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Viernes, 18 de Julio de 2025
[Jueves de medios]

El rechazo a la homofobia como mínimo civilizatorio

Marcos Ortiz F., director de Ojo del Medio (@ojodelmedio)

Los medios chilenos han avanzado un buen trecho en identificar y no fomentar la homofobia, pero el riesgo del retroceso está latente cada día, en cada programa, en cada declaración, en cada página. 

El avance de una derecha ultraconservadora, vociferante y retrógrada se ha hecho sentir en los últimos meses en el país. El más reciente capítulo se vivió esta misma semana, con la Acusación Constitucional (AC) impulsada contra el Ministro de Educación, Marco Antonio Ávila. La iniciativa parecía alzarse con una victoria hasta que pocas horas antes de la votación un par de declaraciones inesperadas terminó de teñir con tintes homofóbicos la arremetida opositora.

La primera en hablar fue Marcela Aranda, del Observatorio Legislativo Cristiano y promotora del polémico “bus de la libertad”, quien acusó a Ávila de ser activista LGTBIQ+. 

“Su condición ha superado el límite de lo privado y él ha cruzado el límite de vulnerar el derecho de los padres, de los niños, de las comunidades educativas, tomando esa posición para ejercer ese activismo”, señaló Aranda en su exposición ante la comisión revisora de la AC.

“Homofobia desatada de personajes de derecha condiciona AC contra Ávila”, tituló al día siguiente Publimetro, marcando el titular más crítico de la jornada. “Duras declaraciones”, decidió llevar El Mercurio, diario que ha sido particularmente crítico de las acusaciones contra ministros del gabinete.

Pocas horas después fue el turno de la diputada María Luisa Cordero, quien en entrevista radial señaló: “Me parece insólito, inadmisible, nauseabundo y asqueroso que el ministro de Educación, que debería estar llorando por las noches porque hay niños de cuarto básico que no saben leer, esté preocupado de la incitación a la sexualidad”. A renglón seguido agregó: “Al famoso Ávila, si no fuera ministro, yo habría pedido que lo metan preso por incitación a la precocidad y perversidad sexual infantil. Es un gordito enfermo del hígado con la bilirrubiana a tope, lo que ataca las neuronas y provoca incompetencia mental”.

Los comentarios discriminatorios recibieron prontamente el repudio de buena parte del espectro político, mientras que otros terminaron por alejarse de la AC para no verse involucrados con este tipo de declaraciones. “Homofobia desatada de personajes de derecha condiciona AC contra Ávila”, tituló al día siguiente Publimetro, marcando el titular más crítico de la jornada. “Duras declaraciones”, decidió llevar El Mercurio, diario que ha sido particularmente crítico de las acusaciones contra ministros del gabinete. Mientras La Tercera optó por no adjetivar el hecho, Las Últimas Noticias llevó a la propia Cordero señalando que “no soy homofóbica”.

Lo variado de las coberturas sorprende si se considera que la gran mayoría de los medios –incluso algunos de los más conservadores– han comenzado lentamente a tener una actitud más amigable con las disidencias sexuales. Los matrimonios de personas del mismo sexo, que hace menos de una década causaban conmoción en las redacciones, hoy aparecen en portadas de diarios como LUN sin necesariamente implicar coberturas morbosas o escandalosas.

Y es precisamente por esto que declaraciones homofóbicas y discriminadoras como las ocurridas con motivo de la AC contra Ávila deberían ser repudiadas con energía por los medios de comunicación chilenos. Condenar de manera firme estos actos de odio debería ser a estas alturas un mínimo civilizatorio. No existe argumento político alguno que justifique el tenor de las declaraciones escuchadas esta semana y menos considerando que está demostrado que existe una relación directa entre el uso de lenguaje violento y los actos de violencia contra estos grupos.

Hace algunas semanas, una lúcida columna de Óscar Contardo en La Tercera criticaba cómo ciertos liderazgos progresistas tildaban de “leseras” las agendas feminista y de activismo LGBTI y las culpaban por reveses electorales de sus sector.

Hace pocos días, una conocida periodista celebraba en las cartas mercuriales la ausencia del lenguaje inclusivo que se veía en la televisión de los 80s y 90s. “Qué placer escuchar a los animadores, presentadores, periodistas y entrevistados de entonces sin la fastidiosa monserga del todos y todas, chilenos y chilenas, niños y niñas, diputados y diputadas”, señalaba su breve misiva.

Lo que sus palabras pasaban por alto eran los niveles de burla y discriminación que la televisión de esas décadas que ella tanto añoraba profería contra homosexuales, personas con discapacidad, acentos extranjeros y cualquier tipo de diferencia. ¿Extrañaba acaso también ese tipo de lenguaje?

Hace algunas semanas, una lúcida columna de Óscar Contardo en La Tercera criticaba cómo ciertos liderazgos progresistas tildaban de “leseras” las agendas feminista y de activismo LGBTI y las culpaban por reveses electorales de sus sector. Sus palabras son particularmente atingentes puesto que demuestran que 1) para muchos estas luchas siguen teniendo que ver únicamente con unos votos más o menos y 2) que el retroceso en lo avanzado no es únicamente prerrogativa de derechas cavernarias.

Los medios chilenos han avanzado un buen trecho, pero el riesgo del retroceso está latente cada día, en cada programa, en cada declaración, en cada página. La inclusión de Trinidad Cerda –una mujer trans– en el reality show Gran Hermano, de Chilevisión, cuya historia de vida fue tratada con respecto y buen gusto es un hecho que vale la pena destacar. “No lo estoy contando por ustedes o por mí, sino que por todos los niños o niñas que están afuera y que podrían llegar al suicidio como yo estuve a punto de hacerlo”, fueron parte de sus palabras.

Cantar victoria de manera prematura sería un error porque, salvo estas contadas excepciones, siguen siendo escasos los ejemplos de este tipo. El respeto irrestricto hacia disidencias sexuales en los medios debe comenzar a incluir también a todas las clases sociales y sectores de la sociedad y debe convertirse en un piso mínimo e intransable.



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