Imagine que a usted le ofrecen un terreno estupendo, de una hectárea en un sector muy bello, cercano a un río, pero que está emplazado encima de una falla geológica.
En un país como Chile, eso se resuelve aplicando la normativa antisísmica a la hora de construir. Pero imagine que usted está en otro país donde la normativa no se ha actualizado: usted se construye una casa tres pisos, encima de un acantilado y sin ningún dispositivo antisísmico porque, total, no ha temblado en un siglo.
Grandes inversionistas, compañías de seguro y fondos de pensión cometieron un error parecido al confiar en el mercado de renta fija como apuesta segura. En el caso de las AFP chilenas el resultado es socialmente dramático.
Grandes inversionistas, compañías de seguro y fondos de pensión cometieron un error parecido al confiar en el mercado de renta fija como apuesta segura. En el caso de las AFP chilenas el resultado es socialmente dramático, porque está erosionando las pensiones de los que ya jubilaron y desnudando su peor cara: que no es un sistema de seguridad social.
Para entender la magnitud del desastre hay que entrar a la máquina del tiempo y retroceder algunos años. Allí están sus orígenes como ceguera colectiva.
Lo bello de lo fome
Un bono es la promesa de un flujo de pagos que realiza un gobierno, un banco o una empresa grande. Un documento vinculante mediante el cual este gobierno, banco o empresa, se compromete a realizar un pago de intereses (semestrales, por lo general) y el capital al final del período estipulado. Cinco, diez, veinte años, da lo mismo. La tasa de interés la fija varios factores, entre ellos la solidez del deudor y el horizonte de inflación.
Sin embargo, el comprador del bono puede tener necesidad de recuperar su inversión antes de que el deudor devuelva el capital. Bastaría venderle el bono a un tercero que se encargará de cobrarlo. Eso sí, hay que asumir que el comprador aplicará un descuento, un porcentaje que refleja el riesgo de que el deudor original no devuelva el capital.
Supongamos que nos estamos en un mudo sin Covid. La inflación es baja y comprar bonos del gobierno federal de los Estados Unidos o a la República de Chile es una inversión de bajo riesgo y de una rentabilidad aceptable. Compramos los bonos, cobramos el interés y al cabo de algunos períodos ya conviene venderlo, pues no ocasiona pérdida. El descuento es tan bajo que los cobros de interés lo compensan a partir de un cierto número de períodos.
El descuento, por lo tanto, es la variable clave. Si la inflación es baja, el deudor es sólido y la oferta y la demanda de bonos se mantiene en equilibrio, el descuento se mantendrá bajo. Incluso caerá, y todos los inversionistas de renta fija del mundo estarán felices y despreocupados. Pero se estarán construyendo una linda casa de tres pisos encima de una falla sísmica.
La trampa
Desde comienzos de este siglo la Reserva Federal, el banco central de los Estados Unidos de América, es el principal comprador de deuda pública de su propio gobierno. Al hacerlo inyecta cash en la economía, mantiene las tasas de interés baja y la máquina del crédito funcionando.
Todo comenzó el 2001. Ese año reventó la burbuja puntocom y Al Qaeda derribó las torres gemelas. El golpe fue de tal magnitud que la Reserva Federal (la Fed) decidió salir al rescate de los inversionistas con dinero gratis. Cuando todo volviera a la normalidad, esa generosa liquidez comenzaría a ser retirada.
Pero en el camino se incubó otro Alien, otra burbuja especulativa, esta vez basada en hipotecas basura. La Reserva Federal restringió la liquidez e hizo subir las tasas en 2007. En consecuencia, los pobres y la clase media ya no pudieron pagar sus hipotecas y se produjo un efecto dominó que arrastró a bancos y aseguradoras. A diferencia de 2001, esta vez hubo dolor, desempleo, vidas arruinadas.
La respuesta fue la misma: “Volvamos a comprar bonos e inundar este país (y el mundo) de dólares gratis”. En 2013 se repitió el guión: “chicos, lo peor ya pasó. Ya es hora de dejar de distribuir dinero gratis”.
El Covid devolvió la economía a los viejos tiempos, cuando una catástrofe natural podía alterar severamente el valor de los activos financieros y provocar una crisis real: la Crisis Covid
El solo anuncio, sobre todo en el mercado de renta fija. Cientos de inversionistas grandes, inversionistas serios, literalmente chillando como niños pequeños porque les iban a quitar la liquidez y subir la tasa de interés, arruinándoles el negocio. El episodio se conoció como Taper tántrum, el berrinche afilado.
La Fed tuvo que recular, y al hacerlo creó la tercera burbuja en menos de dos décadas: la burbuja de la renta fija. Una burbuja poco sexy en comparación con las anteriores, que no ofrecía grandes rentabilidades, sino algo más cansino: riesgo y volatilidad bajas para los adultos mayores.
Hasta que sucedió lo peor.
El Covid devolvió la economía a los viejos tiempos, cuando una catástrofe natural podía alterar severamente el valor de los activos financieros y provocar una crisis real: la Crisis Covid
La crisis paralizó el comercio, el turismo, el ocio y numerosos servicios que representan una porción enorme de la demanda agregada. La cadena logística mundial se paralizó, y desde entonces avanza en cámara lenta generándose cuellos de botella en todos los mercados de consumo final. Los precios, después de veinte años, comenzaron a subir.
Con esta inflación retroalimentada por las ayudas fiscales, la mantención de la política monetaria de libre demanda se tornó insostenible.
La bajada local
En Chile la nueva realidad de los precios pinchó la narrativa del fondo E y de la renta fija nacional como una inversión de bajo riesgo y poca volatilidad. Desde que el valor cuota de dicho fondo comenzó a caer (acumula una caída del 17%) muchos economistas lo explican por los retiros. Analizan la caída de la rentabilidad del fondo E como señal de un exceso de oferta de bonos. Las AFP se habrían visto obligadas a vender para poder devolver el dinero efectivo a los afiliados.
La narrativa del Fondo E como una “alternativa de bajo riesgo” para jubilados y personas en vísperas de jubilar ha sido el equivalente a construirse una casa en encima de una falla geológica sin los resguardos del caso.
Los datos de la Superintendencia de Pensiones pintan un panorama más matizado. La posición neta en bonos de Tesorería (tanto en pesos como en UF) se debe medir en cantidad de cuotas de un mismo instrumento y de una misma serie de bonos. Las AFP, a partir del primer retiro, han vendido y recomprado muchos de esos bonos y lo curioso es que, a pesar de que han vuelto a comprar, sus descuentos han subido de manera sistemática.
Eso quiere decir que el valor de los bonos no está reaccionando tanto al juego de oferta y demanda como a las expectativas de inflación. Los datos están hasta mayo, por lo que la situación pudo haber cambiado desde entonces.
La narrativa del Fondo E como una “alternativa de bajo riesgo” para jubilados y personas en vísperas de jubilar ha sido el equivalente a construirse una casa en encima de una falla geológica sin los resguardos del caso. Es como como un guión de película de catástrofe, esas en que un geólogo advierte el peligro que corre la ciudad y nadie lo escucha. Algún día se tenía que revertir el mundo de la inflación baja y la liquidez infinita, fundamento de las tres burbujas señaladas.
Todas esas crisis impactaron duramente en las cuentas individuales de las AFP, pero esta, la de la renta fija, amenaza con transformarse en la lápida de un sistema que ya siente la cuenta regresiva, con o sin cuarto retiro.
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