La brisa primaveral de mayo recorría las calles de París en 1900, y los franceses engalanados, tal cual como hoy en día, esperaban que pronto se inauguraran los II Juegos Olímpicos de la historia contemporánea, donde la Francia colonial quería ostentar su potestad frente al mundo. El certamen deportivo no venía solo, era acompañado de la flamante Exposición Universal de París, un evento que no tenemos tan fresco en nuestra memoria histórica pero que fue fundamental en la Europa de fines del XIX y principios del XX.
Con una inversión de 18 millones de dólares de la época, visitados por más de 50 millones de personas y en un espacio de 120 hectáreas se desplegó la expo con inmensos pabellones que contenían lo “asombroso” para la mirada moderna de la época, sobre todo centrada en el progreso tecnológico, donde los nuevos inventos ocupaban un lugar protagónico y también indicaban a la sociedad de ese entonces que el camino emprendido por la civilización occidental era el correcto.
¿Qué pintan los Mapuche en esta escena? Sucede que entre los pabellones donde se presentó la electricidad, el teléfono y tantos otros avances, también se exhibió el “retraso y la barbarie que aún existían en el mundo”, pero que felizmente estaba pronto a extinguirse. En la expo de 1889, el principal atractivo fue la village nègre, que contaba con 400 personas provenientes de las colonias francesas, exhibidas básicamente como zoológicos humanos.
Una buena parte de la gloria estética del París de hoy en día se debe a estos eventos, ya que muchos de los monumentos que hoy son icónicos, como la Torre Eiffel (1889) y el Museo de Orsay (1900), fueron construidos especialmente para estas exposiciones. Se preguntarán ustedes: ¿Qué pintan los Mapuche en esta escena? Sucede que entre los pabellones donde se presentó la electricidad, el teléfono y tantos otros avances, también se exhibió el “retraso y la barbarie que aún existían en el mundo”, pero que felizmente estaba pronto a extinguirse. En la expo de 1889, el principal atractivo fue la village nègre, que contaba con 400 personas provenientes de las colonias francesas, exhibidas básicamente como zoológicos humanos.
Este deshumanizante y brutal episodio de 1889 combinaba el morbo europeo por lo exótico con el placer de arrogarse la superioridad como “raza blanca”. Y por supuesto, en la previa a los JJOO de 1900, se repitieron los pabellones con “salvajes” provenientes de África y, también, América. Ahí estaba una familia mapuche, que deleitó con su pintoresco atraso al público blanco de París.
Por su parte, los medios chilenos estaban horrorizados, ya que básicamente se avergonzaban de que un “araucano” fuera a confundir la imagen de “civilización de Chile”. El periódico El Colono de Angol se manifestó particularmente preocupado. Pidió la intervención de Gobierno para salvar la “decencia chilena”: “Esta exhibición de indios nos va a dejar por los suelos si no nos apresuramos a protestar de una vez, y si nuestro Gobierno no interviene con los empresarios de esta original exportación de carne humana para exigirle que expliquen muy detalladamente al pueblo francés que las muestras que llevan son los últimos restos de los primitivos pobladores de Chile”. En Buenos Aires, el periódico El País, con un indisimulado racismo aclamó su “necesaria” extinción: “¡Pobres indios! ¡Pobres razas nativas! El progreso hace bien en barrerlas, como ha barrido la tisis a la raza negra con que el bueno de Las Casas reemplazó en su martirologio a las razas indígenas. El progreso hace bien en barrerlas desde que ya, o sirven para otra cosa que para ser expuestas en un circo europeo”.
Trascurridos 124 años, este sábado, a lo largo de 42 km que cruzarán las calles de las antiguas Exposiciones Universales, los franceses y el mundo verán correr como el viento a otro mapuche en París, ahora como protagonista de un deporte olímpico. La valía atlética y el talento son méritos que acompañan a Hugo Catrileo en su clasificación y en la tremenda temporada que lo precede.
Trascurridos 124 años, este sábado, a lo largo de 42 km que cruzarán las calles de las antiguas Exposiciones Universales, los franceses y el mundo verán correr como el viento a otro mapuche en París, ahora como protagonista de un deporte olímpico. La valía atlética y el talento son méritos que acompañan a Hugo Catrileo en su clasificación y en la tremenda temporada que lo precede. Es todo un contraste: de ser un “salvaje en vías de extinción”, totalmente deshumanizado, de ser el “antagonista al progreso”; a llegar en dignidad y con la gloria de haber obtenido en enero el récord chileno en esta disciplina, además de la medalla de plata en los Panamericanos.
Las calles de París verán recorrer a un mapuche proveniente de la zona de la costa de La Araucanía, el lafken del Wallmapu, que está rompiendo la historia colonial. Esta vez, integrando la delegación deportiva chilena, que lo lleva ahí como uno de los 80 hombres más rápidos de todo el planeta. Brillará en el deporte de maratón; uno de los más épicos, en el cual Catrileo seguramente tendrá un excelente desempeño y, por supuesto, demostrará que los Mapuche seguimos vivos, exitosos y con un destino a prueba de las profecías occidentales que hace siglos vienen tratando de desaparecerlos.
Pailahual es
académica del Departamento de Lenguas, Literatura y Comunicación de la Universidad de La Frontera en Temuco. Periodista y Doctora en Ciencias de la Comunicación.
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Excelente
Es realmente un orgullo
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