Este artículo es parte del newsletter exclusivo La Semana del pasado 16 de diciembre de 2024 y ahora se comparte para todos los lectores.
El lunes 20 de enero de 2025 Donald Trump tomará la posesión de la Presidencia de Estados Unidos, y ese mismo día se espera que emita algunas órdenes ejecutivas que redireccionen la política exterior del país, con lo que -a partir de entonces- cambie el escenario internacional.
No va a ser algo tan diferente como el día de la noche, pues Estados Unidos tiene una pesada institucionalidad que marcan inercias grandes en la Secretaría de Estado y el Pentágono, y porque la contundente victoria de Trump lo ha convertido en un presidente electo con poder, por lo que la política exterior de los minutos finales de Joe Biden, están ya teñidas por lo que quiere hacer su sucesor.
Con todo, la asunción de Trump marcará un periodo de agresivas negociaciones, a cambio de volátiles treguas, que abren la posibilidad de traer paz en Ucrania y Medio Oriente, dos focos de inestabilidad que tienen al mundo en la más peligrosa escalada militar de lo que va del siglo 21.
En ello, lo más vistoso -e inesperado- es el colapso del régimen de Bashar al-Assad en Siria, el cual en días se derrumbó en favor de una de las facciones que lo combatía; Hayat Tahrir al-Sham (HTS) una guerrilla jihadista sunita antes afiliada a Al-Qaeda que -paradojalmente- ha sido útil a los intereses israelíes, estadounidenses y especialmente- turcos en el conflicto, siendo estos últimos quienes tienen mayor ascendencia sobre los nuevos dueños de Damasco.
Y frente a eso, todos los actores que tiene un joystick en la mano, han apurado sus jugadas, de modo de estar con la mayor fuerza posible cuando se abra la ventana de la pax americana.
En ello, lo más vistoso -e inesperado- es el colapso del régimen de Bashar al-Assad en Siria, el cual en días se derrumbó en favor de una de las facciones que lo combatía; Hayat Tahrir al-Sham (HTS) una guerrilla jihadista sunita antes afiliada a Al-Qaeda que -paradojalmente- ha sido útil a los intereses israelíes, estadounidenses y especialmente- turcos en el conflicto, siendo estos últimos quienes tienen mayor ascendencia sobre los nuevos dueños de Damasco.
Con Mohamed al-Bashir, el líder de HTS, a la cabeza, la guerra civil siria entra en una nueva fase que se caracteriza por la eliminación de las fuerzas de Assad, con lo que Rusia -y especialmente Irán, sufren una humillante derrota. En el caso iraní, ésta tiene un cariz de derrota estratégica, pues desconecta territorialmente su influencia en Siria y El Líbano, con lo que la merma de su poder regional es potencialmente catastrófico. Esto, incluso, ha alimentado los temores de los israelíes a que la derrota empuje a Irán al camino militar nuclear.
En el caso de Rusia, la derrota no parece ser total, pues Moscú todavía no cierra su embajada en Damasco y sus dos bases militares en la costa siria -en Tartús y Latakia- no han sido agredidas ni evacuadas, lo que sería indicativo que los rusos están en la mesa de negociaciones. Aunque, con una clara desventaja, una posibilidad cierta de perder su presencia en el Mediterráneo y un desprestigio militar que podría debilitar las apuestas rusas en el Sahel, África, donde los rusos se mostraron como una alternativa viable para reemplazar a las fuerzas francesas.
La contracara de la moneda es Israel y Turquía.
Benjamin Netanyahu -con esto- logró un balón de oxígeno fresco para su liderazgo personal, en la medida en que reivindicó como suya la eliminación de Assad del mapa y el fin de la hegemonía iraní en la política siria. Además, el premier israelí se adjudicó la ocupación permanente de los Altos del Golán -arrebatados ilegalmente por Israel a Siria-, en los cuales Israel planea doblar su población en corto tiempo, y amplió su presencia de infantería en la zona siria aledaña, ocupando sitios clave -como el monte Hermón- para el control de amenazas provenientes tanto de El Líbano como de Siria. Desde ahí, las fuerzas israelíes han realizado cientos de ataques aéreos contra la infraestructura militar siria, los que -al parecer- han dejado lisiada la capacidad militar estatal del país en cerca de un 80%, lo que incluye la eliminación de su poder marítimo y las baterías anti-aéreas sirias que -entre otras cosas- protegían el norte de Irán de un ataque israelí.
Con esto, Israel elimina buena parte de la amenaza a su territorio desde el norte, con Hezbolá en El Líbano desarticulado territorialmente de Irán, y con Siria con un gobierno de transición que ya avisó que no entrará en guerra con Tel-Aviv, pese a las agresiones recientes.
Los turcos también tienen razones para celebrar. Con la caída de Assad, su influencia y dominio territorial en el norte de Siria se afianza, lo que les deja campo libre para concentrarse en su conflicto con los kurdos, quienes -apoyados por Estados Unidos- combaten contra ISIS y los turcos en Siria, Irak y Turquía, bajo reclamaciones de independencia de un estado kurdo en territorios de ambos países, además de zonas de Irán y Armenia.
En el caso de Rusia, la derrota no parece ser total, pues Moscú todavía no cierra su embajada en Damasco y sus dos bases militares en la costa siria -en Tartús y Latakia- no han sido agredidas ni evacuadas, lo que sería indicativo que los rusos están en la mesa de negociaciones. Aunque, con una clara desventaja, una posibilidad cierta de perder su presencia en el Mediterráneo y un desprestigio militar que podría debilitar las apuestas rusas en el Sahel, África, donde los rusos se mostraron como una alternativa viable para reemplazar a las fuerzas francesas.
Además, este resultado es favorable para Rezep Erdogan, el presidente turco, quien podrá deshacerse de millones de refugiados sirios que alteraban el escenario político interno en su contra, si es que los nuevos gobernantes logran pacificar el país.
Algo que -de todos modos- no es tan claro, pues la facción -acusada de terrorista islámica- que conquistó la capital siria no se caracteriza por su moderación ni laicismo, lo que puede llevarla a no cumplir con los objetivos que les piden los turcos y los israelíes, que es abrir el país a negociaciones de paz, respetar su integridad y las diferencias regionales, y crear una institucionalidad democrática en la que quepan los distintos grandes grupos étnicos, religiosos y demográficos del país, y en la que se respeten los derechos de las mujeres.
Exigencias que podrían derivar en quiebres internos y un "escenario libio", en el que la violencia crece en la misma medida en que se atomizan las facciones.
Es así que Turquía no queda en una posición tan cómoda, pues Erdogan no tiene asegurada la paz ni la gobernabilidad de THS, y debe inclinarse más hacia Occidente, abandonando su más reciente retórica anti-israelí. Con eso, se enfriarán sus intentos de acercarse a Irán, Rusia, China y los estados árabes, por lo que puede enfrentar graves conflictos diplomáticos e inestabilidad política, en especial si no se detienen los atentados terroristas en su contra. La contracara de esto, es la posibilidad de restañar heridas con Estados Unidos, con el propósito de seguir siendo bisagra entre el bloque occidental y los BRICS. Tan solo unos días después de la caída de Assad, el secretario de Estados estadounidense, Antony Blinken, se apersonó en Ankara para trazar los pasos siguientes que seguirán en Siria.
Estos riesgos muestran hasta qué punto la victoria sobre Assad fue impensada, cuyo régimen cayó como castillo de naipes, probablemente producto de una inveterada corrupción que lo socavó por dentro.
Así y todo, Turquía e Israel celebran -además- porque este escenario ha abierto la posibilidad de retomar grandes proyectos de gaseoductos que pasen por sus territorios, desde Arabia Saudí y Qatar, los cuales no eran factibles con Siria bajo Assad.
A la vez, los iraníes deberán resignar su plan para otro gaseoducto que habría pasado por territorio sirio para salir desde ahí al Mediterráneo.
En este caso, Biden y Volodimir Zelenski habían apostado a escalar el conflicto hasta el punto de forzar a Trump a tomar una posición completamente anti-rusa, al permitir el uso de misiles estadounidenses de alcance medio y capacidad nuclear -operados muy probablemente por estadounidenses- contra objetivos estratégicos al interior de Rusia, lo que traspasó una clara línea roja rusa cuando estos fueron lanzados.
Estas últimas consideraciones son tal vez las más relevantes, pues el valor estratégico de Siria siempre estuvo en su posición geográfica, que abre o cierra la llave de los países productores de gas del Medio Oriente, al mercado europeo.
Algo clave, especialmente si no se resuelve otra llave de gas importante de Europa: Ucrania.
En este caso, Biden y Volodimir Zelenski habían apostado a escalar el conflicto hasta el punto de forzar a Trump a tomar una posición completamente anti-rusa, al permitir el uso de misiles estadounidenses de alcance medio y capacidad nuclear -operados muy probablemente por estadounidenses- contra objetivos estratégicos al interior de Rusia, lo que traspasó una clara línea roja rusa cuando estos fueron lanzados.
La reacción rusa fue a través de ataques aéreos masivos, el estreno de los Oreshnik -un misil hipersónico de alcance medio de gran potencia y precisión, supuestamente inmune a las defensas anti-aéreas-, y el cambio de la doctrina nuclear rusa, que básicamente hizo más ligero el gatillo nuclear.
Zelenski (y Biden) hizo caso omiso a las advertencias rusas, y recientemente lanzó una nueva ronda de ataques con ATACMS, lo que creó un estado de alta expectación por la posible respuesta rusa, la que se morigeró solo cuando apareció una entrevista en Times a Trump, elegido el personaje del año, en la que advirtió que estaba en contra de estos ataques, los que consideraba no sensatos y que solo intensificaba el conflicto.
"Estoy categóricamente en contra de enviar misiles a cientos de kilómetros de profundidad en Rusia ¿Por qué estamos haciendo eso? Solo estamos intensificando esta guerra y empeorándola", dijo.
Aquí La transcripción completa de la entrevista a Donald Trump como Persona del Año 2024 de Time.
Al parecer las palabras de Trump apaciguaron a Vladimir Putin, quien se conformó con una respuesta militar convencional a la agresión con misiles de mediano alcance, los cuales no causaron daños mayores, a la espera de las negociaciones que quiere plantear Trump.
De todos modos, hay que advertir que estas negociaciones no van a ser tranquilas, pues el presidente electo estadounidense quiere realizarlas desde una posición de fuerza, y sus aliados ya han planteado el ingreso de fuerzas de paz occidentales a Ucrania una vez que se produzca un alto al fuego.
Los analistas predicen que la guerra ucraniana terminará sí o sí en 2025, pues las fuerzas estarán exhaustas para entonces. Ucrania, fundamentalmente, carente de capacidad de movilizar más soldados (están pensando bajar la edad de conscripción a los 18 años), Occidente, con sus arsenales en niveles críticos y sin una capacidad industrial inmediata como para reponerlos, y Rusia en un estado que pocos conocen realmente, que parece hacer el aguante, pero no eternamente, y sin dudas, no ante una guerra de décadas.
Algo que los rusos no han descartado de plano (calificaron la medida como "prematura") siempre que se reconozca la incorporación a Rusia de los territorios obtenidos militarmente y se cierre el paso de Ucrania a la OTAN. Sin dudas, las bases navales rusas en Siria y su política africana también estarán en la balanza.
La pregunta es -entonces- ¿qué pasa si fracasan las negociaciones a las que llamará Trump?
Los analistas predicen que la guerra ucraniana terminará sí o sí en 2025, pues las fuerzas estarán exhaustas para entonces. Ucrania, fundamentalmente, carente de capacidad de movilizar más soldados (están pensando bajar la edad de conscripción a los 18 años), Occidente, con sus arsenales en niveles críticos y sin una capacidad industrial inmediata como para reponerlos, y Rusia en un estado que pocos conocen realmente, que parece hacer el aguante, pero no eternamente, y sin dudas, no ante una guerra de décadas.
Así, los escenarios posibles -ya habiéndose descartado la victoria total ucraniana- son la victoria total rusa; una victoria estratégica rusa negociada, en que Rusia renuncia a algunos territorios o exigencias políticas, pero no a territorios clave ni a bloquear el ingreso de Ucrania a la OTAN; un empate que derive a un ‘escenario coreano’, es decir un armisticio que marque largas décadas de paz armada a la espera de reiniciar hostilidades; y una derrota estratégica rusa negociada, en la que Rusia renuncia a territorios estratégicos y/o concede el ingreso de Ucrania a la OTAN, de manera formal o informal.
Los rusos piden que cualquier negociación parta de los acuerdos de Estambul, boicoteados por Reino Unido al principio de la guerra, aunque es difícil que Turquía vuelva a ser el escenario para ello. Es así como ha emergido la figura de Viktor Órban, el líder húngaro, cercano a Trump y a Putin, quien ha sido escéptico del actuar de la administración de Biden y las posturas de Alemania y Francia.
En el caso del Medio Oriente, Trump también apuesta por la paz, pero desde los intereses israelíes. Si bien en teoría el mandatario está a favor de la salida de dos estados para el conflicto palestino-israelí, el reciente logró de Netanyahu en Siria probablemente hará más difícil ese camino, pues Irán ha perdido una importante horquilla en su manejo del conflicto, lo que probablemente lleve a Hezbolá, Hamás y las milicias yemeníes a negociaciones no maximalistas.
Algunos artículos interesantes respecto de estos temas
- El día después de Assad, de Natasha Hall y Joost Hiltermann en Foreign Affairs.
- El impacto del cambio de régimen en Siria respaldado por EEUU, Israel y Turquía, de Olga Rodriguez en El Diario.es.
- Cómo Turquía ganó la guerra civil en Siria, de Gonul Tol en Foreign Affairs.
- ¿Una victoria pírrica de Erdogan en Siria? el análisis en Telegram del centro ruso Rybar.
- La peligrosa nueva normalidad en Oriente Medio de Suzanne Maloney en Foreign Affairs.
- Israel teme que la caída de Asad empuje a Irán a fabricar una bomba nuclear, el análisis de Yossi Melman en Haaretz.
- Un plan para crear una nueva Siria de Kristen Fontenrose de The Atlantic Council.
- Francia y Polonia discutirán sobre la fuerza de paz en Ucrania, de Politico.
- Trump a Europa: supervisar un alto el fuego en Ucrania será su trabajo de Laurence Norman, Jane Lytvynenko y Stacy Meichtry en The Wall Street Journal.
- Cómo puede Trump poner fin a la guerra en Ucrania de Michael McFaul en Foreign Affairs.
- El fin del juego en Ucrania de Julian E. Barnes en The New York Times.
- Cómo Trump salvó la navidad, de Scott Ritter en su sitio de Substack.
Comentarios
Añadir nuevo comentario