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Viernes, 19 de Abril de 2024
Análisis

El uso de la religión como ariete del populismo en Europa

Jonatan García Rabadán (The Conversation)

El interés populista de la religión no se sitúa en sus valores, como el imaginario. La ayuda a las personas migrantes ha sido una demanda del Papa Francisco, contra la que se han enfrentado diferentes movimientos populistas. El objetivo final se corresponde con la búsqueda de un rasgo diferenciador más que facilite la creación de quién es la comunidad enemiga. 

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El escenario económico, político y social europeo de las últimas décadas ha favorecido la reaparición de corrientes populistas en la mayoría de los países europeos, si bien con intensidades y características diferentes.

En este punto, el populismo se ha convertido en una pieza del tablero político y electoral cuya influencia no ha dejado de crecer, ya sea por la fuerza desplegada para introducir temas en las agendas políticas nacionales (refugiados, memoria histórica, etc.) como en la representación parlamentaria obtenida (los sondeos indican un fuerte avance en las próximas elecciones al Parlamento Europeo de mayo 2019), entre otras.

Pero la relevancia del fenómeno no ha conseguido que el mundo académico logre una definición globalmente compartida, que permitiera diferenciar entre las múltiples realidades que integran esta realidad extremista.

Por este motivo, se produce una banalización del término que es usado indiscriminadamente por los partidos políticos en sus pugnas diarias.

El desencuentro llega hasta el punto de enfrentarse las posturas que consideran el populismo como un revulsivo para la mejora de la democracia o todo lo contrario.

A pesar de todo, se ubiquen políticamente a izquierda o derecha, son varios los rasgos mínimos que son aceptados como: la centralidad del concepto pueblo como origen y fin de todas las decisiones, la división discursiva de la sociedad en dos bloques antagónicos, la crítica al sistema por ignorar las demandas reales de la población. Todo ello bajo una convicción comunitaria en la que el nacionalismo cobra peso específico.

Escenario religioso europeo

Más allá de los conflictos académicos por la caracterización, existe una variable que ha ido asumiendo una mayor importancia en el análisis del fenómeno populista: la religión.

El proceso de secularización europeo parecía haber recluido las creencias religiosas a la esfera eminentemente privada. Los principales centros de investigación en la materia llevan tiempo radiografiando una ciudadanía que se identifica como cristiana, pero alejada de la correspondiente práctica.

El alejamiento respecto del hecho religioso se intensifica en las generaciones más jóvenes, quienes se hallan en la fase de exculturación (Hervieu-Leger), en la que la cultura incluso pierde sus raíces o sentido religioso. En cierta manera, el escenario se corresponde con la conclusión de la socióloga de la religión Grace Davie de creencia sin pertenencia (Believing, but not belonging).

El retroceso de la práctica cristiana ha coincidido en tiempo con el crecimiento de otros credos hasta entonces minoritarios en el continente, especialmente el Islam.

La presencia religiosa en el discurso populista

En este mismo escenario, el recurso a la referencia y al imaginario religioso -cristiano en el caso europeo- ha ido recuperando espacio público. Una parte de este retorno, sin llegar a caracterizarse como “la revancha de Dios” (Gilles Kepel), ha venido de la mano de la usurpación de los movimientos populistas de derecha.

No obstante, no está teniendo lugar una recristianización social, sino una utilización política incluso en contra de las instituciones eclesiales. Sin olvidar el atributo cuasi mesiánico que cobran los liderazgos en los diferentes movimientos nacionales: la saga Le Pen, Orbán, Wilders, etc.

El interés populista de la religión no se sitúa en sus valores, como el imaginario. La ayuda a las personas migrantes ha sido una demanda del Papa Francisco, contra la que se han enfrentado diferentes movimientos populistas. El objetivo final se corresponde con la búsqueda de un rasgo diferenciador más que facilite la creación de quién es la comunidad enemiga. Así, el concepto fetiche se sacraliza, incluso por encima del carácter cuasi sacramental que adquiere para el populismo.

Marine Le Pen, ante una estatua de Juana de Arco, durante la celebración del 1 de mayo de 2011 en París. Frederic Legrand - COMEO / Shutterstock, Author provided (No reuse)

Un ejemplo clásico de la utilización populista de la religión se halla en el Frente Nacional francés (hoy, Rassemblement National) y el recurso continuo a la figura de Juana de Arco. Todos los primeros de mayo la formación de extrema derecha homenajea a la santa en el día de su nacimiento, no por su ejemplaridad creyente, sino como símbolo de una identidad francesa muy concreta. Es presentada como modelo de luchadora frente al invasor; quien ayer era inglés y hoy se encarna en la comunidad creyente musulmana.

El enemigo común: el islam

Precisamente el Islam ha sido convertido por el populismo de derechas en el nuevo enemigo contra el que debe levantarse el “verdadero” pueblo nacional. La consulta popular suiza sobre la construcción de minaretes, las declaraciones del vicepresidente italiano de la Liga sobre las personas refugiadas, la propuesta de reforma constitucional húngara o la propuesta de VOX por convertir el 2 de enero (toma de Granada por parte de los Reyes Católicos) en el día de Andalucía son ejemplos evidentes de este secuestro de la religión.

La dimensión inmaterial (tradiciones, identidad, etc.) de los populismos de derechas ha progresado en su discurso con el objetivo de la creación de una comunidad cohesionada de pertenencia (pueblo) y otra “enemiga”, fundamentada en el hecho religioso: cristiana vsmusulmana/resto.

En conclusión, con el aumento de la fuerza populista y sus propuestas anti-pluralistas, la deriva puede finalizar en el cierre social y cultural de las sociedades europeas. El retorno a las realidades socialmente homogéneas es una postura totalmente contraria al espíritu del proyecto comunitario construido con diversidad e integración.

Jonatan García Rabadán es profesor Ayudante doctor. Dpto. Sociología y Trabajo, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea. Este artículo salió publicado originalmente en The Conversation.

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