El historiador Timothy Snyder publicó a fines del 2020 en The New York Times y en El País su ensayo sobre el fenómeno de Trump “La Mentira no desaparece con el Mentiroso”. El académico de la Universidad de Yale señala que la Democracia en “Estados Unidos no va a sobrevivir solo con apartar al mentiroso del poder. Necesitará una cuidadosa repluralización de los medios y un compromiso con la verdad como bien público”. Esta afirmación hoy también es válida para todos los países que han recibido, de manera industrialmente estandarizada la estrategia comunicacional del Nacional Populismo para transformar en competitiva su plataforma política extremista.
“Obviamente ni la xenofobia ni las discriminaciones de distinto origen desaparecieron de las sociedades democráticas durante los sesenta años posteriores al III Reich, pero la cercanía del trauma generó impacto en la ciudadanía y obligó a los actores políticos a tomar distancia de cualquier discurso o método que hiciera rememorar esa historia vergonzante”.
Luego de los horrores del nazismo -que llegó al poder en Alemania tras su inusitado éxito electoral de 1932- la ultraderecha nacionalista estuvo por varias décadas ideológicamente proscrita en Europa; y donde no lo estaba, tampoco constituía una amenaza, dada la evidencia empírica de sus criminales resultados de intolerancia, difamación y discursos de odio como herramienta de acción política. Obviamente ni la xenofobia ni las discriminaciones de distinto origen desaparecieron de las sociedades democráticas durante los sesenta años posteriores al III Reich, pero la cercanía del trauma generó impacto en la ciudadanía y obligó a los actores políticos a tomar distancia de cualquier discurso o método que hiciera rememorar esa historia vergonzante. Algo similar a lo que ocurrió en Chile después de la Dictadura, cuando el Informe Rettig y la Comisión Valech forzaron hasta en la UDI a levantar el discurso de la “centroderecha”, del “AliancismoBacheletista” y hasta de las preferencias socialdemócratas de su otrora líder Joaquín Lavín.
Pero el tiempo ha pasado, llegó el olvido y se han ido reinstalando las viejas recetas totalitarias de comunicación política, ahora en nuevos envases digitales. Así pudo ganar Jair Bolsonaro en Brasil, después de exponer al 98% de sus electores a una o más noticias falsas, según IDEIA Big Data. Así también logró Trump que el supremacismo blanco norteamericano se transformara en un activo de campaña, digitado con más de 30 mil falsedades, según registró The Washington Post a lo largo de sus cuatro años de mandato. Y eso también ha sido determinante en Chile para levantar a un candidato que ha formulado más de 30 propuestas autoritarias, según una investigación difundida ayer por la Fundación Ciudadanía Inteligente, a partir de un estudio que replica la metodología de Levitsky y Ziblatt en su obra “Cómo mueren las democracias”.
Esta involución democrática es posible porque el Nacional Populismo no trepida en usar un método de campaña probado, eficaz y archiconocido como el “miente, miente que algo queda” de Joseph Goebbels, pero que en el siglo XXI se potencia con las herramientas tecnológicas de Cambridge Analytica y con la pasiva complicidad de algunos medios y de comunicadores, que aceptaron ser caja de resonancia del rumor infundado y de la noticia falsa. Tal como lo hiciera la cadena Fox con Trump en Estados Unidas.
“Nuestro mercado de medios de comunicación carece de la musculatura de la prensa norteamericana. Por eso inquieta tanto constatar que el profesionalismo del New York Times y del Washington Post no pudo lograr contrarrestar la avalancha de fake news que se originaban directamente desde la Casa Blanca o frenar la delirante ola de desinformación esparcida en las redes de Qanon”.
Nuestro mercado de medios de comunicación carece de la musculatura de la prensa norteamericana. Por eso inquieta tanto constatar que el profesionalismo del New York Times y del Washington Post no pudo lograr contrarrestar la avalancha de fake news que se originaban directamente desde la Casa Blanca o frenar la delirante ola de desinformación esparcida en las redes de Qanon. Tampoco ABC, CBS, NBC y algo más tarde CNN fueron suficiente dique de contención para impedir la creación de una realidad paralela, que al igual que en Chile es difundida en forma focalizada, usando y abusando de los datos personales, penetrando redes de whatsap y saturando plataformas abiertas como Facebook y Twitter, mucho más influyentes en la formación de opinión pública que los medios de comunicación tradicionales.
La Democracia Liberal supone el respeto irrestricto al resultado de las elecciones periódicas, con voto universal, secreto e informado. Esta última cualidad, la información fidedigna, está amenazada en Chile y en el mundo por la mentira explícita y por la instalación del rumor o la duda infundada.
Comentarios
Cómo siempre gran columna de
La Democracia se construye y
Estimada. Un peridoista no es
Me gusta leer los artículos
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