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Viernes, 18 de Julio de 2025
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Bolivia 2019, lo que no vimos por atender el estallido social

Andrés Almeida

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Evo Morales, Álvaro García Linera y Gabriela Montaño en el Chapare. Foto de García Linera en el libro de Alfredo Serrano, Evo: Operación Rescate
Evo Morales, Álvaro García Linera y Gabriela Montaño en el Chapare. Foto de García Linera en el libro de Alfredo Serrano, Evo: Operación Rescate

Mientras en Chile las fuerzas polticas se unían para sostener a Sebastián Piñera, en Bolivia ocurría todo lo contrario, y buscaban derrocar a Evo Morales, en lo que fue el más reciente Golpe de Estado en América Latina.

Este artículo es parte del newsletter exclusivo La Semana del pasado martes 29 de noviembre de 2022, y ahora se comparte para todos los lectores.

Entre el viernes 8 y el martes 12 de noviembre de 2019, América Latina vivió su más reciente Golpe de Estado. Fue en Bolivia, contra el presidente Evo Morales Ayma, cuando una serie de eventos concatenados y coincidentes lo obligaron a renunciar a su cargo y escapar del país, para asilarse primero en México y luego en Argentina.

A la luz de los hechos, y con tres años de perspectiva, lo de Bolivia no se trató de una tormenta social y política perfecta, con eventos que se precipitan sin mayor concierto, en contra de la continuidad de un gobierno en deterioro, como se quiso hacer creer. Ese fue el caso paralelo y sincrónico de Sebastián Piñera en Chile, quien por esos mismo días estuvo cerca de perder el poder ante una movilización social desbordada, sin cabeza y sin propósitos claros, en el que los errores propios de Piñera eran las causas más graves de los elementos que tendían a enajenarle el poder. 

En Bolivia hubo coordinación de los actores sociales y políticos nacionales e internacionales, para producir la caída de Evo Morales, mientras que en Chile, la poca coordinación que pudo haber, fue para intentar rescatar a Sebastián Piñera y evitar un escenario potencialmente revolucionario o al menos de revuelta, como lo fue el acuerdo del 15 de noviembre. Eso, por mucho que el ex presidente chileno jure hasta el día de hoy que hubo una confabulación venezolana-cubana en su contra, en pago por su intento de desestabilización del gobierno de Nicolás Maduro en febrero de ese mismo 2019. 

Morales cayó, Piñera no. El MAS volvió al poder en Bolivia con Luis Arce, un año después, en 2020, Chile pasó por un super ciclo electoral cuyo resultado más relevante fue el triunfo restaurador del plebiscito del 4 de septiembre de 2022. Es decir, todo quedó más o menos donde mismo, aunque nada volvió a ser igual.

Dadas estas consideraciones -y a que como pequeña redacción estuvimos abducidos por el estallido social chileno, y no pudimos meternos en el asunto boliviano como ameritaba-, en INTERFERENCIA decidimos volver la mirada al pasado reciente de este país vecino, cuya historia política y social ha solido adelantar las grandes tendencias que luego experimenta el resto de países de la región. 

En Bolivia hubo coordinación de los actores sociales y políticos nacionales e internacionales, para producir la caída de Evo Morales, mientras que en Chile, la poca coordinación que pudo haber, fue para intentar rescatar a Sebastián Piñera y evitar un escenario potencialmente revolucionario o al menos de revuelta, como lo fue el acuerdo del 15 de noviembre. 

Es así como publicamos dos artículos de mi autoría al respecto:

El primero es Las gestiones a contrarreloj de Alberto Fernández y AMLO para rescatar a Evo Morales de una Bolivia en llamas, el cual a mi juicio tiene la virtud de mostrar los intensos grados de coordinación de líderes progresistas latinoamericanos, quienes por esos días estaban casualmente reunidos en el segundo foro del Grupo de Puebla, en Buenos Aires, el que paradojalmente estaba destinado a celebrar la muy reciente liberación de Lula da Silva y el triunfo electoral de Alberto Fernández, quien en ese momento era presidente electo de Argentina. 

Pero 2019 no era todavía el tiempo de Puebla, sino que todavía lo era el del Grupo de Lima; una agrupación formal de aquellos gobiernos de países americanos (sin contar Estados Unidos) que -en la práctica- buscaban poner fin al gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela. Fue creado en 2017, pero encontraría su oportunidad de actuar en grande a principios de 2019, cuando acolitó a los Estados Unidos de Donald Trump en su intervención en Venezuela, primero, intentando legitimar a Juan Guaidó como 'presidente encargado' y luego a través del ingreso forzado de ayuda humanitaria estadounidense, principalmente desde la ciudad colombiana de Cúcuta. 

Cúcuta fue un fracaso para Lima, pero eso no reblandeció la alianza, la que -visto con la perspectiva de hoy- renovó sus votos justamente a propósito del Golpe de Estado en Bolivia.

Ahí entra el segundo de mis artículos; Presidente Fernández en entrevista con Interferencia: "No tengo dudas de que Trump, Macri y Bolsonaro querían el golpe en Bolivia", una larga conversación con Alberto Fernández, que iba a ser a propósito del rescate de Evo Morales, pero que terminó siendo una completa revisión de la política latinoamericana durante el evento, donde quedan claros los papeles de Trump, Jair Bolsonaro y Mauricio Macri en la trama.

Siguiendo al actual presidente argentino, es claro además el rol en el Golpe del secretario general de la OEA, Luis Almagro. Fernández barre el piso con este uruguayo ex frenteamplista, que había sido canciller de 'Pepe' Mujica, y desclasifica una conversación que tuvo con él sobre Venezuela, que -a mi juicio- lo retrata:

"Los venezolanos decían que había habido una gran manifestación opositora, y que Nicolás Maduro había puesto 3.500 tipos presos de la marcha. Yo le dije ‘Luis, pon atención en este tema, mira que yo no soy un tipo de la derecha, pero me parece que la oposición venezolana merece atención y que hay que buscar una solución’. Ni bien se lo digo y Almagro reacciona airado; ‘No me vengas con eso, esas son cosas de los gusanos cubanos, no pasa nada en Venezuela’. Yo le dije, ‘mira, te lo estoy diciendo yo, que no tengo nada que ver, pero ahí está pasando algo que no está bien’. Me volví a Buenos Aires y Almagro me dijo que no iba a atender a los venezolanos opositores", desclasifica Fernández.   

En la producción de estos artículos tuve varias conversaciones con testigos y protagonistas, aparte del presidente Fernández. Una de ellas fue con Marco Enríquez-Ominami (MEO), quien es uno de los fundadores del Grupo de Puebla, quien estaba presente en el evento en Buenos Aires, y que resultó clave en las gestiones que se hicieron para liberar a Evo Morales.

Pero además hubo concordancias graves fuera de Bolivia. Fernández las aborda de manera casi completa, con lo que es posible ver el sello de Donald Trump, Jair Bolsonaro y Mauricio Macri, aunque, insistó, me llamó la atención particularmente el rol de Almagro.

MEO me dijo que uno de los primeros escollos fue lograr que el progresismo comprendiera temprano que se trataba de un Golpe de Estado y no de otra cosa. Dada la experiencia chilena de 1973, para MEO fue sencillo identificarlo, pero se corría el riesgo de quedar atrapados en una cuestión semántica, especialmente al principio, cuando no estaban todos los elementos sobre la mesa. 

Visto en retrospectiva, claramente se trató de un Golpe. Había todo un dispositivo para objetar la reelección de Evo Morales, en el que se coordinaron de manera precisa policías y militares sediciosos, la oposición completa, y los órganos más importantes de la vida civil, incluida la Iglesia católica, si sigo a una fuente diplomática a la que le extrañó la nula labor de la Nunciatura durante la persecución de líderes del MAS en esos días. Además, claramente fue un Golpe porque el dispositivo nunca se detuvo hasta la renuncia de Morales, pese a que éste había anunciado la repetición de una elecciones que nunca fueron fraudulentas, tal como se demostró posteriormente (habiendo sido la mecha que incendió todo).

Pero además hubo concordancias graves fuera de Bolivia. Fernández las aborda de manera casi completa, con lo que es posible ver el sello de Donald Trump, Jair Bolsonaro y Mauricio Macri, aunque, insistó, me llamó la atención particularmente el rol de Almagro.

Aunque era un funcionario menor en comparación con los presidentes de esta trama, Almagro fue clave para gatillar el Golpe. Un tweet suyo, la noche del sábado 10 de noviembre, adelantando un informe electoral que debía darse a conocer días después, en el cual denunciaba indicios de fraude, dio la largada para el actuar coordinado de todos los golpistas, desde Carlos Mesa a Luis Fernando Camacho.

Luego se demostró, y lo reconoció hasta The New York Times y The Washington Post, que los resultados "anormales" en algunas localidades donde ganaba Morales con hasta el 95% de los votos -las supuestas anomalías- correspondía a reductos pequeños donde el MAS históricamente arrasaba, sin intervención alguna.

Luego se demostró, y lo reconoció hasta The New York Times y The Washington Post, que los resultados "anormales" en algunas localidades donde ganaba Morales con hasta el 95% de los votos -las supuestas anomalías- correspondía a reductos pequeños donde el MAS históricamente arrasaba, sin intervención alguna.

La OEA fue llamada por Evo Morales como garante del proceso electoral en una jugada que -interpreto yo- estaba destinada a cubrir el flanco de los reclamos de ilegitimidad de origen del proceso electoral, pues el presidente boliviano podía competir en su reelección por un fallo del Tribunal Constitucional, que desoía el resultado de un referéndum de 2016 que negó dicha posibilidad. Es decir, si la OEA daba el visto bueno al resultado, lavaba de paso la situación ilegítima de origen.

La apuesta fue muy alta y se perdió, con lo que el asunto de ilegitimidad fue blandido como el origen del rompimiento constitucional, ante lo cual no habría un Golpe de Estado sino una especie de revuelta derivada de la inestabilidad política. Pero, fue una trampa, pues la OEA y la oposición, que compitió en esa elección, aceptaron la situación de origen, y se negaron a detenerse cuando Morales dijo -coaccionado por el Golpe en curso- que se repetiría la elección. Algo que era justamente lo que pedía la oposición posteriormente a la jornada electoral en que el presidente ganó estrechamente, el 20 de octubre de 2019. 

Es decir, se produjo el derrocamiento planificado de un presidente legítimamente electo, con un mar de fondo de tensión política y descontento, que no explica los hechos en sí mismos.

A continuación, algunos otros textos interesantes sobre este episodio:

Evo Morales: ¿hubo un golpe de Estado en Bolivia? BBC Mundo consultó a 6 expertos, de Norberto Paredes de la BBC donde, en mi parecer, se puede ver cómo la discusión se pudo enredar al momento de determinar lo que estaba pasando.

- Una elección amarga: acusaciones de fraude y segundas intenciones, de Anatoly Kurmanaevy y María Silvia Trigo, para The New York Times.

- Bolivia descartó elecciones de octubre por fraudulentas, nuestra investigación no encontró razones para sospechar de ello, de John Curiel y Jack Williams, para The Washington Post.

Bolivia: Los sospechosos vuelos del avión presidencial de Jeanine Áñez a Brasil, de Felipe Yapur en Página 12.

Bolsonaro admite que se reunió en secreto con la expresidenta golpista de Bolivia Jeanine Áñez, de Dario Pignotti de Página 12, en Público.es.

Gobiernos de Macri y Moreno prestaron miles de municiones de armamento no letal a Bolivia para la represión de Jeanine Añéz, una investigación para CLIP de Sebastián Ortega, Emiliano Gullo y Luciana Bertoia (Anfibia); Paul Mena (El Universo) e Iván Paredes (El Deber), publicado por INTERFERENCIA.

- Las cicatrices de la represión en Bolivia en la crisis de 2019, de Ernesto Estremadoiro, Iván Paredes y Nelfi Fernández Reyes, para CLIP en El Deber.

Enríquez Ominami: "Evo Morales está sufriendo un golpe de Estado", en Radio Nacional.

El Grupo de Puebla se crece ante el giro izquierdista americano, por Daniel Lozano, para El Mundo de España.

México y el Grupo de Lima: cuestión de principios, y de resultados, una columna para Nodal de Maximiliano Reyes, subsecretario para América Latina y el Caribe de la Cancillería de México, quien fue el delegado de AMLO, parte del Grupo de Puebla y fuente para mi primer artículo, en el que ofrece una visión crítica sobre el Grupo de Lima.



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Felicitaciones. Son los hechos de otro vergonzoso episodio de nuestra historia en latinoamérica. Es vergonzoso cómo la conjura ultarderechista, aún en el siglo XXI, puede funcionar en la región cuando estos trogloditas quedan al mando de países tan importantes como Brasil y Argentina, y siempre con el gentil auspicio de EEUU.

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