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Viernes, 18 de Julio de 2025
Análisis internacional

Guerra en Ucrania: Avanzando hacia la última línea roja

Andrés Almeida

En el horizonte de una gran batalla en la primavera boreal, los actores del conflicto lo están escalando. La llegada de tanques alemanes -y tal vez aviones F-16 estadounidenses- al frente por parte de Ucrania y la aparente voluntad rusa de resolver esto por las armas, y -de momento- no negociar, incrementan el peligro de poner en escena armas nucleares. 

Este artículo es parte del newsletter exclusivo La Semana del pasado sábado 28 de enero de 2023, y ahora se comparte para todos los lectores.

En jerga militar y diplomática, una línea roja es aquella que una potencia traza cuyo traspaso por parte de otra potencia implica iniciar o escalar un conflicto militar.

Ejemplos hay miles, tantos como inicios de guerras y pasos de conflictos locales a regionales y de regionales a mundiales. El más conocido, tal vez; la invasión alemana de Polonia en 1939, que dio pie a la Segunda Guerra Mundial.

Respecto del conflicto actual de Ucrania y la OTAN con Rusia, se puede discutir horas cuál fue la primera línea roja que fue vulnerada. Según los ucranianos y los occidentales, se trata de la invasión rusa misma, iniciada el 24 de febrero de 2022, con lo que se inició esta guerra que ha sacudido Europa. Según los rusos, la guerra la viene empujando Occidente desde que acicateó desde 2014 un conflicto a baja escala en el Donbás, siendo la línea roja vulnerada la violación por parte de Ucrania de los Acuerdos de Minsk para negociar una salida pacífica a dicho conflicto, ante la vista gorda de Alemania y Francia, como garantes de esos acuerdos.

Casi un año después de iniciado el conflicto bélico, puede que ese debate no sea el de mayor relevancia. Esto, porque tras iniciadas las hostilidades a nivel de países, la mayoría de las decisiones de los beligerantes han apuntado a escalar el conflicto y no a negociar una salida pacífica. Es decir, se han pasado más líneas rojas que las iniciales.

Fuera de la disquisición por ahora teórica, de si la línea del frente corresponde o no a territorio ruso, pues en la práctica Rusia no responde como si la atacasen cuando se trata de esos cuatro oblast directamente en conflicto, está el problema de Crimea.

Ha habido excepciones, como las conversaciones iniciales en Estambul, Turquía, que derivaron en acuerdos para permitir el comercio de los granos rusos y ucranianos, o la pronta aceptación de los polacos de que un misil que cayó en su territorio y mató a dos de sus ciudadanos no era ruso, sino ucraniano, pese a que Volodímir Zelenski, el presidente de Ucrania, afirmó lo contrario, tal vez con la esperanza de producir la entrada directa de la OTAN al conflicto.

Pero, ya es un hecho que Estados Unidos ha empujado a Occidente a ser parte indirecta, pero fundamental, en la guerra contra Rusia. 

Eso tal vez estaba claro desde los primeros envíos de ayuda militar estadounidense, pero estos estaban enfocados en conseguir pertrechos de fabricación soviética, a los cuales estaban familiarizados los militares ucranianos, y sus características eran más bien defensivas. En ese momento, explícitamente Joe Biden -el presidente estadounidense- descartó la entrega de armas ofensivas como tanques o aviones de combate.

Después, vino un soporte logístico y tecnológico occidental al alto mando ucraniano, con lo que pudieron contar con -por ejemplo- apoyo satelital y de inteligencia para sus operaciones.

Luego empezó a cuajar la idea de dar apoyo para una gran contraofensiva ucraniana, y Estados Unidos cedió a partir de junio de 2022 varios sistemas de artillería móvil de alto alcance, conocidos como Himars, fundamentales para atacar la retaguardia de los rusos, juunto con otro armamento. En ese momento, Biden dijo que no equiparía los Himars con municiones de mayor alcance, pues no estaba dispuesto a permitir el ataque a territorio ruso con armas estadounidenses.

En respuesta, los rusos hicieron referéndums en septiembre y los oblast de Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón pasaron a ser territorio ruso, al menos para la ley rusa y su doctrina militar, con lo que los Himars, legalmente, para los rusos, golpean territorio de Rusia. De todos modos, los Himars funcionaron, y en el otoño boreal, Ucrania pudo hacer una contraofensiva importante y expulsar a los rusos de Járkov y de toda la rivera norte del río Dniéper, incluida la ciudad de Jersón, capturada en noviembre de 2022. En respuesta, Rusia hizo una movilización parcial de 300.000 nuevos soldados y destruyó buena parte del sistema eléctrico ucraniano mediante misiles de precisión.

Fuera de la disquisición por ahora teórica, de si la línea del frente corresponde o no a territorio ruso, pues en la práctica Rusia no responde como si la atacasen cuando se trata de esos cuatro oblast directamente en conflicto, está el problema de Crimea.

En marzo de 2022 Biden dijo que "enviar material ofensivo y tener aviones y tanques con tripulación y pilotos estadounidenses significaría la Tercera Guerra Mundial". La frase vista hoy parece una línea roja más vulnerada, aunque se podría asumir que el Presidente se refería a la tripulación y no a los aviones y los tanques mismos.

Este oblast fue ocupado por Rusia en 2014, y aunque no es reconocido como ruso por Occidente, todas las señales políticas y diplomáticas del gobierno de Vladimir Putin indican que si es amenazado por los ucranianos -hoy completamente apertrechados con armas occidentales- será causa de declaración de guerra. Nuevamente, en el territorio meramente legal, Rusia no está en guerra con Ucrania, sino que conduce una "operación militar especial", pero, más allá del eufemismo, ese estatus en sí se trata de una línea roja, pues la guerra con mayúsculas -por una hipotética defensa de Crimea, por ejemplo- implicaría la movilización completa de Rusia bajo la ley marcial y la disposición de sus fuerzas armadas, doctrinariamente, en posición de supervivencia, lo que implica empezar a mover arsenal nuclear.

La noticia de esta semana es que finalmente Zelenski obtuvo el vamos para la llegada de cientos de tanques occidentales; en especial los Leopard 2 alemanes, que se encuentran en Europa, pero también tanques Abrams estadounidenses, además de cantidades menores de tanques pesados franceses y británicos.

Con esto, occidentales y ucranianos estiman que podrán hacer frente una posible ofensiva rusa, hacia la primavera boreal de 2023, evitando la captura rusa del Donbás o de lo que está en manos ucranianas en Zoporiyia y Jersón. Los optimistas -desde el lado occidental- incluso creen que con los tanques occidentales será posible una nueva contraofensiva ucraniana, que implicaría recuperar más territorio, ahí donde las condiciones tácticas lo permitan, Y los súper optimistas incluso piensan que es posible romper el cerco en Zaporiyia -donde está la planta termonuclear- y tomar la ciudad sin costa de Melitopol, y desde ahí amenazar el corredor terrestre que hoy une Crimea con Rusia, lo que abriría la expectativa de retomar el puerto de Mariupol -y por lo tanto volver a tener presencia en el Mar de Azov- y... recuperar Crimea.   

Para ponderar esta mirada occidental recomiendo este artículo de Foreign Affairs; Las advertencias de Kennnan sobre Ucrania, de Frank Costigliola, el que aborda las predicciones de George Kennan, un sovietólogo estadounidense, que predijo el derrumbe de la Unión Soviética y que ha sido duro crítico de la expansión de la OTAN hacia el este de Europa.

De acuerdo a varios analistas, incluidos pro occidentales, la batalla -o las batallas- que sucedan en la primavera boreal serán decisivas para el curso de la guerra, pues casi todos estiman que Rusia tiene el tiempo a favor. Eso, en tanto ha estabilizado su economía, ha evitado el aislamiento internacional, ha reorganizado sus fuerzas armadas, lo que incluye en hacerlas crecer hasta tener 1,6 millones de reclutas, y ha aceitado su maquinaria de guerra, con lo que no ha mostrado -a diferencia de lo que decía la propaganda occidental- quiebres de stock en sus municiones. 

De tal modo, la apuesta es que una derrota rusa -o al menos un debilitamiento importante, como para negociar con alguna fuerza desde el lado ucraniano- es ahora o nunca. Y en ese dramatismo han jugado Zelenski y Biden, con lo que consiguieron los tanques alemanes, pese a la reticencia de la propia Alemania. Esto, aunque probablemente el costo para el Presidente ucraniano, fue una purga de colaboradores suyos, acusados por corrupción (desde donde las armas siempre pueden ir al mercado negro), conforme se lo habrían exigido los estadounidenses, desde la CIA.

La duda que surge es qué pasaría si Zelenski tiene éxito y los tanques alemanes terminan desfilando en Sebastopol, Crimea.

El problema de ahora es que Zelenski pide los F-16 estadounidenses y lanza misiles de mayor alcance. Al respecto conviene leer Ucrania consiguió los tanques, Ahora también quiere los aviones de combate, de Cristina Gallardo, en Politico, donde se advierte del riesgo de escalamiento del conflicto y de una potencial pesadilla logística.

En marzo de 2022 Biden dijo que "enviar material ofensivo y tener aviones y tanques con tripulación y pilotos estadounidenses significaría la Tercera Guerra Mundial". La frase vista hoy parece una línea roja más vulnerada, aunque se podría asumir que el Presidente se refería a la tripulación y no a los aviones y los tanques mismos.

Así y todo, después de estas palabras la inteligencia occidental en el primer semestre de 2022 incluso barajó la opción de transferir los F-16 y buscar pilotos mercenarios afganos, quienes fueron aliados de Estados Unidos en su guerra en Afganistán, ante la imposibilidad de entrenar rápidamente pilotos ucranianos. Algo que se descartó, porque era prácticamente condenar a la muerte o a la cárcel de por vida a los afganos que cayeran en manos rusas, quienes serían tratados como mercenarios. Al parecer el asunto era más grave, pues en octubre de 2022 se reportó que los rusos reclutaron afganos que lucharon con Estados Unidos en Afganistán.  

Tal vez en limpio quede que la línea roja estadounidense que todavía pervive -antes de la nuclear- es la no introducción formal de combatientes de la OTAN en Ucrania (aunque siempre estará el problema de los mercenarios). 

Para eso conviene revisar las propias palabras de Biden, quien el 2 de junio de 2022 escribió una carta para The New York Times titulada Presidente Biden: esto es lo que EE. UU. hará y no hará en Ucrania

En ella afirma que "no buscamos que haya guerra entre la OTAN y Rusia. A pesar de mi gran desacuerdo con Putin y de que sus acciones me parecen indignantes, Estados Unidos no intentará provocar su destitución en Moscú. Mientras Estados Unidos o nuestros aliados no sean atacados, no participaremos en este conflicto de manera directa, ni enviando tropas estadounidenses a luchar en Ucrania ni atacando a las fuerzas rusas. No estamos alentando ni permitiendo que Ucrania ataque más allá de sus fronteras. No queremos prolongar la guerra solo para infligir dolor a Rusia".

Pero también dice: "sé que a muchas personas de todo el mundo les preocupa el uso de armas nucleares. Por ahora no vemos ningún indicio de que Rusia tenga intención de utilizar armas nucleares en Ucrania, aunque Rusia recurra en ocasiones al discurso de su poderío nuclear, lo cual es peligroso y extremadamente irresponsable. Permítanme ser claro: cualquier uso de armas nucleares en este conflicto a cualquier escala sería completamente inaceptable para nosotros, así como para el resto del mundo, y tendría graves consecuencias".

Por otro lado, todo indica que Rusia no ha renunciado a cumplir con los objetivos que se trazó en la guerra; que Ucrania no entre a la OTAN, la absorción de los cuatro oblast anexados y desmilitarizar y "desnazificar" el país (esto último se traduce como un cambio de régimen en Ucrania).

La duda que surge es qué pasaría si Zelenski tiene éxito y los tanques alemanes terminan desfilando en Sebastopol, Crimea.

Los rusos -y la mayor parte de los analistas- consideran que ese es un escenario muy improbable, pero todos coinciden en que el mundo estaría sentado sobre un polvorín nuclear. 

De momento, probablemente Rusia no considere formalmente un casus belli el flujo de los Leopard hacia su línea del frente -otra cosa es la retórica, pues la propaganda rusa insiste en que su país vive una 'guerra híbrida' contra la OTAN, lo que ha sido acicateado en estos días por las declaraciones de Annalena Baerbock, la ministra de Relaciones Exteriores de Alemania, quien dijo que "estamos librando una guerra contra Rusia"-, pero está por verse cuál será el nivel de involucramiento de los militares occidentales en la mantención de dichos tanques en terreno e incluso en su operación (varios soldados occidentales ya están en Ucrania, sin ser parte de los ejércitos de sus países).

Por otro lado, todo indica que Rusia no ha renunciado a cumplir con los objetivos que se trazó en la guerra; que Ucrania no entre a la OTAN, la absorción de los cuatro oblast anexados y desmilitarizar y "desnazificar" el país (esto último se traduce como un cambio de régimen en Ucrania).

La solidificación de estos objetivos -considerados maximalistas- también alejan la posibilidad de una paz negociada. Pero, Vladimir Putin, el presidente ruso, al parecer se ha forjado la convicción de que no cumplir con todos estos objetivos implica poner en riesgo la existencia misma de la Federación Rusa. 

En especial, los rusos están reticentes a hablar con los occidentales luego de las declaraciones de la ex canciller alemana, Angela Merkel y el ex presidente francés, François Hollande, quienes aseguraron que usaron los Acuerdos de Minsk para que Ucrania haya ganado tiempo y así poder armarse, lo que perjudica una salida negociada con Europa.

La pregunta siguiente es dónde cae la línea roja de Biden y Estados Unidos si es que Ucrania cae en la rendición incondicional.    

 

[Algunos artículos interesantes respecto del tema]

- Se acerca la gran batalla: Las fuerzas ucranianas se preparan para la fase más intensa de la guerra, de Juian Borger, en The Guardian.

¿Qué esconde la vacilación de Scholz ante el envío de Leopard? de la Deutsche Welle.

- La nueva fase de la guerra de Putin en Ucrania es brutal, el editorial de The New York Times

- La pesadilla de las armas de la OTAN a Ucrania, de Scott Ritter en Consortium News.

- Blinken pondera el orden posterior a la guerra de Ucrania, la columna de David Ignatius en The Washington Post.

- La trayectoria global se aleja de la singularidad de Estados Unidos, un artículo de Global Times de China, apartir de entrevistas con Scott Ritter.

- El jefe del Estado Mayor de Rusia nombra las amenazas a la seguridad militar del país, en Sputnik.

- Ucrania enfrenta obstáculos logísticos antes de las entregas de tanques, de Loveday Morris, Emily Rauhala, Dan Lamothe y David L. Stern, en The Washington Post.



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Por fin un analisis que muestre ambos lados de la historia, y no solo la version gringa, a la que nos tiene acostumbrados toda la prensa occidental! Esta claramente es una guerra OTAN contra RUsia, provocada, financiada y apertrechada por la OTAN, peleada por ucranianos que en los hechos hace rato son parte de la OTAN. EEUU dificilmente ha buscado la paz en este tema, sino satisfacer los deseos de su industria armamentista y del petroleo, como suele hacer en todo el mundo.

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