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Viernes, 19 de Abril de 2024
América Latina

Gabriel Delacoste, politólogo uruguayo: “Con el plan de ajuste y la derecha gobernando, es posible que surjan grandes protestas”

Pedro P. Ramírez Hernández

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Foto: Santiago Mazzarovich
Foto: Santiago Mazzarovich

Tras las estrechas elecciones presidenciales en Uruguay que le dieron la victoria al candidato de la derecha, Luis Lacalle Pou, el cientista político y analista del semanario Brecha, Gabriel Delacoste, repasa los factores que llevaron a la derrota de la centroizquierda uruguaya.

Admision UDEC

Uruguay cambió de color y tras 15 años de hegemonía frenteamplista la derecha vuelve a gobernar en la república oriental. Al igual que en el resto de la región, atravesada por un contexto de desaceleración económica, el bloque progresista aceleró su distanciamiento con el mundo social y quedó fuera de juego luego de una estrecha segunda vuelta presidencial, en la que el líder del Partido Nacional, Luis Lacalle Pou, superó al oficialista Daniel Martínez, por tan solo 37.042 votos, en un país donde el sufragio es obligatorio. 

Así, los uruguayos repiten la fórmula sudamericana y un par de años desfasados respecto de sus vecinos, se inclinan por una derecha apuntalada bajo un discurso centrado en el crecimiento económico, el orden público y la flexibilización laboral que presagian un horizonte de ajuste fiscal y desprotección social, frente a un paquete de medidas pro empresa que pretenden agilizar el mercado en medio de un panorama económico que mantiene sus aguas agitadas a nivel global. 

En esta entrevista, el politólogo, académico y cronista del semanario Brecha, Gabriel Delacoste, desmenuza los factores que posibilitaron la victoria de Lacalle Pou, hijo del expresidente Luis Alberto Lacalle, repasando las similitudes que experimenta Uruguay respecto de sus pares sudamericanos y adelanta un posible ascenso de la conflictividad social en un país donde el mundo sindical, a diferencia del resto de la región, sale fortalecido tras la era frenteamplista amenazando con hacerle frente a las políticas de reajuste. 

Todo esto, a dos días de que el secretario de estado del gobierno de Donald Trump, Mike Pence, afirmara que EE.UU va a trabajar junto a “los gobiernos legítimos para prevenir que las protestas deriven en violencia y disturbios que no reflejen la voluntad democrática de sus pueblos”.

El mensaje de la autoridad estadounidense hace referencia a las situaciones que afectan a Chile, Colombia, Ecuador y Bolivia, en una clara defensa de los planes económicos que mantiene el estado norteamericano para la zona que se reflejan en las políticas que ha ido desarrollando el Fondo Monetario Internacional en la gran mayoría de los países golpeados por las manifestaciones sociales, misma línea en la que se presenta el programa de Lacalle que está definiendo durante estos días la integración al gobierno un sector ligado a los Fuerzas Armadas identificado con la extrema derecha que ha despertado la reacción de las organizaciones sociales. 

¿Cuáles fueron los factores que posibilitaron el triunfo de la derecha?

En el ambiente previo a las elecciones acá era muy predecible una victoria de la derecha y la sorpresa terminó siendo que ganaran por muy poco. Las razones son muy amplias, pero lo principal es que el Frente Amplio lleva 15 años gobernando, con muchas decisiones que le produjeron divisiones a la interna y con sus bases. 

Esta fue una administración que con los problemas económicos que comenzaron en 2013 y 2014, empieza a hacer grandes concesiones al capital con grandes inversiones que le produjeron muchos problemas en sus bases de izquierda, donde se ha catalogado a este tercer gobierno frenteamplista como el más derechizado de los que condujo, en un contexto en que la situación económica ha empeorado respecto de años anteriores y donde el desempleo está subiendo. 

Otro factor importante es que la derecha se ha reorganizado y ha adquirido una potencia política que no tenía hace un tiempo, la que se debe a básicamente tres puntos. En enero de 2018 apareció un movimiento ruralista que se llamaba Un solo Uruguay, que agrupó a productores y terratenientes, provocando una fuerte movilización en el interior del país en contra del gobierno y una de las principales claves de la derrota del Frente Amplio fueron sus malos resultados en dicha zona. 

Dentro de este reordenamiento, también hay que ponderar el crecimiento en el interior de las de las iglesias evangélicas pentecostales y finalmente, un factor de peso es la politización de las fuerzas armadas. Ahora hay un nuevo partido de ultraderecha en Uruguay, que se llama Cabildo Abierto y que está encabezado por un general retirado y podríamos decir que fue el que terminó definiendo la elección. 

Entonces tienes a la izquierda debilitada, una situación económica no muy buena y a la derecha reorganizándose con la aparición de nuevos sectores. 

¿Por qué afirmas que este gobierno del Frente Amplio fue el más centrista o derechizado de los tres que tuvo la coalición?

En el primer gobierno del Frente, el que empezó en 2005, hubo una serie de reformas que si bien no fueron super radicales para la izquierda uruguaya, fueron muy interesantes; como la reforma impositiva, la reforma de la salud y una reforma en el ámbito laboral que apoyó mucho a los sindicatos y mejoró mucho los salarios, a las que hay que sumarle la creación del Ministerio de Desarrollo Social. 

Durante su segunda administración (bajo la presidencia de José Mujica), además de continuar con estas políticas hubo un fuerte impulso del cooperativismo y se aprobaron todas las leyes de la llamada agenda de derechos donde están la legalización del aborto y la legalización de la marihuana, por poner un par de ejemplos. 

En contraste con los periodos anteriores, este tercer gobierno frenteamplista no generó ningún avance de esa magnitud y de hecho tuvo una política crecientemente pro empresarial y una estrategia donde lo principal era recuperar el crecimiento económico y para eso eso necesitó conseguir inversiones y de ahí se desprenden las concesiones al capital. Evidentemente, esto produjo problemas en sus bases de izquierda, más allá de que el frente sindical sigue siendo un aliado del Frente Amplio. 

En Chile existe una deslegitimación muy grande por parte de los partidos tradicionales de la centroizquierda ¿Cómo vive ese proceso de desgaste el Frente Amplio y en qué estado queda como oposición?

Yo creo que el Frente Amplio nunca llegó a derechizarse tanto como la Concertación, no hay al interior del Frente Amplio posturas tan a la derecha como las de la Democracia Cristiana Chilena. Por otro lado, Uruguay como país, como estado, tiene instituciones mucho más democráticas que las chilenas, es mucho más fácil hacer ejercicios de democracia directa y existen varias instituciones del estado que tienen representación social. 

En este sentido, la sociedad uruguaya es mucho menos neoliberal, por tanto también es difícil comparar  el estallido social chileno, con lo que pasa acá o lo que podría llegar ocurrir, porque creo que Chile estalla bajo condiciones muy extremas de neoliberización de la sociedad, que si bien en Uruguay existe desde los 70 y no se revirtió con los gobiernos del Frente Amplio, no es tan aguda. 

En cuanto a la cuestión de los movimientos sociales, por un lado vos tenés el mundo sindical que es el más fuerte del Uruguay y que en la era del Frente Amplio creció mucho, pero que tampoco está en su mejor momento de capacidad de movilización, aunque seguramente, ahora con un gobierno de derecha vamos a ver en qué estado real se encuentra.

A los sindicatos hay que agregarle la aparición del feminismo que tiene una presencia importante en la izquierda uruguaya, después, al interior del movimiento social, hay toda una serie de organizaciones que nacieron junto a la agenda de derechos y que está por verse qué tanto se van a mantener hacia el futuro. Finalmente tenés el movimiento de derechos humanos, que es histórico y que viene de la denuncia de los crímenes de la dictadura. 

Si miramos este mapa, a diferencia de Chile, creo que acá en Uruguay hay una parte de los movimientos sociales que están institucionalizados y que están legitimados. Hay cierta capacidad social y por eso me parece que el escenario es muy diferente al de Chile, lo que no quita que no existan tremenda necesidades y demandas sociales incumplidas que seguramente en un contexto de ajuste van a producir grandes protestas que no sabemos cómo vendrán. 

¿Qué capacidad tiene el Frente Amplio de bloquear la agenda del gobierno desde el parlamento pensando en que consiguió la primera mayoría, pero aún así no logra derrotar al conjunto de la derecha?

Eso está por verse, es verdad que el Frente Amplio tiene la bancada más grande del parlamento, pero los cinco partidos de derecha que formaron la coalición para apoyar a Lacalle tienen mayoría en las dos cámaras del parlamento. Entonces van a poder aprobar su presupuesto de ajuste y tienen los votos para aprobar las reformas que quieren realizar y la resistencia a eso va a ser en la calle y no principalmente en el parlamento, pero bueno se verá con el tiempo y si es que sucede. 

Hay que pensar que Lacalle ganó el balotaje siendo el presidente que obtuvo menos votos desde que existe la segunda vuelta en Uruguay y para gobernar tiene una alianza de cinco partidos, entonces es un presidente débil que seguramente va a tener problemas de gobernabilidad y que planea una agenda de ajuste muy dura y ambiciosa, por eso creo que se le puede calentar la calle. Desde esa perspectiva, yo me temo o imagino que los años que vienen van a ser más conflictivos y con más inestabilidad que los últimos. 

¿A qué se debe la sorpresa del Frente Amplio en la segunda vuelta que termina al borde de dar vuelta el resultado?

Pasaron dos cosas. Por un lado, Guido Manini Ríos, que es este general que encabeza al partido de ultraderecha y que es parte de la coalición de Lacalle, realizó un llamado a las Fuerzas Armadas, el viernes antes de las elecciones, a votar a Lacalle con un tono que a mucha gente le hizo recordar a los comunicados de la dictadura. 

Ese mismo día, el Centro Militar, que es una organización de los militares retirados, sacó un comunicado extremadamente agresivo en contra el Frente Amplio y eso produjo una gran reacción en contra de Manini y por lo tanto en contra de Lacalle y es posible que eso haya cambiado las circunstancias. Existe una reacción popular en contra de la derecha y eso no se puede desconocer. 

Por otro lado, durante la campaña para la segunda vuelta, el Frente Amplio tuvo una gran movilización acá en Montevideos, se multiplicaron las banderas, los grupos de apoyo a Martínez y fue bastante impactante la movilización que se dio a lo largo de todo el mes y todo indica que dio resultados. 

En Chile el mundo progresista y la izquierda se encuentran muy preocupados por el posible ascenso que puede tener José Antonio Kast, líder del partido de ultraderecha del país, Repúblicanos, que alcanzó el 10% de los votos en las últimas elecciones. Por tanto, viendo que Manini Ríos alcanzó un 11% de las preferencias en Uruguay, es imposible no establecer el vínculo. 

¿En qué posición queda Manini Ríos de cara a este gobierno de coalición encabezado por Lacalle?

Es una gran incógnita, lo que parece claro es que el gobierno de derecha que entra no puede controlar a Manini Ríos. Él fue jefe del ejército hasta hace menos de un año, ósea que las tropas le siguen siendo leales, aparentemente y es un gran problema para la coalición.

Estamos hablando de un partido que tiene el 10% de los votos y sin el cual la derecha no tiene mayoría y Manini está dejando claro que no se va a dejar subordinar, por lo mismo es muy probable que le de problemas al gobierno y que eventualmente se vaya de la coalición para ser él el candidato de las próximas elecciones. 

Es un tipo muy astuto, muy mentiroso, sin escrúpulos, que juega muy fuerte en la política y que creo que podemos esperar que sea un factor de desestabilización para la coalición. 

¿Qué explica este ascenso de la extrema derecha en Uruguay?

Principalmente el poder que tienen las Fuerzas Armadas, que si bien no salieron victoriosas de la dictadura, sí salieron bastante indemnes, con impunidad y con poder en la sociedad. Hay muchos lugares del interior donde las Fuerzas Armadas son uno de los principales factores políticos y lo que pasó en las elecciones fue que se transformaron en una fuerza político-electoral. 

Esto es algo muy grave e importante que le permitió a Cabildo Abierto construir en menos de tres meses un partido político que sacó el 10% de los votos, es algo extraordinario lo que hicieron. 

Es claro que en toda América Latina el sector militar se muestra como un factor determinante en la política y Uruguay no es la excepción, por su fuerza, su capacidad de amenaza y también por su capacidad de organización. De igual manera, lo primero que hay que decir, es que si bien estos desarrollos son muy preocupantes, no cuentan con un apoyo popular arrollador. Cabildo Abierto puede ser preocupante, pero no deja de ser el 10% de los votos, el resto de la gente no los votó. 

Junto a este factor también estaba el plebiscito que se votó en primera vuelta que buscaba militarizar parte del espacio público y que tampoco salió aprobada, eso quiere decir que no hay en Uruguay un clamor popular mayoritario en favor de que los militares estén en las calles. Ahora, efectivamente, Jorge Larrañaga, que fue quien propuso la reforma, va a ser el ministro del Interior, por tanto es de esperar que el gobierno que viene sea de un talante fuertemente represivo y donde los militares, a través de Cabildo Abierto, van a estar directamente representados en el gabinete y en el parlamento. 

Ha sido una realidad al interior de Latinoamérica que la izquierda y los movimientos sociales se potencian con un gobierno de derecha ¿Cuál es la autocrítica de la izquierda uruguaya y su proyección hacia el futuro?

La autocrítica no ha empezado realmente. Aún hay una sensación de gran compañerismo por el esfuerzo de la campaña para la segunda vuelta que fue muy extenuante y en alguna medida exitosa por más que se haya perdido. Se pasó del 39% al 49% en menos de un mes, pero evidentemente hay muchas discusiones que dar y para realizar sobre el futuro de la izquierda que todavía no tienen lugar. 

Vos tenés críticas que van por el lado de los casos de corrupción y otras que afirman que el Frente Amplio no supo encontrar una solución a los problemas estratégicos que plantea una situación de desaceleración económica. Al mismo tiempo, no supo organizar y movilizar a sus bases sociales, ya que no tuvo ni un discurso, ni una práctica política que lo hiciera, al contrario, tuvo  una agenda de reforma cada vez más tímida y una ideología cada vez más empresarial. 

Todo esto, evidentemente te lleva a la derrota en un contexto en el que en el mundo social avanzan sensibilidades neoliberales, por ejemplo, toda la ecuación y el discurso de los emprendedores, junto al crecimiento de las iglesias evangélicas pentecostales. Por tanto para mí, lo que hubo fue una derrota no tanto en el terreno político, sino en el terreno social, en la capacidad de organización en la vida cotidiana. 

De todas formas esto recién se está empezando a discutir y además no es algo que haya que reflexionar en abstracto porque si uno ve la situación en América Latina, realmente es muy cambiante, muy rápida, creo que estamos en un momento político radicalmente diferente del que estábamos hace  tres meses, en Ecuador, Argentina, Chile, Bolivia, en Brasil y va a haber que recalibrar muchas cosa.

La situación actual es muy inestable, acá se está siguiendo con mucha atención lo que está pasando en Chile y la gente de izquierda está muy admirada y aterrorizada por lo que pasa allá, tanto por los niveles de represión como por los niveles de movilización. Por más que la situación de Uruguay sea diferente, evidentemente cuando vemos lo que pasa en Chile nos vemos en un espejo de lo que es posible que pase. 

La noche en que se entregaron los resultados de la elección y en que hubo un momento en que parecía que el Frente Amplio ganaba por poco, mucha gente pensó en lo que está pasando en Bolivia y cuando vimos los resultados de la extrema derecha, mucha gente pensó en la represión de Chile, son cosas que fuerzan a pensar la política de otra manera en un país como Uruguay que tiene una tradición liberal muy fuerte y que tiene dificultades para pensar una política con altos niveles de conflictividad social. 



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