El lunes 22 de marzo de 2021, El Mercurio tituló: “Escenario de segunda vuelta presidencial entre Lavín-Jadue se proyecta como el más competitivo”. Tres meses más tarde, el domingo 27 de junio, La Tercera llevó a dos páginas: “Lavín sale fortalecido en atributos y Sichel se posiciona como su rival más cercano”. En ambos casos, los datos publicados por los diarios que mayor impacto tienen en la agenda pública provenían de la encuesta Panel Ciudadano-UDD, y contenían declaraciones de Eugenio Guzmán, decano de la Facultad de Gobierno de esa casa de estudios.
Pero más allá de las infografías, proyecciones y fichas técnicas, lo mas importante de los artículos era lo que no decían. No decían, por ejemplo, que Eugenio Guzmán es cuñado de Joaquín Lavín, que el prorrector de la Universidad –Ernesto Silva– es uno de los históricos brazos derechos del exalcalde de Las Condes, que Lavín fue uno de los fundadores y dueños de esa casa de estudios y que durante un tiempo ejerció como editor de las páginas económicas de El Mercurio. Si bien los estrechos vínculos entre las partes habían sido previamente develados en un artículo de El Mostrador, esto no fue impedimento para que los datos de la UDD siguieran siendo publicados durante toda la campaña de primarias.
Este mismo nivel de endogamia se vivió respecto de la candidatura de Sebastián Sichel, quien desde mediados de 2020 contó con el beneplácito de la encuestadora Black & White, firma creada por una estrecha colaboradora del exdirector de Banco Estado. Los resultados de sus estudios encontraron inmediata tribuna en El Dínamo, medio digital del cual Sichel fue socio y gerente. Al igual que en el caso anterior, los estrechos vínculos quedaron al descubierto en una investigación de INTERFERENCIA.
Dejando por un momento de lado los evidentes conflictos de interés, resulta llamativo cómo en ambos casos entran en diálogo tres de los actores más desprestigiados de los últimos años en Chile: los partidos políticos, las encuestadoras y los medios de comunicación tradicionales. Más interesante aún es que las razones para la baja credibilidad de los tres parecen tener más de algún punto en común. Veamos.
En el mismo banquillo de los acusados se sientan por estos días las empresas a cargo de las encuestas, las que desde el estallido social de 2019 han sido derechamente incapaces de predecir el comportamiento de la población en las urnas.
Los partidos políticos están en “una crisis mortal”, asegura Noam Titelman en un artículo de Ciper. A su juicio, el fenómeno se debe esencialmente a un “déficit de representatividad y su desajuste con la sociedad civil organizada”. Antonio Díaz-Araújo, gerente general de Unholster y fundador de Decide Chile, complementa en La Tercera que “los partidos políticos siguen siendo analógicos y el votante ahora es digital” y augura que tendrán “una transición muy difícil, porque no son digitales”.
En el mismo banquillo de los acusados se sientan por estos días las empresas a cargo de las encuestas, las que desde el estallido social de 2019 han sido derechamente incapaces de predecir el comportamiento de la población en las urnas. Entre las razones para su falta de precisión, el académico de la UDP Andrés Scherman apunta la falta de representatividad de los grupos encuestados y la creciente participación de segmentos más jóvenes en las elecciones, quienes normalmente no juegan roles activos en este tipo de encuestas.
En el caso de los medios de comunicación tradicionales, su declive en términos de credibilidad y consumo se vio acentuado tras la revuelta. A la caída de 15 puntos en credibilidad reportada por el estudio del Reuters Institute, se sumaron fuertes cuestionamientos por parte de la ciudadanía, la que no tardó en apuntarlos con el dedo tras los hechos de octubre. De esta manera, los grandes medios chilenos atraviesan una tormenta perfecta en la que se cruza la falta de confianza, serios déficit económicos y –más recientemente– polémicas respecto de posibles normativas que regulen su accionar.
Consultado por DW, el director ejecutivo de Fundación Ciudadanía Inteligente, Octavio del Favero, señaló que la falta de confianza generalizada en Chile se debe a “una impugnación muy fuerte hacia la elite política tradicional y a los grupos que han estado en torno a ella”. Si bien Del Favero nombra a sectores como el empresariado y la Iglesia, no es difícil proyectar que los grandes medios de comunicación y las encuestadoras sean percibidas como integrantes de ese otrora selecto grupo que hoy busca explicaciones para una debacle sin precedentes.
Un sistema de medios desconcentrado, independiente y vigoroso es un actor fundamental, como también lo son partidos políticos que efectivamente representen a la ciudadanía y no únicamente los intereses de sus cúpulas.
Si bien hay quienes celebran el desprestigio en el que han caído los partidos, encuestadoras y medios de comunicación, la verdad es que una democracia sana necesita de ellos para mantener su vigencia. Un sistema de medios desconcentrado, independiente y vigoroso es un actor fundamental, como también lo son partidos políticos que efectivamente representen a la ciudadanía y no únicamente los intereses de sus cúpulas. Lo mismo corre para las encuestas, cuyo rol debería ser disminuir la incertidumbre y dar luces sobre diversos comportamientos sociales, más que reproducir narrativas favorables a sus financistas.
Es justamente ahí donde parece radicar el problema que aqueja a estos grupos. Medios, partidos y encuestadoras parecen estar secuestrados por los intereses de grupos minoritarios con escasa y nula conexión con la calle. Es por esto que resulta prácticamente una auto-profecía leer la descripción que El Mercurio hace en su editorial a propósito de la crisis de los partidos políticos e irrupción de candidatos independientes. “Si los partidos funcionan como instituciones cerradas, desarrollarán sus tareas más deficientemente, pero la solución pasa por hacerlos más competitivos, abiertos y transparentes, no por debilitarlos”. Si cambiamos “partidos” por “medios tradicionales”, el argumento se sostiene de la misma manera.
El poder –entiéndase, el de los partidos, medios de comunicación y encuestadoras– debe renovar sus métodos si quiere subsistir. El “desajuste con la sociedad civil organizada” del que habla Titelman parece aplicarse por igual a los tres actores. Sus esfuerzos por mantener un status quo que no resiste más y por dibujar realidades que ya no se sostienen están cavando la tumba de instituciones que –querámoslo o no– serán claves para sostener el tinglado del Chile que nacerá con la nueva Constitución que se redacta en el ex Congreso.
La brecha de la que habla Díaz-Araújo –partidos analógicos y votantes digitales– sirve también para explicar la desconexión que viven algunos de los más longevos medios de comunicación, los que parecen abrumados por redes sociales a las que perciben como enemigas más que como posibles aliadas. Lo mismo ocurre con el factor juventud analizado por Scherman, el que se acentúa en el caso de algunos diarios y canales de televisión.
Las listas de candidatos independientes, los medios de comunicación alternativos y las plataformas digitales que desde distintos rincones buscan crear nuevos espacios de participación son actores fundamentales que han arrinconado a ese antiguo Chile y lo han obligado a cuestionarse –contra su voluntad– dónde ha fallado.
Partidos, medios tradicionales y encuestadoras tienen los recursos, tienen la infraestructura, tienen los contactos y tienen –la mayoría– una historia que les recuerda que hay maneras distintas de hacer las cosas.
El cambio crea dinámicas que incomodan sobremanera a los actores más tradicionales de la sociedad. Espacios como la Convención Constitucional se han convertido en fieles reflejos de esta falta de confianza: mientras los medios más conservadores cuestionan a los independientes y se convierten en cajas de resonancia de ciertos partidos del orden, los convencionales discuten la pertinencia de tener cerca a periodistas de quienes desconfían profundamente.
Partidos, medios tradicionales y encuestadoras tienen los recursos, tienen la infraestructura, tienen los contactos y tienen –la mayoría– una historia que les recuerda que hay maneras distintas de hacer las cosas. Hoy la pelota está en su lado de la cancha y es momento de que reaccionen. El nuevo Chile no seguirá esperándolos por mucho tiempo más.
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