La primera temporada de Matarife, llamada Un genocida innombrable, cayó como una bomba en el escenario político y social en Colombia.
Surgida de la mente y de las airadas tripas del escritor, periodista y abogado Daniel Mendoza Leal, esta serie documental apostó por los nuevos tiempos y las nuevas costumbres, proyectándose como una secuencia de 13 episodios, de seis minutos cada uno, para que la gente los pueda ver en YouTube arriba de la micro, en el metro o en cualquiera de los 'no lugares' que abundan en la vida urbana.
Visualmente, su composición alternaba imágenes de archivo del ascenso y apogeo del protagonista de la serie, el expresidente de Colombia Álvaro Uribe Vélez, en paralelo al propio Mendoza construyendo con fotos, tachuelas e hilos rojos un enrevesado organigrama con el ejército de los cómplices –narcos, sicarios, paramilitares y políticos– que lo han ayudado a sostenerse en el poder hasta el día de hoy.
Y ojo, uno de ellos es el actual embajador en Chile.
De hecho, al referirse al presente, la premisa del documental es que Uribe sigue mandando en Colombia, y el pueblo colombiano también lo sabe; por algo en el estallido de 2020 se oyó fuerte y claro el “Uribe, paraco, el pueblo está berraco”.
Esta serie documental apostó por los nuevos tiempos y las nuevas costumbres, proyectándose como una secuencia de 13 episodios, de seis minutos cada uno, para que la gente los pueda ver en YouTube arriba de la micro, en el metro o en cualquiera de los “no lugares” que abundan en la vida urbana.
Con elementos sencillos, buen ritmo y narración intensa, Uribe– el tótem de la derecha colombiana– es presentado en su juventud con un obediente vástago del narco. Hijo de un testaferro de Pablo Escobar, y solícito director aeronáutico que permitió todos los vuelos y todas las licencias de las avionetas que partían con drogas para el norte, este personaje se configura como un gran hoyo negro, cuyas motivaciones se dan por sentadas o simplemente son insignificantes al lado de sus redes y de sus acciones.
Y las acciones, suyas y de sus redes, simplemente hielan la sangre. Los falsos positivos, el Bloque Metro, el Bloque Norte, las Convivir, la Oficina de Envigado y las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), son parte del prontuario vislumbrado en esta ágil secuencia de denuncias –muy fundamentadas– que sin embargo se quedan cortas; o mejor dicho, no logran que Mendoza se pregunte lo obvio.
Y lo obvio es: con ese reguero de sangre tras sus pasos, ¿cómo es posible que tanta gente haya votado tantas veces por Uribe y lo sigue haciendo por sus delfines/palos blancos? ¿Qué hizo la guerrilla para que un sector amplio de la población tenga la percepción –por distorsionada que sea– de que detrás de las siglas FARC o ELN hay algo aún más terrible que el legado del matarife Uribe? ¿Qué rol juega Estados Unidos y su Plan Colombia?
No hay pregunta y por ende no hay respuesta. Tampoco en la segunda temporada, con Mendoza viviendo en Francia, lejos de los sicarios de Uribe, y usando el S02E01 para revelar detalles sorprendentes sobre la realización de la primera temporada, y reflexionando sobre esta y sus coletazos. Como hizo Cervantes con su segundo libro de El Quijote, donde uno de los determinantes era el fenómeno causado por el primero.
La reflexión y las revelaciones dan paso a una temporada similar en estructura a la primera, con imágenes de archivo, narración constante e hilos rojos que salen de la cabeza de Uribe como si fuera una corona de sangre, pero con más recursos y, sobre todo, más tiempo.
Bajo el título de El señor masacre, la segunda temporada de Matarife profundiza en las redes y vínculos que hicieron posible las sucesivas maquinarias de muerte que se mencionaron en la primera temporada, pero con un nivel de detalle superior en cuanto a la complejidad de estos entramados criminales, y también en la naturaleza y volumen de los crímenes. Y aquí hay que advertir algo.
Si bien esta sección recomienda contenido de streaming para ver el fin de semana –en el formato 'maratón'–, en este caso se sugiere no 'maratonear'. La injusticia es mucha, la impunidad es más y el horror es simplemente inacabable. Es mejor consumir en dosis discretas.
Y lo obvio es: con ese reguero de sangre tras sus pasos, ¿cómo es posible que tanta gente haya votado tantas veces por Uribe y lo sigue haciendo por sus delfines/palos blancos? ¿Qué hizo la guerrilla para que un sector amplio de la población tenga la percepción –por distorsionada que sea– de que detrás de las siglas FARC o ELN hay algo aún más terrible que el legado del matarife Uribe? ¿Qué rol juega Estados Unidos y su Plan Colombia?
Hay que decir que la segunda temporada sí aborda en un episodio completo un tópico no mencionado en la primera, y ese es el rol de Estados Unidos en la pesadilla colombiana. Supuestamente determinado a combatir el narco, el país del norte no hace más que causar dificultades que eleven el precio del producto, de modo que el tráfico se realice y los dólares se queden en Estados Unidos inyectando liquidez a los mercados y las bolsas.
Ya lo dijo Roberto Saviano en ZeroZeroZero: el tráfico de droga es la cantimplora del capitalismo mundial y las cifras de Colombia le dan la razón. Con décadas de presencia estadounidense en el país, hoy hay más hectáreas cultivadas con coca que en ningún otro momento de la historia.
La tercera temporada, llamada El origen, es el momento en que la serie alcanzó a la realidad, al pasado reciente y al presente. Las imágenes de archivo corresponden al estallido de 2020 ante la reforma tributaria impulsada por Iván Duque, y la represión sufrida por los manifestantes colombianos –mayoritariamente jóvenes–, la que tuvo una macabra continuidad en técnicas y perpetradores con los años de Uribe como gobernador y presidente.
Y alternando con un Mendoza saltando de Bolivia, a México y a París, la serie después decanta por el perfilamiento de los candidatos del uribismo a la actual elección colombiana, convirtiéndose –en la práctica– en una crónica en tiempo real del devenir político de su país.
Tras demoler a Fico Gutiérrez, candidato oficial del uribismo, y su supuesta distancia de la vida y obra del matarife, el último episodio –que salió este lunes– da cuenta del candidato uribista que sí llegó a la segunda vuelta: Rodolfo Hernández, mostrado por Mendoza como un Kast con desparpajo senil.
Tal vez no sea la mejor forma de iniciarse en la historia reciente de Colombia, por estar centrada en un solo –aunque importante– personaje; tal vez actualmente apenas mantenga la forma, por estar jalonada por los hechos; sin embargo, vale la pena ver estas raras piezas audiovisuales, capaces de sacudir a un país completo y de registrar su propia factura como un hecho inseparable de su tema.
En otras palabras, Matarife es como un ser vivo que reacciona a su medio ambiente –inundado de muerte–, haciendo visible el carácter urgente y eventualmente inconcluso de este proyecto que Mendoza lanzó junto con el cineasta mexicano César Andrade bajo un lema que bien puede ser una declaración de principios: “Esto no es Netflix”.
Acerca de…
Título: Matarife (2020-2022)
Nacionalidad: Colombia
Creado por: Daniel Mendoza Leal
Duración: Tres temporadas hasta ahora (con capítulos de duración variable)
Se puede ver en: YouTube
Comentarios
Veremos
Que esta pasando co La Red tv
Añadir nuevo comentario