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Jueves, 17 de Julio de 2025
[Análisis económico]

El litio chileno y la reina roja

Carlos Tromben

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Salar de Atacama, de donde se extrae litio (Foto: u. De Chile).
Salar de Atacama, de donde se extrae litio (Foto: u. De Chile).

La estrategia nacional del litio anunciada por Boric tiene el mérito de volver a discutir el modelo de desarrollo, el gran tabú de los treinta años. De ahí a que se abra una nueva era de industrialización es otra cosa.

“Para quedarte donde estás tienes que correr lo más rápido que puedas”, le dice la Reina Roja a la niña Alicia. “Si quieres ir a otro sitio deberás correr al menos el doble de rápido”.

El sacerdote y matemático Charles L. Dodgson, más conocido por su pseudónimo Lewis Carroll, ideó este diálogo en la segunda de sus famosas novelas pseudo infantiles, A través del Espejo. Décadas más tarde la sugestiva paradoja comenzó a ser utilizada por biólogos evolutivos, sociólogos y economistas del desarrollo.

Según estos últimos, muchos países llevan años intentando acumular capital y ampliar sus mercados solo para permanecer donde están. Apenas un puñado (Corea, Singapur) han logrado romper la paradoja de la reina roja y dar un salto hacia el desarrollo.

Hoy suena extraño, pero hubo un tiempo no tan lejano en que Chile era un candidato para sumarse a este selecto grupo, o así lo sostenían en el fan club. Fue durante la época del optimismo, antes de los primeros “accidentes bursátiles” que culminaron en la crisis subprime. Mal que mal el país lideraba en algunas industrias extractivas, tenía sus bondades asociadas al clima mediterráneo y contaba con una élite “seria”, alineada con la zeitgeist global.

Se creía in extremis no solo en las bondades del libre comercio y la liberalización financiera, sino además en la idea de que una economía de servicios podía saltarse el camino clásico del desarrollo a través de la industrialización.

Chile fue de los primeros en incursionar por aquel camino, bajo una dictadura tecnocrática que abrió las fronteras, desreguló el sector financiero, privatizó la seguridad social, desguazó el sistema ferroviario bajo una misma premisa.

De hecho, en aquella época las antiguas potencias estaban cerrando industrias, transfiriendo producción hacia el sudeste asiático y obligando a las masas obreras a reconvertirse en “proveedores de servicios”. En Estados Unidos, Francia o el Reino Unido la deslocalización y la desindustrialización se podían insertar en una narrativa eficaz, como condiciones necesarias para alcanzar una fase de desarrollo incluso más alta, bautizada como “economía del conocimiento”. En ese relato los sindicatos desaparecerían y el motor de la historia pasaría a manos de jóvenes emprendedores y trabajadores cosmopolitas altamente calificados.

Chile fue de los primeros en incursionar por aquel camino, bajo una dictadura tecnocrática que abrió las fronteras, desreguló el sector financiero, privatizó la seguridad social, desguazó el sistema ferroviario bajo una misma premisa: el mercado interno era demasiado pequeño para soportar una industria propia, e integrarla a un mercado regional latinoamericano tampoco era viable. Codelco y Sanhattan, sumados al salmón, la harina de pescado y el retail serían la receta perfecta para derrotar a la pobreza.

Sin embargo, a poco andar las élites comenzar a darse cuenta que el crecimiento perdía fuelle y se estancaba, la productividad caía en picada y el subempleo se instalaba como realidad entre los jóvenes.

Nada de raro que en las postrimerías del gobierno de Lagos y comienzos de Bachelet 1 cundiera la narrativa de la innovación, la exportación de servicios y el agregar valor a los recursos naturales. Ponerle branding al jurel. El país alcanzaría el anhelado desarrollo buscando un quimérico estatus de potencia alimentaria, exportando la experticia de sus grupos de comercio minorista, o promoviendo el “emprendedorismo” universitario.

Sin embargo, el relato de la economía del conocimiento parece estar flaqueando en todas partes, partiendo por Silicon Valley y su banco, mientras que en los países de la periferia la desindustrialización ha dejado un agujero de proporciones. Brasil alcanzó su peak manufacturero en 1986, Indonesia el 2001, la India el 2002. Los países “emergentes” de hace treinta años siguen donde mismo o incluso han retrocedido. Todos a su manera enfrentan el mismo cóctel de subempleo y desempleo juvenil, violencia urbana y “estallidos” sociales. Todos tienen algún populista en el gobierno o en la oposición pregonando con estridencia el mix de nativismo, conspiranoia y antiglobalización.

Digan lo que digan, resulta utópico esperar que los privados sean capaces de complejizar por sí solos la producción primaria de carbonato de litio, transitar hacia la producción del hidróxido y, finalmente, a la elaboración de baterías de litio.

En este escenario, la administración Boric ha traído de regreso una discusión saludable a un clima político enrarecido. El modelo de desarrollo vía servicios no está dando el ancho hace tiempo y cada figurante de la opinología local ha desarrollado su propia estrategia para disfrazarlo y achacárselo a su demonio favorito. El octubrismo es solo el último de la fila.

Por supuesto, está por verse que las palabras “estrategia” y “nacional” mariden adecuadamente en el caso del litio. La sola idea de una explotación coordinada desde el Estado ya estimuló el grito unánime de las casandras de la CPC, la SOFOFA, los think tanks y la opinología cota mil. Digan lo que digan, resulta utópico esperar que los privados sean capaces de complejizar por sí solos la producción primaria de carbonato de litio, transitar hacia la producción del hidróxido y, finalmente, a la elaboración de baterías de litio.

Es cosa de mirar a SQM. Sus accionistas y directores se han forrado y carecen de cualquier incentivo para salir de su zona de confort. Si hay algo significativo hasta el momento es la manera en que se desmoronó el valor bursátil de la empresa tras el anuncio presidencial. Bloomberg estimó el “wipeout” en 3.500 millones de dólares. Al parecer son los dividendos que dejarán de percibir los accionistas una vez que expire el contrato vigente por el salar de Atacama.

Cabe preguntarse quién comenzará a percibirlos a partir de entonces y qué se hará con esos miles de millones. Esa es la gran pregunta. Si es para quedarnos donde mismo, como la reina roja, quizá no valga ni la molestia.



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Comentarios

Comentarios

El tío Tom en Atacama & Company

..y, por si quedarán algunas dudas, la Generala YA le rayó la cancha a Chile y sus vecinos del triunvirato del litio. Alguien lo señaló y pareciera ser verdad: Los pueblos tienen los gobiernos que se merecen ! Por lo menos, las políticas vacilantes ( o era zigzagueante?) de la "Era Boric" lo anuncian... Si traducimos a la Generala, significaría que " quién pretenda salirse por el fondo del patio trasero" ya está avisado: Generalatos de los 3 países en cuestión, deberán de suspender su modorra golpista....

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