Con la llegada de Gabriel Boric a La Moneda, Chile culmina el cuarto cambio de mando consecutivo en que el Presidente saliente le entrega la banda a alguien del otro sector político. Es la bendita “alternancia del poder”, una muestra palpable de la supuesta buena salud de la que goza un sistema político.
Pero estos cambios de mando no solo significan el vaciamiento de oficinas y escritorios para ser reemplazados por nuevos inquilinos. A nivel mediático implican otro tipo de reacomodo. Medios conservadores que durante cuatro años tuvieron una actitud más bien servil hacia el gobierno se encuentran, de un día para el otro, en calidad de “opositores”. En un abrir y cerrar de ojos, los “perros falderos” –de los que ya hemos hablado en esta tribuna– se convierten en “perros guardianes”. Y, claro, lo mismo sucede con aquellos medios más “progresistas”, que pasan de criticarlo prácticamente todo a entender con mayor generosidad algunas de las decisiones del nuevo gobierno: se burlaron de Piñera y sus tics; se enternecen con Boric y su toc.
Los periodistas que durante cuatro años forjaron relaciones con políticos opositores también “llegan al poder”, mientras que muchos de quienes tenían sus fuentes al interior de La Moneda se ven de un día para el otro “despojados” de esos privilegios.
La realidad es mucho más compleja de lo que aparentan estas últimas líneas. Tal como explica Des Freedman en su libro “The contradictions of media power”, en el periodismo abundan los matices y las contradicciones, de la misma manera en que muchas veces sucede al interior de las élites que controlan los medios tradicionales.
El reacomodo ocurre a todo nivel, incluidas las redacciones de estos medios. Los periodistas que durante cuatro años forjaron relaciones con políticos opositores también “llegan al poder”, mientras que muchos de quienes tenían sus fuentes al interior de La Moneda se ven de un día para el otro “despojados” de esos privilegios y pasan ahora a cubrir a la nueva oposición.
¿Qué ocurre, por ejemplo, cuando se rompe el paralelismo político entre un medio como El Mercurio y el gobierno entrante? ¿Se atreverá el diario de los Edwards a morder con fuerza una mano que puede seguir otorgándole millonarios réditos en forma de avisaje estatal? ¿Será más beneficioso para ambas partes construir confianzas como ocurrió durante el gobierno de Lagos?
Estas mismas preguntas son válidas del otro lado del espectro político. ¿Hasta qué punto un medio más cercano a las ideas de izquierda guardará sus garras para no perjudicar a un gobierno con el que comparte determinadas posturas? ¿Es esto éticamente válido y comercialmente factible? Esta interrogante, seamos honestos, podría perfectamente hacerse respecto de medios como INTERFERENCIA, en cuya esencia –basta apenas con reparar en su nombre– está la denuncia y el cuestionamiento de los poderosos.
Interesantes estudios se han hecho a este respecto. En Argentina, por ejemplo, un grupo de académicos analizó lo dañino que puede resultar para un sector político el llamado “fuego amigo”, entendido como “las críticas y acusaciones hechas por medios de comunicación partidistas contra individuos o grupos políticamente alineados”.
En el caso chileno la existencia de la Convención Constitucional ha servido como un colchón que ha hecho del cambio de gobierno uno menos drástico: a tres meses y medio de su final, quienes la criticaban seguirán haciéndolo independiente del gobierno de turno.
En ese mismo país, Iván Schuliaquer ha analizado el vínculo y negociaciones que se han producido entre gobiernos de izquierda y grandes grupos mediáticos en Argentina, Uruguay y Bolivia en los últimos años. En algunos casos, explica Schuliaquer, se ha desarrollado el fenómeno del “watchdog selectivo”, es decir, los medios deciden qué políticos son “plausibles de ser controlados y cuáles no”.
¿Qué ocurre cuando equipos –comités editoriales, por ejemplo– que durante años jugaron a la defensiva, deben pasar a jugar al ataque? Curiosamente, en el caso chileno la existencia de la Convención Constitucional ha servido como un colchón que ha hecho del cambio de gobierno uno menos drástico: a tres meses y medio de su final, quienes la criticaban seguirán haciéndolo independiente del gobierno de turno. Dicho de otro modo, desde hace medio año los medios más conservadores ya habían jugado en ambas áreas: defendiendo con una mano algunas de las políticas del gobierno de Piñera, mientras con la otra apuntaban su artillería contra quienes redactan la nueva Constitución.
Si bien en términos generales la prensa han dado extensa cabida a las nuevas autoridades y han respetado la “luna de miel” de la administración Boric, bastó que transcurrieran pocas horas para que El Mercurio decretara la primera “crisis de gobierno” y dedicara su página editorial completa a las críticas, o La Segunda publicara una portada en la que los cinco titulares y llamados dijeran relación con problemas en el gobierno o la Convención. Más balanceada ha sido la mirada desde La Tercera, donde el 11 de marzo hubo espacio para una mirada crítica sobre el gobierno de Piñera y pocos días después se aplaudió el tope de sueldos en el gobierno impulsado por Boric.
Con todo, el reacomodo parece recién estar dando sus primeros pasos. Resta por saber, por ejemplo, cómo se relacionará la flamante presidenta del Consejo Nacional de Televisión Faride Zerán con los distintos canales y la subdirectora de la Secom Javiera Olivares con los medios en general. Mientras la primera ha criticado la ausencia de una plena libertad de expresión en el país, Olivares –expresidenta del Colegio de Periodistas– ha manifestado su oposición a la idea de que el dueño de un medio de comunicación sea a su vez dueño de, por ejemplo, un banco.
Este mismo proceso de reacomodo debería suceder, más adelante, en caso de que la nueva Constitución gane el plebiscito de salida y entre finalmente en vigencia.
¿Propiciarán las nuevas autoridades un remezón en el status-quo mediático? ¿Habrá –finalmente– modificaciones a temas tan importantes como la transparencia del avisaje estatal o el giro único para dueños de medios? ¿Cómo serán las relaciones entre el gobierno entrante y la Federación de Medios de Comunicación Social, en la que participan la ANP, ARCHI y ANATEL?
Este mismo proceso de reacomodo debería suceder, más adelante, en caso de que la nueva Constitución gane el plebiscito de salida y entre finalmente en vigencia. Entonces, los medios de comunicación que durante 40 años han defendido como guardianes de la fe la Carta Magna de Pinochet y Guzmán deberán convivir con una nueva Constitución a la que, probablemente, culparán de cualquier traspié que sufra el país.
Por el momento, las preguntas surgen con mayor facilidad que las respuestas. El 2022 asoma como un año clave en el que una serie de reacomodos se llevarán a cabo en los más diversos niveles. Esto recién comienza.
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