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Domingo, 20 de Julio de 2025
Newsletter 'Peer Review'

El lenguaje de la máquina del tiempo

Ricardo Martínez

La capacidad humana de Viajar en el Tiempo, esto es, la posibilidad de rememorar el pasado o de proyectar el futuro, es desde hace mucho una de las habilidades del homo sapiens más celebradas.

Este artículo es parte del newsletter exclusivo Peer Review del pasado jueves 18 de agosto de 2022, y ahora se comparte para todos los lectores.

A principios de este mes de agosto el periódico inglés The Guardian publicó un texto firmado por Miriam Frankel y Matt Warren titulado, Have your parents messed you up? And three other key questions to help you regain control of your life” (¿Tus padres te han fastidiado? Y otras tres preguntas clave para ayudarte a recuperar el control de tu vida).

El escrito en cuestión abordaba, desde una perspectiva muy aggiornada de la indagación psicológica, diversos ángulos de esa sensación tan contemporánea de desorientación y ansiedad vital.

Ello, en un mundo que recién se empieza a recuperar de dos años de pandemia, sumergido en transformaciones económicas, sociales, identitarias, culturales y ecológicas que nadie —ni Yuval Noah Harari, ni Byung-Chul Han, ni Meredith Broussard— ha sido capaz de dilucidar hacia dónde exactamente se dirige.

Pasado, presente y futuro

Más allá de la cantidad de gatilladores del pensamiento de la publicación de Frankel y Warren, uno de sus momentos cruciales en la modalidad clásica de este tipo de textos, de comunicar “algo que las personas pueden llevarse para la casa”, se encuentra en los siguientes extractos:

“Todas y todos somos viajeros en el tiempo, en cierto modo, cambiando nuestro enfoque entre el pasado, el presente y el futuro. Y esto afecta nuestra forma de pensar. Centrarse en el pasado puede dar sentido a la vida, reducir la soledad y aumentar los sentimientos de conexión. Pero los recuerdos son falibles, obsesionarse con los errores puede abrumarnos y fetichizar una especie de edad dorada también puede hacernos más conservadores y menos abiertos a nuevas formas de pensar”.

La capacidad humana de Viajar en el Tiempo, esto es, la posibilidad de rememorar el pasado o de proyectar el futuro, como bien señalaban quienes escribieron el texto de The Guardian, es desde hace mucho una de las habilidades del homo sapiens más celebradas.

Centrarse mucho en el presente, por otro lado, puede ayudar a llenar la vida con nuevas y ricas experiencias. Pero viene con un costo potencial. Su 'sesgo de actualidad' inherente significa que la mayoría de nosotros optará por una recompensa inmediata más pequeña en lugar de una mayor más adelante (piense en esas ofertas de compre ahora, pague después). También puede ponernos en peligro. El sexo sin protección, el uso de drogas y el despilfarro de ahorros pueden parecer menos riesgosos cuando nos enfocamos en las acciones presentes en lugar de las consecuencias futuras”.

Centrarse en el futuro (pagar una pensión en lugar de derrocharlo todo hoy, tal vez, o priorizar las metas profesionales a largo plazo sobre la diversión con amigos y familiares) podría aumentar nuestras posibilidades de una jubilación cómoda. Pero también puede atraparnos para que renunciemos a los momentos que hacen que la vida sea memorable y significativa”.

“En su lugar, trate de pensar activamente a través del tiempo. Un simple ejercicio de escritura puede ayudar. Para apreciar mejor y aprender del pasado, escribe un recuerdo al día. O para estar presente, enumere las cosas por las que está agradecido ahora. Y para cultivar un ojo hacia el futuro, elabore un plan de cinco años”.

El punto que llama la atención acá último es la referencia a la escritura como un ejercicio orientador para Viajar en el Tiempo.

La capacidad humana de Viajar en el Tiempo, esto es, la posibilidad de rememorar el pasado o de proyectar el futuro, como bien señalaban quienes escribieron el texto de The Guardian, es desde hace mucho una de las habilidades del homo sapiens más celebradas. Incluso hay un par de libros que desarrollan in extenso esta capacidad, como Your Brain is a Time Machine (Tu cerebro es una máquna del tiempo) de Dean Buonomano.

En este volumen, el autor explora con lujo de detalles las características que hacen que los cerebros de las personas humanas sean capaces justamente de trasladarse al pasado y al futuro, señalando, entre otras cosas, que:

Las abejas no pueden 'hablar' ni del pasado, ni de los deseos sobre el futuro, ni de la imaginación, ni de los sueños. Las lenguas humanas, en cambio, sí pueden hacer eso. Son no solo Máquinas del Tiempo, sino que son también Máquinas de Sueños y de Imaginación.

¿Es la capacidad de proyectarse mentalmente en el pasado o el futuro exclusiva del homo sapiens? Hemos visto que todos los animales reconocen las horas y anticipan naturalmente los acontecimientos externos: aprenden a salivar en respuesta a la campana antes de que llegue la comida, y pueden despertarse antes de que salga el sol para salir en busca de comida.

También sabemos que algunos animales parecen prepararse deliberadamente para el futuro: los pájaros construyen nidos, los castores construyen presas para proteger sus madrigueras y las ardillas almacenan nueces. Pero, ¿alguno de estos comportamientos implica que los animales están, en algún sentido, pensando en el futuro, o que captan el concepto de tiempo?

Reconocer las horas ciertamente no equivale a pensar en el futuro; un reloj da la hora, no la entiende. Además, los actos de construir nidos o almacenar comida no implican que un animal comprenda las consecuencias a largo plazo de sus acciones. Nadie sugeriría que cuando una oruga busca un lugar ideal para anclarse y convertirse en pupa, está pensando para sí misma "este es el lugar perfecto para transformarme en una hermosa mariposa".

La mayoría de los ejemplos de aparente planificación a largo plazo en animales en realidad parecen ser instintos programados. Como ha declarado el psicólogo Daniel Gilbert, “la ardilla que esconde una nuez en mi jardín 'sabe' sobre el futuro aproximadamente de la misma manera que 'sabe' sobre la ley de la gravedad una roca que cae”; de hecho, las ardillas jóvenes que nunca han experimentado un invierno guardarán nueces de todos modos”.

El lenguaje como otra máquina del tiempo

La capacidad de despegarse del aquí y del ahora que parece ser tan esencial para la existencia humana, sin embargo, se halla potenciada por otra capacidad, cual es la de comunicarse por medio del lenguaje.

Karl von Frisch fue un etólogo austriaco que en la década de los 1920 estudio con detalle el sistema de comunicación de la danza de las abejas. De acuerdo con Adrian Akmajian y colaboradores, el hallazgo del etólogo correspondía a que, “cuando una abeja libadora descubre un aprovisionamiento abundante de alimento, y regresa al panal, es capaz de comunicar a sus compañeras un mensaje sorprendentemente complejo.

El mensaje transmitido es, en realidad, un mecanismo de reclutamiento, que indica a las compañeras de panal hasta qué distancia hay que volar, en qué dirección hay que volar y el tipo de alimento que hay que buscar. ¿Cómo se lleva a cabo esto? El mensaje de la abeja exploradora es comunicado a través de pautas de movimiento, llamadas danza, en las paredes verticales del panal. Dependiendo de la situación de la fuente de alimento con respecto al panal, se dan dos tipos de danza: la danza en círculo y la danza de la cola. Si la fuente se encuentra a una distancia comprendida dentro de diez metros a la redonda del panal, la abeja ejecuta la danza en círculo. Para distancias que superan los 100 metros, la abeja ejecuta la danza de la cola”.

Von Frisch diseñó toda una serie de pruebas para dilucidar los significados de la comunicación de las abejas y sus danzas, como dejar una fuente de alimento y luego, mientras la abeja que la había detectado, volvía al panal, cambiarlo de posición: teniendo como resultado que tras la ejecución de su danza, las abejas llegaban al lugar original y no al nuevo, en búsqueda de su alimento. Ello indicaba que se guiaban por el mensaje de la danza y no por la ubicación real del alimento.

El austriaco recibió por este hallazgo el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1973, el que compartió con Konrad Lorenz y Nikolaas Tinbergen.

Muchas veces las y los profesores de Comunicación o de Lingüística dan este ejemplo del extraordinario lenguaje de las abejas en clases. Pero, a renglón seguido, hablan del aquí, del ahora y de lo de más allá.

Las consecuencias de esto no solo corresponden a que se puede hablar del pasado o del futuro, sino que incluso de asuntos que no están ni en el pasado ni el el futuro, sino que, como se solía decir en los años 70 y 80, en otros mundos posibles. Es esto lo que permite, sin más, la existencia de la literatura y de la creatividad.

Les señalan a quienes son estudiantes que las abejas pueden, con exquisita precisión, comunicarse (hablar) del polen actual, que es como decir: “Miren, hay polen hacia allá, a tal distancia y mucho”. Pero ninguna abeja nunca ha usado su danza para decir: “¿Se acuerdan cuando la semana pasada encontramos polen allá?”, o “Me gustaría que hubiera polen en tal dirección”, o “Me imagino que hay polen en ese lugar”, ni menos “Soñé que hay polen por este lado”. No. Las abejas solo pueden “hablar” del aquí y del ahora y nada más.

O sea, las abejas no pueden 'hablar' ni del pasado, ni de los deseos sobre el futuro, ni de la imaginación, ni de los sueños. Las lenguas humanas, en cambio, sí pueden hacer eso. Son no solo Máquinas del Tiempo, sino que son también Máquinas de Sueños y de Imaginación.

Nadie probablemente ha ilustrado ese desacople entre el lenguaje y el aquí y el ahora que el lingüista Charles Hockett en un texto clásico llamado El puesto del hombre en la naturaleza: “Unos pocos sistemas semánticos, entre los que se cuenta el lenguaje y sistemas derivados, como la escritura, tienen la propiedad de que aquello a que se refiere la comunicación puede estar alejado en tiempo y espacio del momento y lugar en que se establece la comunicación”.

Las consecuencias de esto no solo corresponden a que se puede hablar del pasado o del futuro, sino que incluso de asuntos que no están ni en el pasado ni el el futuro, sino que, como se solía decir en los años 70 y 80, en otros mundos posibles. Es esto lo que permite, sin más, la existencia de la literatura y de la creatividad.

Es cierto que las abejas sí pueden desplazar su mensaje. Hay un intervalo entre el encuentro de la fuente de alimento y el mensaje. Y es cierto también que acá juega en ellas un papel fundamental la memoria, al punto que hace algunos años en Science se publicó un artículo muy interesante acerca de que las plantas de café, con su sustancia la cafeína, mejoraba la memoria de las abejas libadoras, al punto que podían recordar con más precisión la ubicación de aquellas fuentes.

Es también cierto que hay algún estudio que ha hallado que habría algún grado de desplazamiento en las señales vocálicas de orangutanes.

Más allá de ello, sin embargo, la capacidad de hablar de lo que no está presente e incluso de lo inexistente, significa que el cerebro humano dispone en el lenguaje de un potenciador para ir, como decía un viejo lema de los dibujos animados: “más allá de lo evidente”.

 

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El ser humano teniendo la capacidad de ir al pasado, analizar el presente y proyectarse al futuro reiteramos nuestros errores una y otra vez en cambio las abejas en su simpleza respecto a los seres humanos no los cometen.

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