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Sábado, 21 de Junio de 2025
Columna de opinión

Ultraderecha: estrategia en la red y el arte de retroceder

Roberto Mondaca Cortés

El historiador y educador Roberto Mondaca Cortés analiza los motivos detrás de la victoria de la ultraderecha en la primera vuelta presidencial. En su opinión, el uso de estrategias comunicacionales enfocadas en las redes sociales es uno de los factores relevantes detrás del éxito momentáneo, desglosando en esta columna sus principales elementos.

Se ha hablado bastante de los motivos de la victoria de la ultraderecha en las últimas elecciones, desde la poca cultura política de la población, pasando por una sociedad de consumo que se convenció de lo bueno del sistema, hasta el miedo que genera un programa tan extremo como el de Boric. Sin ansias de anular la multicausalidad de un fenómeno tan complejo, propongo que uno de los factores que ayuda a comprender dicho suceso, tiene que ver con el uso de estrategias comunicacionales enfocadas en las redes sociales, utilizadas con éxito por diversos partidos de la ultraderecha occidental. Este artículo intenta desenmarañar y explicar su funcionamiento, desglosando algunos de los principales elementos que las componen.  

El día 3 de septiembre de este año se reunieron las ultraderechas de la “Iberosfera”, y firmaron la Carta de Madrid. Este delirante documento tiene por objeto advertir que el comunismo, apoyado por el narcotráfico, conformaría una amenaza a la libertad y la democracia en la región, el que estaría siendo articulado por diversas instancias internacionales como el foro de Sao Paulo o el Grupo de Puebla.

Las estrategias comunicacionales de las ultraderechas son extremadamente eficaces y poseen la capacidad de gestar grandes resultados en un corto tiempo. Esto ha llevado a que la izquierda quede atónita y sin capacidad de respuesta por su velocidad de avance.  

Más allá de sus absurdos postulados, conforma la materialización de generar lineamientos comunes de una suerte de internacional de ultraderecha, para combatir a la izquierda en el hemisferio. Ésta se articula como un grupo más focalizado geográficamente que “The Movement”, plataforma dirigida por el ultraconservador Steve Bannon, que organiza y presta asesorías a las ultraderechas de Europa y Estados Unidos. No está de más mencionar que dicho personaje se presenta a sí mismo como uno de los estrategas claves en la campaña presidencial de Donald Trump.

Las estrategias comunicacionales de las ultraderechas son extremadamente eficaces y poseen la capacidad de gestar grandes resultados en un corto tiempo. Esto ha llevado a que la izquierda quede atónita y sin capacidad de respuesta por su velocidad de avance.  

La receta es similar en los casos de Trump, Bolsonaro y Ayuso en España ¿De qué trata? Se basa en la explotación de determinadas acciones en redes sociales que tienen por objetivo instalar principalmente un discurso conservador, nacionalista y ultra neoliberal. Los enemigos centrales son el comunismo y lo que denominan la “ideología de género”.

Sus acciones se basan en comprender que, tal como plantea Byung Chul Han, los medios digitales son medios del afecto. No es necesario estructurar un discurso sensato para generar atracción por medio de la simpatía y la diversión. Tampoco si su objetivo es explotar el miedo y el odio.  Todas estas emociones son explotadas de manera poco visible. Así, nacen realidades paradójicas como generar odio al comunismo, la inmigración o las disidencias, a la vez que simpatía por los chistes o bailes del candidato de ultraderechista de turno. Esto explica que personas poco politizadas decidan dar su voto a candidatos que evidentemente afectan sus intereses.

Este doble juego de miedo y simpatía, genera adherentes en función de emocionalidades pasajeras pero potentes. Insumos utilizados para generar cercanía son los incontables videos que buscan estimular sensaciones agradables donde se puede ver bailar al candidato, diciendo chistes, comiéndose un completo o tomándose una cerveza.

Este doble juego de miedo y simpatía, genera adherentes en función de emocionalidades pasajeras pero potentes. Insumos utilizados para generar cercanía son los incontables videos que buscan estimular sensaciones agradables donde se puede ver bailar al candidato, diciendo chistes, comiéndose un completo o tomándose una cerveza.

La movilización del miedo y el odio, conceptos utilizados por el Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Harvard, Atilio Borón, opera de otra manera. Un elemento estructural de éste nace del discurso de igualar los sistemas de Cuba, Venezuela o Corea del Norte, a pesar de sus notorias diferencias, con la visión política del adversario de turno, sea este el Peronismo en Argentina, Apruebo Dignidad en Chile o el Podemos en España. Importan poco las especificidades y amplias diferencias entre todos esos proyectos políticos. Para la ultraderecha todo es lo mismo.

No está de más decir que la ultraderecha ve comunismo donde simplemente no lo hay. Como plantea Pablo Stefanoni, estos elementos son parte de una batalla contra lo que denominan “izquierda cultural” (concepto que podría entrar en el terreno de las teorías de conspiración, tan extraño como la “ideología de género”). Ésta genera una suerte de paranoia, útil para definir enemigos claros a los que hay que anular a toda costa.

El miedo es instalado por un discurso dicotómico, falaz pero efectivo. Ayuso en España utilizó el lema “comunismo o libertad”, así como Kast el de “comunismo o democracia”. Son distintas versiones de lo mismo, una edición fotocopiada de la tensión entre el bien y el mal. El miedo se explota y resulta. Las elecciones de Trump, Bolsonaro, Milei, Ayuso y Kast lo demuestran.

Paralelamente, el público de la ultraderecha tiende a ser un electorado enfadado con la política tradicional, que se logra sentir interpretado por el líder debido que “habla claro” o “dice lo que muchos piensan y no se atreven a decir”. Así, en las redes sociales se explotan malestares presentes en la población, con la exacerbación de la violencia como respuesta a los problemas locales dando paso a discursos de odio derivados del nacionalismo, el neoliberalismo o el conservadurismo. En Argentina se ataca a “la casta” política y al robo en el Estado, en Chile se critica la ausencia de barreras en la frontera norte del país y la poca mano dura con actividades que categorizan como “terroristas”, las que incluyen fenómenos tan variados como la violencia en el estallido social, pasando por el narcotráfico llegando a la quema de camiones en la Araucanía.

De esta manera, los dogmas anticomunistas, anti disidencias y anti derechos sexuales y reproductivos son naturalizados y posicionados como verdades absolutas, aunque la evidencia histórica y científica contradiga de manera clara aquellos postulados. A estos se suman grupos negacionistas del evidente cambio climático o personas que quieren desregular el uso de las armas. La defensa de estos postulados conforma, en mayor medida, lo que entienden por “libertad”.

De esta manera, los dogmas anticomunistas, anti disidencias y anti derechos sexuales y reproductivos son naturalizados y posicionados como verdades absolutas, aunque la evidencia histórica y científica contradiga de manera clara aquellos postulados.

El arte de retroceder se basa en convertir la insatisfacción que genera el sistema neoliberal en miedo al cambio, estimulando la idea de que hacer un viraje a la izquierda implica automáticamente pasar por encima de las libertades individuales y la propiedad privada, so pena de convertirnos en Venezuela o Cuba. En paralelo se estimulan sensaciones positivas que generen cercanía al candidato y lo muestren en una faceta más allá de la mera seriedad. El agrado, la admiración e inclusive morbo, son fundamentales.

Todos estos discursos son articulados de manera astuta por un líder carismático, quien utilizando la falacia ad hominem (ataque a la persona), la falacia ad baculum (amenaza), la falacia ad verecundiam (por autoridad), entre otras, logra fabricar un sentido común esparcido por las redes con un lenguaje simple, entendible y punzante. El líder tiende a ser incorrecto, ofensivo, agresivo, provocador, insultante, entre otras, y sabe a quién dirigirse. No contenta a todos.

Esta fue una de las diferencias radicales entre Hillary Clinton y Trump. Desde Twitter, éste último lograba que sus opiniones captaran la atención en las redes y los medios de comunicación tradicionales, tanto de adversarios como partidarios, lo que arrebataba espacios de pantalla a su contrincante. Paradójicamente, la molestia que sus dichos eran capaces de generar en adversarios, fue capaz de provocar una masiva cantidad de respuestas capaz de copar la agenda informativa, facilitando la difusión de su discurso y entrampando el debate público en sus puntos de vista.

Para que su discurso resuene de manera constante, las ultraderechas saben que se deben generar estrategias que se adapten a la especificidad de uso de las redes sociales en cada país. Trump utilizó Twitter y Facebook. Bolsonaro se enfocó en WhatsApp, Kast hace un uso intensivo de TikTok.

Para explotar las emociones, esparcir su contradictoria ideología y aumentar su intención de voto, la ultraderecha trabaja también de manera laboriosa en comprender las preferencias de búsqueda en redes sociales, usa Bots, siembra confusión de mano del exceso de información y las fake news, usa propaganda pagada además de organizar un activismo con un discurso virulento y poco empático.

Acerca de la primera, cuando una persona busca un video en Youtube, la plataforma ofrecerá de manera automática otro clip similar. Las aplicaciones aumentan la precisión de los gustos de cada persona, en la medida que se generen más búsquedas. Esto tiene por objeto mantener la atención de la persona en la red social. De esta manera, si se busca información sobre qué es la inflación, es probable que Facebook, TikTok o Youtube, entregue más videos de qué es la inflación y de otros fenómenos económicos similares.

Eso ocurre también con contenido político. Si se busca información de negacionismo de cambio climático o videos de Kast, la red ofrecerá automáticamente más contenido a fin, lo que puede decantar fácilmente en que el receptor se convenza políticamente acerca de las ideas que muestran. Esto estimula el sesgo de confirmación (tendencia a buscar información que confirma mis ideas), la generación de burbujas, la polarización y la intolerancia.

Si bien este es un fenómeno que ocurre con toda tendencia política, es la ultraderecha la que ha usado astutamente esta posibilidad que otorga la red para esparcir sus ideas, generando contenido atractivo para sus usuarios. No es difícil encontrar videos del tipo “Milei destroza a zurda que habla de ideología de género” o “Kast humilla a zurdo comunista”.

Si bien este es un fenómeno que ocurre con toda tendencia política, es la ultraderecha la que ha usado astutamente esta posibilidad que otorga la red para esparcir sus ideas, generando contenido atractivo para sus usuarios. No es difícil encontrar videos del tipo “Milei destroza a zurda que habla de ideología de género” o “Kast humilla a zurdo comunista”.

A esto se agrega que en función de los “me gusta”, estos videos tienen mayor difusión y superior posibilidad de llegar a receptores descontentos con el sistema. Así la población es ideologizada de manera solapada.

También es de suma importancia la utilización de los bots. Estos son comandos informáticos que simulan el comportamiento humano en la red. Entre otras cosas, pueden esparcir determinadas reacciones y fingir identidades humanas. En Facebook pueden poner “Me gusta” en publicaciones de ultraderecha, así como también colocar videos con fake news u otro tipo de contenido virulento en los comentarios de algún medio de izquierda.

Estos pueden generar la sensación de que una idea determinada posee mayor adhesión que la que puede tener en el mundo real.

A todo esto, se suma la utilización de la confusión que genera la información que atiborra las bandejas de entrada. Ésta no permite dirimir entre noticias falsas, pasando por extractos de documentales o reportajes de dudosas fuentes, hasta noticias sensacionalistas y llenas de falacias.

La difusión de fake news conforma uno de los pilares que dieron éxito a la estrategia comunicacional de Donald Trump. Como expone Roberto Rodríguez, en la campaña de Trump se crearon cientos de páginas web fantasmas que lanzaron noticias falsas con temas que iban desde el apoyo que le habría dado el Papa, hasta el abuso sexual de una niña de 13 años por parte de Hillary Clinton. A pesar de lo irrisorio de tales planteamientos, el 75% de los estadounidenses expuestos a este tipo de contenido en Facebook, las creyó. Junto con ello, en los últimos tres meses de campaña las fake news beneficiosas para Donald Trump, fueron compartidas 30 millones de veces y las de Hillary Clinton apenas 8 millones.

Las fake news pueden ser diseminadas por diversos medios. En el caso de Trump, Facebook fue fundamental. Por su parte, en la campaña de Bolsonaro se utilizaron las cadenas de WhatsApp. Con estrategias diferenciadas, el objetivo era el mismo: estimular el fenómeno de la post verdad, a decir, generar confusión y enforcar el debate público en noticias de dudosa veracidad y una alta carga emotiva, las que acaban siendo más influyentes que la propia verdad.

Dentro de la confusión informativa, un fenómeno importante a subrayar son las operaciones de voter supression (supresión de votos). Los esfuerzos del equipo de Trump por disminuir la imagen de Hillary Clinton, llevaron a que se sembraran dudas acerca de la trayectoria de la candidata en sus adherentes, con el objeto de que éstos pusieran en tela de juicio su apoyo, de manera tal que se quedaran en su casa y no fueran a votar. Según Winston, los 150 millones de dólares utilizados en dicha acción, llevaron a que se realizara la operación de supresión de voto más exitosa de la historia de Estados Unidos.

También la propaganda pagada es fundamental. Tal como ocurrió con Trump y la empresa Cambridge analítica, existen anuncios que se dirigen principalmente a población indecisa. En la actualidad los especialistas en marketing político generan contenido específico en función de perfiles psicológicos nacidos de las reacciones en la web (“me gusta”, “me importa”, “me enoja”, etc.).

Dicha información es conseguida por la compra de grandes paquetes de datos (big data), a megacorporaciones como como Facebook o Twitter. Éstas entregan datos de los usuarios y facilitan un manejo de la mente a un nivel pre reflexivo, que explota las emociones adecuadas para conducir nuestras preferencias políticas en momentos determinados.

No está de más particularizar que con lo expuesto no quiero decir que los medios de comunicación tradicionales no tengan poder. Más bien, busco hacer visible que hay un elemento nuevo, que con éxito refuerza el discurso de la ultraderecha y hace más difícil generar una respuesta efectiva.

El último elemento dice relación con una militancia activa en las redes sociales. Esta se traduce en la existencia de grupos virulentos que ayudan a reventar ventanas de comentarios en Facebook, Youtube e Instagram, burlándose e ironizando sobre opiniones contrarias, sin reparos en la utilización de la amenaza y el acoso. Todo vale en el juego del poder de la ultraderecha.

No está de más particularizar que con lo expuesto no quiero decir que los medios de comunicación tradicionales no tengan poder. Más bien, busco hacer visible que hay un elemento nuevo, que con éxito refuerza el discurso de la ultraderecha y hace más difícil generar una respuesta efectiva.

No hay una receta clara para hacerle frente a la amenaza que representa el extremismo de derecha a la verdadera libertad y a la verdadera democracia. La búsqueda de convencernos de vivir en un callejón sin salida, donde impere la indignidad y la desigualdad, con casi nulos derechos a la mujer y las disidencias, y que además ignora destrucción medioambiental y el descalabro climático, no puede doblegar al amor y la razón. Tenemos tiempo para reaccionar. Aún queda la posibilidad de defender la consolidación de un sistema realmente justo. Tenemos mucho que perder, pero también, un mundo que ganar, el futuro está en nuestros teclados.



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