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Martes, 5 de Agosto de 2025
Protestas en Perú

Awapara, politólogo peruano: “Con Castillo había expectativa de que llegaba una persona nueva, pero se ha rodeado de gente que estuvo cerca del poder antes”

Felipe Arancibia Muñoz

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Omar Awapara.Foto: El Comercio
Omar Awapara.Foto: El Comercio

El académico y columnista del diario El Comercio analiza la crisis sociopolítica en Perú derivada del alza de los precios de los combustibles. Además, apunta a la desarticulación de los movimientos sociales en el país vecino, las semejanzas entre Castillo y Boric y la transición institucional del bicameralismo al unicameralismo.

Hoy se cumplen dos semanas del inicio de las masivas protestas en Perú a raíz de la convocatoria a paro nacional por parte de los gremios de transportistas debido al alza del precio del combustible el pasado 28 de marzo.

Las respuestas del Ejecutivo peruano han sido lentas y el Presidente Pedro Castillo no hizo más que echar leña al fuego cuando acusó a los manifestantes de malintencionados y pagados por dirigentes. Declaraciones de las que se retractó días después. 

Pero, ya era tarde. Las protestas, que habían comenzado en provincias como Junín, Arequipa o Cusco, se agudizaron al llegar a la capital. Así también la represión policial y, en consecuencia, el aumento en la cifra de civiles heridos y muertos.

Los bloqueos de carreteras, saqueos y multitudinarias marchas llevaron a Castillo a declarar toque de queda y estado de emergencia en Lima y Callao el 4 de abril. Estas medidas no hicieron más que envalentonar a la ciudadanía que salió a protestar al día siguiente, obligando a Castillo a bajar la medida.

Para conversar sobre esta nueva artista en la crisis político-institucional en la que vive el Perú hace unos años, Interferencia entrevistó a Omar Awapara, doctor en ciencias políticas de la Universidad de Austin, Texas, y director académico de ciencias políticas de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas.

Además, Awapara abordó el liderazgo de Castillo tras ocho meses de gobierno, sus similitudes con Boric en tanto de rostro renovador de una política en crisis y el proceso de transición legislativa hacia el unicameralismo.

- ¿Cómo ha sido el manejo político de las protestas por parte del gobierno de Castillo?

- Durante varios días el gobierno no supo atender, prevenir o manejar el paro, que fue creciendo en intensidad. Hubo un mal manejo comunicacional y un mal manejo general de la crisis. Esto se desencadenó, además, en circunstancias en que el Congreso estaba votando por vacar a Castillo, por lo que se dio un proceso político simultáneo. Esto ha sido importante para explicar también por qué ha habido tanta movilización social, el hecho de que se ha percibido bastante debilidad del gobierno por parte de muchos grupos con demandas muy específicas. No hay una agenda como la que se aglutinó en Chile en torno al modelo. Hay voces, por supuesto, pero son minoritarias, que dicen que hay que llamar a una nueva constitución, pero sobre todo lo que vemos es la demanda de productores, de trabajadores, de algunos sectores específicos golpeados por estos efectos económicos de la pandemia y la guerra. 

"Entonces, lo que vemos son protestas aisladas, fragmentadas, atomizadas, desarticuladas, pero que son capaces de hacer ruido, de cerrar una carretera, de hacer una marcha".

- ¿Se trata de manifestantes organizados o levantamientos esporádicos?

- Una gran tendencia en el Perú de los últimos años es que el movimiento social está desarticulado y desorganizado. No hay sindicatos, no tenemos grupos de estudiantes activos, los productores en general no están organizados a través de gremios. El movimiento social es muy débil. Entonces, lo que vemos son protestas aisladas, fragmentadas, atomizadas, desarticuladas, pero que son capaces de hacer ruido, de cerrar una carretera, de hacer una marcha. Sí son capaces de presionar para que haya una respuesta del gobierno, así sea mínima, que atienda a sus intereses, a sus demandas particulares. En este caso, lo más fuerte ha estado en torno al alza del precio del gas, que dio lugar a que el gobierno decidiera reducir el impuesto selectivo al consumo que se le cobra al combustible, junto con otras medidas que se han planteado como el alza del salario mínimo. Medidas muy puntuales que buscan bajar la intensidad a esos reclamos.

- Evitar una escalada de violencia pasa por la velocidad en la respuesta por parte de las instituciones. ¿Es posible encauzar estas demandas hacia una solución para el gobierno de Castillo y obtener de ahí el rédito político para revalidarse ante la ciudadanía?

"Hasta ahora ha habido una confrontación casi permanente entre el Ejecutivo y el Congreso, pero en torno a estas medidas populistas pueden entrar en armonía y consenso, porque los dos están hambrientos de popularidad".

- Hay una tentación clara de utilizar esto para empujar medidas que le devuelvan la popularidad al Ejecutivo. Y ahí lo que podría encontrar también es cierta recepción del Congreso. Hasta ahora ha habido una confrontación casi permanente entre el Ejecutivo y el Congreso, pero en torno a estas medidas populistas pueden entrar en armonía y consenso, porque los dos están hambrientos de popularidad. Así pueden buscar pasar medidas temporales, no muy prácticas, probablemente inconstitucionales y populistas con el objetivo de recuperar la popularidad que ambos han perdido.

- En una columna reciente comentó que estas protestas marcan un “retorno” de los conflictos sociales a la discusión política en Perú. ¿Por qué y en qué momento la crisis político-institucional superó a las crisis sociales en Perú?

- Yo creo que hay un gran ciclo en el Perú que se abre en el 2001 con el retorno a la democracia tras la caída de Fujimori. Entre el 2001 y 2016 dentro de lo político hay cierta estabilidad, pero hay mucha bulla, hay violencia, hay muertos. Hay muchas protestas en torno a recursos extractivos, muchas protestas en torno a proyectos mineros o de extracción de petróleo, muchas protestas relacionadas hasta con el TLC que firmamos con EE. UU., que lugar a algo como el Baguazo, que es una masacre que tiene lugar en la selva del Perú en el 2009 durante el gobierno de Alan García, que es un ejemplo de este proceso paralelo. En cierta forma, la política avanzaba, pero había conflicto social.

"No existe un movimiento social, no existe un movimiento estudiantil, no existe un movimiento sindical, no existe un movimiento gremial. La sociedad civil en general está bastante debilitada".

Lo que sucede de 2016 en adelante es que dejamos de lado esos conflictos sociales y empezamos a ver una lucha política virulenta, en que empieza este ciclo de vacancias, renuncias, cierres de Congreso y censuras. Desde 2016 la tensión giró en torno a los poderes del Estado y no tanto a lo que sucedía a nivel social. Y lo que hemos visto estas semanas es ese retorno, la idea de que también hay cierta conflictividad social que los gobiernos tienen que saber manejar.

Ha reaparecido esta idea de que hay que lidiar con grupos con los que es difícil lidiar. A diferencia de Chile, donde sí ha habido mayor organización y liderazgo. No en vano estamos viendo que los que lideraron el movimiento estudiantil son los que hoy ocupan posiciones de poder en el gobierno. Hoy no existe nada parecido en el caso peruano. No existe un movimiento social, no existe un movimiento estudiantil, no existe un movimiento sindical, no existe un movimiento gremial. La sociedad civil en general está bastante debilitada.

- Si bien la elección fue estrecha, Castillo llegó como un Presidente representante del ciudadano común. Pero desde que es gobierno ha perdido popularidad justamente entre sus votantes más fieles. ¿Algo así podría pasar con Gabriel Boric en Chile?

- Lo que podríamos ver es que Castillo y Boric comparten un elemento de representación simbólica. En el sentido que Castillo llegó el año que Perú celebraba su bicentenario y fue electo como Presidente a un campesino, a un rondero, a un profesor de escuela rural, que es representante del hombre andino, quien normalmente no ha tenido acceso al poder en el Perú.

Quizás algo parecido sucede con Boric, que es una persona que viene del movimiento estudiantil, que viene a representar una esperanza de renovación, de demandas acumuladas, de cierta sangre nueva en la política. Y ciertamente puedo ver unas expectativas que no van a encontrar eco en los procesos institucionales que se pueden dar dentro del Estado. La diferencia es que parte del derrumbe de la popularidad de Pedro Castillo tiene que ver no solo con que haya gente defraudada o sentir que el Presidente no hace lo suficiente, sino con que también comete muchos errores. 

"Había expectativa de que llegaba una persona nueva, pero está gobernando como gobernaron otros, rodeado de gente que estuvo cerca del poder antes".

No sé si sea el caso con Boric, pero en el caso nuestro es que este gobierno es tan corrupto como los anteriores y que no hay gran diferencia entre ellos. Había expectativa de que llegaba una persona nueva, pero está gobernando como gobernaron otros, rodeado de gente que estuvo cerca del poder antes. Entonces, el nivel de desilusión tiene que ver no solo con que el Presidente no sea capaz de llevar a cabo alguna política, sino que también tiene que ver con la percepción de que el Presidente, a pesar de su origen, es uno más. No sé si sea lo mismo en el caso de Boric, en el sentido de que se agota lo simbólico y se puede agotar rápido. Se agota esta expectativa de que haya un personaje nuevo que entra a gobernar. Creo que la diferencia radicaría en cuántos errores y cuánto termina Boric pareciéndose o no al establishment, a esos 30 años que vino a rechazar.

- Esa descripción es muy parecida a la que se está haciendo de Boric ahora. Se ve que llegó un movimiento político demasiado joven y sin la musculatura política para lograr llenar todos los espacios de poder. Y en esa necesidad han buscado integrar a partidos políticos del establishment de los 30 años para llenar los vacíos...

- La diferencia es que en el caso de Chile sería a través de estructuras, de organizaciones. Por ahí los partidos políticos. Acá simplemente son individualidades, sensaciones, percepciones. No es que la izquierda unida o un partido estén gobernando en el Perú, ya quisiéramos. La diferencia importante es que todavía queda cierto grado de institucionalidad en el caso chileno que acá ya perdimos hace bastante tiempo.

- En ese sentido, la institucionalidad chilena también se está transformando. La Convención Constituyente optó por eliminar el Senado y pasar a un “bicameralismo asimétrico”, algo así como un unicameralismo con cámaras reglamentarias que representan intereses regionales. ¿Cómo fue la transición del bicameralismo al unicameralismo en Perú con la Constitución del 93?

- Creo que la raíz es la misma, la idea de que el proceso legislativo entorpece la salida de soluciones a los problemas del país. Nosotros dejamos de lado el Senado con la nueva constitución y pasamos a un unicameralismo desde el 92 en adelante, que van a ser 30 años. Claro, dentro de este estallido que han vivido me parece lógica la idea de culpar a un Senado elitista probablemente, sordo y ciego ante las demandas de la ciudadanía, que pone peros y frena las iniciativas. Hablando desde nuestra experiencia, creo que más bien parte del diagnóstico peruano es la idea de volver a un bicameralismo, porque lo que ha terminado sucediendo con un Congreso unicameral es que no necesariamente se aceleran los procesos, pero sí terminan pasando medidas o reformas que, al no contar con una cámara más deliberativa, como es el caso del Senado, terminan igual encontrando un espacio de control político en el Tribunal Constitucional, que es nuestra otra instancia de control político horizontal.

"Hablando desde nuestra experiencia, creo que más bien parte del diagnóstico peruano es la idea de volver a un bicameralismo, porque lo que ha terminado sucediendo con un Congreso unicameral es que no necesariamente se aceleran los procesos".

Muchas leyes, sobre todo durante la pandemia, que pasaron con extrema facilidad para sorpresa de muchos, con un tinte populista de parte del Congreso, al final fueron declaradas inconstitucionales por el Tribunal Constitucional. Entonces, va a terminar habiendo un espacio de control constitucional sobre lo que pueda producir una eventual Cámara de Diputados chilena que no tenga un Senado. En el caso peruano, un Senado nos ayudaría a ponerle un freno a los ímpetus que puede mostrar a veces un Congreso unicameral. Por eso también lo que se discute en el Perú es cómo movernos hacia una Cámara Alta. El problema es que en Chile como en Perú siempre será una respuesta impopular, probablemente no sea visto con buenos ojos porque la popularidad del Poder Legislativo en el mundo, en general, es siempre baja. Pero creo que sería un poco arriesgado, dado la experiencia peruana, ir hacia un esquema unicameral.

- En Chile, el cambio de constitución se inicia debido a la ilegitimidad de la actual. ¿Existen en Perú fuerzas políticas que quieran iniciar un proceso constituyente? En vista que la Constitución de 1993 fue escrita durante el fujimorato.

- Sí, igual acá hay un tema de discutir el origen. Está la idea de que nace del autogolpe del 5 de abril del 92 y que eso es lo que da lugar como bautizo a la fecha de nacimiento de la constitución del 93, lo que la deslegitimaría y son las razones que se esgrimen. Lo otro es que representa un orden neoliberal, entre comillas, que consagra una economía de mercado libre que grupos de izquierda responsabilizan por los problemas del país. Y, sobre todo, tuvo un momento de vulnerabilidad a raíz de la pandemia, cuando también se le culpó al sistema, al modelo y a la Constitución de las dificultades que tuvo el Estado peruano para reaccionar de manera razonable ante el embate de la pandemia. Incluso el propio Presidente y sobre todo su partido estaba detrás de esta idea de ir hacia una asamblea constituyente. Pero cuando se le pregunta a las personas, ese sentimiento es minoritario. Hay una voluntad de que se cambien las cosas. Eso se veía mucho en las encuestas presidenciales del año pasado, en que la gente quería un cambio pero no necesariamente un cambio radical. No había ese, me parece, sentimiento extendido que se puede haber visto en otros lados, de agotamiento o de búsqueda de una alternativa política.

- En ese sentido, algo que al menos se ve a través de los medios chilenos, es que parte de esa inestabilidad política parte por los poderes de vacancia y censura que se atribuyen el Ejecutivo y el Legislativo. ¿Es ese, quizás, el origen de la inestabilidad política en las instituciones peruanas?

- No creo. Tenemos las mismas reglas de juego desde el 93 en adelante, en la Constitución. Desde el año 1993, la vacancia, el cierre del Congreso, las censuras, todo eso está ahí. Las reglas del juego no han cambiado. Lo que sí ha cambiado es la dinámica y la voluntad de los actores para hacer uso de esos botones nucleares que tenemos ahí en la Constitución, que siempre han estado ahí pero nadie usaba, nadie pensaba en usarlo. De repente, un día, alguien rompió el vidrio, decidió apretar el botón y desde entonces se ha vuelto un poco normal el hecho de que podamos discutir abiertamente de la vacancia del Presidente o del cierre del Congreso o de la cuestión de confianza o de todos estos elementos que, en realidad, están incorporados en la Constitución para situaciones límites o emergencias.

"Un día alguien rompió el vidrio, decidió apretar el botón y desde entonces se ha vuelto un poco normal el hecho de que podamos discutir abiertamente de la vacancia del Presidente o del cierre del Congreso".

- Entonces, ¿se trata de un accidente o un proceso de degradación paulatino?

- En general, la inestabilidad política creo que empieza como un accidente y de manera fortuita en el momento en que elegimos como presidente a alguien como Pedro Pablo Kuczynski, que llega con un partido que no es un partido, que saca el tercer número de votos en el Congreso y que enfrenta una oposición, un partido con 73 congresistas, una mayoría absoluta en el Congreso. Desde ahí, un accidente que no debió ocurrir pero ocurrió se inauguró un capítulo en que se empieza a normalizar la lucha tan frontal entre los poderes del Estado, porque también era lo natural. Un partido que tiene 73 congresistas de 130, ¿qué hace con ese poder? Bueno, lo usa. Y desde entonces hemos quedado marcados por esta historia de la que nos está costando salir.

- Una de tus columnas dice que un sistema presidencialista exige un presidente fuerte, popular y capaz de cumplir sus promesas. Esas no parecen características de Castillo en estos ocho meses de gobierno. ¿Es posible remontar esta situación o el manejo político está destinado a acabar en una moción de vacancia para Castillo?

- Dado que eso es lo que requiere un líder, un Presidente en el Perú, creo que veo muy improbable que le pueda dar vuelta esta situación. No estamos ni al final del primer año, no han pasado ni nueve meses de gobierno y no hay señales de que el Presidente sea consciente de la situación que enfrenta y de la lógica que lo gobierna desde el día uno. Lo que termina sucediendo es que se vuelve cada día más débil, cada día más impopular y que revela cada día más su incapacidad.

Por esos factores yo creo que es más probable un término anticipado, un final anticipado a este gobierno, que espero que no sea traumático en el sentido de que pueda haber una salida que sea posible de canalizar. Porque hay un riesgo de que esto se desborde. Que esto termine en una situación de violencia, en una situación que termine de sobrepasar al sistema político.



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