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Viernes, 25 de Julio de 2025
[Reseña]

'De quién es Chile': una historia contemporánea de Colo-Colo que se vuelve un retrato social de Chile

Andrés Almeida (*)

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Foto: Alberto Arellano
Foto: Alberto Arellano

En este libro, Alberto Arellano -descendiente directo de los fundadores del club- aborda la época en la que el destino del equipo más popular del país se disputa ferozmente por parte de los más prominentes hombres ligados a la Bolsa de Santiago. La historia inevitablemente se entreteje con las disputas a sangre y fuego por parte de los más connotados hombres de su barra brava; la Garra Blanca. Ambos mundos se juntan y resulta un sorprendente paralelismo.

¿En qué se parecen Francisco Muñoz, alías Pancho Malo, con Sebastián Piñera, alías Tatán? A juzgar por la lectura de De quién es Chile, Colo-Colo en la era de las sociedades Anónimas (Catalonia, 2023), de Alberto Arellano, en muchos más aspectos que el interés de ambos por conducir el destino del club más popular de Chile, en la misma época.

En una primera apariencia, las esferas donde se mueven ambos personajes parece que no se tocan, al estar en las antípodas del Chile social, marcado por la segregación urbana; Sanhattan y su gusto de hombre blanco occidental, enclavada en el corazón de Santiago Nororiente; y Pedreros, barrio donde reside el Estadio Monumental y hacia donde confluyen de a miles hombres mestizos pertenecientes a decenas de barrios periféricos de Santiago, cada domingo, a manifestar su popular gusto por el equipo de fútbol que en su insignia lleva un guerrero mapuche.

Pero, siguiendo el relato de Arellano -quien es periodista e historiador- el hecho de que tanto Muñoz como Piñera coincidan en el interés de conducir Colo-Colo -uno desde el Directorio de la sociedad anónima que lo compró, y el otro desde el control del bombo de su barra brava; la Garra Blanca-, marca una situación no solo de contrastes, sino que de sorprendentes paralelismos.

También hay coincidencias entre Muñoz y Piñera que podrían parecer más casuales o anecdóticas, pero que probablemente no lo son. Una de ellas es la búsqueda de ambos personajes de asociarse con Boca Juniors, en Buenos Aires. En ambos casos, los momentos implicaron mejoras en las posiciones de ambos. 

Arellano -quien además es nieto de Alberto Arellano Moraga y sobrino nieto de David Arellano Moraga, ambos fundadores del club hace 98 años atrás- renuncia en el relato a explicitar los paralelismos, los que deja para el deleite del lector, pero, escribe con toda conciencia de que ambos mundos no solo se tocan, sino que también se entretejen y se parecen de una manera sorprendente en sus ferocidades.

Siguiendo con Muñoz y Piñera, a ambos varones los une una clara ambición de poder y figuración, que los atrae poderosamente hacia al tótem del club popular que todos miran, temen o respetan. También los mueve la necesidad de dinero y prebendas, pero eso parece secundario, o funcional a lo primero, al menos en lo relativo a Colo-Colo. Y ambos se parecen también en que, para lograr sus objetivos, constantemente desafían los límites de las reglas del juego. 

En el caso de Piñera -y todos los hombres de Sanhattan que están o pasaron por la sociedad anónima-, lo hace creando por fuerza y audacia sus propias reglas (como lo hizo como senador para empujar la ley de sociedades anónimas en el fútbol, al principio de esta historia) o torciendo las que existen a su favor, presionando a quien haya que presionar (como hizo Leonidas Vial para tratar de sacar de escena a Aníbal Mosa, hacia el final del libro).

En el caso de Muñoz -y todos los garreros que disputan y han disputado el liderazgo de la Garra Blanca- su acción viene también determinada por la fuerza y la audacia, con la diferencia en que las reglas a ser desafiadas son las de los códigos de la calle y las del código penal, en particular aquellas que se conocen como delitos de sangre, por lo que en juego no está solo la reputación, la posición y el bolsillo, sino que también la vida y la integridad física.

También hay coincidencias entre Muñoz y Piñera que podrían parecer más casuales o anecdóticas, pero que probablemente no lo son. Una de ellas es la búsqueda de ambos personajes de asociarse con Boca Juniors, en Buenos Aires. En ambos casos, los momentos implicaron mejoras en las posiciones de ambos. 

El libro es abundante en episodios y datos inéditos del mundo de las barras, obtenidos de decenas de conversaciones con ‘garreros’ en el Monumental y los barrios, además de fuentes judiciales y policiales, lo que le confiere un carácter invaluable para la comprensión de este mundo que no ha podido hacer el periodismo deportivo.

Por un lado, es conocida la historia de Piñera intercambiando camisetas de Colo-Colo y Boca Juniors con Mauricio Macri, su alter ego argentino, quien también trepó en la política comprando el club más popular de su país, hasta llegar a la Presidencia de la República. 

Por otro, es inédito y tal vez por lo mismo más fascinante aún, la historia de cómo Pancho Malo le ganó la disputa de poder a Felipe Muñoz, ‘Felipe Alboroto’, justamente a la salida de La Bombonera, en Buenos Aires, al quedarse con la barra, impedida de entrar, y obtener así su lealtad, mientras que su rival no pudo vencer la tentación de entrar en solitario al mítico estadio. Todo esto, en medio del vacío de poder dejado por la caída de Manuel Saavedra, El Huinca.

También es inédito el momento en que -mucho después- Muñoz llega a la capital argentina y marcha desde el Obelisco a la cancha donde jugaría Colo Colo, y deshace la alianza histórica de la Garra Blanca con la barra brava de Chacarita, una vez que Muñoz asienta su amistad con los líderes de la barra de Boca, en particular con Gabriel Martín, hermano de Mauro, uno de sus principales líderes

Algo impensado, que roza la traición (y que recuerda el cambio de equipo de Piñera de la UC al Colo), dada la rivalidad que surgió entre Colo-Colo y Boca, justamente, en la hazaña de la obtención de la Copa Libertadores, cuando Colo-Colo dejó fuera a Boca en la semifinal de 1991, lo que celebraron por igual ‘albos’ y ‘funebreros’ (hinchas de Colo-Colo y Chacaritas, respectivamente).

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Una foto que corre entre barristas donde se ve a carabineros golpeando a El Pirata, mientras observa Pancho Malo.
Una foto que corre entre barristas donde se ve a carabineros golpeando a El Pirata, mientras observa Pancho Malo.

Cabe señalar que el libro es abundante en episodios y datos inéditos del mundo de las barras, obtenidos de decenas de conversaciones con ‘garreros’ en el Monumental y los barrios, además de fuentes judiciales y policiales, lo que le confiere un carácter invaluable para la comprensión de este mundo que no ha podido hacer el periodismo deportivo. Es de esperar que cada nuevo elemento que vea la luz gracias al libro sea reconocido como un proceso laborioso de investigación, y no un dato dado.

Pero esta no es una historia de un par de nombres propios, sino una narración prosográfica de dos grupos sociales que en el papel están tan alejados como es posible; la minoría de la elite, en la cúspide de la pirámide social donde flota el capital, y un grupo de varones perteneciente a la mayoría de marginados, pero que, en su caso, han decidido renunciar al anonimato y la subordinación a través del sentido que les da ser parte de Colo-Colo, el club popular por excelencia, y a la vez el más ganador y connotado de Chile, al menos en términos futbolísticos.

Traducido al lenguaje del libro, es una historia de ‘piños’, que se forman, crecen, unen y disuelven, en la medida en que logran o fracasan en el cometido de asaltar -unos- el Directorio de Blanco & Negro, la sociedad anónima bursátil que controla el club, y -otros- el bombo de la galería norte del Estadio Monumental, el cual representa el liderazgo de la Garra Blanca.

Traducido al lenguaje del libro, es una historia de ‘piños’, que se forman, crecen, unen y disuelven, en la medida en que logran o fracasan en el cometido de asaltar -unos- el Directorio de Blanco & Negro, la sociedad anónima bursátil que controla el club, y -otros- el bombo de la galería norte del Estadio Monumental, el cual representa el liderazgo de la Garra Blanca. Ambas escenas ocurren una y otra vez en el relato, todas con el mismo escenario del Estadio Monumental David Arellano.

Así, las decenas de nombres propios que aparecen en el libro lo hacen para ocupar posiciones -como caciques o indios, si se excusa la incorrección de los términos- en los distintos ‘piños’, tanto de la barra, como de la sociedad anónima.

De tal modo, junto a Pancho Malo, confluyen en la Coordinación -la exitosa alianza de piños que controló la Garra Blanca durante la mayor parte de esta historia, la cual se convirtió en una especie de versión oficialista de la barra respecto de Blanco & Negro, al cual, por lo mismo, motejaron de ‘Perkinación’- nombres de tales como;

Manuel Yáñez, El Tontín (quien luego se distanció); Iván Álvarez, El Kunta; Jonathan Arenaldi; Felipe Vega, Pelao; Alejandro Ñanco Carrasco, El Ardilla -hoy famoso por estar al parecer disputando el liderazgo actual de la barra-; Jorge Silva, El Bruja; el Pato; el Basay; Claudio Licanqueo, El Escombro; o Paulo Rigo, El Fido, quien llevaba la relación con Boca.

Mientras, en las distintas disidencia, aparecen nombres tales como Francisco Javier Figueroa, El Mero, un personaje entrañable, crudamente asesinado en 2012, tal vez solo un caballo en el ajedrez del poder, pero que muestra los valores en este juego y que ayuda a articular el relato; Juan Carlos Arancibia, El Pirata; el Fotokopia; Agustín Oliva, El Dead; Felipe Arias, El Rulo; o Mario Carrasco, El Rucio.

También se mencionan los históricos, como el mítico líder de la barra en los 90 Mario Montoya, El Chirola; el propio Huinca o Sandro Voisin, El Barti.

Es notable cómo varios de los nombres del fútbol -y esto incluye al club Universidad de Chile- tienen su origen en la dictadura y su herencia.

También vale la pena dejar registro del meticulos trabajo de conocimiento de los nombres de los distintos piños que hizo Arellano, quien menciona a:

Los Incansables, el piño al que pertenecía tanto El Huinca como El Barti; La Familia, que es en realidad una agrupación de piños que disputaba el poder a Los Incansables, compuesta por Los Alborotos, Los Indiorientes, Los Ñuñoalbos, Los Holocausto, Los Gángsters, entre otros; Los Suicidas de La Pintana, uno de los piños más bravos; Orates; Drogalbos; La Quinta, un piño de la Región de Valparaíso; Los ilegales, La 38, Los Pesadilla de Puente Alto, Los Pekesmanes de Maipú y Los Spectros, todos parte de la facción que destronó a la Coordinación. 

Se trata de nombres que bien podrían estar en las páginas policiales de los periódicos, pero que en las del libro adquieren otra textura.

Por el lado de Sanhattan, la lista de nombres propios se parece más a los de las listas que circulan en los eventos de negocios o las páginas ‘sociales’. Suenan así, además de Sebastián Piñera:

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Mural en honor a El Mero.
Mural en honor a El Mero.

Sergio Guzmán, Cristián Varela, Alfonso Gómez, Patricio Parodi, Juan Bilbao, Raimundo ‘Paila’ Valenzuela, Gabriel Ruiz-Tagle, Álvaro Cruzat Ochagavía, Jorge Selume, Gustavo Hasbún, César Barros, Guillermo Mackenna, Nicolás Noguera, Hernán Levy, Aníbal Mosa, Leonidas Vial, Manuel Bulnes Muzard, José Miguel Barros van Hövell tot Westerflier, Juan Luis Vial Claro, Carlos José Vial Claro, Martín Vial Claro, Juan Pablo Vial Claro, Paul Fontaine y Pablo Milad. 

Ellos no le ponen nombre a sus piños, pero sí a sus sociedades y marcas, con las que entran -directa o indirectamente- a la cancha de la Bolsa. Algunos nombres:

Larraín Vial, Celfin Capital, Moneda Asset Management, Axxion S.A., Consorcio Financiero; CCU, Sodimac y Carozzi, como marcas Colo-Colo Fútbol Joven; Corpbanca, Saint Thomas, Inversiones Parinacota, Cencosud, Easy, PISA, Favorita. 

Pero, nuevamente, buena parte de estos nombres de estos dos mundos se encuentran en dos circunstancias insólitas; los negocios, los que a veces parecen estar en sección policial, y la política, y no cualquier política.

También la política concertacionista se cuela en esta historia. En particular llama la atención como se producen los consensos para crear la ley de sociedades anónimas, casi al unísono de la quiebra del Club Social y Deportivo Colo-Colo en 2012, la cual se precipita por la decisión del Servicio de Impuestos Internos de los tiempos de Ricardo Lagos de empezar a cobrar tributos por algunos negocios de los clubes que antes no se cobraban.

Es notable cómo varios de los nombres del fútbol -y esto incluye al club Universidad de Chile- tienen su origen en la dictadura y su herencia.

Es el caso del inicio de esta historia, con la llegada de Cristián Varela a la presidencia de Blanco y Negro, quien proviene del pinochetismo duro; el de Chacarillas, o el de José Yurascek, otro nombre civil que soportó la dictadura, cuya historia paralela corre con Azul Azul, la sociedad anónima que rige la U, y quien fue un dolor de cabeza para otro presidente de Blanco & Negro, Leonidas Vial, dada la amistad entre ambos, la cual fue usada para acosar a Vial, al acusarlo de cruzar la línea roja de no mantener amistad con el archirrival. 

Esto coincide ominosamente con el ascenso de Francisco Muñoz -Pancho Malo-, quien pertenece a la camada de barristas que crio la Fundación Pinochet, a la que también pertenece el líder de Los de Abajo, Manuel Varela Bustos, alias el Mono Ale. Todos, personajes que jugaron hasta ‘un clásico’ en 1998 para traer de vuelta a Augusto Pinochet de Londres, tal como recuerda Arellano, en la violación más extraña de dicha línea roja. Seguramente este punto de la biografía de Francisco Muñoz explique su reconversión a líder de ultraderecha, después de un paso por la segunda campaña de Donald Trump en Miami.

También la política concertacionista se cuela en esta historia. En particular llama la atención como se producen los consensos para crear la ley de sociedades anónimas, casi al unísono de la quiebra del Club Social y Deportivo Colo-Colo en 2012, la cual se precipita por la decisión del Servicio de Impuestos Internos de los tiempos de Ricardo Lagos de empezar a cobrar tributos por algunos negocios de los clubes que antes no se cobraban.

Asimismo, buena parte del libro tiene como mar de fondo la primera Presidencia de Piñera y la acción de su subsecretario de Deportes, Gabriel Ruiz-Table, ambos socios en Blanco & Negro, donde Arellano da cuenta de un festival de conflictos de intereses.

En cuanto a los negocios, hay dos episodios notables que rescata el libro. Uno dice relación con acuerdos entre la Garra Blanca de Pancho Malo y Cencosud para desplegar publicidad del retail durante un clásico con Universidad de Chile, la cual decía “¿No tienes estadio? Easy te lo construye”, en franca burla del archirrival.

En cuanto a los negocios, hay dos episodios notables que rescata el libro. Uno dice relación con acuerdos entre la Garra Blanca de Pancho Malo y Cencosud para desplegar publicidad del retail durante un clásico con Universidad de Chile, la cual decía “¿No tienes estadio? Easy te lo construye”, en franca burla del archirrival, el que no cuenta con ese tipo de instalación.

El otro, una situación similar entre PISA -la empresa papelera de Gabriel Ruiz-Tagle- y su marca Favorita, un poco antes de la colusión del confort, donde la investigación de ese caso, de manera indirecta, muestra que Francisco Muñoz estaba en la planilla de las empresas de Ruiz-Tagle.

En ambos casos se ve cómo ambos mundos colaboran y coexisten con vínculos mucho más fuertes que los que reconocen los emperingotados hombres de negocios de Sanhattan, quienes siempre públicamente repudian las barras y las ven como parte de los pasivos de sus negocios, pero que, por debajo, hacen mucho más que ceder a las presiones para soltar más entradas, lo que es la base de la economía de la Garra Blanca y todas las barras del país.

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Augusto Pinochet, Francisco Muñoz, alias Pancho Malo y otro barrista.
Augusto Pinochet, Francisco Muñoz, alias Pancho Malo y otro barrista.

Hay muchos paralelismos más, que el lector puede ir descubriendo por su cuenta. Pero, no hay que dejar uno que Arellano advierte explícitamente: esta es una historia de hombres, varones, lo que refleja cómo el ejercicio del poder en Chile todavía sigue masculinizado casi sin cambios en comparación con el siglo 20. En una primera lectura, son muy pocos los nombres propios de ellas que están como protagonistas; Marta Lagos y Paloma Norambuena, quienes constituyen excepciones. De resto las mujeres son familiares, esposas e hijas de los hombres de negocios, y en el caso del eje de la Garra Blanca, ellas son -por desgracia- deudos de familiares asesinados, salvo la hincha histórica María Colo-Colo, que tiene de todos modos una presencia fugaz en esta historia.

Finalmente, hay un último episodio que no debiese escapar de esta reseña; la relación entre el cabo 2° Fabián Aravena, de la Comisaría de Carabineros de Cerro Navia, quien investigó el homicidio frustrado de El Pirata, donde los indicios apuntan a Francisco Muñoz como autor intelectual, aunque no ha podido probarse, y Osvaldo Jara Soto, un coronel en retiro también de Carabineros, contratado por Blanco & Negro en 2006, quien, según sugiere el libro, hizo bastante por obstruir el trabajo de su inferior en rango, protegiendo así al líder de la Garra Blanca, lo que muestra el nivel de imbricación entre ambas entidades en ese momento. 

Esta es una historia de hombres, varones, lo que refleja cómo el ejercicio del poder en Chile todavía sigue masculinizado casi sin cambios en comparación con el siglo 20. En una primera lectura, son muy pocos los nombres propios de ellas que están como protagonistas; Marta Lagos y Paloma Norambuena, quienes constituyen excepciones. De resto las mujeres son familiares, esposas e hijas de los hombres de negocios, y en el caso del eje de la Garra Blanca, ellas son -por desgracia- deudos de familiares asesinados.

El ejercicio de ese poder por parte del coronel retirado, que incluye usar esa posición superior jerárquica y social de la cultura de Carabineros, para apartar a un cabo incómodo, aun estando fuera de la institución, revela que todavía hay dos castas, la de oficiales y la de suboficiales. De todos modos, vale la pena destacar el trabajo del cabo Aravena, quien no se amedrentó por su superior para seguir investigando, y sin el cual ese episodio violento estaría aún más en la oscuridad.

“¿De quién es Chile?” plantea desafiante Alberto Arellano en el título del libro.

Sin el “de”, la respuesta es “Colo-Colo”; como dice el dicho que da cuenta de la particular popularidad del club;

“¿Quién es Chile? Colo-Colo ¿Quién es Colo-Colo? Chile”. 

Pero con el “de”, que implica pertenencia, la respuesta no es Colo-Colo, pues la pregunta tácita es, siguiendo la metonimia, “¿De quién es Colo-Colo?”

El libro no lo responde, porque tal vez sea imposible hacerlo, pues es imposible que haya dueños de algo así como un tótem. Aunque todos lo disputen y la sociedad anónima a su cargo sea una ruina.

 

(*) Disclaimer: el autor de esta reseña es amigo personal del autor del libro, y ambos son colocolinos.

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