En política no existen las casualidades. Yasna Provoste (DC) estaba en el lugar exacto y en el tiempo preciso, para convertirse en la figura política del momento.
Apareció cuando la figura de Sebastián Piñera se desmoronó tras fracasar rotundamente en su intento de frenar el tercer retiro, dejando un vacío de poder, que ella logró llenar en función de su recién adquirido estatus de presidenta del Senado, lo que sucedió el 27 de marzo pasado.
Con eso se hizo de la agenda política y legislativa, y se sentó de manera aventajada en la mesa de negociación de los “mínimos comunes”, con la posibilidad de imponer una agenda social a un gobierno refractario a proyectos tales como la renta mínima universal o el impuesto a los super ricos.
Toda esta escena fue vista con detención en las distintas sedes partidistas y los comandos de candidatos presidenciales, en especial en la centro-izquierda, donde la preocupación instalada estriba en que los distintos candidatos y candidatas, no prenden en popularidad.
Luego, el jueves 29 de mayo, llegó la encuesta CEP para consagrar ese estancamiento, con una novedad: Yasna Provoste lograba entrar en la medición, marcando una valoración positiva de 26% y una negativa de 40%, lo que empató -en una sola jugada- los resultados de Ximena Rincón, la candidata oficial de su partido, quien lleva meses intentando despegar.
Con eso, el ingreso de Provoste al menú de candidatos fue una cosa de tiempo, y el lunes 3 de mayo pasado, apareció en la medición de Cadem con un 4%. Una cifra exigua y dentro del margen de error. No una irrupción como se planteó, pero que de todos modos está por encima de todos los candidatos de la oposición, salvo por Pamela Jiles (PH) y Daniel Jadue (PC), quienes marcaron 18% y 11%, respectivamente.
Ni bien publicados los resultados, comenzaron a asomar los bisturí en la interna de los partidos de la ex-Concertación, por parte de quienes quieren operarse de Ximena Rincón, Heraldo Muñoz y Paula Narváez, sea por las dinámicas internas de poder o por un análisis más frío que concluye que estas tres cartas no van a llegar a ninguna parte.
Incluso su ascenso ha sido visto con simpatía por la derecha, en su desesperada búsqueda de restaurar un cierto orden en la vereda del frente, con alguien que de alguna manera pueda ofrecer gobernabilidad y control de un sector que ven desquiciado, en el cual rentan mejor figuras disruptivas como Jiles o Jadue. No deja de ser paradojal que vean hoy eso en Provoste, a quien consideraban antes del estallido como alguien demasiado rebelde e izquierdista, pese a ser decé, que otros personeros socialistas o pepedé.
Hasta acá, todo miel sobre hojuelas. ¿Pero es suficiente?
Hay al menos dos elementos de juicio que dicen que no lo es, los que probablemente expliquen por qué la propia Provoste dijo el pasado 28 de abril que no está interesada en la aventura presidencial: “Hoy estamos dedicados 100% a la tarea que es la conducción de la mesa del Senado”, dijo entonces.
El primer elemento negativo dice relación con el efecto que tiene en el corto plazo el negociar con Sebastián Piñera, lo que es un ejercicio abrasivo en popularidad, pues inevitablemente sentarse en la mesa con él, significa validarlo y -dada su vulnerabilidad- salvarlo, lo cual para muchos electores del sector es algo incómodo e incluso reprochable. Después de todo, todo lo que se acerca a Piñera termina magullado, como pasó con el Tribunal Constitucional.
Además, el estilo de negociación de Piñera es agresivo y audaz, por lo que no va a ser fácil acordar los famosos “mínimos comunes” de manera claramente favorable, por lo que es probable que la joroba de la letra chica de los proyectos sociales del gobierno, termine en la espalda de Provoste, lo que puede afectar el discurso de la senadora que ha tratado de connotar su actuar siempre como en beneficio de las familias.
Otro elemento negativo que se puede esperar del lugar en que está Provoste, es que el Senado y la negociación en ciernes no parecen adecuados para generar adhesión. La negociación implica conversar con los barones de los partidos sentados en las sillas senatoriales, quienes no solamente ejercerán presiones sin cuidar la opción presidencial de la posible candidata, sino que pueden incluso hacer todo lo contrario, para afirmar sus propias posiciones partidistas. Y por último, pujarán por salir en la foto del acuerdo, y en estos momentos, no son las mejores cartas de presentación para una ciudadanía que desconfía de los políticos.
De hecho, durante el fin de semana pasado, el temor ciudadano fue a reeditar las cocinas políticas, ante lo cual ayer Provoste elaboró un largo hilo de Twitter de 19 eslabones para intentar despejar la idea de una negociación a puertas cerradas destinada a ofrecer otro salvavidas al gobierno.
“¡Hola! He revisado varios de los comentarios que me han hecho y quisiera aclarar algunos contenidos que me parecen relevantes. Perdón por lo largo, pero aquí vamos con un hilo sobre ¿Qué es y qué no es la #AgendaDeMínimosComunes?”, inicia el primer tuit.
Lo primero que hace Provoste es rayar la cancha, dejando una de baby fútbol: el acuerdo es estrictamente en materias de urgencia de la pandemia: “renta básica universal, pymes y sectores postergados, fortalecimiento de la estrategia sanitaria y término de beneficios a los más ricos vía exenciones tributarias”.
La misma Provoste aclara que no se incluye impuesto a los super ricos, temas de derechos humanos, ni royalty minero, y luego especifica varios aspectos procedimentales de la negociación, destacando, por ejemplo, la intención de integrar a la sociedad civil al acuerdo.
Finalmente, Provoste declara en su tuit final: “Si hemos llegado acá no es para salvar a un mal gobierno. Simplemente estamos actuando apegados a un valor fundamental: Poner la política al servicio de quienes necesitan apoyo estatal con urgencia. Apoyo que hasta ahora el gobierno, inexplicablemente, se ha negado a dar”.
El segundo elemento de juicio negativo para la opción de una aventura presidencial de Yasna Provoste es que es difícil que logre un cupo para competir.
En primer lugar, su partido, la DC, ya tiene candidata; Ximena Rincón, quien ganó la primaria del partido el 24 de enero pasado, contra Alberto Undurraga, en la cual participaron 27.000 militantes y simpatizantes.
Si bien es cierto que desde entonces, Rincón sufre el mismo síndrome de leña mojada de sus colegas ex concertacionistas, la actual abanderada tiene hambre y ganas de seguir, y cree que tiene una oportunidad, lo que hace muy difícil que ella asuma y resigne su opción.
De tal modo, sin una renuncia voluntaria y relativamente no traumática por parte de Rincón, es muy complicado que el partido la unja, pues implica echar por la borda su democracia interna y afectar seriamente el liderazgo de Fuad Chahín, quien se cerró a una salida a ‘lo UDI’, que sería permitir que dos cartas decé corran en las primarias legales del 4 de julio, como tal vez lo hagan Joaquín Lavín y Evelyn Matthei, ambos militantes gremialistas.
Provoste también podría renunciar a la DC y correr como abanderada del PS, el PPD o el PR, para los cuales cada vez se hace más relevante pensar un plan B, pero eso sería declarar la guerra entre aliados.
La única vía que se avizora hoy, en el área chica de la política partidaria, está dada por una verdadera irrupción de Provoste en las encuestas, de la mano de un incremento real en su popularidad, que sea percibido como un fenómeno incontrastable, como fue Michelle Bachelet.
Sin embargo, juega en contra de esa carta no solo su labor como política tradicional y su cercanía -quiéralo o no- a Piñera, dadas las negociaciones, sino que también Yasna Provoste no goza de tan amplio conocimiento, lo cual es básico para convertirse en un fenómeno electoral. Con un 53% de conocimiento según la última CEP, es la 13° figura más conocida de las medidas, estando por debajo de -en orden decreciente-; Lavín, Jiles, José Antonio Kast, Matthei, Jadue, Boric, Rincón y Briones. De tal modo, está solo por encima de Desbordes, Sichel, Muñoz y Narváez.
¿El remedio para esta situación?
Solamente una jugada audaz, de gran magnitud e imaginación, que vaya mucho más allá de mínimos comunes.
Yasna: la ventaja de ser mujer, indígena y de provincia
Provoste estuvo en el lugar indicado y en el momento indicado, pero su biografía también aporta al buen momento que vive en el escenario político nacional.
Desde hace varios años y hasta hace algunas semanas, nadie habría pensado que la Democracia Cristiana pudiera tener un nombre tan bien posicionado de cara a la elección presidencial. Pero justamente lo que levantó a la actual presidenta del Senado fue su perfil individual más que la identidad partidaria.
Yasna Provoste Campillay es mujer, oriunda de Vallenar, diaguita y profesora de Educación Física, elementos que se contraponen a la élite política tan cuestionada en la actualidad y por tanto le permiten sintonizar de mejor manera con este momento en que el ánimo de la ciudadanía suele marcar la agenda.
No es la primera vez que en su historia le toca asumir un desafío importante en un instante complejo. Guardando las proporciones con la situación actual, en junio de 2006 asumió el Ministerio de Educación en medio de la llamada Revolución Pingüina, movimiento estudiantil secundario que movilizó establecimientos a lo largo de todo Chile en los primeros meses del gobierno de Michelle Bachelet. Casualidad o no, durante su gestión La Moneda terminó por controlar políticamente la rebelión levantada por los estudiantes.
Sobre este momento puntual, INTERFERENCIA conversó con Martín Zilic, también militante de la DC y antecesor de Provoste en Educación:
“Yasna Provoste se había preocupado durante mucho tiempo por el tema de Educación y había estado en el gobierno del presidente Lagos en cargos destacados, por eso la eligieron yo creo. Cuando entró el conflicto estaba resuelto, la huelga de los pingüinos fue de un mes y si la comparas con las protestas universitarias de 2011, duró poco, porque estas duraron 11 meses. A Yasna Provoste le tocó impulsar lo que se había decidido previamente en el gobierno de la presidenta Bachelet, una serie de reformas esenciales para el funcionamiento de los colegios y lo que habíamos dejado como ministerio que fue la Superintendencia de Educación, un hecho notable en la educación chilena. También le tocó hacer una tratativa para disminuir la presión política con los secundarios, puesto que lo que se pedía en ese momento era terminal con la Loce (Ley Orgánica Constitucional de la Educación)”, dijo el ex ministro.
En este último punto ocurre uno de los hechos que marca para mal la carrera de Provoste, en concreto, el proyecto de Ley General de Educación acordado en 2007 con la entonces Alianza por Chile y que se selló con una fotografía en La Moneda en donde dirigentes como la entonces ministra de Educación, la presidenta Bachelet, Carlos Larraín, Hernán Larraín, entre otros, celebraban este pacto. Esta imagen permanece en la retina hasta hoy como muestra de la política binominal que predominaba en aquellos años, caracterizada por ser cerrada a los intereses de la ciudadanía.
Pese a este instante de unidad entre partidos, un año después fue destituida de su cargo mediante una acusación constitucional liderada por Marcela Cubillos, acusada de no corregir las irregularidades ocurridas en aquellos años en la Seremi de Educación Metropolitana, en el llamado Caso Subvenciones que implicó una pérdida de $260 millones desde la entidad. Este hecho significó que fuera inhabilitada por cinco años para ejercer cargos públicos.
En términos históricos, la acusación constitucional no fue una derrota, puesto que permitió que su regreso a la política fuera imponente. En 2013 fue electa diputada en el distrito 6 de Atacama con un 43,91% de los votos, hazaña que repitió en las parlamentarias de 2017 cuando ganó la senatorial de la misma región con un 34,25% de los sufragios. En ambas ocasiones fue primera mayoría del territorio.
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