“Oiga ¿Acaso usted viene de Marte?”, le dijo en 2017 una ejecutiva bancaria a Juan Carlos Bussenius, cuando éste fue por primera vez a intentar abrir una cuenta corriente. La ejecutiva emitió el comentario después de ver que no había ni un registro comercial ni bancario de Bussenius, a pesar de que éste ya era un hombre mayor. Bussenius le explicó a la ejecutiva que ésta era su primera cuenta porque él había dejado ese mismo año su vida como sacerdote, después de 37 años como jesuita. Y a pesar de que el ex religioso recuerda esta anécdota con humor, es una muestra de las dificultades económicas y de adaptación que ha tenido que vivir.
“Cuando salí, tomé conciencia que no tenía ni isapre, ni fonasa, ni cuenta rut, ni previsión, nada”, recuerda.
El año 1979, Bussenius ingresó al noviciado de la Compañía de Jesús en Santiago, lleno de esperanzas y vocación por ayudar a los más pobres. “Eso fue lo que me cautivó de los jesuitas”, dice. Pero, tras 37 años dedicados completamente al sacerdocio, en 2016 tuvo una fuerte crisis vocacional, que lo llevó a retirarse unos meses a España y luego, en diciembre, solicitar el permiso para alejarse de la vida en comunidad. Un mes después, envió una carta dimisoria a la Compañía de Jesús, renunciando a ser jesuita, aunque oficialmente su dispensa del sacerdocio fue concedida en 2018.
“Cuando salí, tomé conciencia que no tenía ni isapre, ni fonasa, ni cuenta rut, ni previsión, nada”, recuerda.
Su salida coincidió con la de su amigo Cristián Meneses, quien entró al noviciado en 1999 y estuvo 17 años en la Compañía de Jesús. Meneses no sólo renunció al sacerdocio, sino también en 2019 solicitó la apostasía, por "no compartir las dinámicas institucionales" , por lo que fue excomulgado.
Un año después, en 2018, firma la carta de dimisión y dispensas del sacerdocio un amigo de ambos, Jorge Méndez, aunque también había presentado su renuncia en 2017. Fue sacerdote por 24 años, pero antes de tomar los votos había estudiado pedagogía en biología y posteriormente se especializó en mediación familiar.
Mientras estaba al interior de la orden, Méndez trabajó como profesor en el colegio San Ignacio de Santiago, también en el cuidado de ancianos en el Hogar de Cristo, en el colegio San Mateo de Osorno y en el directorio de la Fundación del Colegio San Mateo de Osorno.
Bussenius, como sacerdote, fue asesor de la Pastoral Universitaria y docente de ética profesional de la Universidad de Tarapacá, por seis años, además de trabajar en acompañamiento y asesoramiento en el Centro de Espiritualidad Ignaciana.
Por su parte, Meneses fue profesor de religión en el Colegio San Alberto Hurtado de Fe y Alegría, por dos años, donde recibió un salario de 153.000 pesos, sin pago de cotizaciones, además de impartir talleres en el Centro de Espiritualidad Ignaciana.
Según un documento de balance económico de la Compañía de Jesús, del 2015, la orden tenía a su haber 45.272 millones de pesos en fondos de inversión de Larraín Vial y Moneda Asset.
Para los tres, el hecho de enfrentarse al “mundo real” generó no sólo problemas para encontrar trabajo y generar ingresos, sino también psicológicos, que han ido superando gracias a terapias. Pero, sin duda, para ellos lo más impactante fue darse cuenta que a pocos años de jubilar, en el caso de Méndez y Bussenius, no tenían casi nada de ahorros previsionales. A pesar de que los tres trabajaron como profesores y como administradores en obras de la orden jesuita, su labor no se reflejaba en sus fondos de AFP.
Después de conversar entre ellos, los tres ex jesuitas decidieron realizar una demanda por daños materiales y daño moral en contra de la Compañía de Jesús en Chile, a fines del 2020 en el 12° Juzgado Civil de Santiago, que solicita en total 809 millones de pesos a la orden. E incluso, hicieron un video titulado "una fé que busca justicia", que divulgaron en la comunidad jesuita.
Según un documento de balance económico de la Compañía de Jesús, del 2015, la orden tenía a su haber 45.272 millones de pesos en fondos de inversión de Larraín Vial y Moneda Asset. Pero, mantenía un déficit de 3.700 millones de pesos, ya que sus gastos constituían 5.500 millones de pesos, mientras que sus ingresos eran de 1.800 millones de pesos. A la vez, los jesuitas,-y la iglesia en general-, están exentos de una serie de impuestos en el país, como impuestos territoriales o impuesto a la renta.
“A nosotros nos costó mucho decidir plantear la demanda. Porque es una institución a la cual igual estamos agradecidos, que nos cobijó por años, y sabíamos que también podíamos tener consecuencias, porque es una institución religiosa y grande. Por supuesto que la demanda también es económica, pero ¿Cómo es posible que uno esté en una institución tantos años y no se le dé una ayuda mínima? En el sentido de que sea algo que me ayude a seguir viviendo. Claro, yo decidí libremente salir, y asumo las consecuencias, pero principalmente pedimos justicia”, comenta Bussenius.
Los tres coinciden en que están dispuestos a llegar a un acuerdo con la orden, si ésta reconoce el daño previsional y la injusticia, que consideran, a la que han sido expuestos.
Los miembros de la Compañía de Jesús están obligados a entregar a la comunidad todo lo que reciben por vía de remuneración, estipendio, limosna o cualquier otro ingreso. En esto se juega la pobreza de la Compañía de Jesús, en no poseer nada para sí.
“Queremos establecer este precedente con la demanda, porque hay una falta de reconocimiento a los efectos negativos de haber actuado de esta manera con nosotros. Para nosotros es clave el reconocimiento del derecho humano a la seguridad social”, afirma Cristián Meneses.
A pesar de que recibieron bajos montos de dinero de la compañía algunos meses tras su salida, éstos fueron entregados más como “ayuda” o “caridad” de parte de la congregación hacia ellos, que como compensación por su labor en la institución religiosa.
Los tres creen que en parte tiene que ver con la concepción del voto de obediencia y de pobreza que todos los religiosos que componen la orden realizan. Los miembros de la Compañía de Jesús están obligados a entregar a la comunidad todo lo que reciben por vía de remuneración, estipendio, limosna o cualquier otro ingreso. En esto se juega la pobreza de la Compañía de Jesús, en no poseer nada para sí, es decir, poner por encima de los bienes propios el bienestar y los ingresos de la congregación.
¿Y si el religioso necesita comprarse útiles de aseo? ¿O si sólo quiere dinero para cargar la tarjeta bip!? Entonces, su superior le da algo de dinero para esos gastos personales, pero siempre de manera limitada. Si recibe un sueldo, de manera íntegra éste va para la compañía, aún si son acciones que en la vida cotidiana son comprendidas como trabajo: haciendo clases a alumnos, como académico en universidades, administrando una casa de la compañía o trabajando en alguna de las fundaciones de los jesuitas. La compañía, a su vez, dispone de casas donde viven los religiosos con todas las comodidades necesarias para su vida diaria, alimentación y un seguro de salud que cubre consultas, exámenes y urgencias.
“Pensamos que esta demanda es una oportunidad para que la Provincia Chilena de la Compañía de Jesús se sume a la petición nacional por una seguridad social justa, como parte de un derecho fundamental de los que pertenecen y han pertenecido a ella”, indicaron en una carta a la comunidad jesuita los tres ex sacerdotes.
Desde 1982, en España las congregaciones, incluyendo la Compañía de Jesús-, que por lo demás, tiene su origen en un santo de ese país-, forman parte del RETA (Régimen Especial de Trabajadores Autónomos),para evitar situaciones como lo ocurrido con estos tres ex religiosos y que ninguna persona quede fuera del sistema de seguridad social, y tengan cobertura sanitaria y previsional. En ese caso, son las Congregaciones las que se ocupan de que cada religioso cotice.
“Me generó dolor darme cuenta de la falta de seguridad social, porque la compañía habla mucho de justicia. Si uno ve su revista mensual, el tema de la justicia está por todos lados. Pero esta justicia no parte por casa".
La reacción de los jesuítas conocidos y cercanos a los tres ex religiosos les dejó claro que la demanda iba a ser un proceso difícil. Aunque algunos les manifestaron su apoyo, lo cierto es que la mayoría vió como una traición o como un aprovechamiento económico la acción judicial.
“¿En qué quedó la palabra? ¿En qué quedó la libertad? ¿En qué quedaron sus votos?”, les escribió de manera personal un sacerdote cercano a los demandantes.
“Me generó dolor darme cuenta de la falta de seguridad social, porque la compañía habla mucho de justicia. Si uno ve su revista mensual, el tema de la justicia está por todos lados. Pero esta justicia no parte por casa, sólo queda en documentos. Me parece importante que haya una toma de conciencia respecto a su forma de proceder sobre este tema, que ha afectado a todos quienes por diversas razones han dejado la orden”, opina Jorge Méndez.
Por su parte, durante este mes los tres ex jesuitas esperan que sea emitida la decisión de tribunales de su demanda civil y afirman que de ser desfavorable, apelarán a esta resolución. Pero, independiente de la sentencia, creen que ya han hecho un aporte importante al llamar la atención sobre este asunto, ya que a raíz de su demanda, se enteraron de que los jesuitas han comenzado a pagar la previsión de los religiosos y religiosas que trabajan.
“Todos merecen tener seguridad social y un futuro que no sea inestable frente a lo que pasa en el país. Por lo menos, creo que la demanda ha dado algo de frutos, si están pagando las cotizaciones de los religiosos que ahora están en la Compañía”, consigna Méndez.
“La gratuidad del servicio”
La situación de estos tres ex religiosos llamó la atención del diputado Andrés Giordano (Independiente del Frente Amplio), quien expuso la problemática en la Cámara de Diputados y ofició a la Dirección del Trabajo para que informara sobre la realidad previsional que viven religiosos y religiosas.
La respuesta de la Dirección del Trabajo llegó el 15 de septiembre pasado. En ella, se refiere que sólo existen las fiscalizaciones que solicitó el ex jesuita Jorge Méndez en 2017, como único antecedente.
“Resulta aún más grave e indignante que, organizaciones que se benefician de exenciones tributarias, además lo hagan de no reconocer derechos laborales básicos, lo que por cierto, además significa que el fisco deberá hacerse cargo de las jubilaciones de estos trabajadores que han salido de la Orden, mal llamados ‘cooperadores’”, declaró Giordano en su intervención, quien realizó el oficio en junio del año pasado.
La respuesta de la Dirección del Trabajo llegó el 15 de septiembre pasado. En ella, se refiere que sólo existen las fiscalizaciones que solicitó el ex jesuita Jorge Méndez en 2017, como único antecedente que tiene la Dirección del Trabajo al respecto. Es decir, hasta el año pasado, sólo Méndez habían realizado una denuncia sobre la relación laboral que desarrollaba en la Iglesia como sacerdote.
El documento agrega que es necesario definir primero si los ex religiosos prestaron servicios laborales a la Compañía o sólo tuvieron una relación de voluntariado. Luego, se adjuntan informes de fiscalización ocurridos hasta la fecha, que en parte son tan ambiguos como la respuesta de la Dirección del Trabajo, y que concluyen que es necesario un pronunciamiento judicial para definir si hubo o no relación laboral.
INTERFERENCIA consultó a la Compañía de Jesús sobre la postura de la congregación frente a la demanda (respuesta completa en el documento adjunto a la nota).
“Los jesuitas sacerdotes colaboran con la misión apostólica en su calidad de ministros de la Iglesia Católica, y en ningún caso como empleados de la organización religiosa. Por tanto, no existe un vínculo laboral entre el jesuita y la Compañía de Jesús, sino una relación asociativa, por medio de sus votos religiosos”, expresaron desde la institución religiosa.
“Actualmente, a aquellos jesuitas que trabajan en alguna obra y poseen un contrato de trabajo se les paga su seguridad social conforme a la ley”, señaló la Comapñái de Jesús ante la consulta de INTERFERENCIA.
“Respecto a las tareas propias de un sacerdote jesuita (celebraciones eucarísticas, unciones, acompañamientos de personas, catequesis, clases, experiencias de formación, misiones, etc.), la Compañía de Jesús entiende que la motivación no es la compensación económica sino la gratuidad del servicio. Aunque algunas de estas prestaciones puedan ser remuneradas, lo que se recibe se pone a disposición de la comunidad en que el jesuita vive, como parte de su voto de pobreza, libremente elegido, y que, además, está regulado por la Ley Eclesiástica, incluido el depender económicamente de la misma Congregación para sustentar los gastos de salud y vejez”, agregaron.
La compañía señaló que al dejar la orden, siempre que es posible, han prestado apoyo económico a los ex sacerdotes que lo han solicitado.
Al ser consultados sobre si actualmente se realiza el pago de cotizaciones previsionales a los religiosos que trabajan, señalaron: “Actualmente, a aquellos jesuitas que trabajan en alguna obra y poseen un contrato de trabajo se les paga su seguridad social conforme a la ley”.
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Como hermana de un ex jesuita
La Iglesia tiene exenciones
Lo que acontece con los ex
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