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Jueves, 17 de Julio de 2025
[Jueves de medios]

Somos investigadores (y audaces periodistas)

Marcos Ortiz F., director de Ojo del Medio

La crisis por la que atraviesa el periodismo mundial –esa que ha obligado a reducir el tamaño de las redacciones, disminuir la cantidad de páginas impresas o derechamente cerrar medios– ha sido usada muchas veces como excusa para explicar la carencia de golpes noticiosos o reportajes de largo aliento. “El buen periodismo es caro”, se escucha con insistencia.

Es así, por ejemplo, como suplementos de “reportajes” se han convertido en salpicaderos de largas entrevistas, columnas de opinión y una que otra crónica que consigna –siempre en off– los dimes y diretes de la semana. El periodismo faldero del que hablábamos en esta misma tribuna hace apenas una semana no solo permite quedar bien con las autoridades, sino que también es más barato de producir. El periodismo guardián, en cambio, cuando aparece, suele no ser más que un perro que ladra del otro lado de la reja, pero que esconde su cola entre las piernas cuando el portón queda entreabierto.

En estos últimos días, sin embargo, ese modelo de periodismo que verdaderamente incomoda a quienes ostentan el poder volvió a mostrar sus colmillos. Apareció, por ejemplo, cuando INTERFERENCIA hizo los llamados que había que hacer y comprobó el pasado lobista de Sebastián Sichel. Resurgió, una semana más tarde, cuando The Clinic viajó hasta Iquique y entrevistó en exclusiva a Saúl Iglesias, el primer padre del candidato de derecha. Los audaces periodistas dieron una nueva muestra de su valor algunos días más tarde cuando, en un ejercicio conjunto con medios de todo el mundo conocido como Pandora Papers, revelaron en Ciper y LaBot nuevos antecedentes de la venta del proyecto minero Dominga en paraísos fiscales. Veinticuatro horas después fue El Desconcierto el que publicó los correos electrónicos que detallaban la venta entre las sociedades ligadas a Sebastián Piñera y Carlos Alberto Délano. Un día más tarde, Ciper y LaBot volvieron a ladrar fuerte con los secretos de las fundaciones de la familia Luksic en Liechtenstein.

Los cinco ejemplos aquí detallados no solo tienen en común que estallaron en un plazo de menos de dos semanas, sino que todos ellos fueron publicados por medios carecen de equipos periodísticos de grandes dimensiones. Más bien, todos ellos se caracterizan por lo contrario. Son en su mayoría pequeños, autofinanciados y cuentan cada peso a fin de mes.

¿Qué pasa en Chile que los grandes golpes noticiosos parecen provenir en su enorme mayoría de medios independientes? ¿Será que el factor más gravitante es la estructura de propiedad del medio más que sus recursos? A primera vista –y tal como en otros aspectos de la vida– parece que aquí no es el tamaño lo que más importa.

No es el objetivo de estas líneas trazar una línea entre los buenos y los malos medios. De hecho, cada uno de los aquí aludidos carga con más de alguna cicatriz a cuestas. Sin ir más lejos, si bien la entrevista al padre de Sebastián Sichel fue defendida por muchos –incluido Carlos Peña en su columna dominical en El Mercurio– su publicación recibió también serios cuestionamientos por eventuales faltas a la ética. Adicionalmente, el primero de los dos artículos de Ciper y LaBot debió ser actualizado –aunque hay quienes sostienen que más bien se trató de una rectificación– para admitir que parte de la información contenida sobre la venta de Dominga ya era de público conocimiento.

¿Qué pasa en Chile que los grandes golpes noticiosos parecen provenir en su enorme mayoría de medios independientes? ¿Será que el factor más gravitante es la estructura de propiedad del medio más que sus recursos?

Sería injusto negar también que algunos grandes medios sí despachan exclusivas que logran remecer al país. La entrevista de Daniel Matamala al fiscal Jorge Abbott para CNN/CHV o la revelación en La Tercera del falso cáncer del constituyente Rodrigo Rojas Vade son un par de ejemplos del último mes. Pero resulta evidente que esto es lo mínimo que se le puede exigir a medios que cuentan con más personal y recursos que INTERFERENCIA, Ciper, LaBot, The Clinic y El Desconcierto todos juntos.

¿Qué ocurre en Chile que la mayoría de los grandes medios solo ve en Sebastián Piñera el síndrome del Pato Cojo (el gobernante que pierde poder cuando se acerca el fin de su periodo), pero no se atreven a reportear en serio el síndrome del Pato Malo que verdaderamente le aqueja como sí lo hacen algunos medios digitales?

¿Será por esto que el ICIJ – la fundación sin fines de lucro detrás de los Pandora Papers– confía en Chile en un par de medios digitales mientras en España se asocia con El País, en el Reino Unido con The Guardian, en Estados Unidos con The Washington Post y en Francia con Le Monde?

¿Cuánta independencia le cabe a un medio como Canal 13 para investigar a fondo estos temas cuando su dueño, Andrónico Luksic, aparece mencionado en los Pandora Papers? ¿Le habría dado espacio Chilevisión a esta denuncia hace 15 años cuando era propiedad de Sebastián Piñera?

¿Cómo se explica que durante los primeros meses de pandemia a Alejandra Matus no le haya bastado más que su cuenta de Twitter para hacer el trabajo que ningún gran medio chileno hizo de contar correctamente las cifras de fallecidos que maquillaban Piñera, Mañalich y compañía?

La discusión sobre la importancia en la propiedad de los medios demuestra una vez más ser fundamental para el desarrollo de una democracia. Las discusiones sobre la economía política de la comunicación y las propuestas del giro único cuando se trata de medios de comunicación parecen ser asuntos cada vez más pertinentes en el Chile de hoy.

Que El Mercurio haya publicado en plena campaña de primarias una biografía sobre Sebastián Sichel –titulada, irónicamente, 'Sin Privilegios'– pero no haya sido capaz de comprar un pasaje a Iquique para corroborar el relato con uno de sus protagonistas resume bastante bien el fenómeno.



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Comentarios

Comentarios

.que gusto da ver una columna que diga las cosas.en forma tan claras (a pesar de ser tan evidentes). mis respetos al autor y a Interferencia por darle el espacio

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