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Viernes, 19 de Abril de 2024
Asiáticos logran contener la pandemia

Serenidad: factor clave para controlar al coronavirus

Manuel Salazar Salvo

La detección temprana de la infección es una estrategia indispensable para controlar, o al menos contener, la actual epidemia. Las pruebas de detección no sólo permiten identificar a las personas infectadas sino también evitar que ellas contagien a otras. Los exámenes, además, hacen posible que un país informe con transparencia sobre el número de pruebas realizadas y el número de casos detectados, aportando valiosa información a los organismos mundiales de salud sobre la intensidad y evolución de la epidemia. 

Admision UDEC

La prueba para detectar la infección, aplicada a gran escala en tiempo récord ha sido posible gracias a la secuenciación y publicación del genoma del nuevo coronavirus pocas semanas después de los primeros casos en Wuhan, en China. Solo una semana más tarde, científicos europeos difundieron el protocolo para detectar la presencia de los dos genes virales. La prueba proporciona un resultado entre 24 y 48 horas después de la recogida de muestras de las zonas nasal y faríngea.

El viernes 13, anteayer, un periódico chino informó que el paciente cero, el primero contagiado, lo había sido en Wuhan el 17 de noviembre pasado. Se trataba de un hombre de 55 años que no logró sobrevivir a la enfermedad. Hasta ahora se ignora cuál fue el animal que lo infectó, pero se cree que el portador inicial fue un tipo de murciélago.

Así, casi sólo en tres meses, el virus se ha extendido a más de 125 países, contagiando a unas 135 mil personas y dejando una dramática estela que sobrepasa las cinco mil muertes.
En las últimas 72 horas, informes oficiales de varios países asiáticos, entre ellos China y Corea del Sur, indicaron que los casos de infectados y los muertos han disminuido notoriamente y que las rápidas y múltiples medidas de contención tomadas desde enero, al parecer tuvieron éxito.
Hoy, el continente más amagado por el coronavirus es Europa, en particular los países de Italia, España y Francia. Los científicos esperan que en el mes de mayo, cuando asome el verano en el hemisferio norte,  la epidemia retroceda, gracias a la elevación térmica, la exposición a un mayor número de horas solares y la reducción en el número de personas susceptibles de infectarse.
Especialistas españoles han afirmado que la temperatura elevada reduce la estabilidad viral en superficies de contacto. Se estima que en verano no va más allá de cuatro horas. De igual modo, los rayos ultravioleta solares inactivan el virus, de modo que  los días largos actúan como antisépticos. Al mismo tiempo,  la ausencia de frío ambiental reduce el riesgo de faringitis e infecciones de vías respiratorias

Chile y el hemisferio sur

Por el contrario, los países del hemisferio sur temen la llegada del invierno, cuando se favorecen las infecciones por virus respiratorios. Pasar más tiempo en espacios cerrados cuando hace frío, con aglomeración y mayor proximidad entre las personas, facilita la transmisión viral.

En Chile se ha han tomado variadas medidas, pero de extenderse la pandemia, pareciera que no serán suficientes. Ya en el otoño los consultorios de salud empiezan a saturarse de niños y adultos con problemas respiratorios y el contacto entre ellos y con el personal de salud es casi inevitable.
Del mismo modo, existe la costumbre de acudir a los trabajos aunque se padezcan síntomas de gripe o resfrío. Tanto en el sector público como en el privado los jefes o supervisores se resisten a enviar a sus casas a las personas que parecen infectadas.

En los medios de transporte, especialmente en el Metro de Santiago, los contagios se multiplicarán si es que las personas insisten en salir de sus casas aunque no tengan la necesidad imperiosa de hacerlo. Lo mismo es de esperar en los ámbitos de la educación, en la administración pública, en las cárceles, en las fuerzas armadas, en las industrias y en otras actividades productivas.
Gran parte de la tragedia vivida en la provincia de Hubei, en China, donde se ubica la ciudad de Wuhan, fue ocasionada por una crisis de atención sanitaria. La avalancha de pacientes a los hospitales y a los servicios de urgencia en un plazo de dos a tres semanas desbordó las prestaciones sanitarias y los servicios médicos. Eso, en Chile y en otros países del hemisferio, hay que evitarlo en la medida de lo posible.

Expectativas optimistas

A pesar de lo que está ocurriendo, la epidemia de COVID-19 no parece tener características de mortalidad y transmisibilidad inmanejables. Quizás con indicadores algo superiores a los de la gripes estacionales y la gripe pandémica de 2009, pero en todo caso inferiores a los valores de otros dos coronavirus como el SARS, en 2002, y el MERS, en 2012.

De los probables escenarios futuros, el que tiene mayor consenso entre los especialistas es una situación entre la epidemia limitada por la contención y la pandemia, con un posible resultado final de epidemia estacional. En la actualidad cuatro cepas de coronavirus causantes de enfermedades respiratorias en humanos se encuentran en esta situación. El virus de la COVID-19 podría tener este destino y convertirse en el quinto coronavirus epidémico estacional.

Las medidas de contención

Las medidas clásicas de contención de contagios, el aislamiento de infectados y la cuarentena probablemente no eviten que se expanda la epidemia y se declare la pandemia. Sin embargo, tendrán un papel importante en el escenario de transición de epidemia a pandemia. A mayor número de casos simultáneos en la población, los servicios de salud tienden a saturarse.
Si mediante las medidas de contención se consigue ralentizar la dispersión del coronavirus de la COVID-19 en la población, se puede manejar de manera más eficaz la epidemia.

Vacunarse contra la gripe. Para la gripe sí existe vacuna, reformulada cada temporada, que protege al vacunado y a las personas de su entorno por efecto de la inmunidad de grupo. Reducir la circulación del virus de la gripe estacional puede tener un efecto beneficioso múltiple. Por una parte, la reducción de su incidencia puede liberar recursos sanitarios para combatir la epidemia de COVID-19. También puede reducir la mortalidad al disminuir la probabilidad de doble infección con ambos virus respiratorios.

Protección del personal de salud. Los trabajadores de la Salud deben disponer de equipos de protección individual suficientes. El acopio infundado de material sanitario por parte de la población general no debería llegar al punto de desabastecer de equipos de protección y otros recursos al sistema sanitario.

Diversos especialistas creen que en la medida que avance la primavera y el verano en el hemisferio norte, el número de casos puede tender a disminuir, como ocurre con otros virus respiratorios sensibles a las temperaturas ambientales altas y humedad baja.

La epidemia podría entonces presentar una segunda oleada con aumento de casos en el invierno del hemisferio austral. Llegados a este punto podría reactivarse una tercera oleada durante el invierno 2020-2021 en el hemisferio norte a partir de los casos diseminados que hayan superado el verano o bien de los importados del hemisferio sur.

Una pandemia implica una trasmisión sostenida, eficaz y continua de la enfermedad de forma simultánea en más de tres regiones geográficas distintas. Ya estamos en esa fase, pero eso no es sinónimo de muerte, pues el término no hace referencia a la letalidad del patógeno sino a su transmisibilidad y extensión geográfica.

Por primera vez en la historia  se está viviendo una epidemia a tiempo real: todos los medios de comunicación, varias veces al día, todos los días, en todo el planeta, hablan del coronavirus. Seguimos el goteo de cada uno de los casos en directo.
Las buenas noticias

Los primeros casos de sida se describieron en junio de 1981 y se tardó más de dos años en identificar al virus causante de la enfermedad. Los primeros casos de neumonía severa se notificaron en China el 31 de diciembre de 2019 y para el día 7 de enero ya se había identificado el virus.

El genoma estuvo disponible el día 10. Se trata de un nuevo coronavirus del grupo 2B, de la misma familia que el Sars, por lo que se le  denominó SarsCov2. La enfermedad se llama Covid19. Está emparentado con los coronavirus de murciélagos. Los análisis genéticos confirmaron que tiene un origen natural reciente (entre finales de noviembre y principios de diciembre) y que, aunque los virus viven mutando, su frecuencia de mutación no es muy alta.

 Desde el 13 de enero está disponible para todo el mundo el examen para detectar el coronavirus, el denominado ensayo de RT-PCR. En febrero y lo que va de marzo se ha perfeccionado este tipo de prueba y evaluado su sensibilidad y especificidad.

Las fuertes medidas de control y aislamiento impuestas por China están dando sus frutos. Desde hace ya varias semanas, el número de casos diagnosticados disminuye cada día. En otros países se está haciendo un seguimiento epidemiológico muy detallado. Los focos son muy concretos, lo que puede permitir controlarlos con mayor facilidad.

La enfermedad no causa síntomas o son leves en un 81 % de los casos. En el 14 % restante puede causar neumonía grave y en un 5 % puede llegar a ser crítica o incluso mortal.

Los únicos datos que a veces se muestran en los medios de comunicación son el aumento del número de casos confirmados y el número de fallecimientos, pero la mayoría de la gente infectada se cura. Hay 13 veces más pacientes curados que fallecidos, y la proporción va en aumento.
Solo el 3% de los casos ocurre en menores de 20 años, y la mortalidad en menores de 40 años es sólo del 0,2%. En menores los síntomas son tan leves que puede pasar desapercibido.

El virus puede ser inactivado de las superficies de forma eficaz con cloro. El lavado de manos frecuente con agua y jabón es la manera más eficaz de evitar el contagio

La colaboración entre los científicos está proporcionando una gran ayuda. En poco más de un mes ya se pueden consultar cerca de 200 artículos en PubMed sobre Covid19 o SarsCov2, además de otros tantos disponibles en los repositorios de artículos todavía no revisados por pares, pre-prints. Son trabajos preliminares sobre vacunas, tratamientos, epidemiología, genética y filogenia, diagnóstico y aspectos clínicos.

Estos artículos están elaborados por cerca de 800 autores repartidos por todo el planeta. Es ciencia en común, compartida y abierta. En 2003, cuando ocurrió lo del SARS, se tardó más de un año en obtener menos de la mitad de artículos. Además, la mayoría de las revistas científicas han dejado en abierto sus fondos sobre los coronavirus.

Prototipos de vacunas. La capacidad actual de los científicos de diseñar nuevas vacunas es espectacular. Ya hay más de ocho proyectos contra el nuevo coronavirus. Hay grupos que trabajan en proyectos de vacunas contra otros virus similares y ahora tratan de cambiar de virus.
Lo que puede alargar su desarrollo son todas las pruebas necesarias de toxicidad, efectos secundarios, seguridad y eficacia en la protección. Por eso, se habla de varios meses u años, pero algunos prototipos ya están en marcha. Algunos de estos prototipos pronto se ensayarán en humanos.

Las vacunas son preventivas. Más importante aún son los posibles tratamientos de las personas que ya están enfermas. Ya hay más de 80 ensayos clínicos para analizar tratamientos contra el coronavirus. Se trata de antivirales que se han empleado para otras infecciones, que ya están aprobados y que ya se sabe que son seguros.

Fuentes seguras de información

Es fundamental que la población se informe bien y de manera segura en fuentes de información serias. Entidades como la Organización Mundial de la Salud, OMS; la Organización Panamericana de la Salud, OPS; el Ministerio de Salud, MINSAL, entre otras; y la mayoría de los medios de comunicación formales, entregan noticias y antecedentes comprobados en sus páginas web. Los expertos recomiendan, además, abstenerse de informarse en las redes sociales. 

La pandemia de gripe de 1918 causó más de 25 millones de muertos en menos de 25 semanas. ¿Podría volver a ocurrir algo similar hoy en día? Como vemos, muy probablemente no. Nunca hemos estado mejor preparados para combatir una pandemia.

Fuentes:

-Mario Luppi: Infectólogo, jefe de la Unidad de Infectología del Hospital Clínico de la Universidad de Chile y profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile

}-Diego Redolar Ripoll: Profesor de Neurociencia y Vicedecano de Investigación de la Facultad de Ciencias de la Salud., UOC. Universitat Oberta de Catalunya

-Antoni Plasencia Taradach: Epidemiólogo. Director del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal)-Hospital Clínic-Universitat de Barcelona, Universitat de Barcelona

-Vicente Soriano: Facultad de Ciencias de la Salud & Centro Médico, UNIR. Universidad Internacional de La Rioja

-Alma Bracho: Genética evolutiva, investigadora del área de Genómica y Salud (FISABIO), Universitat de València

-Ignacio López-Goñi: Catedrático de Microbiología, Universidad de Navarra

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