Distintos temas internacionales han tomado la agenda de cada país durante el último tiempo: la crisis climática, la escasez de agua, el aumento en el precio de los combustibles y la creciente inflación, se ven agudizados por escenarios como el conflicto armado entre Rusia y Ucrania.
Al respecto, INTERFERENCIA conversó con Gabriel Gaspar, quien se desempeñó como subsecretario de Guerra desde 2000 hasta 2006, y fue embajador de Chile en Colombia y Cuba, además de ocupar el cargo de subsecretario para las Fuerzas Armadas entre 2014 y 2015.
Cientista político y diplomático, Gaspar aborda en esta conversación su postura respecto a la experiencia de cooperación internacional de los organismos que han intentado aunar voluntades en Sudamérica, las cuales a su juicio han terminado desvirtuadas por sesgos ideológicos, y las posibilidades de establecer nuevos esfuerzos en función de posibilidades en común. Asimismo, se refiere a la trastienda del conflicto entre Ucrania y Rusia, y la postura que debería mantener Chile respecto de las crecientes tensiones entre China y Estados Unidos.
¿Qué posibilidades de desarrollo conjunto ve respecto a nuestros países vecinos en Latinoamérica?
En primer lugar, es de público conocimiento que en América Latina en materia de organismos de integración y cooperación los antecedentes son amplios y poco exitosos en general. Me refiero en particular a organismos de coordinación política, como Unasur y Prosur, ambos a esta altura virtualmente superados.
En mi opinión, la tónica con la que los gobiernos han enfrentado estos organismos fue básicamente a partir de decisiones ideológicas. Es decir, si Unasur si bien nació como un mecanismo de concertación política muy exitoso en sus primeros años -uniendo desde Uribe a Chávez, pasando por Lula- después se ideologizó y se puso muy en la tónica bolivariana, por lo que terminó dejando su origen. Y al revés, el gobierno de Piñera con los gobiernos colombianos y el gobierno de Macri trataron de crear una suerte de antípodas como fue Prosur, que fue un organismo que nunca terminó de nacer.
Eso es un error, que es ver las relaciones internacionales a partir de simpatías ideológicas, vale decir, soy amigo de este país si es que su presidente es más o menos de mi mismo signo político. Es una equivocación, puesto que las relaciones internacionales son relaciones entre estados y son permanentes, no dependen de los cambios de gobierno. Tiene poca continuidad en el tiempo y por ello los tratados son de largo plazo.
Junto con estos dos, que quizás fueron los más renombrados, aparecen otra gran cantidad de organismos que parecen muy frondosos pero terminan siendo muy poco eficientes. Ante eso, otra forma de enfrentar esta situación es ir de menos a más. Y a partir de ello buscar desafíos comunes que podemos tener los sudamericanos.
“En América Latina en materia de organismos de integración y cooperación los antecedentes son amplios y poco exitosos en general. Me refiero en particular a organismos de coordinación política, como Unasur y Prosur, ambos a esta altura virtualmente superados”.
Uno de ellos, por ejemplo, es la migración. Esto es una historia antigua, siempre ha existido, pero las migraciones masivas y descontroladas desequilibran. Y uno de esos capítulos se da hoy en el continente, en particular con la crisis venezolana. Aquí nuevamente se peca de la politización de estos temas. Si yo quiero regular esta migración uno de los elementos que tengo que hacer es ayudar a que se resuelva el origen de esta crisis. Por un lado está el tema de la crisis gubernamental venezolana y por otro esta crisis se agrava por las sanciones que se han aplicado a Venezuela. Cualquiera sea la proporción de la responsabilidad, lo cierto es que hay una crisis económica y por eso la gente sale buscando mejores condiciones. Este desafío de la migración nos debería convocar a todos los países sudamericanos a enfrentar el problema de una manera común, porque ninguno lo puede resolver por sí solo. Estos mecanismos deberían ayudar a resolver la crisis venezolana y no a “echarle más fuego”, que es lo que hizo Piñera en Cúcuta, pretendiendo una sublevación de las Fuerzas Armadas y generando una influencia externa de forma directa.
Otro tema son las oportunidades de desarrollo. Acá nuevamente se plantea siempre tratar de concertar una estrategia común de desarrollo para todos, pero es muy difícil porque cada país tiene distintas perspectivas, algunas son muy estatistas y otras son muy liberales. Es complejo poner de acuerdo a todos los países en materias económicas porque eso depende de cada uno. Pero lo que se puede hacer es aprovechar las oportunidades. Y entre ellas, aparece el litio, que es una materia prima que tiene múltiples aplicaciones y un tremendo potencial.
Se da la circunstancia de que una de las principales reservas de litio a escala mundial se encuentra en la intersección entre Bolivia, Chile y Argentina. Entonces, somos tres países que somos ricos en este mineral. Más allá del imaginario de crear una empresa común, lo ideal sería plantear algo súper básico: pongámonos de acuerdo entre los tres países en cómo vamos a trabajar la explotación de este mineral. A las tres partes nos conviene ponernos de acuerdo nosotros en el precio. Porque cuando se produce la búsqueda de socios y tecnología extranjera para ayudar en la extracción del recurso, si no se está organizado de forma común, las condiciones las pondrán otros países, y negociarán según lo que más les convenga. Entonces planteo ir a lo que sucedió con los cinco países originales de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) respecto al crudo. En definitiva, ellos manejaron y coordinaron sus acciones para el mejor uso de los recursos que el petróleo les daba a todos ellos.
“El desafío de la migración nos debería convocar a todos los países a enfrentar el problema de una manera común, porque ninguno lo puede resolver por sí solo. Estos mecanismos deberían ayudar a resolver la crisis venezolana y no a “echarle más fuego”, que es lo que hizo Piñera en Cúcuta, pretendiendo una sublevación de las Fuerzas Armadas y generando una influencia externa de forma directa”.
Esa posibilidad está abierta para los tres países, y para ello no es necesario ser de izquierda ni de derecha ni liberal ni regionalista. Es sólo pensar en la recíproca ventaja que tendríamos los tres y para eso no hay que crear un organismo con un enorme edificio ni pagar funcionarios con sueldos millonarios, nada de burocracia. Esta sería una secretaría técnica que coordine a los tres entes que cada país maneja en este tema.
Usted mencionó que la política exterior en Sudamérica ha estado cruzada por ese sesgo ideológico. Esta idea de organismo en función de un interés común, ¿es factible de llevar a cabo en las condiciones actuales?
Creo que no hay impedimentos en este momento. Por ejemplo, esto supone que tiene que haber un acuerdo de alta política entre los tres países. No lo podemos dejar al mercado puramente, porque vamos a terminar con las grandes multinacionales seduciendo a uno en desmedro del otro y ellos pondrán sus condiciones hasta terminar controlando la explotación. Por eso, creo que es una muy buena oportunidad y espero que esté en el horizonte de los gobiernos. Para esto, no sólo debe estar en la cabeza de los gobernantes sino que también se debe crear opinión pública que sea favorable a este tipo de iniciativas.
Este nuevo gobierno se ha propuesto imprimir cierto sello, también generacional, respecto de algunos valores que le gustaría destacar en su gestión, como el respeto al medioambiente, a los derechos de las mujeres y de los pueblos originarios. ¿A nivel de política exterior, qué tan factible es establecer relaciones a partir de esa base identitaria?
Creo que hay dos grandes ámbitos en las relaciones internacionales. Una son las relaciones bilaterales, es decir, de un estado con otro estado. Y en ellas, el principio básico es el respeto a la soberanía del otro país y la no injerencia en sus asuntos internos. Nadie es dueño de la verdad y menos a escala mundial, se debe siempre ser respetuoso de la soberanía de cada país. Ahí hay que ser cuidadoso desde el lenguaje hasta los gestos.
Otro tema son los llamados temas globales, esos asuntos que involucran a todos los países y que ninguno puede resolver por sí mismo. Un caso ejemplificador de ello es la crisis medioambiental, agudizada por el cambio climático. En esos temas, tenemos que tener una opinión obviamente, pero la expresamos en el ámbito multilateral y los foros permanentes son aquellos que todos hemos acordado participar que es Naciones Unidas. En esos foros planteamos nuestra visión respecto del cambio climático o de la preservación del agua, porque es el lugar pertinente donde hacerlo. El tema de la escasez de agua no lo va a resolver Chile por sí solo, tiene que ser un esfuerzo global.
Otro caso, por ejemplo, puede ser la defensa de los derechos humanos, en su amplia magnitud. Para esos temas, hay organismos como el Alto Comisionado de Derechos Humanos que hoy lo preside la ex presidenta Michelle Bachelet que tiene una sesión anual, y cuando Naciones Unidas observa que hay una situación grave en un país, envía un veedor para que observe y somete un informe al Consejo de Derechos Humanos. Ahí uno entrega una opinión y lo hemos hecho como país respecto a la situación de los palestinos en Gaza o del apartheid en el pasado. Pero estamos en el marco de una invitación de Naciones Unidas para pronunciarnos sobre un tema y una investigación específica.
Sobre una alianza entre Chile, Argentina y Bolivia por el litio: “Es sólo pensar en la recíproca ventaja que tendríamos los tres y para eso no hay que crear un organismo con un enorme edificio ni pagar funcionarios con sueldos millonarios, nada de burocracia. Esta sería una secretaría técnica que coordine a los tres entes que cada país maneja en este tema”.
Entonces, desde ese punto de vista de relaciones internacionales hay que ser muy profesional, en que nosotros no somos jueces para andar apuntando a todo el mundo. De partida, en el país tenemos bastantes situaciones complejas en distintos aspectos y también ubiquemos cuál es el tamaño de Chile. Yo a ratos veo que hay otra desproporción en lo que se piensa de lo que somos. Chile es un país, por decirlo en términos económicos, que producimos menos de la mitad de lo que produce Argentina y menos de la tercera parte de lo que produce el Estado de Sao Paulo. Entonces un país chico o mediano en el concierto mundial no puede erigirse como el Vaticano que le anda diciendo a todo el mundo cómo tiene que hacer las cosas.
Por otro lado, el ser chico no es malo. Porque los países que tenemos este tamaño no constituimos una amenaza para nadie, y si además de chicos somos ordenados, y si además de ordenados somos cooperativos y ayudamos a los demás, entonces somos bien vistos desde afuera. Un país con desarrollo institucional y con progresos donde hemos sido capaces de superar problemas muy complicados como lo fue la dictadura y el clima de guerra civil al que nos llevó.
¿El presidente Boric se apresuró en tomar partido en el conflicto entre Rusia y Ucrania y en destacar la figura del presidente ucraniano?
No voy a opinar sobre autoridades, no me corresponde. Soy un simple ciudadano y no tengo los elementos tienen las autoridades para efectuar sus pronunciamientos. Pero, es indudable que en el caso ucraniano es que hay dos temas en uno.
Un tema es la guerra misma en Ucrania que todos conocemos y que en algún momento se va a acabar, en el sentido de un alto al fuego. Ahora, que se construya la paz, es otro problema. Hay guerras que terminan pero no construyen paz, como por ejemplo en Corea, donde se terminó la guerra pero hasta la fecha no se ha firmado más que un armisticio, el conflicto permanece e inclusive el despliegue de fuerzas. Entonces, en mi apreciación, si en un conflicto todos los involucrados empiezan a perder con su prolongación, ha llegado el momento de empezar a negociar con profundidad. Acá cada actor está perdiendo: Ucrania está siendo destruido, su población está siendo castigada y migrada. Están perdiendo los países europeos porque subió el combustible y aumentó la inflación, junto con recibir una migración que no deja de aumentar día a día. Y Rusia está enfrentando grandes pérdidas económicas y sanciones de todo tipo. Y nadie está logrando victorias definitivas, entonces están dando los elementos para que al menos en lo que se refiere al conflicto armado, las partes lleguen a un acuerdo de alto al fuego.
“Nadie es dueño de la verdad y menos a escala mundial, se debe siempre ser respetuoso de la soberanía de cada país. Ahí hay que ser cuidadoso desde el lenguaje hasta los gestos”.
Pero la guerra ucraniana es el árbol que nos oculta otro bosque. Y ese bosque es el orden geopolítico al menos de esa zona de Europa o de Eurasia como también se le conoce. Porque tienen toda la razón los europeos cuando dicen que Rusia ha utilizado la fuerza y necesitan repensar su seguridad. Y también tienen toda la razón los rusos cuando apuntan que cuando se acabó el muro de Berlín se acordó que la OTAN no se expandía, y se siguió expandiendo y hacia dónde. En 1962 los entonces soviéticos instalaron cohetes nucleares en Cuba y los estadounidenses amenazaron de inmediato con una tercera guerra si es que no se retiraba ese armamento. ¿Por qué? Porque se sentían amenazados. Ese mismo argumento es el que está utilizando Rusia, y no hoy ni ayer, sino que ya van más de 20 años que lo viene reclamando y no le hacían caso. Hubo las advertencias de que se iba a utilizar la fuerza y la terminó usando. Por lo mismo, creo que el conflicto geopolítico sigue pendiente.
Este no es un conflicto, como algunos quieren colocar, producto de una personalidad desequilibrada, en el sentido de que es “la guerra de Putin”. No, si no hubiese Putin habría otro dirigente con características similares, porque ahí está el interés de Rusia. Y tampoco el tema es ideológico como se ha planteado, de que hay una democracia que está siendo agredida por una dictadura. Obviamente, la calidad de la democracia deja mucho que desear en ambos casos. Por ejemplo, Ucrania es un país cuya lamentable situación de corrupción, que vive desde hace bastante rato, ha impedido que la Unión Europea acoja su demanda de incorporación mientras no eleve sus estándares. Y si bien ha tenido una tremenda derrota en la destrucción de su país, también ha tenido una gran victoria político-comunicacional, porque logró instalar el dilema de David y Goliat, que mal no le ha ido. La herida que quedará entre ambos países durará décadas, sino siglos, lo que es terrible.
A ratos veo opiniones llenas de adjetivos y en el análisis de los intereses nacionales hay que tener la frialdad del Estado Mayor. A mí a veces me gustan mucho más los análisis que hacen oficiales de la Academia de Guerra, que son mucho más profesionales en su apreciación.
Otra tensión que está muy presente en el mundo actual, y que se agudizó durante el gobierno de Donald Trump, son las relaciones entre Estados Unidos y China. Hasta la fecha, Chile ha logrado mantener una suerte de neutralidad. ¿Esto podrá ser sostenido en el tiempo y puede mantenerse al margen de esta tensión que va en aumento, considerando lo estratégico de ambos países para el estado chileno?
Esto es muy interesante, se produce lo que algunos estrategas llaman la Trampa de Tucídides, aludiendo a la emergencia entre dos potencias como eran Esparta y Atenas, que en algún momento inevitablemente van a chocar. Esto es lo que está pasando con la emergencia del desarrollo chino. China ya es una superpotencia. En los planos económicos y comerciales podríamos hablar que existe una bipolaridad, porque en el plano militar, la superioridad de Estados Unidos es enorme respecto a China.
Entonces, los países como Chile que tenemos una muy buena relación política y estratégica con Estados Unidos, también tenemos una excelente relación comercial con China. Entonces empieza una especie de dilema de hijo de padres separados, de con quién se va a vivir. Cualquier opción es complicada, y en eso estamos.
“Van a haber cambios en el orden mundial y un reacomodo de las hegemonías. Chile tendrá que acomodarse a eso”.
Ahora, hay que estar atento a los cambios que puedan provocar la guerra ucraniana. Todos los países en Europa están repensando cuál es su destino futuro. Todos quieren mejorar su seguridad, no quieren que les pase lo de Ucrania, que se metió con un vecino más grande y al mismo tiempo sus aliados que le habían ofrecido ayuda no llegaron. Así lo expresó el presidente ucraniano cuando dijo que los dejaron solos. Y hoy se hacen colectas y los organismos internacionales sacan enérgicas declaraciones, pero ayuda militar no hubo en la práctica.
En Europa hay varias corrientes. Los nórdicos piensan que la seguridad se garantiza con neutralidad y una disposición muy positiva a las operaciones de paz en el mundo. Los países más cercanos a Rusia son profundamente pro norteamericanos. Pero por ejemplo, el eje franco-alemán, plantea no ser el vagón de cola de las decisiones de Washington, sino que tenga consideración sus propios intereses. Sin lugar a dudas, Europa se tendrá rearmar y rediseñar su política exterior, y vamos a tener un mundo más multipolar.
Japón y Corea del Sur descansan en una estrategia donde ante un eventual conflicto tendrían el apoyo norteamericano, pero acaban de ver lo que ocurrió con Ucrania, donde sólo hubo sanciones económicas que son terribles pero a largo plazo. Castigan a la población y nunca provocan cambios políticos, que es lo que han hecho con Cuba o Venezuela. Entonces, van a haber cambios en el orden mundial y un reacomodo de las hegemonías. Chile tendrá que acomodarse a eso y lo más importante es cómo colaboramos a los esfuerzos de estabilidad y paz global.
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Interesante lo que plantea
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