Cuando los grandes del fútbol patrio no dominan el campeonato, los medios de comunicación, buscan excusas para referirse a ellos ignorando los méritos de los punteros. Hoy encabezan la competencia Audax Italiano y Palestino. Hay algo simbólicamente poderoso en verlos compartiendo la cima de la tabla. Más allá del mérito deportivo, lo que vale la pena destacar es la vigencia de una tradición única en el continente: la de los equipos de colonia, clubes fundados por comunidades inmigrantes que encontraron en el fútbol un espacio de expresión cultural, social y política.
Palestino, Audax Italiano y Unión Española no son simplemente clubes deportivos. Son también la memoria viva de comunidades extranjeras —la palestina, la italiana y la española— que llegaron a Chile a principios del siglo XX buscando nuevas oportunidades. Fundaron escuelas, mutuales, centros de beneficencia... y clubes de fútbol. Este último fue quizás el espacio más visible de su integración social.
En aquellos primeros años, el fútbol no era solo un pasatiempo: era una forma de sostener la identidad. Palestino no solo portaba una bandera en su escudo, sino que ha sido, hasta hoy, un símbolo de la diáspora palestina en América Latina. Audax representó la elegancia, el orden y el estilo europeo. Unión Española fue el vínculo de una colectividad fuerte, con nexos tanto con la izquierda republicana como con la Iglesia.
Chile es, probablemente, el país de América Latina donde los equipos de colonia tienen mayor protagonismo institucional y deportivo. Si bien en Argentina hubo clubes fundados por colectividades (como el Deportivo Español o el Club Italiano), nunca lograron el mismo nivel de competitividad o permanencia en la élite. En Uruguay, el Club Atlético Bella Vista tiene orígenes católicos y alguna ligazón italiana, pero nada comparable a los casos chilenos. En Brasil, la inmigración sí marcó profundamente la historia de clubes como Palmeiras (fundado como Palestra Itália), pero con el tiempo esas identidades se diluyeron o fueron forzadas a transformarse, como en la era de Getúlio Vargas, cuando se prohibieron nombres extranjeros. Chile, en cambio, permitió que esos nombres no solo sobrevivieran, sino que se consolidaran. Palestino no ha cambiado su identidad ni siquiera en contextos de conflicto internacional, y Audax sigue homenajeando sus raíces incluso cuando su hinchada ya no es mayoritariamente italiana.
En una época marcada por el cuestionamiento al modelo de las sociedades anónimas deportivas, estos clubes de colonia tienen una estructura corporativa mixta. Audax Italiano ha tenido una gestión ordenada, con un perfil bajo, pero apostando por proyectos a largo plazo, formativos y financieros. Ha sobrevivido con solvencia en Primera División, aunque con escasa asistencia al estadio de sus parciales. Palestino, por su parte, ha logrado una renovación institucional interesante. Sin ser una potencia económica, ha sabido construir una identidad moderna, ligada a la causa palestina, pero también al barrio (La Cisterna) y al fútbol ofensivo, que le ha valido torneos internacionales y una hinchada rejuvenecida. Unión Española, en tanto, el equipo más exitoso del grupo, tiene la ubicación menos promisoria en la actual tabla de posiciones. Ha vivido una administración más errática. Aunque sigue siendo protagonista, su vinculación con la comunidad española ha quedado algo más diluida, y su perfil dirigencial ha sido más empresarial que cultural.
Que Palestino y Audax estén peleando el título no es solo una anécdota. Es la expresión de un fenómeno social: el fútbol como espacio de resistencia identitaria, en un país que —aunque ya no es el mismo del siglo XX— sigue reconociendo en estos equipos una historia viva. Tal vez en algún momento se encumbren clubes de inmigrantes de países caribeños.
Quizás sea momento de que Chile repiense el valor de sus clubes más allá de los resultados. Los equipos de colonia no solo juegan por puntos: juegan por una memoria colectiva que, en estos días, desde la cima del campeonato, vuelve a ser celebrada.
(*) Roberto Rabi González es escritor, abogado de la Universidad de Chile, profesor de Derecho Procesal y Penal e investigador de la Asociación de Investigadores del Fútbol Chileno (ASIFUCH).
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