Entendida como un conjunto de ideas dominantes que son presentadas como verdaderas o parte del sentido común, la ideología no hace más que reforzar las relaciones de poder ya existentes. Ya lo decía Stuart Hall hacia fines de los 80: la ideología legitima un mundo social caracterizado por la desigualdad.
Hall se basaba en la tercera dimensión del poder descrita por el sociólogo Steven Lukes, y que consiste precisamente en moldear las percepciones de la gente de manera que acepten las desigualdades establecidas. En otras palabras, los intereses de las clases dominantes –los grandes gremios, por ejemplo– son presentados como naturales y universales, a diferencia de la mirada de sindicatos, trabajadores y movimientos sociales, quienes aparecen retratados como desviaciones a la regla.
La ausencia de un análisis crítico de la ideología en el mundo de los medios, explican otros autores, es precisamente un buen indicador de lo dominante que se ha convertido el neoliberalismo en ciertas sociedades del planeta.
Si bien el estudio de la ideología en los medios pasó por un largo periodo de letargo que duró décadas, autores como el británico John Downey se han encargado de revivirla y actualizarla. Estudiando las políticas de austeridad implementadas en el Reino Unido, el autor ejemplifica con la idealización que ciertos medios de comunicación hacen del “self-made man”. Se trata de historias de vida heroicas, modelos a seguir por la ciudadanía y que en Chile –con mayor o menor éxito– han tratado de encarnar políticos “independientes” como Laurence Golborne (quien logró escapar de Maipú) y Sebastián Sichel (el hombre “sin privilegios” que sorteó todas las barreras que le puso el mundo).
La ausencia de un análisis crítico de la ideología en el mundo de los medios, explican otros autores, es precisamente un buen indicador de lo dominante que se ha convertido el neoliberalismo en ciertas sociedades del planeta.
En el caso de Chile, la incesante defensa del modelo existente es parte del día a día. Cuesta, por ejemplo, imaginarse cómo podría el cuerpo de economía de un diario obviar el constante lobby que a través de sus páginas ejercen los grandes grupos económicos. Cuesta hacerse una idea de cómo se vería en esas mismas páginas la posición de quienes cuestionan la voracidad del modelo existente. Las páginas económicas de nuestra prensa son, por sobre todo, guardianes de esta fe que parece inquebrantable. Como explicaba Cristián Bofill en una entrevista hace un año cuando lanzaba su medio digital Ex-Ante, “creo que un buen medio es de derecha en economía, de centro en política […] y de izquierda en términos de derechos civiles”.
Cualquier tipo de equilibrio parece inexistente en estas páginas dedicadas a la economía. “Una vez que los líderes empresariales han sido entrevistados, se les pide a los representantes de los diferentes partidos políticos que comenten”, explica el británico Downey. “La imparcialidad significa entonces una especie de equilibrio en el espacio asignado a cada partido político, mientras que no se aplica a las opiniones expresadas por los líderes empresariales. En cierto sentido, los puntos de vista de las empresas proporcionan el terreno o ‘la realidad’ sobre la que luego discuten los políticos”, agrega.
En nuestro país, el modelo de pensiones es el botín más preciado de todos. Se trata de la gran frontera que los grandes grupos económicos, partidos de derecha, determinados centros de pensamiento y un puñado de medios no están dispuestos a mover ni un centímetro. Entienden, con bastante razón, que una vez que comience en serio la discusión sobre la legitimidad de las AFP entonces ya no habrá vuelta atrás.
Ya en 1983 Guillermo Sunkel explicaba cómo el diario de los Edwards constituía “un medio de divulgación (propagación y difusión) de doctrinas (teorías e ideales) que tienen como modelo económico la propuesta liberal”.
El pasado 2 de noviembre, La Tercera publicó en sus páginas económicas un estudio encargado a Cadem por la Asociación de AFP. Una de las preguntas destacadas buscaba saber cuáles serían las eventuales consecuencias del fin del sistema de capitalización individual. Las alternativas eran todas catastróficas: Sería más caro pedir un crédito hipotecario, el precio del dólar subiría, aumentaría la inflación, los empresarios invertirían menos en el país, caerían las acciones de las empresas chilenas, el país tendría menor crecimiento y habría más desempleo. En la página opuesta, un informe explicaba cómo las AFP habían aumentado sus ganancias en un 16%, sumando utilidades superiores a los USD 350 millones entre enero y septiembre.
Un día después, en las mismas páginas económicas del diario de la familia Saieh, un senador socialista explicaba su rechazo al cuarto retiro del 10%, los controladores extranjeros de las AFP le expresaban su “preocupación” al ministro de Hacienda y el consejero de Libertad y Desarrollo, José Luis Daza (presentado únicamente como “periodista chileno radicado en Estados Unidos) criticaba la propuesta de un candidato opositor de terminar con las AFP: “Aquí lo que van a hacer es una enorme destrucción”.
Los ejemplos escogidos son solo muestras recientes de tendencias que llevan ocurriendo por décadas. Ya en 1983 Guillermo Sunkel explicaba en El Mercurio: 10 años de educación político-ideológica 1969-1979 cómo el diario de los Edwards constituía “un medio de divulgación (propagación y difusión) de doctrinas (teorías e ideales) que tienen como modelo económico la propuesta liberal”. Dos décadas más tarde, en 2003, Ángel Soto Gamboa corroboraba esta tesis en su libro El Mercurio y la difusión del pensamiento político económico liberal 1955-1970.
Hoy, más de medio siglo después de los periodos estudiados por estas investigaciones, la férrea defensa de estas ideologías parece no haber claudicado. Claro, nunca en 50 años había estado el modelo político y económico tan contra las cuerdas como se encuentra en el Chile de hoy.
Los defensores de un modelo sin ningún tipo de cambios o ajustes podrían en dos semanas más sufrir un nuevo revés tanto o más doloroso como los vividos con el plebiscito del Apruebo.
Entendiendo que la carrera presidencial está cuesta arriba para los candidatos de su sector, El Mercurio fijó sus esperanzas hace pocos días en el único bastión que podría contribuir al bloqueo en la caída del modelo defendido por tanto tiempo: el poder legislativo. “Es fundamental para el país que este (el Congreso) pueda representar un equilibrio frente a una Convención dominada por las fuerzas más radicalizadas”, señaló en un editorial titulado “Complejo escenario en la centroderecha”.
El “sentido común” inyectado a la vena durante años parece estar llegando a su fin. Los defensores de un modelo sin ningún tipo de cambios o ajustes podrían en dos semanas más sufrir un nuevo revés tanto o más doloroso como los vividos con el plebiscito del Apruebo y la posterior elección de constituyentes. Los guardianes de la ideología, sin embargo, no parecen estar dispuestos a tirar la toalla tan fácilmente.
Comentarios
Obvio que no van a tirar la
Qué interesante lo que dice
El proceso de Islandia fue
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