Según distintas estimaciones, durante el mes pasado se proyectaba que desde la primavera de 2022, han arribado a la Gran Manzana 122.000 migrantes, en su mayoría latinoamericanos y centroamericanos, tensionando enormemente la capacidad del sistema de refugio de la ciudad. Esto provocó que en octubre el alcalde neoyorquino Eric Adams anunciara una gira de cuatro días por Latinoamérica para conocer las principales rutas que siguen los migrantes.
Durante el mismo mes, la Alcaldía de Nueva York había vuelto a pedir al Tribunal Supremo de la ciudad que "modifique o suspenda temporalmente" una ley de 1981 -denominada ‘decreto de Callahan’- que le obliga a dar techo a cualquier persona que lo solicite, para responder así a la situación actual.
La nueva moción al tribunal argumenta que Nueva York “ha hecho más que ninguna otra ciudad en los últimos 18 meses para responder a esta crisis humanitaria”, pero “el rumbo explosivo de nuevas entradas en los (servicios de) cuidados de la ciudad no muestra signos de flaquear”.
El escenario ha permeado fuertemente en los medios de comunicación, donde se destaca una compleja situación de una ciudad desbordada, donde ocurren fenómenos curiosos como migrantes viviendo temporalmente en hoteles de lujo ante la falta de refugios suficientes para dar abasto a la demanda de albergues.
En ese contexto, Interferencia conversó con César Barros Arteaga, profesor asociado de la Universidad del Estado de Nueva York en el campus New Paltz y director del Departamento del programa de Estudios Latinoamericanos.
Barros Artega es chileno, pero reside en Estados Unidos desde hace 20 años y en Nueva York hace diez. Desde su llegada, se ha vinculado con distintas organizaciones dedicadas a tratar la situación migratoria en la ciudad, por lo que ha podido constatar la evolución del tema.
“Partí como hace seis años trabajando con personas que venían llegando, yo como inmigrante. Ingresé como intérprete, justo al comienzo del gobierno de Trump en 2016. Había mucha persecución y hostigamiento hacia los migrantes, incluso en Nueva York que en ese momento se transformó en ciudad santuario, una tipificación que establece que en la ciudad, entre otros aspectos, la policía ni ninguna otra agencia puede cooperar con agencias federales de migración”, describe.
“Empecé a trabajar en un grupo llamado Coalición del Nuevo Santuario, que fue uno de los colectivos que más creció en esos momentos y que tenía un programa de acompañamiento en cortes del cual participé. Entonces, entre otras cosas, acompañamos a la gente a esos tribunales que son un lugar muy inhóspito y nosotros también ahí fungimos como testigos, para que los jueces supieran que había alguien más mirando”, explicó.
Además, apunta, “también teníamos una clínica legal. Lo anterior, porque en Estados Unidos en las cortes de migración los inmigrantes no tienen derecho a un abogado del Estado o un defensor público, por lo que tienes que conseguir un abogado por tu cuenta. En esta clínica tomamos principalmente solicitudes de asilo y aproveché de aprender bastante del sistema legal. Era un trabajo coordinado entre el tema legal, acompañamiento y trabajo político de visibilización. Hubo mucho trabajo en la calle y ahí fui conociendo gente hasta meterme mucho en el tema”.
¿Cómo explicas que haya sido tan masivo en la prensa internacional este imaginario de la ‘ciudad desbordada’?
“Es difícil contestar esto sin entender de dónde viene esta situación. En junio o julio del año pasado, en el peak del verano en Estados Unidos, el gobernador de Texas comenzó todo un proceso ligado a la Operación Lone Star, un programa que ha servido para perseguir y criminalizar migrantes. Lo que hizo, en la práctica, fue contratar buses que llevaban a migrantes desde un punto a otro. Como es un gobernador republicano de los más visibles, conservadores y anti inmigrantes, empezó a enviar a los buses a ciudades santuario. Esto, como provocación obviamente. Así, comenzaron a mandar buses constantemente, en un largo viaje con la gente en muy malas condiciones y con poca información sobre el lugar donde iban a ser trasladados”.
“Con mi grupo de ahora rápidamente se contactaron otros grupos de base que han trabajado con migración y ayuda mutua durante la pandemia. Inmediatamente empezamos a ir al terminal de buses a buscar gente. Esto se convirtió también en un show mediático, con el alcalde de Nueva York yendo al lugar para decir que son ciudad santuario, que iban a recibir a los migrantes y a sacarse fotos. Pero luego la gente quedaba tirada”.
“Nosotros empezamos a orientar a las personas, que en su mayoría era de Sudamérica. Muchas personas venezolanas, pero que venían de otros países, de segundas o terceras migraciones. La gente que llegaba tenía que buscar albergue y no había ningún tipo de ayuda por parte de la ciudad, todo estaba muy descoordinado. Para darte un ejemplo, la policía de migración te quita todos los papeles. Entonces si tienes una pareja y un hijo, y no tienes cómo probar que eres familia, te van a mandar a albergues distintos. Nosotros tuvimos que armar ese tipo de papeleo a través de la ayuda mutua y la ciudad va montando sobre ello”.
¿Cómo reaccionó la ciudad frente a esta ola migratoria?
“Desde un principio se vio que los buses no iban a parar de llegar. En este caso, no necesariamente es una ola migratoria distinta, sino que ésta ha tenido la ciudad como destino de forma muy rápida, mucha gente que se va de Texas a Nueva York, directamente”.
“Quizás la última gran ola que había salido en la prensa fueron las caravanas que venían de Honduras, en especial de población garífuna. De esa ola, mucha gente llegó a Nueva York. Cuando yo estaba en el Santuario haciendo asilos, esa era la población que más atendía”.
“El año pasado, en el peak del verano en Estados Unidos, el gobernador de Texas comenzó todo un proceso ligado a la Operación Lone Star, un programa que ha servido para perseguir y criminalizar migrantes. Lo que hizo, en la práctica, fue contratar buses que llevaban a migrantes desde un punto a otro. Como es un gobernador republicano de los más visibles, conservadores y anti inmigrantes, empezó a enviar a los buses a ciudades santuario. Esto, como provocación obviamente”.
“Entre medio de todo esto, hubo medidas como que el alcalde pagaba pasajes para que las personas siguieran a Canadá. Es decir, lo mismo que estaba haciendo el gobernador de Texas. Entonces el enfoque, para empezar, es que se trata de un problema. No hay ninguna otra conceptualización de la migración que no sea que se trata de un grupo de cuerpos problema que hay que sacarse de encima. Mis comentarios a esas noticias tienen que ver con ello, con este enfoque a la migración en general. Y ese no es el único que se puede tener. El enfoque de la ayuda mutua considera un aspecto básico que tiene que ver con la historia de Nueva York, que es que nosotros en algún momento llegamos acá y hubo vecinos que hicieron cosas para ayudarnos a que nos pudiéramos instalar”.
“Otro punto importante es que Nueva York tiene hace muchos años en su constitución la obligación de ofrecer albergue. Eso es una cuestión bastante particular de la ciudad, que el alcalde está intentando romper. En ese sentido, han ido varias veces a la Corte para que se haga una excepción constitucional y la ciudad pueda negar el albergue a las personas que están llegando a Nueva York. Se podría interpretar que están intentando desincentivar la llegada de nuevos migrantes diciendo que ya no los recibirán acá, pero es básicamente lo mismo que ha hecho Estados Unidos en la frontera y eso no ha significado que la gente deje de venir”.
¿Qué tal está la capacidad de albergar gente en la ciudad? Uno de los temas que más se destacó en la prensa fue cómo había migrantes viviendo en ‘hoteles de lujo’ ante la falta de refugios disponibles…
“En cuanto a la habilitación de albergues, la postura de la ciudad de Nueva York desde el comienzo ha sido bien reticente, haciendo lo que tiene que hacer, pero jamás pensando en cómo lidiar a largo plazo con las personas que están llegando a la ciudad. Entonces, se ha gastado mucho dinero en hoteles, que muchas veces se dice que se trata de habitaciones de lujo. Hay que pensar que muchas de estas instalaciones ya no se constituyen en hoteles, sino más bien en dormitorios, los cuales en muchos casos tienen bastantes reglas y algunas de ellas muy arbitrarias. Para ejemplificar, uno puede tener una habitación de lujo en Manhattan, pero puede que esta no necesariamente tenga un microondas y claramente no tiene una cocina, por lo que no cuenta con condiciones mínimas para instalarse. Si ves la comida que dan en el hotel de lujo, en muchos casos es comida congelada o inservible. Y todas esas habitaciones están ocupadas por familias”.
“Los hombres solteros son como el grupo más desechable, funcionando de la misma manera que un sistema carcelario. De hecho, se han habilitado ex cárceles y hangares para recibirlos. Y son trasladados constantemente. Estamos hablando de gente que cuando llega lo único que quiere es ponerse a trabajar y dejar el hotel o albergue en el que lo ubicaron, pero si te cambian de lugar todo el tiempo y te alejan de tu empleo, lo pierdes”.
“El enfoque de la ayuda mutua considera un aspecto básico que tiene que ver con la historia de Nueva York, que es que nosotros en algún momento llegamos acá y hubo vecinos que hicieron cosas para ayudarnos a que nos pudiéramos instalar”.
“Durante el verano se abrieron albergues que ni siquiera se llamaban así pero en la práctica funcionaban como ello. En un lugar para 2 mil personas tenían habilitadas ocho duchas y pocos baños. Ahora la población no solo es de sudamericanos que hablan español sino que también una cantidad importante de gente proveniente de Mauritania y Senegal. También han tratado de armar carpas gigantes como centros de detención y durante los temporales de lluvia de hace un tiempo estaba todo inundado”.
A partir del mensaje que ha instalado el alcalde Adams, con acciones como su gira a Sudamérica para revisar las rutas por dónde llegaban los migrantes. ¿Se puede decir que la ciudad está efectivamente colapsada?
“La ciudad no está colapsada. Lo que sucede es que Nueva York tiene un problema de indigencia y personas en situación de calle muy grande, desde mucho antes de que llegara el primer bus con migrantes el año pasado. Estamos hablando de 80 mil personas en situación de calle que la ciudad malamente ha tenido que alojar. Entonces, lo que está haciendo la ciudad ahora es decir ‘estamos colapsados’ y desde una de las vocerías de la alcaldía incluso usaron el término ‘indigentes indígenas’ para hacer la diferencia entre los que estaban y los que vienen llegando. Pareciera que están tratando de hacer dos clases de homeless y de poner a la población una en contra de la otra. Eso resulta y es muy fácil de que esa manipulación de la opinión prenda”.
“Más allá del supuesto colapso, en la ciudad hay un problema mucho más de fondo, que tiene que ver con la falta de bienes raíces disponibles. Tal como indican distintas investigaciones, en la ciudad hay por lo menos 80 mil unidades vacías que tienen renta controlada. Es decir, toda la gente que está en la calle ahora versus todos los espacios vacíos cuyos dueños están aguantando por si cambia la regulación”.
“La ciudad podría crear todo tipo de políticas que en verdad se dediquen a atender el problema de la indigencia y no simplemente estar respondiendo a estas emergencias como si fuese algo coyuntural de cuerpos que están entrando, y seguir con las mismas políticas que le sirven a los desarrolladores inmobiliarios y no a las poblaciones que van quedando sin casa porque las rentas han subido de una manera insólita. Está todo mezclado, no lo podemos ver sólo como un problema de los migrantes o de los indigentes”.
¿Qué tanto ha permeado ese discurso del desborde y de personas en situación de calle buenos o malos?
“Es difícil de saber, pero creo que el alcalde definitivamente está utilizando cosas que ya están ahí y potenciándolas. No creo que las esté inventando, el sentimiento antiinmigrante en Nueva York igual existe, incluso viniendo, a la vez, de otros migrantes”.
“Más allá del supuesto colapso, en la ciudad hay un problema mucho más de fondo, que tiene que ver con la falta de bienes raíces disponibles. Tal como indican distintas investigaciones, en la ciudad hay por lo menos 80 mil unidades vacías que tienen renta controlada. Es decir, toda la gente que está en la calle ahora versus todos los espacios vacíos cuyos dueños están aguantando por si cambia la regulación”.
“Desde la Coalición de Ayuda Mutua en la que trabajo, incluso cuando la alcaldía está haciendo cosas buenas, nosotros lo vemos con mucha suspicacia porque vemos cómo operan. Cuando hay alguna ganancia política hacen cosas, pero también van a sacarse fotos a eventos que les puedan favorecer, pero después siguen con este discurso donde pareciera que estamos viviendo la emergencia más terrible que ha tenido la ciudad y jamás lo enfocan desde otro punto. Y el gasto es real. Es cierto que la ciudad ha gastado mucho dinero, por ejemplo, en contratos millonarios a administradores de hoteles. Y en vez de eso, podrían estar haciendo un plan de inserción a la ciudad. Existen programas de vouchers de viviendas, pero que no han sido activados por la ciudad. Hay que entender que los migrantes no le están quitando la vivienda a nadie”.
¿Actualmente qué acciones están llevando a cabo desde el colectivo en que estás participando?
“Desde el comienzo hemos realizado varias conferencias de prensa con migrantes, para centrar la voz en ellos. Sistemáticamente hemos estado denunciando lo que ha estado pasando. Tenemos conexión con muchísimos albergues y viviendas de emergencia. Dos de nuestras miembras escribieron una columna en El País al respecto. También hacemos campañas para conseguir recursos para poder entregar cosas mínimas como comida caliente o conseguir una ducha”.
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