En octubre de 2015 se descubrió una de las estrategias de colusión más grandes que ha vivido Chile en la última década: la colusión del papel higiénico. Dos empresas –dueñas de más del 85% del mercado nacional en servilletas, pañales, toallas higiénicas, papel higiénico y toallas de papel– se organizaron para repartirse el mercado y fijar los precios a su antojo a estos bienes de primera necesidad. El resultado: una década de robos impunes a todo un país y luego de descubrirse, el repudio nacional hacia ellas.
Una de esas empresas involucradas en esta estafa millonaria es la CMPC –Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones–, la cual desde los inicios de la Teletón, en el año 1978, ha sido además socia estratégica y aliada de la obra benéfica del señor Kreutzberger.
El escándalo del 2015 tomó ribetes tan potentes en el país que la sociedad que reúne a los empresarios más prominentes –la Sofofa– decidió sacar de sus filas a la familia Matte (dueños de la CMPC) por su escandalosa conducta económica. La fundación que lidera Don Francisco, por su parte, decidió no recibir públicamente los aportes de esta empresa en su Teletón 2015, pero sí hacerlo de manera privada, dando con ello un espaldarazo de confianza y amistad a los cuestionados empresarios. Pese al repudio general, durante dos meses vimos las vitrinas de los supermercados con sendos carteles anunciando que esas eran «las» marcas de la Teletón y llamando a elegirlas como tarea solidaria.
Esta situación llevó a muchos chilenos a realizarse el mismo cuestionamiento de todos los años: ¿es la Teletón una obra benéfica real o es más una pantalla para el negocio redondo que hacen los empresarios con la venia de su creador, Mario Kreutzberger, quien también lucraría con este evento?
Me cuesta mucho enfrentarme a esta disyuntiva… En los años ochenta, un querido primo que ya no está en este mundo tuvo una afección severa que fue tratada en uno de los centros de la Teletón; nunca le cobraron un peso por el tratamiento, ya que mis tíos no tenían dinero para costearlo de forma privada, y además fue tratado con dignidad y respeto. Eran los años de la dictadura y la salud, como la mayoría de las necesidades de los chilenos, no era cubierta por el Estado como corresponde.
Entonces, la Teletón se presentaba como una alternativa real para los menos ricos. Llegó la democracia y el panorama no cambió mucho: Chile tiene una deuda evidente con sus ciudadanos en salud y educación, pese a su creciente economía, y la Teletón sigue haciendo la labor que le corresponde al Estado. Por eso la defienden, la cuidan y la protegen. Porque permite no hacer bien el trabajo para el que fueron electos los políticos y porque, escudados en la solidaridad y en la ayuda a los minusválidos, el país ha permitido por décadas que el Estado no cumpla su rol y sí lo hagan todos los chilenos a través de sus aportes.
Pero ¿es la Teletón un negocio entre cuatro paredes del que los chilenos, y ahora además mexicanos, peruanos, estadounidenses, brasileños y gran parte de los americanos, somos parte año a año sin saberlo?
Hay dos hechos indesmentibles en esta historia: la Teletón es efectivamente una obra que aporta al cuidado de minusválidos, pero lo hace en un porcentaje muy bajo –cerca del 8% del total nacional de minusválidos en Chile se ve beneficiado por este fondo, según señalan entendidos en el tema, cifra que la fundación sube a un 38% del total de ciudadanos y al 70% de los niños–. La Teletón es también un gran negocio del que se benefician innumerables personas, entre ellos empresarios, socios y amigos de Kreutzberger, además del propio animador.
Con los años el sistema se ha perfeccionado y ahora además favorece a familiares de directivos de la fundación, amigos, cercanos y gente variada, al menos en Chile. En la Teletón cada uno corta su tajada, pero lo hacen de acuerdo al tamaño de sus inversiones.
Un negocio que además, a través de la Organización Internacional de Teletones (Oritel) –una asociación de entidades fundada en 1998 a partir del éxito de los eventos Teletón en diversos países de Iberoamérica y el Caribe y que es presidida por el presentador de televisión chileno Mario Kreutzberger– reúne a más de seiscientos millones de personas dispuestas a donar su dinero a esta obra.
En Oritel están actualmente incluidos Guatemala, Panamá, Chile, Colombia, Perú, El Salvador, Paraguay, Costa Rica, Honduras, México, Nicaragua, Uruguay, Estados Unidos, Brasil y Puerto Rico.
Pero desglosemos la Teletón por temas. El año 2014 la Organización de Naciones Unidas repudió la realización de esta obra benéfica en México por considerarla vejatoria para los niños y personas con posibilidades reales de desenvolverse en un medio ambiente normal y ser mostrados como sujetos de caridad. La comisión mexicana debió viajar a Ginebra, Suiza, y presentar un informe ante el Comité de Derechos de la Infancia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el cual fue cuestionado severamente por los expertos.
La ONU cuestionó a la Teletón por considerarla vejatoria de los derechos de los niños, pues «explota la tristeza y [hace] un uso mercantil de la lástima», señalaron. Pero el Estado mexicano defendió a la Teletón ante el comité de expertos y la siguió realizando.
Conocido este cuestionamiento de la ONU, en Chile, el presidente de la Fundación Nacional de Discapacitados, Alejandro Hernández, dio una dura entrevista al periódico digital El Mostrador, donde señaló: «Es necesario y urgente que el mismo comité de la ONU sugiera al gobierno chileno de Michelle Bachelet no seguir aplaudiendo la campaña que se realiza también en Chile desde 1978, herencia de un gobierno dictatorial y destructor de los derechos humanos. Aplaudir la Teletón es celebrar la discriminación y segregación en que viven las personas con discapacidad en nuestro país». Hernández aseguró además que «lo único que ha logrado es instalar en el inconsciente colectivo y del empresariado chileno que integrar es “hacer un favor”. Este hecho impide, por ejemplo, una efectiva, adecuada y proactiva integración laboral de administrativos, técnicos y profesionales con discapacidad al mundo laboral».
Hernández asegura que la Teletón es «el negocio del siglo para algunos y al mismo tiempo el mayor atropello a los derechos humanos de varios millones de ciudadanos chilenos. Hay que recordar que Teletón no alcanza a atender al 0,8% de la población total de las personas con discapacidad, que alcanzan más de tres millones de ciudadanos en Chile. Entonces acá hay un gran negocio, hay un gran atropello a los derechos humanos de los niños y esto no lo digo yo, esto no lo decimos desde la fundación, esto lo dice la Organización de Naciones Unidas. Nosotros como fundación hacemos eco; yo, como activista en discapacidad y experto en la materia, también hago eco de las palabras de la ONU», concluyó.
Atendiendo estas críticas y la enorme repercusión que tuvieron, la campaña de Teletón en 2015 se centró en incluir a los minusválidos en el mundo laboral y entregarles oportunidades pero no sin seguir explotando a destajo la sensiblería que provoca el morbo del dolor. «Si no te hace llorar no sirve», suele decir Don Francisco cuando encarga los videos que millones de personas ven en cada Teletón, casos de personas minusválidas explotadas con el más asqueroso sensacionalismo para generar una reacción: ir al banco y donar dinero.
Atisbos de una crisis del modelo solidario que el 2015 además, durante el lanzamiento de la obra en Chile, no contó con la presencia de ejecutivos de televisión como en años anteriores. «Hay un golpe acertado a esta obra que año a año cobra más aportes y personas. La gente no cree en la transparencia de la Teletón», comenta el periodista Víctor Gutiérrez.
Si bien el 2015 se cuestionó el rol de los empresarios en la Teletón producto de la colusión del papel higiénico, los últimos años ha sido la tónica de la fundación dar explicaciones por ciertos miembros de su directorio involucrados y hasta apresados por delitos económicos de fraude, colusión y evasión tributaria en sus respectivas empresas.
Pero vamos por partes: la Teletón es una fundación privada sin fines de lucro, tiene un directorio que la administra y que está integrado por Don Francisco como socio director honorario y varios otros directores, en su mayoría pertenecientes a grupos de poder. En los demás países, la Teletón sigue los mismos parámetros, con Kreutzberger como director honorario y empresarios de esa nacionalidad como miembros de su directorio. También es una sociedad cerrada sin fines de lucro en México, Estados Unidos y todos los países en que se realiza. Es por esto que no debe entregar balances financieros detallados de sus gastos y utilidades, así como tampoco existe quien controle el flujo de sus arcas o en qué se gastan los dineros recaudados.
Las empresas que año a año donan dinero a la Teletón son empresas que al hacerlo descuentan impuestos en todos los países en los que se realiza. Estas empresas no donan dinero de sus utilidades, sino que lo hacen entregando un aporte estimado a la ganancia que durante la campaña recibirán por las preferencias de las personas que eligieron sus productos. Se trata de un estimativo que se pacta de común acuerdo con la fundación antes de comprometer la participación, el cual tiene como precedente lo recaudado en años anteriores, así como también la situación financiera del país en cuestión. Según una encuesta hecha en Chile por la consultora Nilo el año 2010, el 65% de los chilenos cambia su marca habitual durante los meses de campaña de la Teletón por aquella que auspicia la obra benéfica. Y es precisamente ahí donde estas grandes marcas reciben utilidades superiores a las que entregan en donación (eso sin contar los descuentos en impuestos que la ley les permite hacer). Negocio redondo para quienes quieran estar en la obra como auspiciadores. Modelo que por cierto se replica en los demás países que la hicieron suya.
Ahora bien, ¿por qué el modelo de donación es cuestionado? Porque cuando una obra benéfica recibe dinero de un contribuyente anónimo, una persona común y no una empresa o una marca como en Teletón, esta fundación emite un comprobante por lo entregado. En el caso de Teletón, el usuario debe adquirir productos de una marca intermediaria, la cual no entrega al cliente un comprobante de donación, sino que más bien lleva un conteo de lo que recibe y en base a eso calcula su aporte a Teletón (aporte que en realidad es de las personas y no de las empresas). A través de esa ayuda, además, se beneficia a esta empresa con descuento de impuestos. Eso sin contar que por estar en Teletón, estas mismas empresas pueden comprar publicidad televisiva y radial por un valor del 50% de lo normal en ese horario durante los meses de campaña. Es decir, ahorro en ingresos e impuestos y ahorro también en publicidad.
El más grande de los escándalos generados en torno a la Teletón fue el que ocurrió en Chile con la empresa Penta Inversiones S.A., que en la Fundación Teletón tenía dos directores: Carlos Alberto Délano –procesado por evasión tributaria y fraude al fisco– y Alfredo Moreno, quien continúa como director y es el actual presidente del Grupo Penta S.A (NdR: Alfredo Moreno hoy en día encabeza el Ministerio de Obras Públicas). El 2 de septiembre de 2014, el directorio de la Fundación Teletón se reunió para tratar un tema ingrato: el reemplazo de su presidente, Carlos Alberto Délano. Fue justamente el escándalo que envolvía a la compañía el que terminó con los diecisiete años que Délano se mantuvo en el directorio de la fundación, al que renunció luego de que el Servicio de Impuestos Internos lo denunciara por evasión de impuestos junto a su socio Carlos Eugenio Lavín, a fines de agosto de ese año. Pero la presencia de grandes grupos empresariales detrás de la Teletón –siempre los mismos– no se remite solo a su directorio. En Chile, por ejemplo, entre sus principales auspiciadores se cuentan los Matte, los Luksic, los Cueto y los Angelini, grupos que a través de diferentes marcas se suman a las «27 horas de amor», que en el último tiempo han sido flanco de profundas críticas. Algunos de ellos además han protagonizado hechos de colusión y fraude tributario o bien han estado en la palestra mediática por cuestionadas acciones económicas como prestarle una exorbitante cantidad de dinero a la nuera de la presidenta Bachelet sin que ella contara con el aval necesario para recibirlo, probablemente esperando favores políticos de vuelta; o traficar influencias en el Congreso chileno y apoyar reservadamente campañas políticas para conseguir promulgar una ley de pesca que va en su directo beneficio.
Ser parte de las marcas que donan a la Teletón trae varias ventajas asociadas. En opinión del sociólogo Alberto Mayol a un medio chileno, «lo más interesante para las grandes empresas es que la Teletón parece recaudar una cifra muy grande. Los chilenos no somos buenos para entender los grandes números de la economía, nos cuesta dimensionar. Pero la verdad es que es bastante modesta, es un plan de medios no demasiado caro para toda la exposición que supone, con la posibilidad de aprovechar un espacio en televisión abierta monopólico. La renta es bastante buena no solo en espacio, sino en imagen de caridad y bondad».
Mayol grafica sus dichos en una entrevista con el diario digital El Mostrador de Chile con un ejemplo: «Este año –2014– apareció que diez empresarios se habían organizado para reunir fondos para el CEP –Centro de Estudios Públicos de Chile–, y habían sumado cincuenta millones de dólares (cinco cada uno). Más o menos es la cifra que reúne la Teletón. Comprenderás que esas diez empresas consideran que su inversión puede ser buena para su marca si consideramos el monto que estuvieron dispuestos a poner para el CEP».
Pero ¿hay solo intereses de parte de los grupos económicos tras la Teletón? No, también existen intereses políticos. De las veintiséis marcas que auspician a la Teletón y que tienen representantes en el directorio de la fundación, diez están ligadas a los grandes grupos económicos chilenos que son parte del club de empresas que han entregado aportes reservados a las campañas políticas de distintos candidatos y partidos. Los aportes reservados han sido duramente cuestionados en Chile tras los últimos escándalos de colusión, ya que a través de este vacío legal, empresarios corruptos han encontrado la forma de hacer parecer legal el pago excesivo de dineros en busca de beneficios en el Parlamento, más específicamente en las leyes.
El círculo entre política, solidaridad y negocio es bastante evidente: el empresario apoya al político, que en el Congreso legisla a su favor. Al mismo tiempo, el empresario lava su imagen a través de esta campaña solidaria aportando una parte menor de sus utilidades a cambio de publicidad y marketing y aumentando además su margen de ganancia. Los miembros del directorio y socios principales de Teletón, por su parte, se benefician apoyando a sus propias empresas o, como es el caso de Kreutzberger, abriendo empresas paralelas con estos mismos «amigos».
La fundación, en tanto, y con el apoyo político a su favor, consigue acuerdos con el sistema de salud pública chileno (Fonasa) y con el Estado para subvencionar los tratamientos. Al no ser sus balances totalmente transparentes, no sabemos con exactitud cuánto dinero se gasta o se ahorra por este beneficio ni dónde va a parar el excedente.
El Grupo Luksic, por ejemplo, tiene presencia en el directorio de Fundación Teletón a través de Patricio Jottar y posee cuatro marcas auspiciadoras del evento. Los Luksic auspician el evento también a través del Banco Chile, que posee la cuenta corriente donde se realizan las donaciones a la fundación. Además, prestan apoyo económico al mundo de la política por medio de Banchile Corredores de Bolsa S.A. y Banchile Administradora General de Fondos. En tanto, el brazo minero de la familia entrega recursos por medio de las empresas mineras Esperanza y Los Pelambres, y de su matriz Antofagasta plc, que en 2013 aportó 2,3 millones de dólares para las elecciones presidenciales y locales, según el reporte anual del 2013, y que también estuvo presente en la Teletón.
Los Angelini, que ocupan el segundo lugar del ranking, auspician a la Teletón con Copec, en cuyo directorio coinciden Roberto Angelini Rossi y Bernardo Matte Larraín. El grupo también dona a las campañas políticas. Según el listado del SII, lo hace a través de Celulosa Arauco y Constitución, y sus filiales Aserraderos Arauco y Paneles Arauco, la compañía Minera San Francisco, además de Abastible y la pesquera Corpesca. La misma empresa que remeció el mundo del financiamiento de la política luego de los pagos a la diputada Marta Isasi antes de la votación de la Ley de Pesca. Todas ligadas al holding de Empresas Copec.
El Grupo Cueto les sigue. El gerente general de LAN, Ignacio Cueto, es director de la Teletón y la aerolínea es otra de las marcas auspiciadoras del evento que se realiza anualmente en noviembre. Esta compañía fue propiedad de Cueto y del ex presidente Sebastián Piñera hasta que este vendiera su parte y se presentara a las elecciones chilenas.
Los Cueto también destinan dinero a la política. Esto por medio de la gigante Latam Airlines Group –cuyo presidente es el histórico amigo y socio de Sebastián Piñera, José Cox– y su filial LAN Cargo S.A.
El Grupo Falabella también auspicia a la Teletón y lo hace a través de Sodimac, que es filial del Grupo SACI Falabella, controlado entre otros por el Grupo Bethia, la rama de los Heller Solari. El grupo hizo aportes a campañas políticas en 2013 justamente a través de la cadena Sodimac –la misma que auspicia a la Teletón y que aprobó una donación de hasta ciento noventa y seis millones de pesos– y las filiales Servicios e Inversiones Falabella y Falabella Retail S.A.
El Grupo Matte auspicia a la campaña de la Teletón a través de cuatro marcas, Confort, Cotidian, Ladysoft y Babysec, todas ligadas a CMPC Tissue, filial de la papelera CMPC que produce y comercializa papel higiénico, toallas de papel y toallas femeninas, entre otros productos, los mismos que, como ya comenté anteriormente, se encuentran procesados por colusión.
En el reporte de desarrollo sostenible de 2013 de CMPC, la forestal declaró que entregó un millón trescientos mil dólares para campañas electorales. A través de sus filiales Colbún Transmisión S.A. y Río Tranquilo S.A., donaron doscientos quince millones de pesos para las primarias de 2013 y las elecciones generales de noviembre, según publicó el portal Ciper Chile.
El multimillonario mexicano Carlos Slim auspicia la iniciativa con la empresa de telecomunicaciones Claro. Y auspició el año pasado, asimismo, al mundo político con Claro Chile y Claro Infraestructura 171. En México, Slim y Claro han tenido un rol destacado en el financiamiento del PRI para las elecciones de su país. Asimismo, Claro es uno de los principales auspiciadores de la Teletón en México.
Entre las 26 marcas auspiciadoras de la Teletón chilena se encuentra también Ripley, cuyo gerente general, Lázaro Calderón, es miembro del directorio de la fundación y estuvo involucrado en el escándalo económico por la venta de su empresa de retail Johnsons a su actual compañía Ripley.
Claramente existe un beneficio en dinero del cual todos los grandes grupos económicos se benefician directamente de la solidaridad a través del descuento de impuestos, así como también a través del aumento de sus ingresos y el lavado de imagen que la obra conlleva. Pero eso no es todo. En esta fiesta del nepotismo no solo los amigos y socios de Kreutzberger en empresas ajenas a la Teletón se ven beneficiados con la obra, también lo hacen los rostros que participan en ella y que suben sus bonos considerablemente al ser parte de las 27 horas de amor; aunque al menos ellos no lucran con la obra, pero sí la defienden y la hacen propia pues les asegura un beneficio mayor en imagen, trascendencia y contratos publicitarios y televisivos posteriores.
Es un hecho indesmentible que gracias a la Teletón Mario Kreutzberger cobró ribetes casi de santo para la audiencia. Hasta 1978, año de su creación, Don Francisco era visto como un hombre chabacano y sin mucha proyección; uno más a cargo de un programa burdo y misógino como Sábados Gigantes. Sin embargo, explotar esta veta solidaria le trajo muchos dividendos, dividendos indiscutibles a su imagen como comunicador, campañas de empresas con su rostro como caballito de batalla, contratos muy ventajosos en lo económico y el respeto de la audiencia, lo que a futuro le permitió lucrar incluso con marcas asociadas a su imagen tanto de su propiedad como de sus amigos.
La Teletón nació en plena dictadura, gracias a ella el país se unió en una causa solidaria y Pinochet sacó importantes beneficios en términos de su imagen internacional al validarla y apoyarla. Para todos era beneficioso: las empresas estaban felices de contribuir, los políticos de lavar su imagen bailando o recaudando fondos frente a las cámaras (y recibiendo de vuelta apoyos económicos para sus futuras reelecciones), los animadores de televisión haciéndose espacio para lucirse...
Un ex productor cuenta, por ejemplo: «Mario hace muchos negocios en torno a la Teletón. Negocios en su yate privado en Miami, en su casa de Santiago, en restaurantes de lujo, con cenas fastuosas. La Teletón le permitía hacer negocios, armar acuerdos, beneficiar amigos y cobrar por ello con intercambios publicitarios o futuros negocios dirigidos por su hijo».
El director del diario electrónico El Mostrador, el abogado Federico Joannon, ha sido en este sentido uno de los más duros críticos de la Teletón. Conversando con él deja entrever una crítica muy razonable: «Se llenan los bolsillos algunos y potencian marcas en perjuicio de otras», sostuvo apuntando además que «el caso paradigmático, y yo sé que es súper impopular lo que estoy diciendo, pero Don Francisco tiene una campaña, de antes de Teletón, por Claro […] Sabemos que [es] muy ligado a Slim, dueño de Claro a nivel internacional […] apenas se acerca la Teletón, incentiva la campaña, entonces vincula su persona, que es la Teletón, con Claro y (a la vez) Claro con la Teletón en forma ineludible», señala. «Eso, éticamente desde el punto de vista publicitario, no me parece un ejemplo», concluye.
No en vano, la directora de la fundación ha señalado a quien quiera oírla que «la Teletón me lo ha dado todo, mis casas, mis autos, todo». Y claro, de ser periodista free lance en Sábados Gigantes pasó a encabezar esta megaobra millonaria que, dado su carácter de fundación, puede administrar sin rendirle cuentas a nadie. Los sueldos de los que ostentan cargos ejecutivos en la Teletón son altísimos; tal es el caso de la mencionada Ximena Casarejos y ahora del editor general de Sábado Gigante en Miami, Marcelo Amunátegui, quien fue designado en un nuevo cargo para la Teletón 2015 de Chile. Esto sin contar los presuntos beneficios de sus amigos o parejas ocasionales de los mismos. Por ejemplo, un periodista que trabajó en la Teletón recuerda cómo para una grabación en regiones le cambiaron al camarógrafo por un cineasta amigo de Casarejos, el cual jamás había hecho televisión pero a quien se le pagó un generoso sueldo –nada acorde con el mercado– por hacer estas grabaciones en terreno. «Nos fuimos al sur con este tipo y yo lo vi grabar todo el día, le decía más o menos qué tomas hacer y me dediqué a las entrevistas; él debía grabar los testimonios. Cuando en la noche terminamos el trabajo nos fuimos al hotel y le pedí que me mostrara el material. Era inservible, fuera de foco, nada podía ser utilizado. Me habían exigido llevarlo y yo sabía que no correspondía, pero según ellos querían una estética más ondera, de cine. Todos sabíamos de quién se trataba y claramente en esa decisión no había nada de editorial o conveniente, fue un arreglo entre pololos nomás».
Pero ¿cómo se organiza la fiesta de Chile? Luego de leer detalladamente la memoria de la Fundación Teletón y asesorada por un par de auditores amigos, constato que el escrito de más de ochenta páginas es bello, tiene linda fotografía y un diseño amigable, habla de logros, de atenciones, de beneficios, pero en lo económico detalla muy poco de sus gastos o de la procedencia de sus ingresos. Es más, ni siquiera resume todos sus ingresos desglosados por ítems para así demostrar transparencia. Al ser una fundación benéfica tiene esa ventaja legal: su balance no es cien por ciento público ni debe ser detallado como para entender la magnitud del costo versus la utilidad. Es por ello que no se puede decir que la Teletón es ilegal o cae en ilegalidades, pero sí se puede decir que su forma de operar es poco transparente.
Para tener una idea, la fiesta solidaria de Chile, las 27 horas de transmisión ininterrumpida y la mantención de los sueldos de directores y empleados de la fundación, cuestan –según detallan las fuentes entrevistadas– anualmente casi el 40% de lo recaudado en cada campaña. Finalmente, los niños se benefician de una cantidad muy pequeña de la torta, torta que se supone fue armada para ellos y que en la práctica no supera el 20% de lo recaudado año a año, según señalan fuentes que estuvieron ligadas a la obra pero que ya no siguen trabajando en ella por esta misma razón.
El periodista Víctor Gutiérrez cuenta que «el 2001 mandé a pedir los documentos que transparenten las platas y me dijeron que era una corporación privada y nadie puede tener acceso a ella. ¿Por qué si es una obra transparente y tan linda?».
El año 2014, y según la memoria anual de la fundación, solo en gastos administrativos se destinaron más de tres mil millones de pesos. El evento en tanto tuvo un costo impreciso en la memoria, ya que no se considera como ítem a declarar, lo que deja de manifiesto que existen cifras ocultas que a nadie le conviene transparentar. De hecho, una fuente al interior de la fundación comenta que en realidad en cada una de las 27 horas se gasta cerca del 50% del resultado financiado por las donaciones en pagos «sobrevalorados que muchas veces son hasta un 300% más altos que los precios del mercado». Cifras escandalosas que generaron en varias ocasiones críticas políticas y desde el mundo de la cultura. Sin pecar de majadera, puedo asegurar que el costo de la transmisión del evento y los gastos ligados al trabajo de su equipo base son escandalosos y nada tienen que ver con la llamada solidaridad de la que hacen alarde.
Según cuenta un ex colaborador de la fundación, quien estuvo a cargo de gran parte del montaje y puesta en escena varios años durante «las 27 horas no tienen un costo fijo determinado. Cuando pregunté qué presupuesto tenía para ejecutar el evento me dijeron que el que quisiera. No hay un orden ni un límite en el costo y eso permite que se desarrollen muchos temas inentendibles y que claramente favorecen a amigos y familiares de los organizadores; se mueven cientos de millones de pesos en contratos y sobrepagos».
Esta misma persona cuenta, por ejemplo, que cuando tomó el desafío de organizar y producir las 27 horas, buscó los presupuestos más económicos y viables en iluminación, sonido, transporte, comunicaciones, escenografía y todo lo relacionado con la puesta en escena. Esto lo llevó a constatar que las diferencias entre un presupuesto de escenografía y otro llegaban a tener variaciones de hasta un 500%. «Una diferencia inentendible por el mismo servicio». Pero su sorpresa fue mayor cuando, luego de decidir trabajar con las empresas más serias y reconocidas, muchas de ellas con presupuestos ridículamente inferiores que los de sus competidores, la respuesta de la directora ejecutiva de la fundación en Chile, Ximena Casarejos, fue: «Tienes un presupuesto ilimitado, nadie te pide hacer cambios ni ahorrar. Mejor sería que trabajaras con quienes conocemos». No obstante, este productor asegura que en muchos casos los que la directora consideraba como «los que conocemos» no eran en absoluto empresas conocidas en el medio, sino más bien empresas «que parecían hechas solo para prestar servicios en la Teletón, ya que el resto del tiempo no los veíamos jamás en canales de televisión o eventos masivos». Por esta razón decidió confiar en quienes él conocía y seguir ahorrando costos para que el beneficio final hacia los niños de la fundación fuese mayor. Pero el tema no quedó ahí. Al constatar que no fue escuchada, la directora de la fundación dio un paso al costado y apareció Mario Kreutzberger en persona. «Recuerdo que iba caminando y se me acerca Mario y me dice: “Pucha, me contaron que estás cambiando a los proveedores. La empresa de luces es del hijo de un amigo mío, yo no te estoy diciendo que trabajes con él si no quieres, pero es el hijo de un amigo, me haría feliz mantenerlo. Tú sabes que siempre es bueno ayudar a los amigos. Como te ayudamos a ti dándote este trabajo. Piénsalo, pero siéntete libre de elegir”».
Eligió y quedó sin trabajo, según reconoce, porque «no estaba dispuesto a beneficiar camarillas ni familiares o amigos». También recuerda que una vez tomado el buque se dio cuenta de varias irregularidades cometidas dentro de la fundación: «Los gastos en comida eran ridículos. Festines financiados por la fundación. Más encima había canje de pasajes en LAN y muchos los utilizaban a destajo sin ser ocupados para beneficiar la obra, sino para cosas personales. La señora Casarejos hacía viajar a toda su familia. Ese año su hija estudiaba en Argentina y siempre venía o ella iba, todo cargado a la fundación, al canje de LAN. Y ellos no trabajaban en la fundación. Su hija estudiaba en Argentina y nada tenía que ver con la Teletón».
Alertado sobre esta irregularidad, el productor decide poner un counter de pasajes dentro de la oficina para así controlar el flujo de tickets. El tema fue medianamente resuelto, pero la solución duró lo que duró él en el cargo ejecutivo, el cual solo ocupó durante el último de sus años en Teletón. Una vez destituido todo volvió a ser como en el pasado, como confirma una ex colaboradora más reciente: «Al menos hasta que me fui de la fundación, Don Francisco, la Ximena y muchos otros miembros tenían el beneficio de pasajes ilimitados a todo destino». Irregularidades como estas son las que han hecho que la Teletón esté permanentemente en tela de juicio. Porque si bien es cierto que, más allá del sensacionalismo o los métodos que se utilizan para manipular la imagen de los minusválidos, es mucho más fuerte aún el desorden administrativo que reina y que han preferido mantener así para no transparentar gastos, sueldos y beneficios de quienes trabajan en esta obra o son parte de su directorio. También es cierto que hasta la fecha y desde 1978, la Fundación Teletón no ha hecho ni piensa hacer absolutamente nada por transparentarle a los chilenos la totalidad de sus ingresos y gastos. Una realidad que ya comienzan a vivir en México, Estados Unidos y los demás países donde opera esta fundación y que como vimos está siendo igual de criticada. Finalmente, la Teletón se debe en gran parte a su directorio y mientras el uso de la plata de los contribuyentes anónimos invertida en ella no sea transparentada, las dudas seguirán en el aire.
*Extracto del libro Don Francisco. Biografía de un gigante (2015, Planeta), de la periodista Laura Landaeta.
Comentarios
Buenas tardes,
Ojala gastaran el mismo
No hay peor ciego que el que
Se sabe que el gobierno
Paty el estado debe dar
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