
Este es justamente el caso de lo que se ha abordado en un newsletter anterior de The Peer Review, en que se entrevistaba a Pedro Alfaro sobre el monitoreo de la campaña en Twitter contra la Convención Constitucional en Chile.
Finalmente, respecto de la resiliencia, el documento explica que:
“Algunas consideraciones clave para la OTAN en este momento son la mejor manera de tomar la iniciativa en la definición de ataques cognitivos, cómo ayudar a los miembros de la Alianza a mantener la conciencia y cómo apoyar infraestructuras de comunicaciones civiles y marcos de educación pública más sólidos para mejorar la capacidad de resistir y responder”.
De todos modos, es importante anotar que la Guerra Cognitiva se puede desplegar desde muchos bandos diferentes, sin ser necesariamente prerrogativa de alguno de ellos en específico. Puede ser interesante usar una metáfora de los juegos de cartas, donde, La Ley Fundamental del Póker sostiene que:
“Cada vez que juegas una mano de manera diferente a como la hubieras jugado si pudieras ver todas las cartas de tus oponentes, ellos ganan; y cada vez que juegas tu mano de la misma manera que la hubieras jugado si pudieras ver todas sus cartas, pierden. Por el contrario, cada vez que los oponentes juegan sus manos de forma diferente a como lo harían si pudieran ver todas tus cartas, tú ganas; y cada vez que juegan sus manos de la misma manera que hubieran jugado si pudieran ver todas tus cartas, pierdes”.
Hay siempre mucho de bluf en estos campos.
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Comentarios
Ellos, poh, los buenos de la
Felicitaciones por la
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