Una mujer que trabaja en una casa está haciendo el aseo limpiando con agua la entrada de autos techada mientras una toma en blanco y negro sigue su rutina diaria y el agua, mezcla de jabón y mugre, refleja el cielo. Para que nos situemos como espectadores en el temple de ánimo y la época en que está ambientada la cinta, la mujer, llamada Cleo, tararea la música que suena intradiegéticamente en la radio: “Te he prometido que te he de olvidar…”. Es Roma, la extraordinaria cinta de Alfonso Cuarón de 2018, ambientada en el barrio homónimo de Ciudad de México en los años setenta, y esa parte de la banda sonora es, inconfundiblemente Leo Dan.
¿Porque qué puede señalar más profundamente el valor de un músico que su música se oiga en el cine?
Porque Leo Dan no solo fue un cantante que descolló al inicio de la Balada Romántica Latinoamericana, y que este 2025 que recién se inicia cumple exactamente 60 años desde sus orígenes [por el primer disco en castellano de Charles Aznavour, la primera balada firmada como tal por Armando Manzanero, “Yesterday” de Los Beatles, la actuación de Raphael en La Zarzuela]: fue una de las voces más características de su generación, en una mezcla ecléctica impensable entre las tendencias tardías de la Nueva Ola —donde sonaba junto con sus coterráneos tales como Palito Ortega o Sandro—, la Nueva Canción Latinoamericana —adelantándose, en especial en su pronunciación tan propia del interior de Argentina, con esas “erres” rehiladas que harían sello, a cantantes como Mercedes Sosa—, el Bolero con Guitarra Eléctrica —que desplegarían Yaco Monti, Los Ángeles Negros o el mismo Roberto Carlos—, los timbres peculiares sumamente identificables —que tendrían como exponentes señeros a gente como Demis Roussos o Gilbert O’Sullivan—, esas canciones narrativas como, por ejemplo, “Cómo te extraño” o “Libre, Solterito y Sin Nadie” —que eran herencia de quien inventó la performance teatral para la balada, Domenico Modugno—, así como los primeros visos de lo que sería el estilo característico de inicios de los setenta, Música en Libertad en Argentina, versionado como Música Libre en Chile —que tendría discipulaje del histrionismo daniano en personas como Tormenta—, y también su trabajo con orquestaciones mariachis durante su estadía en México —que asimismo se adelantaría a gente como Juan Gabriel—.
Leo Dan fue tan gravitante para la música popular latinoamericana que fue citado por Leonardo Favio en “Ding Dong, estas cosas del amor”, en el siguiente fragmento:
“¿Sabes como te quiero?, uy, ¿Si algún día me faltaras?, ¿Te gusta el cine?/ (¿Sí?)/ ¿Y la música?/ (Mmm uh, Vivaldi, Bach)/ Sí, claro, a mí la verdad, ¿sabes quién me gusta?, Leo Dan/ (¿Leo Dan?)/ Sí/ (Uy, a mí también)/ ¿Sí"/ (Sí)“.
Y no solo Cafe Tacvba versionó, “Cómo te extraño…”, sino que algunas bandas punk que reconocían su impronta solían cambiar la parte de, “el dolor es fuerte y lo soporto/ porque sufro pensando en tu amor”, por, “el olor es fuerte y lo soporto/ porque estoy usando el jabón”.
Dan, que se llamaba en realidad Leopoldo Dante Tévez y que era por dicho apellido pariente lejano del héroe posterior del fútbol trasandino Carlos Tévez, fue número puesto de la televisión rioplatense en programas autobús (esos programas tipo Sábados Gigantes) como Sábados Continuados que era el que le hacía la competencia a los Sábados Circulares de Pipo Mancera, o antes de El Club del Clan, que es el programa de música televisivo al que hace alusión Charly García en, “Mientras miro las nuevas olas”.
No solo su presencia nunca se desvaneció del todo luego de su fama sesentera y setentera, sino que logró pervivir en la memoria y la contemporaneidad por sus incursiones en política como candidato a Gobernador de Santiago del Estero en los ochentas o su giro como sanador en los noventas.
Con 82 años cumplidos fallece en medio de un reconocimiento transversal a su trayectoria, y como una de esas voces que por su sonoridad no se pueden olvidar.
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