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Jueves, 17 de Julio de 2025
Análisis económico

La deuda como arma de autodestrucción

Carlos Tromben

Un default de Estados Unidos ya no parece una posibilidad distópica. El reloj corre en contra del congreso para evitarlo. Si sucede, el mundo ya no será el mismo.

Isaac Asimov trabajaba en un astillero y leía la monumental Historia de la Decadencia del Imperio Romano, de Edward Gibbon, cuando comenzó a escribir sus primeros cuentos de ciencia ficción. La Segunda Guerra Mundial aun no concluía, pero dos cosas parecían claras: Alemania y Japón no la podrían ganar y los días de gloria del imperio británico estaban contados.

En base a estos elementos Asimov comenzó a describir el colapso de un vasto imperio galáctico y los intentos de una logia de científicos y humanistas por construir un orden nuevo.

La premisa de estos cuentos, reunidos en la trilogía Fundación, parece más vigente que nunca.

Asimov comenzó a escribir cuando la moneda hegemónica era la libra esterlina y Londres la capital desde donde se fijaban las grandes pautas del comercio y la inversión a nivel mundial.

Este mecanismo swap se ha ido refinando desde la crisis del 2008 y cuánto durará es motivo de toda clase de relatos que buscan ponerle fecha de caducidad, en el marco de la caída del sistema dólar en general.

El sistema dólar actual cumple un rol parecido, pero no funciona exactamente de la misma manera. De hecho, ha evolucionado bastante desde 1945, cuando comenzó a regir el sistema Bretton-Woods. Desde entonces se ha debido hacer frente a distintos tipos de crisis sistémicas y lo que en un principio fue un conjunto de tipos de cambio fijos amarrados al dólar-oro ,hoy es una serie de intercambios flexibles, apoyados en líneas de ayuda entre los principales bancos centrales y la reserva federal. Si faltan dólares en Suiza, la Reserva Federal le abre al Banco Nacional Suizo una posición swap para entregarle dólares que no salen de Nueva York y aceptar en garantía francos que tampoco salen de Basilea. La operación debe ser revertida en una fecha dada y a un precio predeterminado más el interés en favor del prestamista. O sea, del imperio. Londres, Frankfurt, Tokio, México y Brasilia son algunas de las capitales donde también existen terminales para llamar a este 1-800-dólar-al-rescate.

Este mecanismo swap se ha ido refinando desde la crisis del 2008 y cuánto durará es motivo de toda clase de relatos que buscan ponerle fecha de caducidad, en el marco de la caída del sistema dólar en general. Dependerá de cuan autodestructivas sean las élites, que en el caso del dólar son dos.

En Washington está la política; en Nueva York el dinero. Los dos sistemas están en ruta de colisión y en cuatro semanas más se verá si son capaces de evitarla. Dentro de cuatro semanas vence el anterior acuerdo parlamentario que fija el techo del endeudamiento que puede alcanzar el gobierno federal. Si no hay uno nuevo, se producirá un cierre temporal de los servicios públicos, como ocurrió ya en dos ocasiones (1995 y 2011), y algo bastante peor: un default de la deuda, es decir, del principal mercado de renta fija a nivel mundial.

Todos los observadores coinciden en que lo último sería una catástrofe dado el escenario actual, muy distinto al de las dos ocasiones anteriores en que no hubo acuerdo político. En 1995 no existía el sistema swap de la misma envergadura que el actual, y en 2011 la Reserva Federal prestaba dólares a interés cero, básicamente imprimiéndolos a piacere en una época y un mundo sin inflación. Hoy eso ya no existe ni es posible.

El déficit y la deuda, el poder político y el poder financiero son como espejos que se miran. La deuda pública, nunca hay que olvidarlo, es a la vez un activo financiero. En él se invierten los ahorros de la gente para jubilar o comprarse una vivienda.

En cualquier caso, el techo de la deuda es un espectáculo cíclico. Fox, CNN, Bloomberg llenan horas de opinología e información dura gracias a él. Amenazas y reproches cruzados y negociaciones contra reloj, están todos los elementos de un buen psicodrama en tiempo real.

El déficit y la deuda, el poder político y el poder financiero son como espejos que se miran. La deuda pública, nunca hay que olvidarlo, es a la vez un activo financiero. En él se invierten los ahorros de la gente para jubilar o comprarse una vivienda, las primas de los seguros de vida y salud. En el caso del imperio, se trata del activo financiero más relevante, el que sirve de parámetro para todos los demás: los famosos bonos del tesoro, la mejor combinación entre riesgo y liquidez porque provienen del imperio. Un default cambia drásticamente eso y por esta razón no ocurrirá.

Al menos por el momento.

Resulta curioso que la deuda sea, junto con las batallas culturales, el principal frente en que se desarrolla el paralelismo imperio-decadencia descrito por Gibson a propósito de Roma y reescrito por Asimov en clave ciencia ficción. La esclavitud y la sexualidad fueron batallas culturales entonces y lo son ahora.

Si las negociaciones para ampliar el techo de la deuda fracasan, no solo la narrativa de la desdolarización mundial habrá ganado patente de legitimidad.

Roma no era autosuficiente en alimentos y sus finanzas estuvieron casi siempre al rojo después de que ya no había nuevos territorios por conquistar. De hecho, la tributación descansaba en los agricultores y clases desfavorecidas, puesto que los ricos la evadían. Hacia fines del siglo II d.C., el emperador Caracalla extendió la ciudadanía a todos los habitantes libres del imperio, en un intento por ampliar la base tributaria. Poco después Adriano construyó un muro para evitar la inmigración ilegal de bárbaros britanos.

Si las negociaciones para ampliar el techo de la deuda fracasan, no solo la narrativa de la desdolarización mundial habrá ganado patente de legitimidad. Será la prueba de que la sabia y pragmática Fundación que imaginó Asimov en los albores del imperio no existe.

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Roma no pudo seguir su política de conquistas porque se hallaba muy debilitada por sus disensiones internas y por la constante presión en sus fronteras de eslavos y germanos, a partir del siglo III. También por la oposición de los partos. El principio del fin comenzó en la noche de año nuevo del 401, cuando numerosas tribus germanas cruzaron por el Rin. No es que "no había nuevos territorios por conquistar": simplemente ya no tenia el poderío para hacerlo. El muro de Adriano no fue para impedir la inmigración ilegal de celtas, sino para evitar que éstos expulsarán a los romanos de Gran Bretaña.

Ayer vi caer el muro de Berlín. Tal vez alcance a ver la caída del dólar en este mundo globalizado-desintegrado!

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